El maestro del cine, Clint Eastwood, vuelve a las pantallas con "El Francotirador" (American Sniper) y, una vez más, demuestra por qué su sello distintivo en la dirección se ha vuelto sinónimo de obras maestras cinematográficas. Esta película, que había estado pendiente en mi lista desde hace un buen tiempo, no solo satisface las expectativas sino que las supera, ofreciendo una combinación inmersiva de acción palpable y tensión cortante.

Más allá de las secuencias bélicas y el heroísmo desenfrenado, lo que realmente destaca es la aguda mirada de Eastwood hacia la psicología de los soldados, en especial de los que portan un férreo sentimiento de patriotismo. La película no solo se preocupa por mostrar el conflicto en el campo de batalla, sino también la guerra interna que se libra en la mente de los protagonistas. "El Francotirador" es una indagación profunda sobre lo que significa ser un patriota en tiempos de guerra y cómo las convicciones y lealtades pueden ser tanto un arma como una cruz a cargar.

La interpretación de los personajes se siente genuina, y te lleva a reflexionar sobre las realidades, a menudo olvidadas, de aquellos que son enviados al frente. Clint Eastwood ha logrado con esta obra no solo un entretenimiento de alta calidad, sino una ventana para comprender y cuestionar la naturaleza de la guerra y la mentalidad de aquellos que la enfrentan, vistiendo el uniforme de su nación.

"El Francotirador" no solo te mantiene al borde de tu asiento por su intensidad, sino que también te invita a profundizar en el complejo universo emocional y psicológico de aquellos llamados 'héroes de guerra'. Sin duda, una película muy recomendable en el repertorio de Clint Eastwood y un recordatorio de su habilidad para contar historias con profundidad y sensibilidad.

A primera vista, "Todo sobre mi desmadre" parece ser una de esas películas que no requerirían toda nuestra atención. Ideal para tenerla de fondo mientras te ocupas de otras tareas. Sin embargo, su ingenio y evolución sutil me tomó por sorpresa. Esperaba que solo me sirviera como ruido de fondo, pero lo que empezó como una mera distracción, terminó capturando más mi atención de lo que hubiera imaginado.

La trama de la película, aunque comienza de manera un tanto convencional y puede parecer predecible en sus primeros actos, evoluciona y se intensifica de manera gradual. Esta transición de "menos a más" es lo que me llevó a enfocarme más en la pantalla. Es una prueba del potencial que una historia tiene para crecer y desarrollarse, capturando la atención incluso cuando el espectador no tiene grandes expectativas iniciales.

Si bien no la calificaría como una obra maestra del cine, definitivamente tiene elementos que la hacen destacar. La capacidad de superar las primeras impresiones y ofrecer algo más profundo y cautivador es una hazaña que no todas las películas logran. No es perfecta, pero "Todo sobre mi desmadre" merece, sin duda, una oportunidad para ser apreciada en su totalidad.

"El Séptimo Hijo" es uno de esos filmes que prometen mucho y entregan poco. Me encontré con una obra que, honestamente, consideraría como "mala no, lo siguiente".

Decidí darle una oportunidad esperando ser cautivado por una trama que al menos fuese entretenida independientemente de las actuaciones. Sin embargo, la decepción fue casi inmediata. Los primeros minutos fueron suficientes para darme cuenta de que no estaba ante una película que me fuese a aportar mucho. Aunque generalmente intento dar a cada producción el beneficio de la duda, esta vez no pude resistir la tentación de detenerla antes de su conclusión.

Lo más triste de "El Séptimo Hijo" no es su incapacidad para enganchar al espectador, sino que lo que llegué a ver no dejó ningún tipo de impacto en mí, ni positivo ni negativo. Simplemente fue un montón de escenas que no evocaron ninguna emoción en particular. No sentí esa chispa de interés que generalmente me impulsa a terminar una película, incluso si no es de mi total agrado.

Quizá haya quienes defiendan esta obra, alegando que es necesario verla completa para apreciar su valor. Sin embargo, si una película no es capaz de capturar la atención de su audiencia en sus primeros actos, es difícil defender su mérito. Por mi parte, "El Séptimo Hijo" se suma a la lista de películas que comencé con esperanza, pero que dejé sin finalizar, sin el deseo de retomarla en el futuro cercano.

El universo de Misión Imposible se expande audazmente con su cuarta entrega, "Protocolo Fantasma", dando una agradable sorpresa a los espectadores, superando no solo las expectativas sino también los logros de sus predecesoras.

Lo primero que salta a la vista es su nivel de epicidad, elevado a nuevas alturas en esta entrega. Si piensas que las misiones anteriores fueron imposibles, esta película te llevará a un nuevo nivel de surrealismo, donde lo improbable se convierte en posible. Las secuencias de acción son más audaces, más espectaculares, con un nivel de riesgo que te mantendrá al borde de tu asiento.

Lo que hace de "Protocolo Fantasma" un logro particularmente notable es su mejora sustancial sobre la tercera entrega. Sin denigrar los éxitos de las películas anteriores, esta cuarta entrega supera en ambición y ejecución a lo que hemos visto hasta ahora. Es una mezcla de adrenalina, intensidad emocional y un ritmo trepidante que nunca decae.

La película también triunfa en la construcción de personajes. El equipo de Ethan Hunt recibe una atención más profunda, ofreciendo perspectivas más significativas y detalladas de cada uno de ellos. No son meros instrumentos para la acción, sino personajes que realmente importan y que ayudan a ampliar el universo de Misión Imposible en su conjunto.

"Misión Imposible 4: Protocolo Fantasma" supera las expectativas, proporcionando un entretenimiento espectacular sin dejar de aportar profundidad a sus personajes. Es una película que recuerda por qué el género de acción es tan amado: su capacidad para sorprendernos, emocionarnos y llevarnos a límites que nunca pensamos que podríamos alcanzar. Este es el tipo de película que te deja sin aliento, asombrado, y con una sonrisa de satisfacción en el rostro al terminar, quedándote con ganas de más. En definitiva, una misión cumplida.

Las críticas negativas y la controversia que rodearon a "Ghost in the Shell: El alma de la máquina" (2017) generaron una expectativa que decidí comprobar por mí mismo. Como alguien que se aproximaba a la obra sin ningún conocimiento previo de la franquicia, descubrí que la película no era tan desastrosa como algunos la pintaban. No obstante, su calidad decae de manera notoria a medida que se acerca a su desenlace.

El inicio de la película es prometedor, con su deslumbrante imaginería cyberpunk y su interesante propuesta conceptual: la cuestión de la identidad y la humanidad en un mundo donde los límites entre lo orgánico y lo artificial se han difuminado por completo. Scarlett Johansson encarna a "Major", la protagonista, una cyborg con cuerpo mecánico y cerebro humano, creando un personaje intrigante, si bien no del todo bien desarrollado.

Donde la película falla principalmente es en su incapacidad de mantener y profundizar en las premisas filosóficas y temáticas con las que juega. A medida que avanza la trama, la atención se desplaza de estas cuestiones intrigantes a secuencias de acción y giros argumentales que, aunque visualmente impresionantes, se sienten vacíos y desprovistos de un verdadero sentido.

En su recta final, "Ghost in the Shell: El alma de la máquina" sucumbe a los tropos habituales de los blockbusters de Hollywood, desviándose de las preguntas existenciales planteadas al inicio. Lo que podría haber sido una meditación profunda sobre la identidad y la humanidad en un mundo post-humanista se convierte, lamentablemente, en un espectáculo de acción genérico.