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Críticas de harryhausenn
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Críticas 146
Críticas ordenadas por utilidad
9
10 de octubre de 2019
52 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
El universo aparece en una enorme pantalla. Estrellas y astros flotan, grabados en Panavision. La Tierra irrumpe en la imagen y al acercarse a nosotros, no es ni América del Norte ni Europa quien ocupa nuestro campo de visión, sino Pernambuco, localización improbable de las películas que empiezan con un plano del espacio. Allí conoceremos, en algún momento dentro de unos años como bien anuncian los créditos, el pueblo de Bacurau: una comunidad, otrora autosuficiente, que a duras penas sobrevive tras que una presa les cortase el acceso al agua.

No hay un personaje que podamos considerar el protagonista de la película, sino que el protagonista es el propio pueblo que da título al film. Al igual que en el cine de Einsenstein, en los albores del cine político, el protagonista es colectivo, la multitud que ha de rebelarse contra el opresor. Y se trata, de hecho, de una multitud de lo más varopinta: médicos, profesores, campesinos autónomos, criminales, putas, blancos, negros, mestizos, heteros, homos, cis y trans. La actriz que hace de Carmelita es una conocida activista indígena en la vida real. Sonia Braga en representación de la alta cultura carioca y el papel de Lunga, el sanguinario criminal exiliado recae en Silvero Pereira, una famosa drag-queen en el país.

Bacurau es una denuncia del futuro que alcanzó al equipo antes de terminar la película y que ya está aquí. Un modo de vida tradicional y sostenible que el poder quiere arrasar. Unas comunidades que han de ser exterminadas. Unos habitantes que han de ser vendidos al mejor postor. Otros habitantes que se venden con sumo gusto al mejor postor. Bacurau es un pueblo obligado a recordar su pasado para poder hacer frente al presente. Una aldea en la que el museo del pueblo cobra importancia vital. Los indígenas exterminados hace siglos, las revueltas campesinas que se levantaron en armas. Esas armas ahora crean manchas de sangre en las paredes que no pueden borrarse, pues entrarán en la historia.

Sorprende ver la película desarrollarse poco a poco, pasando de manera imperceptible de un género a otro. Sin desentonar pero descolocando al espectador. Comenzamos integrándonos en el pueblo, reconociendo al Mendonça de Aquarius en ese retrato de la vida cotidiana en Bacurau. La escuela, el ambulatorio, las plantaciones, el prostíbulo... Todo comienza con el entierro de la matriarca indígena. Para soportar el dolor de la pérdida hay que hacer uso de psicotrópicos que hacen que veamos el agua desbordar el ataúd. "Hoy ya he visto dos muertos" Una escena magnífica.

Pero poco a poco la vida comienza a verse perturbada. El profesor descubre que el pueblo ya no viene en el mapa. "¿Hay que pagar para aparecer en el mapa?" pregunta un inocente alumno que nos hace reír. Pero esa risa enseguida se congela pues en el mundo en que vivimos, no sería extraño que eso ocurriera un día. Una noche una estampida de caballos invade las callejas del lugar, horas antes que dos turistas aparezcan haciendo motocross.
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harryhausenn
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7
8 de octubre de 2018
52 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Burning narra un rencuentro entre dos jóvenes del mismo pueblo años después en Seúl. Jongsu y Haemi vuelven a descubrirse el uno al otro hasta el día en que Haemi decide irse a África. A su vuelta, la joven viene acompañada de Ben, un coreano rico que ha conocido en pleno viaje. El tríangulo amoroso se mantiene hasta que un día, los tres juntos, Ben revela a Jonsu su extraño pasatiempo: quemar invernaderos.

La película se basa en un relato de Murakami que Lee Chang Dong ha adaptado libremente. Lo fascinante de Burning es cómo la revelación de Ben cambia por completo la narración de la cinta. Lo que hasta ese preciso momento era un drama amoroso va mutando de manera imperceptible al thriller, dándonos además cuenta bastante tarde. Desde luego que alguien confiese su afición a quemar invernaderos es motivo de perplejidad, pero si además tal afirmación la hace alguien que se pavonea con su discurso de dobles sentidos y que además cuenta con una descarada predisposición a ocultar aspectos banales de su vida, son motivos más que suficientes para inquietarse.

Ben y Jongsu cara a cara. Dos Coreas distintas en la parte sur de una Corea ya fragmentada. El mundo rural contra el urbano, las granjas desde las que se oye las proclamas propagandísticas de Pyongyang contra el mundo de negocios en contacto con el capitalismo global. Un niño rico de ciudad que se divierte quemando el paisaje en el que crecieron niños como Jongsu, la globalización destruyendo la tradición.
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harryhausenn
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8
9 de noviembre de 2021
67 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un coche rojo recorre el laberinto de asfalto que conocemos como Tokio: autopistas que se abren paso entre los rascacielos, rodeando sus siluetas de acero con el hormigón. Todo es gris, inmóvil, inerte, excepto el auto color pasión que se desplaza de un punto a otro durante el prólogo de la película, como queriendo demostrar su vivacidad. Podría decirse que la red de carreteras parece un sistema circulatorio que se origina en el coche, salvo que aquí el corazón, perdido, recorre los rincones de la vida rutinaria de su dueño, un dia tras otro recorriendo los carriles de ida y de vuelta, las arterias y las venas, como si fuese incapaz de ubicarse, de encontrar su sitio.
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harryhausenn
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7
21 de octubre de 2019
42 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Xavier Dolan cumple treinta años. Otros directores más jóvenes que él llegarán a los grandes festivales. Nosotros también hemos cumplido treinta años, y otros espectadores más jóvenes escribirán acerca de otros directores. El tiempo, rápido o lento, pasa. Qué se le va a hacer. Dolan, niño prodigio que debutaba hace diez años abandona la post-adolescencia y se interna en la edad adulta, tardía para todos nosotros en el siglo XXI, al alcanzar la treintena.

