Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Críticas de Charles
<< 1 3 4 5 10 213 >>
Críticas 1.065
Críticas ordenadas por utilidad
9
21 de octubre de 2016
176 de 209 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Claude Chabrol: "la tontería es infinitamente más fascinante que la razón. La razón tiene sus límites, la tontería no".

Es por eso por lo que, de entrada, 'Swiss Army Man' ya estará unos peldaños por encima de tu película habitual, que se preocupa por el buen gusto, lo coherente y lo socialmente aceptado.
Aquí hay un muerto pedorro, calenturiento y curioso, que insiste en conocer todo lo que la vida puede ofrecer. Pero que nadie se engañe: tras la apariencia de broma entre colegas late una historia emocionante, más "seria", más "normal" si se quiere, a la que la tontería presta toda su capacidad para no respetar un segundo los límites impuestos por los demás.

A Hank Thompson ya le conocemos al poco de empezar.
Hemos visto sus notas de ayuda: "socorro", "no quiero morir aquí solo"... "estoy jodidamente aburrido".
Fragmentos, escritos en la más pura desesperación, que nos retratan una persona sin que apenas tenga que abrir la boca.
Es entonces, al borde del suicidio, cuando encuentra un muerto flotando en la playa, un trozo de carne al que Hank intenta reanimar, en un intento desesperado de interesarse por algo más allá de su penosa situación. No deja de ser gracioso que siempre encontremos un modo de distraernos y perder el tiempo con cualquier cosa, hasta en una tarea mínimamente importante como suicidarse.

Pero la distracción de Hank le lleva más allá: a darse cuenta de que en el muerto que ha recogido existe un leve latido de vida. Flatulenta y asquerosa vida, pero vida a fin de cuentas.
Con él, existe una razón de existir, aunque solo sea por seguir viendo sus asombrosas habilidades de navaja suiza. Que quieres un fuego, lo tienes. Que quieres agua, la escupe. Que quieres ir montado en él propulsado por la fuerza de sus pedos, vamos a ello (... espera, ¿qué?).
Perdidos en el bosque y lejos de cualquier rastro de humanidad, empiezan una triste parodia de vida con los restos que les rodean, que tiene más de consuelo por parte de Hank y oportunidad de aprendizaje por parte de Manny, que algún tipo de verdad.
Pero pasa una cosa: empieza a fingirlo, y empezarás a creerlo.

Manny empieza a creer que no es un cadáver, y Hank empieza a pensar que no está tan solo como creía.
Y ahí, pasando los días en el bosque, cenando en una mesa improvisada, dando fiestas para todos sus "amigos" comunes... es casi, casi como si Manny volviera a vivir. Como si Hank también lo hiciera, por primera vez.
Quizá esto no sea un teatro del absurdo entre un náufrago y un cadáver. Quizá era la oportunidad de un solitario, para resucitar sus ganas de vivir.
Esas que por miedo, por el qué dirán o por cómo nos mirarán solemos sepultar, bien hondo, bien profundo, hasta convertirlas en burdos féretros, testimonios de una vida que nosotros mismos nos negamos a disfrutar.

Qué absurdo. Qué estúpido. Dice Manny, un muerto parlante.
Qué absurdos y qué estúpidos, efectivamente.
Que ni al borde de la muerte nos atreveríamos a hablar con esa chica que vemos todas las mañanas en el bus, diríamos a nuestros padres que les queremos o dejaríamos de mandar felicitaciones impersonales por redes sociales.
Creyendo que eso es vida, cuando probablemente sea algún tipo de muerte.

¿Tiene sentido que la película más demente, obscena e inesperada del año sea también la más emotiva, esperanzadora y humana?
Claro que tiene sentido.
La tontería siempre lo tiene.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Your Name
Japón2016
7,8
27.579
Animación
8
6 de marzo de 2017
141 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al cabronazo que hay en mí no le gusta esta historia.
Ese cabronazo la despreciaría solo por tener la descarada intención de "ser bonita", o por perderse más en las profundidades de sus sentimientos que en las mecánicas de su mitología. ¿Cómo funciona el vínculo que une a Taki y Mitsuha? ¿Por qué precisamente ellos lo comparten?
Cuando en realidad eso no importa.
Porque una película que lo intenta tanto poniendo nombre a sentimientos indefinidos de tener la sensación de conocer a alguien, o de estar inexplicablemente atado a un lugar, bien merece que encierre a ese cabronazo durante todo el tiempo que dure.

