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España España · Málaga
Críticas de Kaori
Críticas 2.119
Críticas ordenadas por utilidad
WALL·E
Estados Unidos2008
7,9
130.413
Animación, Fred Willard
3
22 de julio de 2012
3 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero que exagerados somos. Ahora resulta que Disney/Pixar va de obra maestra en obra maestra. ¿Se puede saber qué entendemos por «obra maestra»? «Wall-E» ya está olvidada, admitámoslo.

Y eso que es una película que tiene ideas e imágenes de gran belleza. Sin embargo, está todo desaprovechado por esa manía de romper el tono con un toque (supuestamente) divertido y por el conjunto de momentos intrascendentes. Buena parte de culpa la tiene también el propio argumento, que se queda en lioso y simplón aunque pretenda mucho: ni ecologismo, ni superación personal, ni épica del regreso a un hogar (nuestro planeta) ya olvidado. De hecho, esto último a nadie le importa; los humanos, con la felicidad que da la ignorancia, no se preocupan de dónde están, ni de dónde vienen ni hacia dónde van. Así pues, la plantita verde, en realidad, no significa nada para nadie.

Sin lugar a dudas me quedo, porque es realmente lo mejor, con los primeros quince minutos de película, donde se ve a un anticuado y pequeño robot completamente solo en la inmensidad de una Tierra devastada. Este arranque es precioso, sí, pero ¿hacia dónde va luego la película? Hacia un enamoramiento poco lucido y una aventura espacial que se olvida fácilmente.

Ni siquiera el esfuerzo por homenajear el espacio puede destacarse, al menos por mi parte. Sí, los gráficos son muy bonitos, claro, pero es que yo ya he visto «Cowboy Bebop». Yo he visto a Spike Spiegel navegar por el universo mientras suena de fondo el «Space Lion» de Yoko Kanno. Eso es poesía pura. Lo de «Wall-E» es un vistoso guiño al espectador sin ningún significado. Si no sabes de lo que hablo, ahí te dejo la recomendación.

Además, dudo mucho que esta película sea para niños. Si a un adulto le cuesta mantener la concentración en las peripecias robóticas, cuanto más un niño. El aburrimiento tiene que ser grande, porque tampoco es que haya mucho humor. Wall-E es muy tierno, no hay quien lo discuta, pero Eve deja bastante que desear. Por el contrario, la falta de diálogos sí creo que se resuelve bien, dentro de lo que cabe, y la banda sonora de Thomas Newman resalta inevitablemente.

Puede que me pase con la nota, pero es que el peso de «obra maestra» va en su detrimento. Quizá con una trama más directa, con un poco más de pausa y con más visceralidad en las emociones, la película hubiera mejorado.

Disney las tiene mejores.
Kaori
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5
23 de marzo de 2012
2 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La apruebo sólo y exclusivamente por Richard Widmark (y toda su relación con la chica) y por la idea central: la posible reinserción de los blancos secuestrados por los indios. Me parece un tema que da para mucho, y a mi personalmente me parece de lo más interesante. ¿Cómo lo resuelve Ford? Pues no lo sé, la verdad. Pero antes de hablar de «antiracismo», deberíamos repasar el desenlace de la historia y pensarlo dos veces antes de hablar.

Ford, de nuevo, camina entre la comedia y la tragedia. A veces, de nuevo, cae en el ridículo (enfrentamiento con Stone Calf, por ejemplo); eso sí, la tragedia explota de repente, sin que se espere y, con ella, viene el problema. Porque parece que el señor Ford no se ha querido dar cuenta de que el auténtico conflicto no corresponde a la bella y «civilizada» Elena, sino al chico criado desde niño en la tribu india. El retrato de los indios que se nos muestra a través del muchacho es verdaderamente racista y desesperanzador, convertido el pobre (sí, pobre) es una bestia salvaje que sólo al final demuestra una conciencia humana que rompe el corazón. Bueno, se ve que a Ford no se lo rompe.

James Stewart está insoportable, sobre todo cuando se pone a sermonear. Precisamente él, que es un completo sinvergüenza a quien no le importa nada ni idea. Horroroso, vamos. No quiero ni hablar de él.

