Flojilla película que cuenta con todos los tópicos del mediocre cine para adolescentes yankee, sin desviarse casi ni un centímetro de los parámetros morales y tradicionales que ordenan los cánones de la sociedad americana y evidenciando una vez más, el excelso nivel de descerebramiento conseguido por este distinguido pueblo, tan amante de su bandera y exportador de su modus vivendi, cada vez con más éxito, hacia nuestra vieja europa.

Más alfalfa ya mil veces saboreada, en la que además lamento especialmente ver deambular en papeles indignos de su clase, a la moza de Mumford. No provoca el deseo de cortarse las venas o el vómito, pero su leve recuerdo flota en el ambiente, sobre todo a medida que desemboca esa riada de creación sin par.

Pequeña pieza cargada de humanidad, de ritmo deliciosamente sosegado, imantada con simpatía y realismo y dotada de una envidiable ternura, además de una pizca de sana nostalgia.

Acabarás dibujándote una sonrisa y redefiniendo interiormente el significado de entrañable.

Película que sabe a poco. Cuando termina uno piensa ¿Ya está? ¿No hay más?. Lo cierto es que aprecio dos interpretaciones extraordinarias pero de las que no me esperaba menos, para un guión que apunta enfoques relativamente renovados en torno a la temática tratada (interesante la conversación con la madre del niño), que, a pesar de una supuesta y pretendida profundización reveladora, a mí me ha recordado mucho más el concepto de superficie.

Comienza en estado sólido y a medida que avanza va transformándose en un gas que en ningún momento llega a ser demasiado tóxico y el final es necio en su redundancia. Hecha más para resultar que para meditar, corta, de reminiscencias teatrales pero en mi opinión, claramente menor.

Otra que me decepciona. Es fría, larga, desapasionada y hasta ridícula por momentos. No he leído la obra de Victor Hugo, que seguramente sea extraordinaria, pero esta adaptación de Bille August, no hace otra cosa que girar la manivela para que la máquina suelte otro tocho empaquetado en papel que lleva impreso nombres conocidos, que sin embargo no consiguen ocultar la monotonía dramática que contiene en su interior.


Otra muestra de lo funesto que puede llegar a ser entregar alma para obtener aglomerado.

Mamarrachada en toda regla con algún que otro momento delirante cuanto más absurdo, pero que en su mayor parte desprende una apestosa sensación de tiempo malgastado, cólicos de barriga y descomposición galopante.

Si fuese peor molaría, el problema es que, igual que otras tantas de la misma calaña, se quedan simplemente en malas ó muy malas, pocas pasan la fatídica barrera siguiente, en la que comienza de nuevo la rueda y los extremos se juntan.

Morralla.