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España España · Málaga
Críticas de Nuño
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Críticas 268
Críticas ordenadas por utilidad
7
3 de diciembre de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sátira consumista de 'Dawn of the dead' está, a mi modo de ver, casi obsoleta. En cierta manera, es involuntariamente cómica, a lo que ayuda sin duda el inadecuado colorido tanto visual como musical de la película. Atizar al consumismo es un higiénico y acomodaticio tópico, pero a menudo escondemos no poca hipocresía al hacerlo. No es ya que a todos nos venza, con mayor o menor frecuencia, el ansia de compra o acopio de cosas que no necesitamos, es que, creo, nos da más miedo no poder seguir haciéndolo que el supuesto envilecimiento materialista al que nos abocaría el visitar periódicamente ese ciclópeo mall que ya hemos incorporado con naturalidad a nuestra rutina. En todo caso, ahí entra en juego un sentido de responsabilidad personal, y que concedamos mayor o menor valor a dejarse ingentes cantidades de dinero en buenas ediciones literarias que a hacerlo en comprar ropa de marca. En este sentido, incluso el consumismo admite cierto proselitismo más o menos burdo.

Me resulta mucho más interesante poner el foco en la primera escena, de la cual se puede extraer una audacia crítica mucho más fecunda.

En un debate televisivo, dos personajes enfrentan posiciones antagónicas. Uno apremia a gestionar la "crisis zombie" con sentido moral y humano. Otro apela a lo contrario, a un frío pragmatismo. El segundo es abucheado, insultado y denigrado a gritos por una masa encolerizada. En el caso, a todas luces fantástico, de que una pandemia así tuviese lugar realmente, podría resultar pertinente plantearse la disyuntiva, pero el espectador de esta película goza de un asidero que le sitúa por encima del debate: sabe que a los muertos vivientes hay que tratarlos sin piedad porque ya han dejado de estar de este lado de la existencia para siempre. Es decir, el espectador sabe que el vilipendiado del debate es quien lleva la razón. Aún así, ha de contemplar cómo incluso le hacen burlas infantiles.

Cabría preguntarse, ya que tanto gustamos de reírnos de esos rebaños a los que no pertenecemos (pertenecemos, no obstante, a algún otro con el que ni siquiera sospechamos circular), si no velaría Romero una pequeña observación irónica a estas mareas de indignados que, a veces y cada vez más habitualmente, claman contra la verdad y el sentido común.

Gracias.
Nuño
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6
5 de septiembre de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aun desagradable y truculenta, con algún plano cenital que recuerda a las salvajes 'Irreversible' y 'Taxi driver', 'Calvaire' siempre permanece en mi memoria por triste.

Marc Stevens es, grosso modo, el espejo de Stendhal en el camino, en el que se reflejan los sueños rotos de un par de pobres diablos. Gloria es la inmarchitable ausencia que ha reducido una pequeña aldea a un grupúsculo de lunáticos asilvestrados.

Marc pasa toda la película entre engañados y, a su vez, engañando a través de sus canciones, que hablan de una improbable felicidad y unos proverbiales felices tiempos venideros. Es un ser humano nacido para ser nadie; no más que lo que otros quieran proyectar en él.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nuño
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7
19 de diciembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me es imposible imaginar a Kusturica haciendo un descanso en el rodaje; concentrándose en repasar el guión, mientras los actores toman un aperitivo en completa calma, y los técnicos se afanan, metódicos, en ajustar el dolly a los raíles.

No parece posible que semejante caos pudiera ser desatado y contenido a voluntad.

Da la sensación de que Yugoslavia fue, a todas horas, la fiesta despreocupada y jovial que Kusturica retrató. Y lo cierto es que la realidad distaba de ser así. Kusturica entiende la comedia como la exención de toda seriedad y la anarquización de gags y personajes. Y su excentricidad contagia. 'Gato negro, gato blanco' es un disparatado jolgorio que, más que comedia, es una forma alternativa, extrema e ingrávida, de tomarse la vida.

Gracias.
Nuño
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3
2 de febrero de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Branagh concibe su 'Frankenstein' desdeñando una progresión dramática sincera. Olvida que el espectador no tiene por qué ser su aliado o su admirador, sino que es un extraño a quien arrebatar y, por ello, le ofrece su película como clímax constante, como si ya contase con su innegociable entusiasmo.

Sus dos horas de tren de la bruja tienen, salvo excepciones como el silencioso parto del monstruo en el aceitillo amniótico resbaladizo ese del que surge —en general, a De Niro le pertenecen todos los momentos de calma y vuelo de la película—, el ritmo de una recta final, el tono de lo culminatorio, la pretensión de un paroxismo impenitente.

Los actores, que tienen un razonable talento pero parecen haber abusado del café negro, no salen del histerismo, incluso en los pasajes románticos y dulces.

La cámara se mueve como loca y sólo encuentra una caligrafía visual reconocible en los momentos de emoción: un travelín circular loco e inexpresivo. Al guion se le endilga cierto resabio teatral, lo cual resultaba simpático en películas luminosas y ligeras del mismo autor, como 'Los amigos de Peter' y 'Mucho ruido y pocas nueces', pero en una película tan enfática como esta suena fuera de lugar, cargante. La música, por su lado, es grandilocuente: no deja respirar a la imagen.

...

Todos estos elementos, unidos, dan lugar a cualquier cosa, a una monster-movie pelma o un drama operístico fallido, pero jamás a una película de terror melancólico, que necesita no ya otros elementos distintos, sino directamente los contrarios.

Gracias.
Nuño
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7
1 de febrero de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1665, Gian Lorenzo Bernini llegó a la Francia de Louis XIV. Su misión principal, fracasada a la postre, fue proyectar la fachada del Louvre en París, por orden del poderoso ministro Jean-Baptiste Colbert. Finalmente, la empresa fue completada por Louis Le Vau, quien también edificaría Versalles. En su estancia, el diplomático Bernini tuvo oportunidad de trabajar el busto de Louis XIV que, actualmente, se encuentra en aquel "nuevo Vaux-le-Vicomte" que fue Versalles. El escultor afirmaba que el secreto de su trabajo consistía en suprimir, eliminar, todo lo que no fuese grandioso, bello, ajeno al buen gusto y a la grandeza. De tal forma, la magnificencia del monarca permanecería sin mácula a través de los siglos venideros.

Parece que el Arte, quizá ya más desencantado, en cierta forma ha tomado el camino contrario. Albert Serra, cineasta, muestra al Louis XIV ridículo, patético y pequeño. Humano y, como los personajes de Cartarescu, profundamente orgánico y visceral. Hecho de una carne que se descompone.

Al final de la película, Louis XIV ya no es el imponente jinete de la escultura ecuestre de Girardon, sino que más bien acaba como uno de los tiesos fiambres de las lecciones de anatomía del doctor Tulp o Egbertsz, que pintasen Rembrandt o Keyser, objeto de la ciencia del momento. Abandonan la esperanza en el rey Sol, tan inmortal como la más minúscula hormiga, y sentencian un "lo haremos mejor la próxima vez"; epitafio que, sin duda, podría ser el de todos nosotros.

Gracias.
Nuño
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