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Críticas de The Wild Side
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
8
10 de abril de 2020
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En los 10 primeros minutos de ‘Hell or High Water’ (2016) se observa el atraco a dos bancos locales en el sur de Estados Unidos a mano armada por los hermanos Howard (Chris Pine y Ben Foster) y mientras huyen en un desparpajo de auto al compás de Nick Cave, se puede apreciar los grandes rasgos de personalidad de cada uno: mientras Toby Howard (Pine) es tímido y calculador, su hermano mayor Tanner (Foster), detrás de la armadura de exconvicto sanguinario, haría lo que fuera por proteger a su hermano menor. Y son estas peculiaridades las que sostienen el drama-western en un vigoroso guion que bien le hubiera valido alguna que otra premiación a Ben Foster (ver la escena que se desarrolla en un típico restaurante en donde se sostiene un dialogo para el próximo crimen aludiendo a ‘Pulp Fiction’ (1994) o ‘Reservoired Dogs’ (1992)).

Una vez que las autoridades se percatan de los hechos y las similitudes, dos Texas Rangers (Jeff Bridges y Gill Birmingham) se dan a la tarea de pisarles los talones. Hamilton (Bridges), a punto del retiro, hace un espacio para una cacería más en medio de su marcada xenofobia que solo imita su soledad y esconde el aprecio o respeto por su pareja.

La primera idea que personalmente se rescata es la primicia que comparten ambas parejas. Mientras la juventud se regocija en preocupaciones ‘superficiales’ aunado a deudas y problemas maritales, la vejez de los alguaciles sucumbe en la genealogía de la religión, de dios y la muerte, temas que sagazmente se entrelazan entre ambas parejas como un rebaño de ovejas que se cruzan en ambos caminos. Esta comparación que va más allá de la inexperiencia y la madurez revela la cruel realidad que se declara al final del largometraje, una verdad que no permite a unos la venganza y a otros la felicidad.

Durante el meticuloso plan de los robos y la acechanza, se entreven dos hechos importantes: lo fraudulento de las compañías de préstamos y la precariedad de la sociedad americana. Letreros inundan nuestras pantallas con ofertas alucinantes en donde los acreedores ven una salida fácil pero imperecedera, los cuales se observan una y otra vez hasta el hartazgo de distintas generaciones endeudadas. Y en el otro extremo, la película muestra una revisión nacionalista que enmarca la violencia intrafamiliar y la creciente violencia social que encumbra la pobreza que no se cierra a estatutos morales y solo perdurara de manera omnipresente.

Se ha hecho mención al cine de Tarantino en este texto en donde se rescata la utilidad de los diálogos para emprender una escena memorable, sin embargo, esta película dista del cine del director previamente mencionado logrando escenas frívolas de acción con el fin de provocar desaliento y melancolía que, gracias a la sobriedad del director David Mackenzie y el sólido guion de Taylor Sheridan, le valió la nominación a mejor película en 2016 previo estreno en el festival de Cannes hechos que solo justifican la grandiosidad del largometraje; de la misma manera la introspección de los personajes se aleja de los típicos westerns y se acercan a la profundidad de películas como ‘No Country for Old Men’ (2007) (véase la escena en un casino, o el dialogo entre los dos policías y una camarera).

https://awildside.blogspot.com/2020/04/hell-or-high-water-david-mackenzie-2016.html
The Wild Side
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8
1 de marzo de 2018
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La segunda guerra mundial nos ha dado varios filmes que muestran lo desgarrador y atroz que puede ser el hombre o lo brillante que se puede mostrar en momentos tortuosos. Tal es el caso de Winston Churchill. Un hombre ya mayor a comparación de los demás protagonistas de la Gran Guerra, tema que ahonda The Darkest Hour, en donde se pone a prueba su lucidez y valentía.

Gary Oldman se ha convertido en un actor polifacético y he aquí una muestra hacia delante de lo que puede llegar a crear y transmitir. Es tal su protagonismo y explosividad en esta película, que deja atrás a la actriz KS Thomas, con quien pudo crear la dupla perfecta para convertir una buena muestra en algo monumental. Los múltiples diálogos nacionalistas son tan convincentes que pueden o no empatizar con que Darkest Hour llego en aquel momento mexicano cercano a las elecciones presidenciales, que finalmente tenderá la trifulca hacia el nacionalismo exacerbado hasta el punto de la caricatura sin lograr la otredad de la nación. Sin embargo, la simple idea de seguir a un viejo Oldman por la cámara puede llegar a ser tedioso… o no, como para los que gustamos de estos temas dramáticos-bélicos-históricos. Además de esperar con ansia el desarrollo de la operación Dinamo-Nolan. La fotografía que acompaña el contraste de la guerra en sus inicios y su consolidación logra crear una atmósfera ideal. Finalmente logra, desproporcionadamente, llegar hacia la conclusión obvia.
The Wild Side
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5
30 de julio de 2020
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La representación de la violencia en México y la lucha de clases parece reiterativa. Y no lo culpo, es como culpar a Hollywood por realizar películas de superhéroes sin medida. La fórmula del éxito, pero sobre todo de la trascendencia, reside en la capacidad de contar una nueva historia desde una nueva perspectiva. Es algo bien establecido que impulsa al equipo creativo a la innovación. Sin embargo, tal vez este no sea el caso.