'Your Name' podría ser el relato de identidades compartidas más precioso que jamás hayas visto y, al menos en su primera parte, lo es.
Una animación que te deja sin aliento en sus atardeceres y sus brillos te mete en la historia de Taki, un estudiante de Tokio, y Mitsuha, una adolescente del pueblo rural de Itomori.
Hay algo extraño en sus vidas; de vez en cuando, no recuerdan cosas que han hecho o torpezas que los demás dicen que han cometido. El misterio de lo no vivido se cuela en sus rutinas, imponiendo una dificultad añadida que nunca antes había estado allí.
Y ante esa idea, preguntan al anfitrión del cuerpo en el que solo son invitados "¿cómo te llamas?".
La pregunta más sencilla, la que comienza toda relación personal y que normalmente se recibe con la más absoluta irrelevancia, aquí es la puerta a toda una arrebatadora experiencia.

Cuando por fin se responden y se habitúan al transcurrir de los días, los dos comienzan a divertirse, sin plantearse nada más del misterio que los ha unido.
Y es normal: solo son dos adolescentes jugando a perderse y encontrarse, sintiéndose tan eternos e invulnerables como siempre han sido. Entre diarios anotados y días superados se forja una conexión invisible, en la que los límites nadie ha marcado.
Esto es lo que debería ser la vida, si alguna vez fuera ideal: comprender, consolar y ayudar a otra persona, metida en su piel, crecer con otro punto de vista y hacerlo bien.

Por eso, cuando en su segunda mitad la historia decide afrontar las consecuencias de lo que ha desarrollado, el sabor no puede ser más agridulce, ni más melancólico.
Taki y Mitsuha habían pasado los días, sin pararse a pensar qué significaban el uno para el otro, con una conciencia desconectada que solo atendía al caudal imparable de sus respectivas vidas. Ninguno miraba al cielo pensando en el misterio que les unía, y el verdadero sentimiento solo a veces, en los silencios de una temprana mañana, les sorprendía.
Por eso es tan interesante afrontar su pérdida de conexión: por intentar poner nombre a esa sensación apenas recordada que les provoca lágrimas en los ojos, cuando se tiene la impresión de pertenecer a alguien o algo sin nunca saber qué.
La tristeza diaria se instala en su madurez, donde el caudal de vida sigue imperturbable, pero sin nadie al otro lado que les devuelva otra feliz sorpresa en forma de día prestado.
"Ojalá encuentres la manera de ser feliz" le dice alguien a Taki, alguien que antes suponía otra prueba de lo hermosa que era la vida, y ahora solo es cascarón vacío de una promesa incumplida. Su felicidad nunca fue de esa persona que le despide, sino de otra que apenas es capaz de recordar, aún habiendo vivido en su piel.

A partir de entonces, 'Your Name' se convierte en una lucha por la persistencia de la memoria, ante una realidad que se mueve demasiado deprisa y solo nos deja apreciar los momentos inolvidables cuando ya nos han dejado sus cicatrices.
El crepúsculo eterno de una fugaz conexión guía las conciencias de Taki y Mitsuha, buscando en sus entrañas algo que les ha sido dolorosamente silenciado, y que están dispuestos a recuperar por mucho dolor que les cause.

Porque aquella conexión siempre fue real.
Porque, sin saberlo, la convirtieron en la principal razón para levantarse cada mañana.
Y porque, en el fondo de su corazón, siguen creyendo que el tiempo perdido devolverá el afecto encontrado, aunque ni ellos mismos sepan dar una razón.
A veces, no hace falta una: sentir un sueño real en la inmensa marea de la existencia debería ser suficiente.