Por lo demás, película medio entretenida pero ni de lejos merecedora de tanto prestigio. Que suerte tienes, John.
Kaori
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3
23 de agosto de 2013
12 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mirad, me están dando tanto asco, y digo tal cual lo pienso, algunas críticas que estoy leyendo que ni siquiera sé lo que voy a escribir. He entrado en ese estado de bloqueo donde quisiera hablar mucho, contestar a todo el mundo y decirle, también, a la Academia de Hollywood que se lucieron de lo lindo nominando esta chapuza como mejor película. Voy a tomar aire. Sigo.

Lo primero que voy a decir es lo espantosa que está Ana Torrent. Una película con una actriz principal tan nefasta, dañina e incompetente no puede tomarse con seriedad. No hay palabras para describir lo mal, mal, mal, mal que interpreta, recitando los diálogos de carrerilla, sin inflexiones, sin transmitir nada, sin control sobre sí misma, con menos cero naturalidad. Encima, esta tal Goyita es una repelente absoluta. No es que sea sólo sosa, no, es que de esas personalidades que desesperan, que irritan, que producen una tirria insoportable. Una niñata como ella, que es inexpresiva, que es borde, que es depresiva, que es sin gracia, que además tiene un punto de psicópata, que no demuestra ni una sola virtud que agrade, que despierte simpatías, ternura... nada. Es, en una palabra, odiosa. Por no despertar, ni siquiera despierta pasión, porque Torrent es tirando a regular como Lolita conquistadora, así que no me cabe en la cabeza que Alejandro se enamore tan perdidamente de un ser como Goya, a quien dan unas ganas enormes de mandar a freír espárragos cada vez que se pone mandona. Del anciano Alejandro, creo que el cura ya dice todo lo que hay que decir de él: que es un gili, un demente y, además, un pervertido, así que allá él con su falta de voluntad y sus disimulados calentones.

Porque esa es otra. Hay que ver, comentáis muchos, que la gente no comprende la relación tan pura entre Goya y Alejandro; que carcas, que «ceporros», que prejuiciosos y represivos, ¿no? Llegados a este punto, sólo puedo interpretar estas opiniones como una manifestación de ciertas tendencias sexuales delictivas o, en su defecto, de una ingenuidad rayana en la bobería. La relación entre Goya y Alejandro es claramente amorosa, aunque no haya dado tiempo a los tocamientos, que parece que es lo único que importa a estas mentes tan liberadas. Alejandro confiesa en un momento dado que la desea, que le gusta como mujer, justo lo que ella quiere y busca, así que no me vengáis con cuentos y nos queráis hacer creer, a este pueblo de «El nido» y a los espectadores que vemos con ojos de espanto esta relación entre una niña y un anciano, que es lo más normal y poético del mundo, porque no es así. Ya quisiera ver a vuestras hijas (es un decir, porque realmente no deseo eso para nadie) metidas todo el día en casa de ese vecino que le triplica la edad, yendo al campo a dar paseítos y haciéndose promesas de amor eterno.

Por todo esto, «El nido» produce un gran desagrado, aumentado si cabe por los mediocres aspectos técnicos, con un Jaime de Armiño a la cabeza que se esfuerza en buscar la naturalidad de lo cotidiano y cae de lleno en la completa artificialidad, lo brusco y lo imberbe, desde un punto de vista artístico y cinematográfico. El desenlace pone la puntilla a una película que tiene cierto interés a medida que la trama se va desarrollando pero que, por la visión que hay de fondo y por el continente, hace imposible la empatía y la comprensión.
Kaori
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4
20 de julio de 2012
6 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que me dirás tú a mi si Sullivan no es un enorme peluche azul que, más que miedo, produce ganas de achucharle. Igual que ese personaje secundario al que están desinfectando todo el rato, de suave pelo naranja y cara de buenazo. Boo es, directamente, para comérsela, aunque también es verdad que con un dibujo hecho a mano, ¿no sería aún más preciosa?

Supongo que, paradójicamente, la idea no es producir pesadillas a los niños que vean «Monstruos, S. A.», así que no vamos a ser quisquillosos en ese sentido. Seámoslo en la construcción de personajes, por ejemplo. Sullivan tiene el mismo carisma que una piedra y Mike (espléndidamente doblado por José Mota, tengo que decirlo) llega a resultar cargante con tantas quejas. Yo de entre todos me quedo con Randall, la lagartija morada que encima de ser el más complejo tiene la capacidad extraordinaria de mimetizarse con el ambiente; yo le hubiera dado otro final, sin duda. De hecho, le hubiera convertido en el protagonista de la historia.