El segundo largometraje de Gael García Bernal ‘Chicuarotes’ (2019) estrenado en el pasado festival internacional de cine de Shangai y Cannes, así como una de las recientes adquisiciones de Netflix, sortea un pasaje en la vida de un adolescente en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco: ‘El Cagalera’ (Benny Emmanuel) junto a su fiel acompañante ‘El Moloteco’ (Gabriel Carbajal), personajes que reciben el gentilicio como ‘Chicuarotes’. Desde la primera escena somos testigos de la premisa de la película: la pobreza los obliga a realizar trabajos precarios y, en su defecto, al crimen, siendo estas dos opciones las que trazan el futuro ominoso del protagonista.

Pasando a través de diversos estilos cinematográficos que serpentean el drama, la comedia o incluso rozando el coming-of-age se entreven con diversas historias como la relación amorosa del protagonista, el devenir sexual de su hermano o diversos acontecimientos fúnebres que en algunos casos establecen la apoteosis o la decadencia de los personajes. Es así como Gael García denota su capacidad como director con un guion de Augusto Mendoza (Abel, 2010) sustentado casi en su totalidad en el portento de los actores, uno de los pequeños aciertos de la película, que se observa en la eterna y contrastante dupla de la comedia originada tal vez en el Don Quijote con Sancho Panza y, otra menos agraciada, como Pedro y el Jaibo de ‘Los Olvidados’ (1950), esta última que remite en ‘Chicuarotes’ con destellos de humor e ironía que arrastran hacia el dramático final.

Sin embargo, uno se hace varias preguntas conforme la trama avanza. Surgen cuestionamientos que embargan la realidad y tergiversan la premisa donde se pierde la noción del origen de la maldad a raíz de la pobreza o la indulgencia. La bola de nieve que se intenta construir con una serie de eventos que no guardan relación bien podrían eliminarse y la historia del protagonista continuaría, así como monólogos shakesperianos irrelevantes. Se asemeja en algunas cuestiones con la tórpida banda sonora que solo revela sus carencias.

‘Chicuarotes’ resulta notables por destellos. El sólido reparto es reflejado en diversos encuadres y close-ups ante las preocupaciones que los sucumben o en trazas de neón para enaltecer la inocencia que se va perdiendo. La escena inicial será difícil de igualar por ser un fiel retrato de la idiosincrasia mexicana. Sin embargo, conforme avanza el metraje la fórmula de la innovación se desdibuja en un discurso convencional y melodramático.
The Wild Side
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6
21 de febrero de 2019
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No sentí la necesidad de ver otras 2 0 3 películas alrededor del mismo hilo narrativo melodramático. Sabemos a que se refiere un remake: una idea prestada con diferente interpretación (en el mejor de los casos, como recientemente lo hizo Suspiria). En este caso, la trama gira en torno a un famoso y alcohólico caballero de larga melena de nombre Jackson Maine (Bradley Cooper) en pleno declive artístico y personal quien descubre el talento de la camarera Ally (Lady Gaga). A su vez, y con ‘ayuda’ de su entrometido padre, busca alguna manera para que el mundo entero conozca su talento innato. Poco a poco, entre peleas y afecto, se catapultará el incipiente talento de Ally con la decadencia relacionada al éxito destructivo y desproporcionado de Jackson.

Este guion y la manufactura me parece conocida, obviamente dejando de lado otras 3 películas acerca de lo mismo (¿Ya lo había mencionado?). La perfecta edición y producción de espacios musicales con los malignos productores alrededor del star-system lleno de personajes sin la menor preocupación por los clichés alrededor de la motivación, la depresión (totemizada en la inocencia de los perritos y no sé si Bradley Cooper trato de menospreciar la capacidad interpretativa del publico con sugerentes escenas de suicidio) y la explotación. Exacto: Hollywood. Exacto: Bohemian Rhapsody. Exacto: éxito rotundo. Sin embargo, hay algo que funciona en este desparpajo de emociones circulares: Lady Gaga. Es evidente la capacidad histriónica y vocal de esta cantante de larguísimo nombre, que logra proyectar y contrastar con su incipiente carrera actoral y en su sacrificado personaje. Además, no solo Lady Gaga cantando junto a Bradley Cooper en un estacionamiento y su química es lo rescatable. Sam Elliot, con cada una de las pocas veces que se encuentra frente a frente con la cámara, transmite la madurez y fluidez de cada dialogo planteado de la manera adecuada (de alguna manera me recordó a Michelle Williams en Manchester by the Sea de 2016 que, en una escena y espectacular dialogo, logro su paso hacia los premios de la Academia). La fotografía es impecable, como se mencionó, y lo verán en la primera escena musical con el mismo Cooper en vivo (lo que reafirma sobre todo su capacidad como director), Ally a capela en el estacionamiento y las tomas cerradas y silentes en la casa.