Y es entonces cuando el cabronazo que hay en mí se hunde en sentimientos tan puros que despiertan anhelos dormidos.
Y sé que me están hablando de las únicas cosas que valen la pena en esta vida, la clase de desvelos que se persiguen incansablemente por mucho que no sepas explicarlos.
Y me doy cuenta, con cierta tristeza, que un momento puede durar para siempre, aunque para siempre solo sea un momento, si eso tiene sentido.

Ojalá que todos encontremos el valor para seguir los leves rastros de ese momento extraordinario, en nuestra a veces demasiado cotidiana vida.
Ojalá no nos dejemos llevar por la marea, sin ceder nunca a la inmovilidad vital que nos silencia ante esos leves rastros, por mucho que nuestra alma esté gritando de felicidad.
Y ojalá que podamos seguir comenzando historias, preguntando un sencillo nombre.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
30 de mayo de 2016
193 de 257 usuarios han encontrado esta crítica útil
A 'Dioses de Egipto' le ha caído de todo.
Que si acusaciones de racismo por no representar egipcios algo más morenitos, que si escenarios dignos de un videojuego mal acabado, que si todo mal por versiones supuestamente apócrifas de deidades antiguas... todo ello el perfecto anzuelo polémico que han mordido figuras públicas y respetadas como Ava DuVernay, enterrando su carrera comercial antes de nacer, y convirtiéndose en el fracaso más sonado del 2016.
Cuando la verdad es, señora DuVernay, y respetables miembros del público, que quizá nos hemos olvidado de una de las funciones más antiguas del cine: entretener.

Nadie se quejó, hace años, cuando 'Star Wars' llegó a los cines y no había ni una sola minoría étnica en su reparto (ahora ya sí, venga, que ya toca). Demonios, nadie se quejó tampoco de que en Blade Runner todos los replicantes fueran más blancos que la leche. ¿Y por qué?
Teoría personal por propia experiencia: el espectador, cuando entra al cine a ver fantasía, hace un acuerdo tácito con el director de que se va a dejar llevar a cualquier mundo irreal, simplemente por el placer de que pueda parecer real. Esa es la magia del cine, hacer posible lo imposible. Dejarnos fantasear, por unas horas, con algo que sabemos no existirá. Ojo, eso no invalida, para nada, que la película-denuncia de la señora DuVernay se pueda ver en la sala de al lado, o incluso (ojo, ojo) que se puedan ver y apreciar las dos por igual.
Y sí, los tiempos han cambiado, el cine ya puede representar minorías, bla, bla, bla... sí, pero parece que los que no cambian son los cabeza cuadrada que no aceptan el cine como entretenimiento, y aún más, los que se empeñan en que la fantasía sea "realista", cuando nunca ha necesitado serlo.

En ningún momento miré a Horus y dije "vaya basura de película, ese tío rubio con cuerpo trabajado a gimnasio no se parece en nada a mí, ¡¿para cuándo dioses que me representen?!" sino más bien "uhm, una historieta sobre un dios que debe ganarse la admiración de sus súbditos con estética egipcio-chula, mola". Me dejé llevar por la fantasía de que un Egipto poblado de brillos y templos hubiera podido existir, sin pensar que un dios de ocho metros con armadura dorada viviendo entre mortales tendría que parecerse a nada de lo que veo habitualmente.
Y fue bien, muy bien de hecho: me llevé un tour por el desierto huyendo de serpientes gigantescas, luché contra Set por la coronal real en el pico de un colosal obelisco y hasta me llevé un bonito recuerdo de la diosa Hathor, una pobre víctima de las circunstancias capaz de sufrir lo imposible por amor, fin último de su existencia. No me vi representado en ninguno de los personajes, pero tampoco hacía falta, eso no me impidió participar en esta épica de dioses aceptando su razón de ser, con fascinante imaginería egipcia de por medio. De hecho, hasta podría decir que el que estuvieran atormentados por tener que ocupar un sitio que no quieren, pero deben, a lo tonto me hizo empatizar con ellos (¡y no se parecen en nada a mí eh! no creía yo que fuera posible eso).
Ni siquiera me sacó de la película la sosísima pareja de humanos, aunque para ser sincero sus te-querré-siempre palidecen en comparación de un magnífico Geoffrey Rush en la piel del Dios Sol Rá, montado en un carro divino que lucha cada día con un monstruo humeante que representa la negra noche. Releed ese final de frase y revisad el pulso, porque si no se altera me temo que ya estáis cerca de conocer a Anubis.

