Desafortunadamente no soy Edward Norton, tampoco soy un actor, ni mucho menos un gringo. Tampoco me encuentro en la famosísima ciudad de Nueva York. No tengo un padre irlandés que tiene un bar. No cargo con una bella novia puertorriqueña. Ni tengo un perro que domestique después de verlo casi sucumbir ante mis propios ojos, incrédulos. Así como mis mejores amigos no trabajan en la bolsa de valores y en la universidad respectivamente. Ni por error llevo una vida cargada de criminalismo y nunca tendría droga y dinero en los asientos de mis sillones. Finalmente, nadie me delataría y así nunca tendría que estar preocupado por aquella ilegalidad de la que soy protagonista.

Pero si el tiempo, tan relativo y tan caprichoso, lo fuese aún más. Si de repente diese aquellas vueltas tan extrañas y tan atemporales, donde el espacio abriera otras dimensiones (por llamarlo de alguna forma) así como en 2001, odisea del espacio, Somewhere in time, Donnie Darko la serie Lost, etc.; de tal manera que las circunstancias antes descritas se transformasen en una realidad inmutable e intangible, entonces elegiría a La última noche de Spike Lee como una forma de redimirme ante un mundo con el cual he sido bastante injusto.

Sin duda optaría por ella, y no precisamente porque se trate de un cándido homenaje a Nueva York y todo lo que es en si, Tampoco lo haría, para, en un momento sublime, mandar a todos por un tubo frente al espejo, mirándome frente a frente, desilusionado. No, lo haría por aquellos momentos que realmente valdrían toda la eternidad. Por aquella carnívora melancolía que me invadiría con el último abrazo, la última mirada, el último beso… Por todos esos momentos que le dieron algo de sentido a una vida inusual que muchas veces tomo las direcciones equivocadas, pero que al final encuentra, por muy triste que sea, una redención.

Si, los grandes sueños como las segundas oportunidades casi nunca suceden. Casi nunca…

Los mundos de Coraline me recuerda por momentos a Alicia en el país de las maravillas, por aquellos mundos alternos llenos de paradojas, de metáforas, de absurdos, de buenos derroches de imaginación… quizás esta un poco más oscura (como Jack, mas o menos), aunque eso ya lo dejo a criterio general. Y aunque no he leído la novela de Neil Gaiman, no dudo que esta adaptación ha logrado nutrirse de todos los elementos primordiales del libro. Por la solidez y la seguridad con la que esta hecha Coraline.

Se trata de un filme muy peculiar que prácticamente lleva en cada una de sus escenas la esencia del director, y sus influencias. Por consecuencia, lo más probable es que como bien mencionan otros usuarios, no sea una película para niños. Aunque da lo mismo, se disfruta igual, así como lo haría uno con las de Hayao Miyazaki o las de Pixar, que a mi consideración, no son animaciones para infantes, pero son imprescindibles para ellos. Por la calidad de sus historias mas que otra cosa.

Excéntrica, Los mundos de Coraline despierta una ambigüedad bastante digerible y razonable. Una historia que es entrañable, en especial por el carisma de sus personajes. Tiene escenas tétricas sí, pero con una esencia tan tranquila, que a menos que vayas bajo el influjo de las drogas, que seas un crío, o que tengas traumas con los botones y los mundos paralelos, dudo que te angusties.

El filme de Henry Selick, es bastante interesante y por ello, bastante recomendable.

Yo es que se, que cuando voy a ver una de Emmerich, apagar el cerebro y vamonos… como lo suelo hacer con Bay, Howard (que no Hawks) y similares. Es una lastima que mis pupilas tengan un límite, es una sensación similar de aquella famosa escena de la “Naranja Mecánica”. Desconozco los motivos, no se si sea la manía que le tenga al cine cutre comercial, mi gran descontento al hacer reflexiones profundas entre calidad y dinero o la ira que me invade cuando miro una peli de la Lauren Bacall y pienso: “coño, como es posible que ella no se le haya dado ni un jodido Oscar honorífico aún, joder”. Como sea, la cuestión es que “2012”, efectivamente, es una mierda.

Que entretiene, pues vale, pero tampoco es para quitarse el sombrero como apunta Lisa Schwarzbaum, ella enfatiza que es el último y más grande ejercicio de destrucción, no se a que tipo de lectura se haya especificado. Si se refiere al hecho de los catástrofes naturales invadiendo nuestro planeta, concluyo que a esta tía le gustan los efectos digitales caros y de diseño, aunque se trate de la tontería más grande, pues, no menos, le encantan las estupideces exasperantes. A mi también, pero en otros senderos. Salud.