Porque si es de miedo a lo diferente de lo que hablamos, de compromiso con los demás y de ser más bondadosos, nadie mejor que un verdadero monstruo solitario y, en apariencia, malvado. Claro que para eso, el mundo de los monstruos no tendría que ser igualito a la Tierra, pero con bichos raros; ni tendría que sustentarse en empresas y sueldos, ni se debería convertir lo sobrenatural en algo completamente natural.

Así, a pesar de las posibilidades que tiene la historia, se queda sólo en un barniz de mucho colorido, algo de sentimentalismo entre papá Sully y la niña Boo, pero sin mucha intensidad, y algún breve ramalazo de risa.

Más o menos entretiene, pero, de verdad, yo no sé por qué esta película es una obra maestra. De verdad, no lo sé.
Kaori
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4
20 de agosto de 2022
4 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocho con uno a fecha de la publicación de esta crítica en la página y yo no puedo más que preguntarme: ¿por qué? Qué es lo que valoramos tanto, ruego una explicación.

Extrañada con la película, he leído corriendo el libro de Rudyard Kipling en el que se basa y, a pesar de las importantes diferencias, no sé si empezar a pensar que este autor, representante de la literatura inglesa imperialista, era en realidad un norteamericano de pensamiento. Habrá que seguir indagando en ello. Sea como sea, la película se inventa una historia que realmente resulta inquietante, casi desagradable.

Para empezar, basta con la glorificación del trabajo infantil. No, es que me dan igual las razones: el caso es que aquí tenemos a un niño de diez años a quien prácticamente esclavizan en un barco pesquero, que ni guantes para protegerse las manos le dan al chaval. También es cierto que el límite entre el trabajo y la aventura es complicado, puesto que podemos pensar que en realidad Harvey está viviendo una aventura, la aventura de navegar y ser mayor. Sin embargo, estar en un barco mugriento cazando bacalos no creo que sea la fantasía de tu vida. No, señor. Además, hay una voluntad detrás pragmática y utilitarista que refuerza la idea del trabajo.

El caso es que Harvey es un niño insoportable, huérfano de madre y con un padre ausente que trata de suplir sus carencias afectivas con dinero. Hasta ahí, de acuerdo, porque niños mimados, repelentes y malcriados hay muchos, pero es que a partir de aquí nos tenemos que creer que este niño es feliz trabajando como una mula. ¿En serio? Vamos a romper de una vez el mito de que el trabajo te hace feliz; hombre, si tienes el empleo de tus sueños, quizá. Pero si te estás partiendo el lomo en un trabajo poco remunerado, cabe preguntarse si preferirías vivir de la herencia de tus padres o seguir trabajando de sol a sol. Un poquito de honestidad.

Luego tenemos la relación de Harvey con Manuel. Admito que Spencer Tracy no me ha gustado nada, ni su personaje ni él. ¿Cómo que «mi pescadito»? ¿No da una grima tremenda lo que se traen estos dos? Hay algo incómodo en este hombre como figura paterna. Pegaba muchísimo más el capitán del barco o incluso su hijo, que vendría a ser como un hermano mayor. Pero ¿este Manuel cantarín y charlatán? No, por favor.

Lo cierto es que la película no trata de valores, los valores que realmente deben enseñarse a los niños sean ricos o pobres. No se trata de «ser útil» (cómo no…) o ganar tu propio dinero (el país del hombre hecho a sí mismo), sino de tener unos principios morales sólidos, como la dignidad, la nobleza o la generosidad, que no sé si Harvey ha aprendido.

La película es rudimentaria. Esas conversaciones de barco a barco, tanto pescado, tantas muecas. Un lenguaje cinematográfico entre el cartón piedra y lo histriónico, con incursión flagrante en el melodrama más cursi. Quizás en 1937 nunca se habían hecho películas con niños, puede ser ese el motivo de tanta pasión; pero la novedad no equivale a calidad.

Ya que Victor Fleming es el director, quiero recordar que solo dos años después se estrenaría «Lo que el viento se llevó». La diferencia.
Kaori
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