Cuando terminó la película volví a mi vida, donde creo que nunca existieron dioses gobernando en Egipto. Mierda, y hasta las imágenes de las agencias de viajes se parecen poco a las orillas del Nilo que he visitado. ¿Y sabéis qué? Creo que los antiguos egipcios tampoco hablaban en inglés.
Pero en el fondo yo ya lo sabía, y supongo que mucha gente también. Son Ava DuVernay y los cuatro quejicas de siempre los que no lo saben, parece.

¿Y lo triste que tiene que ser pedirle al cine que siempre sea realista y serio, sin dejar que muestre los mundos fantásticos que puede llegar a crear?
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
26 de diciembre de 2018
145 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo también quise ser Peter Parker cuando era crío: quería lanzar las telarañas, enredarme en un intrincado sentido de la responsabilidad y zurrarme con villanos a tiempo parcial mientras ocultaba mi identidad secreta de familia y amigos.
Con el tiempo, leyendo bien las líneas maestras de Stan Lee y Steve Ditko, me di cuenta de que ya era Peter Parker, pero la presencia mediática de esos sueños infantiles (mal entendidos) me seguía robando la idea de que veía un tipo cualquiera, y en su lugar había un espectacular, archifamoso superhéroe.
Faltaba una piedra clave en este legado, una que lo desbloqueara para una época más autoconsciente, y nos librara de la larga sombra proyectada por (ahora sí) el perfecto, triunfador Peter Parker.

Por eso 'Spiderman: Un Nuevo Universo' se centra en el joven Miles Morales, creciendo en el Manhattan exitosamente defendido de un Spiderman adulto.
Necesitábamos, los fans y los que no lo son tanto, volver al momento complicado en que las responsabilidades aprietan más rápido de lo que podemos resolverlas, y constantemente televisión o literatura nos recuerdan que demasiada gente lo ha conseguido mucho antes que nosotros (no por casualidad está omnipresente ese tomo de "Grandes Esperanzas"...).
Miles es el chico que todos fuimos, o en cierta manera seguimos siendo, que no va a ser ya el primero en lucir poderes arácnidos, sino que viene a ser otro más en la imagen completa, y debe encontrar su lugar dentro de eso. A fin de cuentas, ya ni los superhéroes provocan la misma admiración ciega solo por presentarse.

Visto así, el traje pijamero de tienda de disfraces que se calza (si has sido fan, tenías uno igual) es de lo más adecuado para formar equipo junto a un maduro Peter Parker de barriga incipiente y vida disoluta, lejísimos de ser el héroe que pensábamos.
En un punto de vista puramente simbólico, ambos están intentando ponerse a la altura de su propia leyenda, mientras Nueva York se desmorona en parches de dibujos animados, tal vez como alegoría de un equilibrio en la imaginación colectiva comiquera que ha sido claramente alterado.
La historia les pertenece a ellos por ser las piezas más díscolas de la familia arácnida, pero ello no impide disfrutar de la interesantísima Spider-Gwen, de un Spiderman Noir tan duro como su trazo a blanco y negro, o de una Peni Parker y un Spider-Ham que acercan las peleas a un delirio anime de tortazos dibus a lo Hanna-Barbera: más que comparsas, iconos en cada una de sus dimensiones, y pruebas de que un concepto se puede estirar en todas direcciones si es lo suficientemente asombroso.

En la colisión de mundos están los detalles curiosos de sus respectivos pasados (a veces, Peter Parker era el villano), las ideas directamente brillantes como hacer que Tía May pueda solidarizarse con diferentes versiones de su sobrino favorito, o las sorpresas genuinas de Kingpin, Duende Verde, Merodeador y cía, mutados en mecánicas y variadas formas para seguir haciendo la vida imposible al trepamuros.
Afortunadamente el torbellino de animación pop con textura de cómic nunca se olvida de que su corazón estaba con Miles en primer lugar, y en uno de los mejores momentos le pregunta: ¿eres capaz, sabes lanzar la telaraña, poner en riesgo tu vida y, en última instancia, compartir esa pérdida (vital o familiar) que asola a todos los que llevan la araña?
Miles puede que no sepa, porque solo es un niño. Pero Peter Parker tampoco sabía, hasta que empezó a ponerse el traje día tras día.

