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Críticas de The Wild Side
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
9
31 de enero de 2019
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En primera instancia, uno pensaría que no tiene nada que ver con música. Sin embargo, eso es lo que el joven director Damien Chazelle nos quiere hacer pensar (si conocemos su trayectoria sabemos que no hay manera en que esto no guarde relación alguna con la música y el sonido).
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En resumidas cuentas, 'First Man' es la historia de Neil Armstrong y su odisea hacia la luna, basada en el libro homónimo. Además ofrece un crudo avistamiento de las necesidades e intrigas humanas.
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Con una minuciosa producción (que alterna diversos formatos de grabación) y posproducción (en cuanto a los efectos visuales, edición de sonido y escenas extraterrestres), logra contar una historia para experimentar el duelo de Armstrong (personalizado por un inmutable Ryan Gosling) y el cerco de muerte que se cine alrededor de sus metas, familia y esposa (magnífica Claire Foy), aspecto que denota con la disminución de matices que resaltan los claroscuros en cada escena familiar.
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Chazelle logra transformar algo premeditado, previsible y aparentemente áspero en un relato que va más allá de la Luna.
The Wild Side
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9
3 de noviembre de 2018
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Las parasomnias abarcan aquellas alteraciones de la conducta directamente relacionadas con el sueño, dentro de las cuales se encuentran: el sonambulismo, las pesadillas y los terrores nocturnos. Aunque la mayoría de las veces abarcan un trasfondo benigno biológico, pueden causar gran preocupación tanto a padres como a hijos, estos últimos son quienes presentan la mayor prevalencia de estas entidades. Estas incluyen variaciones como movimientos anormales que pueden simular una crisis convulsiva, bruxismo, enuresis, taquicardia, diaforesis, angustia o terror con recuerdo o no de lo ocurrido en las entrañas de lo soñado. En algunas ocasiones acaban siendo parte del estudio de psicoanálisis, en el mejor de los casos en forma de arte (La pesadilla, JH Fussli, 1781) y en el peor de los casos… ¿Qué sucedería si la mayor pesadilla de un niño se fusionará con el ideal de su propia madre?

En la ópera prima como directora de la actriz australiana Jennifer Kent, The Babadook (2014) narra la historia de una madre inmersa en la profundidad de la depresión y lo miserable tras un accidente que llevó a la muerte a su esposo y le trajo a la vida a su hijo, cuestión presente en cada minuto del largometraje. Samuel, su hijo, es un niño con rasgos de hiperactividad con una mente dotada de una imaginación casi sobrenatural agobiado por la muerte y cuyo mecanismo de defensa es representado por las innumerables trampas y armas en contra de sus monstruos imaginarios. Por otro lado, se encuentra la madre quien día tras día es apabullada por la incomprensión de su trabajo, de su familia y de su hijo, relación con este último que viene a desatar los horrores más recónditos de la sociedad: el desprecio de una madre por su hijo; todo a colación desde la aparición del aparente libro infantil cuyo título es homónimo a la película, el cual dentro esconde un espectro maligno que solo es necesario negar su presencia para hacerlo más presente en la vida de esta pequeña familia.

La deliberada y casi perfecta composición fotográfica junto a la precisión del diseño sonoro (recordando a Requiem for a dream, 2000) nos permite un acercamiento especial al otro enfoque que de manera intencionada busca la directora: someter al espectador en la incomodidad de la relación de la madre con los demás y la interminable búsqueda de satisfacción frustrada (tanto social, familiar y hasta sexual). Aquí los colores juegan un rol especial, denotando los tonos ásperos y sombríos en el hogar, la familia y en el contexto en contraste por voluminosos tonos con el fin de limitar los efectos especiales y exaltando la teatralidad (véase la escena del cumpleaños con el entusiasmo de las compañeras en una vista contrapicada vestidas en un atuendo casi fúnebre mientras ella, en un insípido tono rosado, aparece rodeada de niños con flagrantes colores en un plano picado). La utilización de múltiples clichés del cine de horror afortunadamente solo funciona como herramienta para la confrontación final.

Realmente no había sentido este tipo de angustia desde hace tiempo, esa sensación de genuino terror sin trampas. El director de The Exorcist (1971) William Friedkin la ha catalogado en un tuit como una obra de terror legítima y, si han llegado hasta este punto, no sé porque no han corrido a verla en este instante.

