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Críticas de Sandro Fiorito
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Críticas 372
Críticas ordenadas por utilidad
7
27 de junio de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las verdes praderas de la inmensa Toscana se convierten en las principales protagonistas de una apacible historia que habla de todo y nada a la vez. El viento que empuja la hierba que cubre los valles se encarga de guiar un argumento espontáneo, fresco y suave, pero también con un encanto tramposo que comparte situaciones tan bohemias como faltas de trascendencia. Bernardo Bertolucci (“El último emperador“, 1987) da todo un recital técnico: los detalles, la música, las miradas, la fotografía, el montaje… todo es espléndido. Su talento se hace latente sobre cada uno de los fotogramas de esta cinta que aunque inspira, armoniza y relaja, no dispone de un guión con cuerpo suficiente como para conquistarnos por completo con un relato inolvidable. Pero es tan agradable verla, sentirla y disfrutarla que es posible aparcar los errores (o prejuicios) para adentrarnos por un bello paseo a través de un gran ejercicio cinematográfico en el que acompañamos a una preciosa joven a lo largo de sus devenires mentales adolescentes.

Ella es Lucy Harmon (Liv Tyler), una joven norteamericana cuya madre, recordada por todos como una poeta y soñadora insaciable, se quitó la vida tiempo atrás. Por ello, se va a vivir a Toscana con unos viejos amigos mayores que ella, que viven en un impresionante caserón de aires palaciegos en mitad de un paisaje inmejorable. No es la primera vez que la guapa de Lucy ha estado en aquel lugar, pues ya lo visitó con su madre cuatro años antes, llegando a enamorarse de un chico de la zona con el que tiene esperanzas de reencontrarse para llevar al extremo su pasión por el mismo. El pasado de su madre, la identidad de su verdadero padre, su radiante sensualidad y su incomprendida virginidad son los temas clave de una trama cuyo enfoque también cae frente a la historia de un distinguido escritor enfermo llamado Alex (Jeremy Irons), con el que la chica entabla una buena amistad. El hecho de fumar porros de marihuana (Lucy se trae de casa todo un cargamento) se contempla con absoluta normalidad y aceptación, casi con necesidad.

Todo es como tomarse unas vacaciones y convertirse en una estatua que contempla lo que hace la gente, disfrutando del panorama, siguiendo las conversaciones de no mucha importancia que llevan a cabo los protagonistas y asistiendo finalmente a todo un recital de desnudos ‘piscineros’ y escenas de sexo (la falta de tabúes frente a esta cuestión es una proclama habitual del argumento) que, llegado el punto, hacen que nos preguntemos si todo lo que tiene la historia para ofrecernos es simplemente lo mencionado. Algunas sub-tramas, como la de la pareja encabezada por Noemi (Stefania Sandrelli) y Michele (Francesco Siciliano) son completamente inútiles y prescindibles.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sandro Fiorito
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7
19 de mayo de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre es muy de agradecer que un director quiera romper las barreras cinematográficas ofreciendo desde la meca hollywoodiense productos diferentes a los de la media, cintas originales que destaquen bien por lo ingenioso de su historia o por lo atractivo de su formato, aún haciendo temblar los cimientos de un público que no garantiza el éxito en taquilla de una película de determinadas características. “La fuente de la vida” es un buen ejemplo de este tipo de arriesgadas hazañas, pues Aronofsky gravitó sobre el espacio de su propia mente con una trama que puede ser muchas cosas excepto comercial. Al ser complejo su mensaje, creo que necesita de un segundo visionado para la total comprensión del conjunto, que se compone de una historia muy sencilla secundada por otras más enrevesadas.

