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España España · Valencia
Críticas de Hemispheres
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Críticas 68
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de enero de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suele comentarse que existen relaciones personales en las que el amor y el odio están indisolublemente unidos, resulta curioso que entre esos sentimientos tan diametralmente opuestos exista en ocasiones una distancia mucho más corta de lo que se pueda imaginar. Eso es lo que sucede en esta grandiosa película, pero con un importante matiz, que esa relación amor-odio en este caso no es mutua, ni recíproca, sino que es unilateral, sólo nace de Salieri. Mozart es visto por los ojos de Salieri como un ser grosero, irresponsable, libertino... y al mismo tiempo plenipotenciario, divino, perfecto, con un talento para el arte de la música inaudito, inalcanzable. Resulta encomiable la interpretación de Francis Murray Abraham puesto que su personaje manifiesta ambas sensaciones a lo largo de todo el film, si bien es cierto que constantemente intenta boicotear todo lo que Mozart hace o intenta hacer es innegable la devoción y el placer que experimenta cuando le oye interpretar una pieza musical, o cuando en su lecho de muerte recoge de forma manuscrita la gestación del Requiem adentrándose en los laberínticos entresijos mentales que le llevan a la composición de tan sobrenatural obra musical y la fascinación que siente al descubrir el proceso creativo del genio y vislumbrar como se ordenan e hilvanan las notas musicales en su cerebro de tal forma que ello sea origen de un manantial de belleza sonoro tan extraordinario. Salieri siempre supo de su mediocridad musical comparada con la de Mozart, pero a pesar de la envidia y resentimiento que ello le produjo, la admiración arrebatadora que profesó a su obra venció inexorablemente a su odio, porque ante todo, Salieri amaba la música, y si amaba a la música necesariamente tuvo que amar a Mozart.
Hemispheres
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10
21 de febrero de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué misterios más curiosos encierra en tantas ocasiones el viaje de la vida? Pues bien, esta película recoge uno de esos misterios, en ella se retrata cómo dos seres tan diametralmente distintos cruzan, fruto del azar, sus vidas en un lugar común, uno da de comer a las palomas y las cuenta, y la otra lee sentada en un banco mientras la tarde se desvanece, fraguándose de tal forma entre ambos una complicidad enternecedora.
Germain es tosco, abrupto, inculto, inoportuno... pero con una bondad infinita tan grande como su figura, y Margueritte es una entrañable, sútil, frágil y contemplativa anciana, que se refugia en la belleza de sus libros mientras transcurre la soledad de sus días. Pero ambos tienen en común la diferencia sobre el resto, ella es Margueritte con dos "t", se siente tremendamente incomprendida por ello busca su felicidad entre las marchitas hojas de los libros y en el encanto de sus palabras. Él ha sido desde su niñez ninguneado por su madre, no conoció a su padre, no ha tenido educación, pero pese a ello ostenta el sentimiento filial hacia su despiadada madre, puesto que sabe que ella también en cierto modo es víctima de unas desgraciadas circunstancias, Germain tiene la enorme sensibilidad de bautizar a las palomas, otorgándoles un nombre a cada una de ellas y conversar con su gato lo que curiosamente no puede conversar con los seres "racionales", y por eso su novia lo quiere, lo quiere simplemente por lo que es, por lo que su naturaleza intrínseca manifiesta, porque sus actos, con mayor o menor fortuna, son sinceros, brotan del alma, porque es en el buen sentido de la palabra bueno, como decía el amigo Machado, porque tiene capacidad de amar. Y Margueritte lo aprecia porque atesora una gran virtud que eclipsa su torpeza: Germain sabe escuchar, y saber leer es también escuchar, y aún voy más allá, recordando unas palabras que alguien muy especial un día me dijo: "Tan importante como saber hablar es saber escuchar".
Hemispheres
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10
12 de mayo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si tuviera que explicar a alguien qué es el marxismo, qué es la izquierda, como ideología política, seguramente le diría que viera «Las Uvas de la ira» y lo comprenderá sin dificultad alguna, curiosamente de un director al que siempre se le acusó de conservador, paradojas de la vida... Lo que pasa es que Ford es un poeta de la imagen, un prestidigitador de la narración, y por encima de cualquier elucubración sobre su ideología política, creó uno de los grandes hitos del séptimo arte, de una belleza plástica inasible, ofreciendo un retrato de la condición humana desoladora y grandiosa al mismo tiempo. De un lado, el terrateniente opresor y tirano y de otra «la famélica legión», que se alza ante la injusticia de su podredumbre, y que, salvando las distancias, geográficas que no humanas, me recuerdan a esos andaluces de Jaén que mentaba Miguel Hernández: «Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma ¿quién levantó los olivos?... No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor sino la tierra callada, el esfuerzo y el sudor».