A modo de preparación y si tienen la oportunidad vean ‘Monster’ (2005), cortometraje de la misma directora, el cual ella misma bautizó como ‘El pequeño Babadook’.
The Wild Side
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9
21 de diciembre de 2018
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obsesión: impulsos recurrentes y persistentes que se experimentan como intrusos y no deseados que causan malestar importante. Compulsión: comportamientos o actos mentales repetitivos que el sujeto realiza como respuesta a una obsesión para disminuir el malestar (DSM-V).

Imaginen una idea, por ejemplo, el lavarse las manos. Ahora, imaginen como esa idea se repite, no solo diario, sino innumerables veces al día; ahora no solo eso, sino que no pueden salir de casa sin haber hecho ese mismo acto de manera reiterada. En rasgos generales, la esencia del trastorno obsesivo-compulsivo se presentó con antelación (además de las definiciones mencionadas al principio, hay que presentar otros aspectos importantes o recurrentes como: la limpieza, simetría o pensamientos intrusivos de temas polémicos). La importancia de su escrutinio y de su tratamiento radica en la discapacidad que puede producir ante la reproducción de tal obsesión (ya que aumenta inminentemente su intensidad a pesar de su oscilación), además de provocar un marcado deterioro cognitivo y social (con la arraigada idea de vergüenza por los rituales) y riesgo de suicidio. Dejando de lado la incierta etiología y su trasfondo, que podría abarcar desde la predisposición genética, alteraciones en el sistema serotoninérgico, disfunción corticoestrial hasta una previa infección por estreptocos, el nuevo filme del polémico director danés Lars von Trier trata vagamente de empapar con una cruda oscuridad al protagonista con esta enfermedad.

Jack (formidable Matt Dillon) es un ingeniero con un aparente trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) enraizado a la higiene y al arte que, a lo largo de cinco incidentes, desarrolla su alter ego como Sr. Sofisticado para su acecho criminal como asesino serial en una travesía hacia el inframundo guiado por Verge (eminente Bruno Ganz) como una analogía a la Divina Comedia o a Fausto incluso. En cada uno de los incidentes aborda su evolución como criminal pero también profundiza en su visión artística de la vida, como un reflejo de la misma idiosincrasia de Lars von Trier. En múltiples ocasiones, con largas escenas sin corte y con cámara en mano, promete un intento de glorificar el arte (pasando por la arquitectura, la música -con grabaciones de Glenn Gould-, escultura, pintura -en el epilogo con la referencia a La Barque de Dante,1822 -, literatura -Goethe, Aligieri, Ray Bradbury- y obviamente cine -múltiples referencias a su entera filmografía-) como un paso hacia la liberación, no como un método para la trascendencia. Sin embargo, la narrativa, que va desde el drama, horror y comedia, se pierde hasta el innecesario epílogo para realzar la grandilocuencia de la simbología; además de perderse la esencia del TOC conforme el largometraje va avanzando.

Con menos secuencias provocadoras (comparada con Antichrist, 2009 y Nymphomaniac, 2013) que la vuelve un poco más apta para ojos sensibles (recordando su infame regreso al pasado festival de Cannes con opiniones claramente divididas y la polémica con PETA), consigue mi aprecio por esta obra con el hecho de hacer un vasto recorrido por la historia y el arte en un guion original en un marco de autoría que abarca distintos géneros con un protagonista con un desorden psiquiátrico (véase el segundo incidente para entender la complejidad del trastorno puesto en práctica, sin importar el acecho inminente de la policía ante un reciente asesinato) acompañado por Fame de David Bowie. Consigue el fin de un recurso artístico, su goce estético.
The Wild Side
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10
28 de diciembre de 2018
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Schopenhauer creía en la idea del amor como un paso hacia la posteridad en forma de un producto con las características de una pareja, como aquel instinto objetivo marcado por la pasión subjetiva hacia la indudable determinación del ser humano en relación con su trascendencia. No se detiene demasiado en tratar de comprender el hecho de que los padres se conquistan por fuerza de la naturaleza, atraídos por características físicas y personalidades opuestas en búsqueda de equilibrio que se plasmará en el producto de la consumación física. Y es aquí donde guarda relación todo lo anterior con la siguiente idea: de que la mayoría de las personas damos por hecho el amor entre nuestros padres (que existió alguna vez o que existe aún). No es difícil suponer eso desde el símbolo de nuestra concepción como la ganancia de una relación rodeada, o iluminada por un simple instante, de pasión. Pocos son los hijos que tratan de profundizar en la ecuación que dio por resultado su presencia en este mundo; y es en ese afán de descubrir la raíz de nuestro nacimiento que comprendemos que todo parte de la casualidad, el deseo y el contexto. Pongamos un ejemplo: la relación de un matrimonio que inicia en el contexto de la precariedad de la sociedad mexicana con la necesidad de una mejor calidad de vida a inicios de la década de los 90 (alrededor del gobierno de Carlos Salinas de Gortari y el modelo neoliberal, el gobierno de George H. W. Bush y la guerra del Golfo con finales de la Guerra Fría) inmersos en el apogeo de la migración y el sueño americano, será la casualidad y el deseo que los unirá con un afán por descubrir hasta hoy. Toda la complejidad expresada alrededor de una tormentosa y apasionante relación se cierne de una manera brillante y sublime en el más reciente largometraje del director polaco Pawel Pawlikowski: Cold War (Zimna wojna).