No señores críticos, una vez más le conceden el beneficio de la duda a Roland, y es que si yo fuera un cliché y estereotipo del estilo Woody Harrelson en la cinta, juraría a todas luces que, ustedes, señores especializados en el séptimo arte, al final les da por alquilar sus palabras a un módico precio. Y eso, eso es algo que pese a que entiendo (la necesidad y tal) me parece de lo más deshonesto e indignante. Aunque, ya es otro cantar.

De lleno al filme, ¿Qué puedo aportar? Les seré sincero, creo que el director es analfabeto, se nota en cada uno de sus ¿guiones? Aquí como tal, es inexistente y la historia es tan solo un pretexto para ver que el es muy chachi con el ordenador y con la patria que lo cobijo antes de que se fuera de Alemania. Un gran tipo pues.

De las actuaciones, eso ya lo sabemos, probaré con la siguiente ecuación:

$(x) = N -oo

Donde:

$ = cantidad considerable de dinero que dicho actor usualmente famoso y con algunos buenos logros en su carrera cobra por participar en un taquillazo seguro.

X = Dicho desempeño que el histrión ofrece al susodicho filme de éxito seguro.

N = Resultado de multiplicar ambos.

-oo = Un humilde intento por representar aquella cifra numérica de fines ilimitados pero en su modo negativo.


(Continua en spoiler)

Y aquí están, una vez más los charolastras haciendo dueto como en la anterior e interesante Y tu mamá también. Solo que ahora, apela directamente el factor éxito asegurado regalándonos un producto con el entretenimiento garantizado, con actuaciones por demás, aceptables y sin ninguna duda, con una de las mejores películas de México este año. Es una pena decirlo así, pues México viene con una racha desastrosa de filmes absolutamente horrendos, y ningún producto decente (quizás Lake Tahoe de Eimbcke que la tengo pendiente), algo similar a lo que le sucede a la desastrosa selección mexicana. En ambas algo es seguro. La frase ideal es: Pena Ajena.

Y es que vamos, el filme no ofrece nada novedoso, va de cliché en cliché hasta el final del metraje. Con sus momentos excepcionales, claro esta, pero no es suficiente. Amén de que la peli se pasa de volada gracias a la temática que se hace amena, y a las tan acertadísimas como tramposas elementos que se cuelan en Rudo y Cursi a medida que esta avanza.

Me ha gustado el modo en como Gael y Diego afrontan su destino, el azar y la suerte. Sin ninguna pretensión, quizás haciendo alguna denuncia social, pero, en este caso, viene mucho al caso por la historia que carga en hombros. Y el desenlace, que pese a que es bastante predecible, posee el suficiente talento para no convertirse en una decepción segura. Las palmas por otra parte se las lleva Guillermo Francella, narrador de la historia, que a la par de cómico es muy entrañable.

Lamentablemente la cosa se queda ahí, a un producto que no aspira a algo más que no sea el éxito comercial. Quizás en otra ocasión Carlos Cuarón, cuando no te sientas endeudado con Iñárritu, Cuarón y Del Toro quienes te financiaron tu Ópera Prima, y por temor a un fracaso, ofreces y te vas a lo seguro. Quizás lo hagas mucho mejor.

De momento, le doy lo que se merece, un pasable y no más. Es el precio que se paga a un producto, que, aunque con momentos chispeantes, no posee la calidad suficiente para aspirar a algo más. Pero bueno, cumple con o que me esperaba. Así de triste es la realidad.

La pasión me sabe a poco, casi a nada. ¿Dónde quedó el esfuerzo, la emoción; aquellas lágrimas sinceras? Se nota su ausencia. Ya no hay ecos con magia. La grandeza quedo sepultada.

Nuevo tropiezo de Pixar, mucho mejor que “Cars 2”, bella visualmente, con guion de laboratorio, de fórmula prefabricada. Se intenta dar una vuelta de tuerca a las historias de princesas, príncipes, padres y villanos, y aunque raspa y cumple, no convence porque está llena de tópicos, de clichés y el guion echa aguas por momentos. La comparación con otras cintas de Pixar es necesaria y triste, porque se queda muy abajo, si se compara con otras casas productoras, DreamWorks por ejemplo, “Cómo entrenar a tu dragón” en concreto, falla también, más allá del familiar aroma lo que pasa es que mientras una es valiente y conmueve, esta no lo hace ni por asomo (ya ni se diga del título al cual no le hace justicia). El filme no es malo por lo que tiene, lo es por lo que le falta.

Entretenida, con escenas logradas, pero no trasciende y se difumina rápidamente en la memoria pues una vez más, les falto meter el corazón. Lo mejor, desde luego su corto que le acompaña: “La Luna”.