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Críticas de Tony Montana
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Críticas 179
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
31 de mayo de 2009
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos años, Buenas noches y buena suerte nos narraba las vicisitudes de un tótem de la libertad de expresión, los riesgos que corrió por la verdad y la presión política que tuvo para que cerrarse la boca. Era una oda al periodismo de calidad, al de investigación, el de aferrarse a una idea que se cree justa, aunque no por ello dejaba de ser crítica con ciertos aspectos informativos, o normas de la cadena o grupo empresarial tras el periodista. Clooney evidenció un profundo respeto hacia la profesión, pero eso no le impidió lanzar alguna puyita que dolió a más de uno, siendo coherente y retratando un mundo que no es feliz, y que hace del claroscuro su forma de ser y existir. El periodismo como tal es el tema central de State of play, en la se radiografía la tarea del reportero, del redactor, del editor, y, por qué no decirlo, la mentira como forma de relacionarnos. La miniserie de Yates busca ofrecernos el retrato más fiel posible del idealismo periodístico, la deuda recíproca entre estos hombres y la sociedad, pero no es un idealismo dulzón, feliz, si no que tiene dos caras. No hay triunfadores, sólo profesionales que saben perfectamente a lo que se acogen. El trabajo tiene riesgos, y aquí se exponen de forma cruda y evidente. Como los policíacos, el periodista puede descender a los infiernos en pos de publicar la verdad, pues junto a su buena intención van añadidas una gran cantidad de responsabilidades y problemas morales inapelables. Es el poso final de la miniserie, el verdadero valor de la verdad, el precio de desenmascarar la mentira, las dudas que suponen hacer lo correcto, y parece decirnos que no hay triunfo sin derrota.

Yates asume, de manera indiscutible, un referente claro: el thriller político y periodístico de los años 70, ese que tan de moda se ha puesto ahora. Los Lumet, Pakula o Frankenheimer, tan irregulares como brillantes, son grandes referentes del género actualmente, e incluso la televisión lo de muestra. El uso de la imagen granulada, los teleobjetivos abundantes, el perfecto desmenuzamiento de la historia en el guión, State of play es en sí misma un sincero homenaje al thriller político, mezclada con algunas de las taras televisivas que nunca se lograron quitar algunos realizadores de dicho medio, como el excesivo uso de primeros planos. ¿Por qué supone eso un problema para un producto televisivo? Porque es lo más cercano a cine que se ha realizado en la pequeña pantalla. Antes del boom de las series actual, antes de la llegada del maná televisivo, Paul Abbot tomó los ingredientes del séptimo arte y construyó un férreo castillo de naipes para la televisión al que casi no se le notan las costuras para crear un producto adulto y bien realizado en el que pesase más la historia que cualquier otro elemento, sabiendo que no había prisa alguna, puesto que se contaban con seis capítulos para ello, lo que permite que casi ninguna subtrama quede descolgada y se cierre todo de una forma excepcional, por no decir perfecta.
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Tony Montana
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7
10 de marzo de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Explicaba Hitchcock a Truffaut a raíz de Vértigo que la escena en que Jimmy Stewart le pide a Kim Novak que se arregle el pelo como la difunta Madeleine la tenía completamente desnuda a falta de quitarle las braguitas, y que esa sería la última concesión que le faltaba para tenerla absolutamente a su merced y proceder a tirársela. Era la especial habilidad que tenía Hitchcock para poner caliente al personal sin necesitar quitarle ni un centímetro de ropa a su actriz protagonista, todo fruto de la inteligenciaen montaje y puesta en escena. Sexo absolutamente visceral sin mostrar ni el roce de las manos, escondido bajo una aparente capa de frialdad e indiferencia. En esa inteligente decisión de Peter Webber radica el principal acierto de La joven de la perla, que podríamos definir perfectamente como una película que navega entre el melodrama y las formas hitchcockianas a pesar de su aparente recreación histórica de un hecho cuanto menos ficcional, basada en uno de los cuadros más misteriosos de la historia (de alguien tan tiquismiquis y especialito como era Vermeer). Y es que no resulta nada problemático identificar a la aquí deslumbrante Scarlett Johansson con una de esas rubias gélidas que tanto amaba Don Alfredo y a Colin Firth como alguien equiparable al Scottie Ferguson de Vértigo o al John Robie de Atrapa a un ladrón, fascinados enteramente por un personaje femenino que hace que se olviden de todo. Es una fulminante historia de amor imposible, romántica hasta el hartazgo, una desnaturalizada y críptica versión de Romeo y Julieta que hace de su simbología su gran fuerte para vencer al tedio que pudiesen provocar sus imágenes, puesto que el mensaje que se encuentra soterrado en la profundidad de la cinta es lo que justifica todo aquello que se nos muestra de una manera algo fría, la pasión bajo el hielo, los sentimientos por encima del comportamiento cerebral.

