Acabo de sufrir esta insoportable película, dirigida por Tony Scott el menea-cámaras.
Brad Pitt está pésimo, como casi siempre; la música cañera te taladra los oídos; los constantes flash-backs son inverosímiles a más no poder (¡se retrotráen 20 años atrás y tienen el mismo aspecto!); ese montaje a base de planos vistos y no vistos me desespera; Catherine McCormack desagrada con su sempiterna cara de borde (sea la película que sea); los diálogos no pueden ser más insustanciales; y encima pretende ser contestataria criticando levemente los métodos de la Cía, cuando sólo es una americanada comercialoide más (que tenga estas ínfulas la hace aún más odiosa)
Y que conste que no tengo nada en contra del cine comercial americano digno, pero esta peli es horrible (¡y encima pasa de las dos horas!)

Película sobre un hotel encantado sobrevaloradísima por la crítica, muy dada a dispensar exagerados aplausos a aquellos films de terror donde deciden privilegiar la atmósfera prescindiendo de adolescentes chillones, borracheras de sangre, sustos baratos y demás festejos truculentos.

Pero el hecho de no optar por el efectismo fácil no quiere decir que sea buena: el director y guionista asume el riesgo de dilatar el tempo y postergar la irrupción de lo sobrenatural de una manera tal que pone a prueba en demasía la paciencia del espectador. Con esa parsimonia y esa falta de prisa en disparar la acción pretende suscitar inquietud, pero termina suscitando el bostezo porque los protagonistas no generan empatía (aunque están mejor dibujados de lo habitual en estos productos).

El final tendría que haber sido apoteósico para compensar tanta espera… pero sólo funciona a medias: por un lado logra dar cierto canguelo; por otro lado se pasa de enigmático y no ofrece respuestas. Frustrante.

Ti West le saca buen partido al hotel filmándolo con inquietante elegancia, recorriendo habitaciones con sigilo, sin estridencias (inspirándose claramente en "El resplandor" en esos impecables travellings a ras de suelo por los pasillos).
Constatado que sabe manejar la cámara, debería estudiar algún curso de guión cinematográfico si quiere seguir siendo autor total.

Película quizá demasiado elíptica. Esta opción está justificada por el hecho de que la película se basa en retazos de recuerdos y sensaciones del protagonista, pero a veces dificulta la comprensión de la historia, obligándote a llenar huecos aquí y allí.
Es de las que avanzan un poco a trompicones, vamos, como si entre las distintas escenas hiciesen falta otras intermedias

Otra pega que le encuentro es que habría hecho falta una actriz con un mayor poder de fascinación para encarnar a esa Yvonne del título, y anda que no las hay a puñados en el cine francés... no sé por qué Leconte escogió a la desconocida e insignificante Sandra Majani.

A pesar de las pegas expuestas, resulta sugerente, sensual, interesante en sus reflexiones sobre el tiempo y su fugacidad, y acertada en el retrato de la vulgaridad provinciana.
Además Jean-Pierre Marielle está muy bien en su papel de viejo homosexual avinagrado por el paso del tiempo y por el hastío que le produce su entorno.

Me maravilló pese a que me espantan los mundos imaginarios y seres fantásticos: es insólita (apenas teníamos precedentes patrios, fuera de la flojísima “El corazón del guerrero”), emotiva (esa nana, ese final…), visualmente preciosa (sin contar con un presupuesto desorbitado), poética (no ha lugar a hacerle prosaicos reproches historicistas), violentísima (con alguna escena que me recordó a la estremecedora “Irreversible”), y como guinda permite recuperar para el cine español al excelente y afrancesado Sergi López.

Lástima de algunas voces “fusiladas” por el doblaje (algo postizo). Y lástima de un montaje “fusilador” que mutila personajes necesitados de mayor metraje (Félix Gómez), y que encadena escenas de tono demasiado dispar (festivas y dramáticas) sin transición alguna.
Pero esos defectos no empañan la fuerza que irradia de la propia historia, y la emoción que emana de esas maravillosas actrices, empezando por una bella, elegante y sutil Pilar López de Ayala (la más francesa de nuestras jóvenes intérpretes), y siguiendo por esa Marta Etura que demuestra, una vez más, ser una de las actrices que mejor llora en pantalla.