La adaptación moderna de este drama shakesperiano y el fluido trabajo como director, logran gestar un producto de calidad que se mece entre lo mediocre y lo virtuoso.
The Wild Side
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7
11 de febrero de 2019
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Sedentarismo, tabaquismo, obesidad o sobrepeso, alta ingesta en carbohidratos, la edad y el sexo son solo algunos de los factores que conforman el riesgo cardiovascular. En términos simples, si tienes o sobrepasas algunos de los valores mencionados y establecidos, la probabilidad de que ocurra un ataque cardiaco (infarto agudo al miocardio) o accidente cerebrovascular es mucho mayor que en personas ‘sanas’. Dolor opresivo en el lado izquierdo del pecho que se puede irradiar a mandíbula y brazo, náuseas, vómito, excesiva sudoración o, inclusive se menciona, ‘sensación inminente de muerte’ aunado a las características que se mencionaron en el primer párrafo son solo algunas señales un ataque cardiaco. En el peor de los escenarios, la muerte es inevitable. En el mejor de los casos, quedan rezagos en el corazón que, tras terapia y rehabilitación, pueden mejorar, pero el riesgo es perenne y además aumenta. Es decir, se puede desarrollar el mismo escenario hasta cinco veces o más. Se van sumando complicaciones en la conducción (en forma de arritmias) y en la función. La bomba vital se desmorona poco a poco. Afortunadamente, aun existen en estos casos medidas para tratar de mejorar la calidad de vida; una de ellas es el trasplante cardiaco que, con indicaciones absolutas y en personas con pronóstico bastante desfavorable, puede ser una opción. Dick Cheney, vicepresidente de los Estados Unidos de América del 2001 al 2009, tras sufrir cinco ataques cardiacos en tratamiento con diversas terapias endovasculares se sometió a la edad de 71 años a un trasplante cardiaco.

Vice (2018), dirigida por Adam McKay (conocido por algunas comedias y el similar drama oscarífico del 2015 The Big Short), narra la vida y el ascenso en el poder de los Estados Unidos de Dick Cheney (el camaleónico Christian Bale). Conocido, sobre todo, por ser el vicepresidente durante el mandato de George W. Bush (Sam Rockwell), también aborda su paso como congresista, secretario de defensa y en el sector privado petrolero. La obra expone sus más oscuras participaciones dentro del gobierno, desde pequeños aprovechamientos tras el Watergate y la guerra de Vietnam hasta ser considerado como el auspiciador de la guerra de Irak, de técnicas de tortura y ser el titiritero detrás de las decisiones más importantes de un país. Christian Bale, en otra transformación, de manera impecable logra reflejar la pasividad hermetizada de un hombre que racionaliza cada paso que da y de los que están a su alrededor. De la misma manera, Sam Rockwell dota de sarcasmo, ironía e inexperiencia (¿innecesaria o real?) la representación de George W. Bush (ese hilarante dialogo casi inverosímil en una jardín comiendo pollo frito, temiendo que de esa manera sean tomadas las decisiones más importantes de una nación); así como Amy Adams encarna a Lynne Cheney, eterna acompañante del vicepresidente más poderoso en la historia de América (ya denle su merecidísimo reconocimiento a Amy Adams que, desde la primera aparición en este largometraje, se consagra como la verdadera impulsora y figura de inspiración).

Desgraciadamente, lo demás se hunde en los intentos inconexos por asumir la realidad presentada como una crítica o como un elogio o como un drama o como un documental o como una sátira (con explicaciones forzadas o trucos de producción ya conocidos). Tal vez ese sea el objetivo de McKay con el guion a manera de realizar una vasta complejidad narrativa y que el espectador sea el juez y el verdugo, deslindándose de toda responsabilidad ejecutiva. Cada agujero en la narración es un infarto que termina desgastando el corazón de la película. Afortunadamente, el montaje, la visión metanarrativa y las actuaciones son el trasplante necesario para encandilarlo a la temporada de premios.
The Wild Side
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