La película está envuelta en una espectacular ambientación gracias al sobresaliente trabajo en la fotografía de Eduardo Serra, quien diseña un complejo juego de luces y colores semejante al que utilizaba el pintor holandés. Es fría como un témpano porque así busca ser la película, y sin embargo no importa lo más mínimo, pues la gran satisfacción de la película es ver un encuadre tras otro, cada uno mejor que el anterior, y donde cada composición supone también un homenaje a los cuadros de no sólo de Vermeer, si no de numerosos contemporáneos del barroco (algunos interiores nocturnos son puro Rembrandt), ya que no es un esteticismo vacuo y facilón como el de, por ejemplo, Alatriste. Es descaradamente pictoricista, e incluso en algunos momentos abraza en exceso el academicismo que, por regla general, abunda en cualquier película de tratamiento histórico, pero abruma, y atrapa por la fuerza de sus imágenes y por la inteligencia con la cámara de Webber.
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Tony Montana
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7
7 de marzo de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salí del cine sin saber bien qué pensar. ¿Me había encantado o me había dejado igual? ¿Realmente era para tanto o me dejó insatisfecho? Creo que la mejor forma de definirlo sería esa misma palabra, insatisfacción, quizás alcé las campanas al vuelo demasiado pronto viendo todo lo que reunía esta nueva película, tras una serie de trailers sencillamente espectaculares, y un equipo a todas luces impresionante. Pero mientras la veía no dejaba de preguntarme: Todo es sencillamente acojonante, pero... ¿Por qué me da todo absolutamente igual?. Hace un tiempo, hablando con un amigo de arte, pusimos los ejemplos de Antonio López, calcador de la realidad, y de Velázquez, como ilustrador de la realidad, y afirmé que la diferencia entre uno y otro era que el pintor madrileño recreaba la praxis con tal exactitud y minuciosidad que se había olvidado de meter la vida en el lienzo, mientras que Velázquez hacía que la vida de sus retratados se escapase por sus ojos. Saco este ejemplo a relucir porque hablamos de una película perfectamente imperfecta, de un acabado tan preciosista que resulta frío, alucinante y pictorialista, pero vacío y sin alma, como la obra de alguien que se sabe un genio y se ensimisma en su descomunal talento recreando historias fastuosas pero se olvida de insuflarles vida para ser algo más que una ilustración hiperrealista. Algo de lo que muchos acusaron a la anterior cinta del realizador, la historia del asesino del zodiaco, y que sin embargo hacía de esa desnudez formal casi artesanal su principal virtud.

a su favor, hay que decir que me gusta el retrato que realiza de Estados Unidos. Es puro Americana, y es que es donde más fácil resulta encuadrar esta epopeya romántica de aspiraciones algo grandilocuentes. Es la cara oscura de América, pues todos los protagonistas están en una situación llamémosla inféliz, al contrario que el país en los momentos en que es retratado: El señor Gateau, inventor del reloj, muere de pena por el fallecimiento de su hijo en la Gran Guerra; o el propio padre de Benjamin, representanción del capitalismo más exacerbado (destruye el método artesanal de la fábrica de botones por uno masivo e industrial acorde con el nuevo mercado) abandona a su hijo el día que se declara la victoria norteamericana en dicho conflicto en un geriátrico, y que, a pesar de su poder, cae víctima de sus enfermedades y vive atormendato por la muerte de su ex-mujer. Y los personajes son clásicos del universo fincheriano: El capitán del barco amigo de Benjamin es la figura cínica y desencantada que ya interpretaron Morgan Freeman o Robert Downey Jr. en otras cintas del realizador, y el propio Benjamin no es más que una extensión del detective Mills de Seven o del Edward Norton de El club de la lucha, sujetos a los que la situación les sobrepasa y son incapaces de cambiar las cosas, y finalmente terminan manipulados o dirigidos por alguien, o derrotados.
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Tony Montana
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8
7 de marzo de 2009
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tomando como base literaria la ucronía, Moore fue capaz de llevar hasta los límites insospechados el pánico de la guerra fría e introducir una historia de decadencia y perdición digna del noire clásico, tanto el literario como cinematográfico. Así, Rorschach no deja de ser la versión más oscura de Philip Marlowe o del agente de la Continental hammetiano, y el desencantado y cínico Eddie Blake, El Comediante, parece salido de la clásica historia de derrotados hustonianos, afrontando con estoicismo su propia caída mientras observa el caos en que se ha convertido todo. Revolviendo las bases de todos los géneros que toca, el excelente trabajo de Moore terminaba siendo una mezcla tan convincente como madura que retrataba una realidad tan real que asustaba. Todo ello combinado con cierto toque kitsch que le daba mucho encanto a la historia, pues los propios protagonistas, con el paso de los años, son conscientes del ridículo que solían hacer por ahí, y otros, sin embargo, lo aprovechan y son conscientes de las posibilidades que esa máscara les otorga a nivel social. Watchmen te agarra y no te suelta, pues te quedas prendado de sus personajes, de los grandes detalles y de esas tonterías que, pudiendo parecer puras virguerías sin sentido, aportan muchísimo a la ya de por sí compleja recreación de ese 1985 totalmente inventado. La imperfección y la ruina, la mezquindad y el antiheroísmo hechos arte y carne gracias a la magnífica labor de uno que va camino de convertirse en grande del entretenimiento, Zack Snyder, quien supera con creces la prueba que tenía por delante, y es que si bien hay cambios notables en algunos momentos el respeto al original es de una pulcritud casi enfermiza, atendiendo a cada pequeño detalle con pura pasión de frikazo.