Un oncólogo de nuestro tiempo que investiga una cura para el cáncer de su propia mujer; un conquistador del siglo XVI que se adentra por las Américas a las órdenes de Isabel (aunque no se cita textualmente, suponemos que se refiere a la Católica, por el tiempo en el que se desarrollan los actos) durante el periodo inquisitorial; y un hombre de aspecto budista que, en el futuro, levita en el interior de una esfera suspendida en el espacio. Cada uno tiene una misión diferente en su forma pero igual en su fondo: su amada mujer. Para tener éxito en sus tareas, uno lucha desde el escepticismo religioso de la medicina, otro desde una apasionada entrega a la religión católica (buscando el bíblico árbol de la vida que también sirve de nexo de unión en el resto de los relatos) y el último, más abstracto, espiritual y con mayor número de interpretaciones, basa su existencia en una forma de vida zen, desde la que medita con el fin de encontrarse con su propia conciencia (pero este último hecho resulta muy difícil de explicar en una sola línea, pues para entender el budismo y todas sus ramificaciones, o incluso alguno de los koans (problemas) de la tradición zen que también pueden aparecer, hace falta ver todo desde lo más profundo de nuestro interior, no habiendo cabida para el análisis superficial).

La vida y la muerte según este director. No deja indiferente.
Sandro Fiorito
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6
2 de julio de 2011
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre se agradece cualquier intento del cine español por distanciarse de su propia y alargada sombra de mediocridad repleta de películas casposas. Afortunadamente en los últimos años las buenas intenciones van ganando terreno. En esta ocasión, el realizador y guionista Mateo Gil, que escribió junto a Alejandro Amenábar los trabajos de “Abre los ojos” (1997), “Mar adentro” (2004) y “Ágora” (2009), y dirigió películas como “Nadie conoce a nadie” (1999), explora el difícil terreno del western, un género poco tocado en nuestro país y del que siempre muchos amantes del mismo nos alegramos por tener noticias nuevas. La trama elegida para dar vida a esta historia es una revisión de la leyenda encarnada por el mítico atracador de bancos Butch Cassidy, del que tan bien nos documentamos en la cinta de George Roy Hill “Dos hombres y un destino” (1969). Se pone en tela de juicio la versión oficial y Mateo Gil nos vende a un Cassidy que, lejos de morir joven como hasta el momento se defendía, siguió viviendo entre las frondosas y bellas montañas de Bolivia hasta convertirse en un humilde y solitario patrón.

Antes de ver esta película pensaba que estaba todo contado sobre esta historia. Después de verla pienso que no me equivocaba y considero un gran error que la dirección haya apostado por esta vía argumental en lugar de haberse decidido por un guión completamente original, sin estar inspirado o basado en nada conocido, con personajes nuevos e historias trepidantes que supusieran toda una inyección vital para tan necesitado género. Aferrarse a una versión alternativa en la que se da un destino diferente a Butch Cassidy, les ha obligado a crear un producto lineal, bastante monótono, con apenas olor a western. No hay personajes míticos o peculiares que pronuncien frases que te dejen helado, y apenas hay acción para emocionarse en el transcurso de su trama. Todo se desarrolla con extrema lentitud, tanta que incluso la película parece hacerse mucho más larga de lo que es. Y luego, para al final no contar a penas nada, para meter con calzador algunos dilemas morales de muy dudosa credibilidad y ser testigos de un conjunto bienintencionado pero sin elementos que puedan emocionarnos. A cambio, obtenemos un entretenimiento agridulce ensalzado por la buena fotografía de Juan Ruíz Anchía (“Confidence”, 2003) y las buenas interpretaciones de sus dos protagonistas. La película ha sido rodada íntegramente en Bolivia.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
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Sandro Fiorito
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6
22 de junio de 2013
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fantasear con la historia de unos seres que viven a la vez que están muertos y provocan con su desenfrenada, diabólica y/o irracional actitud una situación apocalíptica que les convierte en una fuerza superior e incontrolable por la civilización, siempre ha sido un ingrediente que para los amantes del terror y la ciencia ficción ha caído bien. Pensar en cómo el mundo pasa de la estabilidad a una sangrienta anarquía fantástica que pone en riesgo a una desesperanzada especie humana, ser testigos de cómo sus protagonistas deben sobrevivir, y no dejar de rondar en nuestra cabeza los interrogantes referentes al porqué ha pasado y cómo se puede solucionar, son las claves de una clase de argumento que ha ido cobrando más protagonismo con el paso de los años.

