En 1854, las rebeldes tribus del norte de India hacen necesario la intervención del ejército colonial inglés en los puestos de Lahara y Chukuti. La masacre de lanceros compañeros del capitán Vickers [Errol Flint], quien ha salvado la vida el sultán Surat Khan, le obliga a tenerle como enemigo de por vida. Las circunstancias internacionales obligan al mando del ejército de India a enviar a Vickers a comprar caballos en tierra tártara y llevarlos en octubre de ese año a Batún en las orillas del mar Negro porque ha estallado la guerra entre el imperio ruso, que pretende abrirse a mares cálidos y de la ahí la necesidad de Crimea, y los aliados Turquía-Inglaterra-Francia. El escenario será el valle de la muerte de Balaclava en la península de Crimea. Vickers falsificará la orden de ataque para que su regimiento intervenga en el ataque contra la artillería pesada rusa.

La película está llena de acción con un guión muy vivo, donde incluye un conflicto amoroso por la misma mujer [Havillan] entre los hermanos Geofrey y Perry Vickers. El argumento queda enmarcado en la guerra de Crimea [oct-1853 a febrero-54]. Rusia tuvo que renunciar, aunque por poco tiempo, a anexionarse la península y el puerto de Sebastopol, que posteriormente sería la base de su flora del sur. El director de la cinta subraya la amistad, el amor, la decisión, el honor y el valor en una mentalidad colonial y romántica de mitad del siglo XIX que ahora no comprenderíamos en absoluto.

“Mamma Roma” [Anna Magnani] es una prostituta romana que, una vez retirado su proxeneta y protector Cármine [Franco Citti] por casamiento, abandona el barrio y la profesión y se traslada a otro de más calidad con su hijo Ettore [Ettore Garofolo]. Mientras ella se gana la vida en el mercado en un puesto de frutas, su hijo, un chico desinstruido y maleable se deja influenciar por una pandilla de holgazanes y Bruna [Silvana Corsini], una chica fácil que lo inicia en el sexo. Para buscarle un empleo la madre monta una coartada e implica a un comerciante rico en un posible escándalo sexual sirviéndose de los buenos oficios de una prostituta amiga. Al niño lo colocan de camarero pero no dura nada en el oficio. Mamma le dice a la misma prostituta que lo inicie en el amor pero el niño está encaprichado con Bruna. La madre le compra una moto y el mozalbete la usa para robar en los hospitales pequeños objetos que revende en las tiendas. Hasta que lo trincan y ahí terminó su carrera de ratero.

Guión elemental y personajes mal llevados por un Pasolini que no responde a su trayectoria. Música inadecuada y fotografía reiteradas de las mismas escenas. Esta es una película neorrealista y su visión del mundo es pesimista como todas las de este género. Tiene un ritmo lento, bastante aburrido y no es en manera alguna un análisis de la sociedad de los barrios periurbanos de Roma. En el mejor de los caso es el retrato de una ex prostituta que no cambia de vida cambiando de barrio ni consigue una mejor situación para su familia. El avance social no es posible en este caso pero no puede extenderse a las demás familias.

Dos veteranos pistoleros, uno residente Tennedy (Douglas) en el pueblo y otro que viene buscando un duelo Cross (Cash), llegan a un acuerdo para que, a imitación de las corridas de toros, organizar un duelo a muerte cobrando previamete entrada al coso taurino. La voz se corre y llegan al pueblo desde los advenedizo que se la quieren jugar hasta los reporteros de los grandes periódicos. Queda fijado el día a las cuatro de la tarde, a la última campanada del reloj de la torre. Pese a la insistencia de la mujer de Tennedy y la medio novia de Cross los dos pistoleros no desisten y desean sacar dinero la morbo de la multitud que llena la plaza de toros. Pero el espectador se sorprende cuando ve muerto en el albero de la plaza a Tennedy y todos los trámites posteriores que hace Cross para cobrar el dinero pero unos minutos más tarde se repite la escena y el que cae en el duelo es Cross. Uno y otro se marcha del pueblo buscando otros horizontes.

Es un poco extraño el desenlace de esta película que empieza siendo una comedia y termina en un drama irreal porque el espectador no sabe quién ha muerto en el duelo. Tal vez el director quiera al final introducir un elemento de reflexión para indicarnos que sería igual de perverso que hubiera muerto uno u otro, con lo cual no hay fatal desenlace que valga; o tal vez el director nos deje caer que uno y otro pistolero representaron una comedia repetible en otros lugares para sacar dinero. Parece como si en las críticas nadie haya notado esto porque no hacen referencias. Introducir estas escenas simbólicas y surrealista no es lo que le va a una película costumbrista del oeste.

Sherlock Holmes y Watson deben custodiar en el expreso de Londres-Edimburgo un valioso diamante de la sra. Carstairs, quien viaja en el tren junto a su hijo Roland. Éste, apenas salir el tren cae muerto envenenado por un dardo. Se pone en marcha la investigación de Holmes y en inspector Lestrade de la policía. Junto con ellos viaja Blick, un antiguo amigo de Watson, una doliente que lleva un ataúd con el cadáver de su madre para enterrarla en Edimburgo. Todos, excepto los muertos y los investigadores, son sospechosos pero la habilidad de Holmes permite ir descifrando el robo de la joya y los asesinatos [vs el final en spoil].

Relato muy corto basado en la novela de Doyle. Se desarrolla en un vagón de tren con muchas entradas y salidas de los compartimentos tratando de buscar al culpable del robo y las muertes. El tren es de juguete por si ustedes habían pensado que era un expreso con toda la barba.

El director pone tres vidas en paralelo sin más punto de conexión que la muerte, lo que es bien poco, porque morirnos nos vamos a morir, lo tengamos en el frontispicio del destino o en la lápida del panteón. El primer caso es una familia de jubilados obsesionados por construir un panteón para su hijo muerto pero como los ingresos y los problemas de la inflación del Perú en los años 70 no le permiten terminar la obra han de vender su vivienda y alojarse en una residencia de ancianos, contentos de haber conseguido su destino: tener una casa para la muerte. El locutor y la suicida consiguen no entenderse y ella, salvada al borden del precipicio, termina dando con sus huesos en un nicho de desconocidos. Y, por último, una familia de basureros –abuela ciega y dos nietos abandonados por su madre- se debaten en la pobreza cruel, la enfermedad y un cochino, regalo del que hizo el panteón, que debido al hambre que pasa el animal se come al perro y a la abuela. El destino era el cochino. El director se debería haber centrado en la vida pesarosa del cochino y no darnos la tabarra entre los del panteón, el locutor y la suicida, y los del basurero.