Matthias & Maxime parece ser una despedida del universo de sus primeros films antes de emprender un nuevo camino como cineasta. Pero sí no se tratase de ello, al menos sería un delicado broche a uno de los estilos más reconocibles de la década, pues la contención de esta, su ¡octava! película nos hace vislumbrar un cineasta adentrándose en su madurez emocional tras su característica paleta de colores pastel y sepia.

Matthias. Maxime. Antiguos compañeros de instituto. Amigos, Algo más. O no. Uno es alto, el otro bajo, uno tiene el rostro perfecto, el otro tiene una mancha de nacimiento en él, uno tiene novia, el otro no, uno es extravertido, el otro intravertido, uno es de familia burguesa, el otro de familia disfuncional de extrarradio. Pese a todas estas diferencias, ahí siguen juntos en su círculo de amigos. Maxime se va a trabajar de camarero a Australia en unas semanas. Matthias ha conseguido gracias a un enchufe un puestazo en un bufete de abogados. En una de sus últimas fiestas entre colegas, se ven casi por obligación participando en un corto. En la escena tienen que besarse apasionadamente, cosa que no supone problema ninguno para absolutamente nadie. Excepto, claro, para Matthias y Maxime.
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harryhausenn
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9
10 de enero de 2022
143 de 252 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chico conoce chica. Y ya está. De eso trata Licorice pizza. De primeras podría parecer un argumento demasiado manido, visto ya mil veces, demasiado simple... Y lo es, pero en la nueva película de Paul Thomas Anderson lo importante no es el argumento, la trama, lo que cuenta, sino la suma de tres puntos: la manera de contarlo, la época que se retrata y el espacio en el que transcurre.

1973 en el valle de San Fernando. Gary se prepara para la foto del anuario de su instituto y allí conoce a la ayudante del fotógrafo, Alana, casi diez años mayor que él. Muy seguro de sí mismo, se viene arriba y decide invitarla al bar al que él suele ir. Tras un sonoro e instantáneo rechazo, sorpresa. ella acude a la cita. Licorice pizza sigue cómo esta relación tiene lugar por parte de dos jóvenes en plena adolescencia: él estrenándola y ella resistiéndose a abandonarla. Una chica que no quiere madurar y un chico que quiere ser mayor. Es innegable que el carisma, la chispa y la vitalidad del dúo protagonista bien podrían sostener las más de dos horas de metraje, pero no estamos hablando de una comedia romántica al uso. El Qué, se ve alzado y desarrollado a su máxima expresión gracias al Cuándo, al Dónde, y sobre todo, al Cómo.

Tras Boogie nights y Puro vicio, es la tercera vez que Paul Thomas Anderson retrata los años 70 y en esta ocasión sublima la representación de la época. En Boogie nights quiso abordar el funcionamiento de toda una industria a través de un actor porno y su séquito. La majestuosidad de su puesta en escena, la ambición de aquella, su exitosa segunda película, y todo el contenido de su trama rocambolesca resultaron en una obra de una consistencia y potencia sorprendentes. Se presentaba al gran público el Anderson cartógrafo, el pupilo de Altman que construía y a la vez limitaba el patio en el que la acción transcurría, en el que los personajes se entrecruzaban y, a partir de estos encuentros, el relato avanzaba.

Eso sí, el problema de los atlas es que pasan por alto el detalle. Los Ángeles aparece en todos los mapamundi, pero para las esquinas en la que los comercios quiebran y vuelven a abrir se necesita un mapa mejor adaptado. Abarcar menos y apretar más. En Licorice pizza Anderson nos convierte en exploradores de un terreno que él ya conoce. Nos permite captar toda la ciudad y la época gracias a la precisión con la que agarra la cámara y la pluma, digna del Cassavetes de Minnie & Moskowitz. Esta vez, el espacio se crea a partir de los recorridos de los personajes. Si bien, estos periplos parecen modestos, los lugares y personajes con los que coinciden provocan una expansión del marco espacial en la mente del espectador y hacen que captemos toda la esencia de Los Ángeles a través de las vivencias de los dos jóvenes. Licorice pizza, la pizza de regaliz eran los LP en el argot, según el propio Anderson, símbolo inequívoco de su infancia. Si el Combray de Proust emergía de una magdalena que caía en el té, Los Ángeles de Anderson salen de un vinilo que da vueltas y cuya banda sonora acompaña toda la película.

Si bien hay una creencia por la que el mejor montaje cinematográfico es aquel que apenas se nota, en Licorice pizza la virtuosidad del cineasta hace que su dirección pase desapercibida, lo que no significa que sea inapreciable. Esto es debido a la ligereza de la que dota cada instante sacado de las anécdotas de Gary Goetzman, productor de cine, Además, logra transmitir al público una sensación de eterna juventud y despreocupación en cada movimiento, como si la cámara flotase y por lo tanto nuestra mirada de espectador se volviera liviana, como si el movimiento grácil, las muecas socarronas y las miradas pillas de los protagonistas fuesen contagiosas pese a la barrera de la pantalla.
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harryhausenn
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