George A. Romero se convirtió en abanderado de los zombis en el cine, a los que ha dedicado el grueso de su filmografía destacando con títulos como “La noche de los muertos vivientes” y su secuela, estrenada diez años después. En lo más alto del podio de este tipo de tramas, podemos encontrarnos desde la célebre serie “The Walking Dead”, que inició su andadura con una excelente primera temporada y se deshinchó hasta la vergüenza con las posteriores, hasta otros trabajos televisivos, también por capítulos, como la francesa “The Revenant” o, ya títulos como “28 días después” y la secuela, en clave de comedia o sátira como “Terroríficamente muertos” y “Posesión infernal” , también de Sam Raimi, “Zombies party” o “Bienvenidos a Zombieland”, versiones españolas como la saga [REC], etc.

Con este repaso pretendo recordar que son muchas las producciones que han hablado sobre un tema que empieza a estar machacado, explotado sobremanera. “Guerra Mundial Z” aterrizará en los cines con el propósito de conquistar la taquilla pero ¿será capaz de sortear los tópicos? ¿resultará innovadora? ¿habrá sabido aprovechar los 200 millones de dólares de su presupuesto? Estas son algunas de las preguntas que un servidor plantea y que también responderá a continuación. En “Guerra Mundial Z” Brad Pitt es, además de un —ya retirado— experto investigador de la ONU, un entregado padre de familia, acompañado por una esposa y dos hijas a las que pretenderá proteger por encima de cualquier circunstancia en mitad de la invasión zombi que les sorprenderá. Su experiencia resulta vital para la ONU, que le contacta para que vuelva a colaborar con ellos tratando de poner algo de luz al asunto con el claro objetivo final de intentar encontrar una solución que simple y llanamente, pueda salvar el planeta, infestado de asquerosas criaturas.

“Guerra Mundial Z” es una película que en sus minutos iniciales resulta maravillosamente sobrecogedora, golpeando directamente sobre las impresiones del espectador y produciendo que los vellos se pongan como escarpias: su despliegue visual es tan ilimitado, tan feroz, que todo lo que vemos en la película por fantasioso que resulte, puede llegar a asumirse a la vez que se disfruta contemplando algo que huele a maestría. Además, construye excelentemente el caos, el miedo y la confusión de la población, describe inmejorablemente los ambientes y aporta terror e intriga con unos zombis, muertos vivientes, zetas o simplemente no-muertos, que producen auténtico interés por su forma de proceder, muy diferente a la de aquellas versiones en las que éstos se mueven a paso de tortuga y apostando aquí por unos seres endiabladamente recargados de energía sobrehumana, rápidos, fuertes…

Lamentablemente todo ello va deshinchándose hasta enfangarse de tópicos y diálogos pobres, recursos mil veces vistos en cualquiera de las anteriores referencias que añadí, y con un conjunto que cae en una película con más acción que corazón, muy afectada por un guión endeble que corre a resguardarse en las faldas de lo forzado, guiando la historia y a sus personajes de una forma descarada que hace que casi percibamos en pantalla las líneas de lo escrito, dinamitando así la credibilidad. Incluso se cae en un punto en el que los zombis llegan a ser ridículos, recordando sus movimientos a los del maestro Gregorio Sánchez Fernández, que les sonará más por el seudónimo que lo hizo célebre: Chiquito de la Calzada.

