Cinta de acción respaldada por la presencia solvente del nuevo dueño del género, un Liam Neeson espectacularmente generado para un divertimento fílmico de buen calibre. Esta claro que Collet-Serra sabe lo que hace y lo que quiere es entretener..,Y lo consigue. Una buena muestra de que el cine sin ser obra maestra es cosa de maestros. Para pasárselo bien.

Aunque el inicio del metraje no sea lo mejor de su filmografía ( también es cierto que el cine de Yimou no es una excelencia narrativamente hablando), todo a seguir supone una de esas oportunidades de saborear el amor, la pureza, la sensibilidad, la elegía,...entrelazados fotograma a fotograma con unas vetas de guión de exquisita brillantez, todo siempre horneado y ordenado por la inocencia y la humanidad. Genial en muchas formas, Zhang Yimou resulta siempre un bocado de gusto apetecible. Para tener en cuenta en la memoria de cualquier espectador a la busca de un lugar donde alimentar el sentimiento.

Stanley Kramer añade a su impecable labor cinéfila ( son maravillosas, por ejemplo, las elípsis visuales que cierran y abren las escenas del film) con una labor sociológica encomiable, a este respecto, cabe destacar ciertas escenas del film por su aquilatado y bravo guión. En conclusión, una película que no deberían perderse. Un saludo a todos los cinéfilos.

Es una pena que Malick no se prodigue más en su labor artística pues no cabe duda de que el medio donde la ejecuta le echa en falta. Esta película es, sin ser su mejor obra, un ejemplo del verdadero aprovechamiento que se puede hacer del cine como expresión artística. Un poema donde cada escena es un verso cinéfilo por la virtud de Morricone ( y Kottke), de Almendros y del propio Malick, la película se desarrolla con un similar esbozo romántico al que ya se nos mostrara en Malas Tierras. Gere no cuenta mucho, domina más Shepard y la niña que narra en "over" la película. Adams está pasable.

Electrizante ejemplo de cine negro, provisto de un ritmo narrativo frenético, bien determinado por el momento tempestuoso en el cual tienen lugar los acontecimientos. Aderezada por una puesta en escena expresionista, la dirección de Anthony Mann ejerce sobre la historia una labor de síntesis y sobriedad que refuezan la trama y ayudan a consolidar perfectamente el relato. Escenas de acción, de emoción y de suspense germinan para granjear al espectador la sensación de formar parte de esa vorágine encendida de caras y de ojos inyectados en justica, libertad y fraternidad. El objeto, a modo de libro negro, es un maravilloso elemento de engarce de inicio-proceso-desenlace. Notable obra, sin género de duda.