Sergio Leone se despidió a lo grande del mundo de la dirección cinematográfica, consiguiendo la que es, en mi opinión, su película más destacada. "Érase una vez en América" no tiene nada que envidiar a las dos primeras entregas del Padrino, las cuales son también obras maestras del séptimo arte, siendo las tres de lo mejor que se ha hecho en cine de gansters. A destacar las interpretaciones de Robert de Niro y James Woods, así como la bellísima música de Ennio Morricone. La edición en DVD tiene el inconveniente de que han cambiado los doblajes en castellano, aunque, aún así, es recomendable por el magnífico sonido 5.1 dolby surround.

Rowan Atkinson demuestra una vez más su ingenio en esta irónica parodia de cuatro períodos de la historia de Inglaterra. Acompañado en esta ocasión por extraordinarios actores como Tony Robinson (su fiel criado), Brian Blessed (Augusto en la sublime serie "Yo Claudio"), Hugh Laurie ("House", "Los Amigos de Peter"), Miranda Richardson ("Herida", "Juego de Lágrimas"), Stephen Fry ("Los Amigos de Peter", "Wilde") o Tim McInnerny ("Notting Hill").
Los diálogos no tienen desperdicio y hay que estar muy atento porque el personaje de Black Adder no para de decir atrocidades ingeniosas a todos los que le rodean. Esta es su mayor virtud, pero también el único defecto de esta producción: excesivos diálogos. El humor gestual o mímico está muy poco presente (nada que ver con su inimitable personaje posterior, Mr. Bean). Por último, señalar que Atkinson desarrolla mucho mejor su comicidad e indiscutible genialidad en formatos televisivos de media hora aproximadamente. Lo digo por la escasa brillantez de todos sus proyectos para la gran pantalla hasta el momento, donde consigue escenas geniales, pero perdidas en un tono general mediocre.

La reunión de dos de los mejores actores de la historia del cine en un tipo de película como ésta, directamente extraída del teatro, no podía ser otra cosa que una obra maestra, ya que ambos se mueven como pez en el agua en ámbos ámbitos, cinematográfico y teatral.
Además, contaron con la maestría de Mankiewicz en la dirección de actores, y con una pieza teatral perfectamente construida, donde la tensión y el interés de lo que se cuenta siguen una progresión imparable. Es una lástima que Michael Caine y Laurence Olivier no repitieran esta colaboración en nuevos proyectos para la gran pantalla. Todos los que nos consideramos cinéfilos se lo habríamos agradecido eternamente.

Vida y pasión de David Helfgott, un gran pianista atormentado por la enorme presión que su padre ejerció sobre él durante toda su vida y que le ocasionó importantes desequilibrios emocionales. La película está magistralmente interpretada por Geoffrey Rush y Armin Mueller-Stahl, y perfectamente dirigida por Scott Hicks, con un guión coherente y muy interesante. Fue toda una sorpresa para mí, ya que el cine australiano no se prodiga mucho en películas de esta brillantez. Por último, señalar que posee una banda sonora imprescindible para los amantes de la buena música, sobre todo de la clásica.

Una de las películas más bonitas de la historia del cine. Los geniales números cómicos de Charlot contrastan con el patetismo de la violetera ciega. A todos nos emociona la existencia de personas que dan todo por los demás de forma desinteresada. Hay pocos seres humanos así, pero el vagabundo inmortal de la gran pantalla se comporta de esa manera. Es un perdedor, como diría cualquier norteamericano en su limitada visión del mundo, que nos divide en perdedores y vencedores. Pero me quedo con este perdedor entrañable, que me emociona y justifica plenamente la calificación del cine como séptimo arte, en ésta y en cualquier de sus grandes obras, conocidas por todos los buenos aficionados al mundo del celuloide.