Brad Pitt (que asistió fugazmente a la premiere, deleitándonos con su presencia, tres frases y un hasta luego) cumple con su cometido y me sorprendería verle en el reparto de un proyecto de estas características de no ser porque él mismo es uno de los productores. Una película menor para un gran actor. Simplemente pasta, supongo, porque no ha existido un interés concienzudo en construir bien un guión que padece cojera. Lo que sí es seguro es que aun con todo lo que haya podido hacer esta película para sorprender, si no tuviera encabezando el reparto a un grande como Pitt (o en su defecto cualquier superestrella), probablemente estaríamos hablando de una cinta más… y eso que para mí (a excepción de sus quince minutos principales) lo acaba siendo. Pese a que forma parte de uno de los terrenos que más me han gustado de la película (la ambientación de Israel), no logro comprender la desmesurada atención sobre el personaje de la actriz Daniella Kerstesz, Segen, que no aporta más que lastre a su compañero protagonista. Una pena que se desaproveche el papel de un actorazo como Peter Capaldi, aunque en general se desperdicia todo lo concerniente a lo que sucede en torno al lugar donde éste aparece.

La cinta es enormemente disfrutable durante sus escenas de acción y lo que consigue con creces es el hecho de ser un entretenimiento feroz, pero como aporte cinematográfico no pasa del blockbuster de turno (bien aderezado por un 3D que va difuminándose), y como contribución a la temática zombi no supone ninguna innovación al respecto: sólo más de lo mismo pero con mejores materiales artísticos, rodeando a un argumento que en su tramo final, se cae a pedazos, ahogándose entre tópicos que culminan en un inocente mensaje moralista.
Sandro Fiorito
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8
13 de septiembre de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué difícil puede ser el hecho de recrear con precisión uno de los días más trágicos de la Historia de los Estados Unidos de América y qué bien le sale a Paul Greengrass (“Green Zone: distrito protegido”, 2010) en esta película -centrada en el único avión que no impactó contra su objetivo- en la que es capaz de trazar un fiel retrato de aquellos terroríficos acontecimientos manteniendo una línea que combina la fidelidad sobre los hechos, la ausencia de imposturas y artificios, la sencillez y humildad plasmada sobre su verídico argumento, su aspecto y carácter documental, una buena recreación de todos sus personajes y una más que lograda ambientación capaz de convertirse en una atmósfera opresora que te obliga a contemplar lo que visionas con una mirada fija, un semblante frío y una boca nerviosa que tiende a estar más abierta que cerrada.

Su película compañera sobre los atentados del 11-S, “World Trade Center” (2006) de Oliver Stone (“W.”, 2008), carece de la emoción, credibilidad, cercanía de los hechos y soltura que sí dispensa la presente cinta de Greengrass. Ya desde sus primeros compases podemos asistir con asco y resignación a los preparativos del secuestro del avión correspondiente al vuelo 93 de la “United Airlines” por cuatro cerdos descerebrados de Al-Qaeda, cuyo objetivo sería el de impactarlo contra algún edificio representativo del poder norteamericano, probablemente -ya atacadas las Torres Gemelas y el Pentágono- la Casa Blanca o el Capitolio. Patética la esquizofrénica mentalidad de estos seres radicales estancados en los tiempos de Mahoma. La principal distensión y normalidad de la que disfrutaban durante los primeros minutos de vuelo los pasajeros y tripulación del Boeing 757 encargado de cubrir el trayecto entre el Aeropuerto Nacional Libertad de Newark (Nueva Jersey) y el Aeropuerto Internacional de San Francisco contrasta con el nerviosismo generado en el interior de las diferentes cabinas de los controladores aéreos (utilizados como un efectivo nexo de unión entre lo sucedido en el avión, en los otros lugares atacados y la reacción del resto de la sociedad), asombrados por ver cómo los aviones a los que seguían (los que sí alcanzaron su objetivo) iban desapareciendo de sus respectivos radares.

Esta tensión anticiparía lo que después iban a vivir los cuarenta pasajeros (incluyendo tripulación) del United 93, inmersos en la que sería su última pesadilla. Convirtiéndose en héroes de aquel fatídico día 11 de Septiembre de 2001, pusieron sus vidas en manos de la esperanza, enfrentándose a los secuestradores como pudieron, guardando dentro de sí la ilusión de poder cambiar el triste destino que se les aseguraba y tragando saliva mientras mostraban lo duro que es saber que vas a separarte de los tuyos, de la vida.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
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Sandro Fiorito
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