El cómic arrancaba con la muerte del protofascista El Comediante, el personaje más realista de la novela por cuanto que ha visto la verdadera cara del mundo y se pasa la vida matando por pura diversión "porque es la naturaleza del hombre". Este sensacional capítulo recordaba a películas como La condesa descalza o Cautivos del mal, ya que sentaban a los personajes a hablar sobre la vida en común que tuvieron con el personaje que se ha ido o que, en el caso de la obra maestra de Minnelli, quiere regresar de su exilio. Este afán constructivista nos permite, en apenas una secuencia, conocer el modus operandi de todos y cada uno de los personajes, sus relaciones y la forma en que todo va a producirse, y que resume de manera bastante acertada el capítulo que abarca este fragmento en el cómic. Presentado como un ser despreciable y completamente amoral, terminamos sintiendo una especie de lástima por su persona, compasión por un alma que destruyó tantísimas vidas. Ésto es gracias a la magnética interpretación de Jeffrey Dean Morgan, que dota de una versatilidad total a un personaje tan antipático como complejo, la versión realista de lo que se han convertido el American Dream y su paladín novelero, el Capitán América.
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Tony Montana
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8
30 de diciembre de 2008
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando me pongo ante una película de Judd Appatow soy bastante exigente, me ha demostrado saber qué quiere contar siempre, y hacerlo de una manera sencillamente inmejorable. Para los puristas quizás sea tosco, grosero, políticamente incorrecto, y hasta caiga en el abuso de chistes fáciles, pero no menos cierto es que sabe coger todo ello y aún así crear películas donde nos logremos identificar con aquello que se nos propone. Y es que en su factoría, los personajes tienen una razón de ser, y todo ello para desmontar los clichés del género abusando de ellos. Pero no es una parodia, no consiste en homenajear al género que se toque, todo lo contrario, a partir de tópicos deconstruye dicha historia y la vuelve a armar de un modo completamente diferente. Es, en cierto modo, una negación de lo visto anteriormente en ese género. Paso de ti va en la misma línea que Lío embarazoso, y francamente logra golpear de lleno con su planteamiento casi existencial del desamor de la manera más gamberra que uno pueda esperarse, con un tratamiento de temas adultos con un fondo comprensible para todos los públicos, lo que siempre quiso conseguir y jamás logró Kevin Smith. Personajes reales con situaciones absolutamente reales que todos nos hemos planteado más de una vez o que a todos, sin excepción, nos han sucedido. Appatow hace un cine extraído directamente de la vida, lo que lo convierte en una especie de versión vitriólica del neorrealismo.

El buen trabajo de Stoller tras las cámaras es un complemento más al pulido guión escrito por el propio Jason Segel, protagonista de la cinta. Desde el primer momento se nos presenta al antihéroe appatoniano con una gran economía de lenguaje, conciso y directo, y tenemos claro que nos encontramos ante el personaje prototípico de esta saga: un inmaduro. Así es. Un personaje que se ha pasado tanto tiempo sosteniéndole el bolso a su novia que se ha olvidado de vivir. Clásico perdedor peterpanesco con miedo a salir al mundo exterior y asumir el dolor, incapaz de hacer algo sin su novia e incapaz de olvidarla una vez que se entera que esta le pone los cuernos. Incluso cuando tiene miedo de tener una enfermedad de carácter sexual acude al pediatra, quizás consciente de su infantilismo y su apego a la niñez. Como el Carrel de Virgen a los 40, el personaje de Segel es un romántico incurable, es un personaje atormentado que busca encontrar una pareja, ni más ni menos. Como muestra de ello, los antológicos momentos en los que mantiene relaciones con varias mujeres y son presentadas como verdaderos esperpentos con desviaciones sexuales algo estúpidas. Aquí, a diferencia de las comedias románticas tradicionales con Julia Roberts o la también insoportable Reese Witherspoon, es el hombre quien llora y las mujeres quienes le buscan las cosquillas.
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Tony Montana
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