Para empezar, que José Mota es un cómico, y no un actor, de ahí que sea prácticamente imposible tomarlo en serio cuando aflora la vena dramática del personaje que interpreta, además de resultar forzado en cada frase que pronuncia, la nula química con Salma (no la mira a los ojos), el inverosímil devenir de los acontecimientos que lo lleva a restar postrado con un hierro en la cabeza (menuda basura de guión o tal vez es que lo tradujo Zapatero).

Con todo esto que salvar (aparte de ser un evidente remake de la película de Billy Wilder), cualquier director con el mínimo tino hubiese concebido una historia esperpéntica del típico panoli que termina siendo víctima del circo que él mismo (indirectamente) ha montado, con la moraleja de que acercarte al monstruo puede suponer que éste termine engulléndote. En vez de esto, el defensor de las mirindas se limita a recalcar sólo una idea, que la dignidad no tiene precio (y para eso no hacen falta 98 minutos).

Lo mejor: que salen mis compis de la Alquería.

Lo peor: la nominación de Mota y no de Tejero (inconmensurable en su breve pero magistral papel); el prólogo, del todo innecesario; el lifting de Galiardo; y que Nerea sólo tenga tres escenas y ¡ninguna frase!

Éramos muchos los que pensábamos que tras la bochornosa y execrable "Elizabethtown", Cameron Crowe podría resarcirse con un título meritorio digno de su sapiencia cinematográfica, y todo apuntaba a que ese sería "We bought a zoo" ("Un lugar para soñar", anda que menuda traducción), pero nada, agua de borrajas. El bueno de Cameron desaprovecha las posibilidades de una buena historia renunciando a la vertiente dramática en pos del regodeo en el espíritu de los 70, al que parece que nunca va a renunciar, a pesar de que no venga a cuento (ya me dirán lo que pega Matt Damon con ese look). A la postre el guión termina también volviéndose torvo e irracional, a tono con el ritmo de la película eso sí, que comienza de modo interesante, prometiendo aires de grandeza, pero que deviene vacía, apática y rutinaria, basada en un hecho real, pero sin aderezarlo con el condimento necesario. Una auténtica pena.

Lo mejor: las canciones elegidas (cualquiera diría que es lo único que le interesa al director); la espontaneidad de Maggie Elizabeth Jones (para mí que es hija de Carla Gugino); y por supuesto la sonrisa del hada (desaprovechada en el resto de su capacidad interpretativa).

Lo peor: todo lo demás, la estupidez del conjunto, vamos.

Curiosidades: Patrick Fugit acabó infestado de piojos de mono capuchino y acudió a desinfectarse al Centro Betty Ford. Matt Damon usa ahora habitualmente chaquetas de pana y se plantea presentarse a las primarias del PSOE. Scarlett Johansson trabaja como camionera los fines de semana. Y Elle sigue creciendo a razón de treinta centímetros, ya puede tocar el cielo.

Vaya por delante que esta peli tiene una estrella más por su arrojo y valentía, por concebirse muda en una sociedad que repudia de entrada el cine en b/n. Resulta encomiable pues su planteamiento, que parezca que intente devolver el Séptimo Arte a sus orígenes, un punto de reflexión para aquellos que han perdido el horizonte y se centran exclusivamente en ganar dinero. Pero “The Artist” peca de condescendencia, pues asume que salvada la traumática barrera del cine mudo, éste ha de ser extremadamente fácil y asequible para cualquier público, de ahí que la historia y sus recursos narrativos (excesivamente reiterados) parezcan dirigidos a un público infantil que jamás ha visto una película muda ni conoce nada de la historia del cine. Por eso “The Artist” desaprovecha sus enormes posibilidades, que existiendo innumerables fuentes de dramatismo y emoción, risas y diversión, arañe sólo la superficie en un “remake” más que evidente de “Ha nacido una estrella” combinado con “Cantando bajo la lluvia”, porque por mucho que se empeñen en recalcar que George Valentín es Douglas Fairbanks, termina sonriendo con el carisma de Gene Kelly.

Lo mejor: innumerables momentos de gran belleza cinematográfica (la angustia que la llegada del sonoro le provoca al protagonista, representada en el perturbador sonido de los objetos que le rodean), la escena del baile (puro cine con mayúsculas), ella en el coche frente a la casa de subastas, la mujer instando al policía para que siga al perro, el abrigo que cobra vida en la percha. Y por supuesto, los “Oscar” que seguro se lleva por la banda sonora (pese a la utilización del fragmento principal de “Vértigo”), fotografía, dirección artística y vestuario.

Lo peor: que siendo del 2011 parezca del 1927, inocua e indolora. Y que no vaya a cundir el ejemplo.

Atención a la versión exhibida (faltan aprox. 10 minutos, probablemente de Malcolm McDowell).

Ésta es sin duda una de esas películas que pudo ser y no fue, que lo tenía todo para pasar a la posteridad y no pasará, y es una lástima, lástima que no estuviese Jean Pierre Jeunet detrás, lástima de no otorgarle al conjunto el suficiente brío e incandescencia, la chispa necesaria para envolver al gran público en el áurea de la historia. Y eso que Elle Fanning lo da todo, está maravillosa, emociona y se emociona. Y John Turturro está genial como Rey de Villa Quien, la verdad es que este tío es capaz de hacer de todo y resultar simpático. Además sale Albert Einstein, que formula in situ la teoría de la relatividad, entroncada con toda lógica con el mensaje subliminal, mucho más profundo e intenso de lo que de entrada pueda parecer. Y los efectos no son mancos que digamos. Incluso la combinación del ballet con el musical y la fábula infantil (ahí están los guiños a “Alicia a través del espejo”) resulta más que encomiable. La pena es que detrás está Konchalovskiy, que ni pincha ni corta. Y es que encima hablamos de una coproducción húngara, respetos al máximo, a Ladislao Vajda, claro.

Lo mejor: Elle, por su puesto. Y la magia de la perspectiva que te hace encoger en la inmensidad de la habitación.

Lo peor: que me dormía, coño, por su falta de brío y entusiasmo.

Aviso a navegantes: imprescindible verla en digital (no en 3D) y en V.O. (Elle canta maravillosamente), pues en 35mm pierde muchísimo. Ah, y atención al guiño a “Rec”.

Divertidísima comedia británica alocada que narra las peripecias de una pareja para encontrar asistenta, sucediéndose las situaciones más hilarantes y surrealistas para que al final acaben encontrando a una angelical Mylène Demongeot, un auténtico ángel que ejemplifica la candidez y la bondad, cuyo único propósito es dar felicidad, ¿se puede pedir algo más? Así la comedia más histriónica posible se enlaza con el melodrama romántico más puro y emotivo, un aflorar de sentimientos surgidos del clásico hollywoodiense más arrebatadoramente encantador, vamos que parece que la hubiese dirigido Mitchell Leisen. Una auténtica gozada para redescubrir y reivindicar.

Lo mejor: la dulzura de Mylène, su sonrisa y su mirada, imposible negarle nada.

Lo peor: lo poco que dura.