En «Las Uvas de la ira» se retrata la historia de los perdedores y el infortunio de la clase obrera, pero al mismo tiempo es un alarde a la firmeza en las convicciones y a la lucha hasta la extenuación por lo justo.
No obstante, más allá de sus connotaciones políticas «Las Uvas de la Ira» habla de seres humanos y, sin lugar a dudas, las grandes películas son las que hablan de seres humanos, de seres humanos como éstos que luchan por un mundo mejor. Y si queréis un mundo mejor, dejad que el espíritu de Tom Joad abrigue vuestros corazones.
Hemispheres
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8
11 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nacimiento es el primer estadio hacia la muerte, todo ser humano es consciente que ha de morir, pero cuando sabemos que nuestra fecha de caducidad existencial, como Julián, es inminente, ¿cómo la afrontamos? ¿Como la sentimos?... Pues de ésta, y muchas otras cosas, diserta esta admirable película, sin afortunadamente, caer en la sensiblería barata y lacrimógena, que hubiera sido lo simple, si bien es imposible que las entrañas no se conmuevan en algunas secuencias, no se puede ser totalmente inmune cuando se despliegan emociones de tanta intensidad. Julián nos da una lección de entereza y sobriedad ante el advenimiento de su ocaso vital, si hace lo correcto o no... todo es relativo, nadie puede, ni debe, juzgarlo, pero sabe lo que hace, sus actos son firmes y seguros... Está aprendiendo a morir, con dignidad y orgullo...
Mientras, está Truman, su perro, que es el atento vigilante de su conciencia, todo lo conoce de Julián, y no sólo eso, también comprende los entresijos de su alma, su mente cánida empatiza con la de su amo en una simbiosis geométrica. Sin lugar a dudas, es su mejor psicólogo.
Tomás es diametralmente opuesto a su amigo, pero lo quiere por lo que es, por lo que representa, por lo que fue y será en su memoria, por su ínclita idiosincrasia... Por eso no le pide explicaciones por su comportamiento, amar a alguien es comprenderlo, algo que parece fácil y al mismo tiempo es tan complicado.
Julián en su recta final también se da cuenta de muchas cosas, es hora de hacer balance, de lo que pudo ser y no fue, de que todo pasa y todo queda, de que la vida es una tragicomedia y sobretodo que mientras estás vivo y te quede un hálito de vida puedes decir o hacer aquello que nunca te atreviste a decir o hacer, porque si triste es arrepentirte de algo que hiciste, todavía lo es más de lo que no hiciste, pues como decía mi querido Don Antonio Machado recuerda que "Hoy es siempre todavía"...
Hemispheres
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9
24 de diciembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Sur es un film de belleza etérea y esotérica, pergeñada al mismo tiempo de desesperanza y de un cierto nihilismo nietzscheano. El Sur me inspira un ensimismamiento vacuo, que me hace reflexionar sobre el eterno enigma de la vida, ¿vivimos la vida que queremos… la que podemos… la que nos obligan a vivir… o nuestra vida está adscrita a eso que llamamos “destino” al que estamos inexorablemente encadenados…?
Agustín, encarnado por una interpretación antológica y sobrenatural de Omero Antonutti (quizás una de las que más me han cautivado desde mi adhesión inquebrantable a la pasión cinéfila), es una persona, que en palabras del ilustre D. Antonio Machado, vivía en paz con los hombres y en guerra con sus entrañas… Algo ocurrió en el Sur para no querer volver, para refugiarse en el Norte de los sinsabores de un pasado que le ateneza y angustia. Agustín es un hombre taciturno y hierático, sobre su espíritu pende un gran desasosiego que no puede apaciguar… nadie le entiende, es una gran frustración no poder ser entendido, en su aislamiento medita las profundas razones de su vida y de su muerte: esas cartas escritas en la clandestinidad del silencio, esas escenas cinematográficas de una actriz que constantemente aparece en sus grafías, esas volutas del humo del tabaco exhaladas en la soledad de una habitación que parecen describirnos la niebla que se fragua en el interior de su alma…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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