En una exploración de sonidos y canciones del arte popular como fuente de inspiración para nuevas obras, Wictor (Tomasz Kot), un perspicaz pero anodino director musical, se adentra en poblados recónditos de la Polonia en posguerra (1949) encontrando así a la joven cantante Zula (Joanna Kulig), con la que desarrollara una tormentosa y apasionada historia de amor en el trascurso de más de una década; él cautivado por el talento innato bajo una cortina de hermosura, inocencia y tenacidad, y ella atraída por la madurez y complejidad del director. La relación se torna tan caótica en cada acto (con cortes tan precisos y enérgicos en los que trascurren meses o años, incluso distancias kilométricas), pero lo sublime de la fotografía, por Lukasz Zal, nos remite a la calma, el ímpetu y la nostalgia en esos paisajes europeos, devastados por la Segunda Guerra Mundial (como referencia a la borrascosa pareja). El sólido guion, basado en la historia de los padres de Pawlikowski, logra nivelar de una manera audaz el protagonismo de cada uno de los actores donde los diálogos revelan lo inverosímil de la relación (escena en el encuentro tras la condena de Wictor, donde incluso Joanna Kulig logra aun mayor porte); equilibrado además con la importancia de la música, como desde el inicio se mencionó que la búsqueda de nuevas melodías llevo al encuentro de la pareja, al mismo tiempo el cambio de sonido es contrastante en cada encuentro y época (véase la escena en el bar L’Eclipse, en París, que va de una tenue armonía musical al estrepitoso rocanrol de Bill Haley).

Mas allá de la tórpida dependencia, es preciso entender la atmósfera de la época en medio de alabanzas a Stalin y ásperas relaciones internacionales, sin el afán de crear una crítica social sino para comprender el contexto de la historia. El ganador a mejor director en el pasado festival de Cannes logra sumergirnos en cada ambiente de cada estado de una manera tan ágil que solo el blanco y negro nos permite recordar que se trata de una bella historia personal. Además de que la analogía creada desde el título es audaz y profundo. Aparentemente, la categoría para mejor película extranjera será una competencia aun mas reñida que los principales galardones en los próximos premios de la Academia.
The Wild Side
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9
2 de febrero de 2021
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Freud es bien conocido por su teoría sexual y su interés sobre la relación que existe entre ésta y el desarrollo cognoscitivo de la humanidad. Dentro de sus tantas teorías, aterriza en un punto la carente madurez sexual polimórfica del adolescente que lo invita a un sinfín de rutas por explorar en una mirada que abarca cientos de dudas, las que marcará el rumbo hacia la libertad o represión de la libido. La búsqueda del objeto sexual, la estimulación erógena, la vergüenza y la tensión conforman la metamorfosis humana condenada a la ambigua bivalencia. En este largometraje Luca Guadagnino (basado en la obra homónima) explora el desarrollo de la sexualidad de un adolescente encadenado a su inevitable primer amor.

Es así como transcurre en “algún lugar al norte de Italia” que denota belleza en sus paisajes gracias a la impecable fotografía, la tesis ya planteada en un argumento superficial: el acecho de un tambaleante pero perspicaz joven hacia un hombre judío maduro, ayudante de su padre, en un verano bajo el mismo techo. Corren los minutos en una aparente línea vertical, que nuestra mente apenas está a punto de comprender, hacia un monólogo paternal lleno de sabiduría y recuerdos que, personalmente hace estremecer, y nos guía hacia la penetrante e histriónica mirada al final del filme.

Desbordante sensualidad intelectual logra seducir a cada uno de los protagonistas (y hasta a nosotros) tal como la música, la literatura y la escultura nos logra cautivar en este mismo punto (resaltando cientos de metáforas con la divina escultura griega y la música). No solo la música que transcribe día a día el protagonista, sino también cada pieza que acompaña el amorío de este par, con actuaciones llenas de pasión y delicadeza.
The Wild Side
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