La película empieza presentando juguetes vivos como personajes, una especie de antecedente de Toy Story, pero poco después adquiere más semejanza con el Pinocho de Collodi, por el intenso deseo de los dos protagonistas de adquirir vida plena, autonomía, libertad de acción y decisión que, de forma parecida al cuento, encuentra en el camino oposición dura, abusos, incluso explotación.
Es destacable el hecho de que los personajes humanos son casi inexistentes, pero hay bastante humanidad y sentido social en las interacciones entre juguetes y animales. Todo se desarrolla en el ámbito de los dos juguetes, padre e hijo unidos contra su voluntad, y un grupo variopinto de animales, como en las Fábulas del Verde Bosque.
Está narrada sin sofisticación, con sensibilidad y ternura, pese a que no faltan algunos actos de crueldad.
Tiene el encanto de esas animaciones antiguas en las que no importaba demasiado la composición visual, la perspectiva o darle formas hiperrealistas a los objetos o paisajes.
Hay momentos en que toma los rasgos de un viaje alucinado, como el de Alicia.
Se le puede criticar algunos tramos con falta de ritmo, y otros con ritmo frenético, pero en resumen es una estupenda película. Muy recomendable.

Una atractiva mujer cercana a los 30 (Carey Mulligan) está en medio de una cruzada personal para asustar o desorientar a los hombres que toman como objetos a las mujeres. Y lo hace fingiendo estar ebria y vulnerable en sitios públicos para luego sorprender a quien se la lleve con reproches y desplantes en ámbitos privados.

Esta presentación no deja de tener un grado alto de inverosimilitud e ingenuidad porque está claro que en el mundo real los hombres que son víctimas de actividad semejante fácilmente podrían pasar a victimarios.

Pronto el espectador se dará cuenta que ella no siempre fue así. Además, pudo haberse graduado en medicina y no lo hizo. En cierto momento se sabrá la razón.

En su afán pretende no cruzar ciertos límites y su misión es personal, según la información que va apareciendo. Pero el pasado siempre vuelve y la apuesta se subirá para alcanzar el reto final que ponga las cosas en su lugar.

Es destacable cómo la película va revelando paso a paso, de forma precisa, los antecedentes y las motivaciones de la protagonista.

Otro punto alto es la soberbia actuación de Carey Mulligan, en un papel muy distinto a los que interpretó en diversos dramas de época, donde también brilló. Cada vez que lo pide su personaje, se mueve con solvencia entre la amargura, el cinismo y la furia.

A medida que el filme avanza, las manipulaciones de la protagonista se vuelven más elaboradas. Esto siempre resulta sospechoso y exagerado cuando lo hace una sola persona que no tiene muchos recursos, ni un equipo bajo su mando.

La película toca algunas fibras sensibles mayormente con acierto.

Narra la peculiar historia real del desempleado inconformista Kempton Bunton y su hazaña consistente en desairar a un museo y a toda la sociedad de su época al sustraer con poco esfuerzo un cuadro valioso. Aquí se lo plasma como un protagonista sencillo, de buen corazón y con fuerte sentido social, en una típica cruzada desigual de un solo hombre contra el sistema, algo muy frecuente en el cine del mencionado Capra.
Tal vez la mayor diferencia con dicho cine es que, pese al buen hacer de Jim Broadbent, claramente mayor que el personaje principal que encarna, la película se siente un tanto forzada, sin mucha naturalidad ni frescura, como si el temor a sobrepasar límites, en especial el de lo políticamente correcto, la tuviera muy dominada, como a muchas de las que se lanzan en la actualidad como si se tratara de producciones en serie.
Destacable la ambientación de época y también la mayoría de las actuaciones. Se pudo aprovechar de mejor manera la controversia que surge al confrontar lo legal con lo popular, incluso las dificultades que se suscitan al tratar de encontrar el apoyo familiar cuando se procede en contra de las normas.

Es una película de personajes y diálogos, cercana al teatro.

Se trata de tres parejas de amigos, alemanas, de clase media y sin hijos, en distintos grados de entendimiento y hastío en sus respectivas relaciones.

Al principio se las conoce en forma independiente, luego se reunirán en el hogar de una de ellas y se desatarán las inevitables tensiones por cruces de celos, revelaciones, afinidades, envidias.

Los frecuentes vaivenes emocionales en las parejas parecen reflejar con acierto las maneras contemporáneas de asimilar la convivencia prolongada, por lo menos a la manera occidental, pero con rasgos que van de la ternura ingenua a la vileza moderada.

Los diálogos excesivos y la actitud rígida e histérica de los personajes resultan cansadores y repetitivos.

Aunque son tres parejas distintas, terminan viéndose muy parecidas, sin la aparición de características distintivas importantes. El pasado satisfactorio, el presente mayormente de desilusión, el futuro sin variantes, todo parece tener escaso sentido al final.

Las actuaciones no son malas, pero están muy limitadas por la postura casi siempre defensiva de todos los personajes.

La película se empobrece cuando pretende reflejar una especie de épica de la complejidad en la relación de pareja. Lo que predomina es la actitud de pensar solamente en uno mismo.

Dörrie muestra buenas maneras, pero su drama se siente demasiado cerrado y oscuro, insustancial para personas con preocupaciones más terrenales y concretas. Tales como la crianza de hijos, la inquietud por el sustento diario o la suerte de amigos y familiares, por ejemplo. Los seis personajes son demasiado egoístas para eso.

En plena segunda guerra mundial, la propaganda bélica favorecía en ambos bandos la aparición de productos torpes y alocados como Desperate Journey.

Demasiado descaro en un puñado de aliados para desairar con facilidad una y otra vez a una gran cantidad de nazis. Pese a alguna que otra baja, se puede creer que ganaron solos la guerra y además con una amplia sonrisa en los labios.

Hay lugares comunes que tal vez en la época no lo eran tanto: despojar de sus uniformes a algunos nazis para hacerse pasar por ellos, escapar en un veloz vehículo que rompe la barrera del camino, esconderse dentro del heno cargado por otro vehículo.

En algunos pasajes adquiere buen ritmo. Ni siquiera la presencia del siempre intenso Errol Flynn emociona lo suficiente.

En resumen, envejeció mal.