Aplaudo, porque he vuelto a la infancia en espíritu de Miles o Gwen, desde la mirada de un Peter viejuno con barriga.
En realidad nunca debí haber querido ser Peter Parker.
Porque ya era Spiderman, y bajo la máscara hemos cabido todos los que sabíamos que iba a salvar el día.

Un gran poder sigue conllevando una gran responsabilidad, eso no se olvida.
Pero nuestro error fue pensar que eran palabras míticas grabadas en piedra olvidada, y no una fórmula con la que cualquiera puede convertirse en su propio superhéroe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
25 de diciembre de 2018
134 de 151 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte es un crimen, dijo alguien.
No existe eso de arte "apto para todas las edades" o políticamente correcto, porque está más allá de esos condicionantes.
Existe tal como es, se aprecia plenamente, o como buenamente se pueda, y luego ya se vomitará en algún medio digital que su responsable es un enfermo mental. Así se duerme tranquilo, pensando que los temas realmente jodidos no nos pueden tocar.

'La Casa de Jack' es una meditación al respecto, pero también un desenmascaramiento intencional por parte de Lars Von Trier.
Él, como su protagonista Jack, también se ha pasado la vida de incidente a incidente (en Cannes), profundamente metódico y perfeccionista, simplemente para mostrar esos lugares oscuros que nadie se atreve a transitar. No es una misión divina, no es ni siquiera una manera de mostrar una verdad suprema, simplemente es un punto de vista como otro cualquiera.
Porque es estupendo recrearse en los romances o dramas que gustarán a otros, pero también es sibilinamente cómico observar cómo una autoestopista con mirada cómplice de Uma Thurman puede dar tanta chapa sobre asesinos seriales, sin darse cuenta de que tiene uno delante a punto de abrirle su resabidilla cabeza.

Jack, al abrigo de la oscuridad, en un descenso al abismo que no vemos, desgrana su vida y no se disculpa por nada de lo que vamos viendo.
No tendría sentido, no hay una infancia traumática ni un comportamiento represivo, sino genuina curiosidad por el daño que puede soportar un cuerpo humano, la misma que tantos dictadores y monstruos ejemplares de la Historia han explorado: es un modo de vida, una lente a partir de la cual verlo todo, porque donde otros queremos la fotografía él se queda con el negativo de luces oscuras.
Durante el autorretrato dividido en varios incidentes, su confesor Verge le repite que ya se lo han contado de todo color y pelaje, que no hay ninguna obsesión que le pueda sorprender o ninguna justificación que se pueda aceptar, pero Jack, como todos, se empeña en que bajo su luz oscura el mundo realmente se aprecia diferente. Bonito paralelismo Von Trier así nos cuela hacia si mismo, esgrimiendo su habitual no saber hacer arte de otra manera y auto-homenajeando los aires de grandeza presentes en toda su filmografía.

Jack tiene razón, pese a que al principio te puedas resistir a verlo, o simplemente te rías con su perfeccionismo compulsivo (Von Trier tampoco es tonto, y sabe que hasta el más iluminado tiene patéticas fallas con gracioso resultado).
Es cierto, nunca se me habría ocurrido pensar en la matemática animal de una presa salvaguardando a sus crías, perfectamente aplicable a una mujer con hijos a la que le dicen que tiene bala ya reservada, haciéndonos evidentes como seres de costumbres genéticas. Tampoco imaginaba que fuimos tan retorcidos como para plantar sirenas innecesarias en aviones que desmoralizaban al enemigo, o que las balas de chaqueta metálica fueron desarrolladas en un alarde de inquina para ahorrar munición a cada matanza.
Aunque probablemente el detalle más cruel, el que inclina nuestro favor hacia la híper-cordura de Jack si no lo hemos hecho ya, es verle gritar junto a su víctima que hay un asesino en el edificio, solo para recibir el más aplastante silencio: a una gran mayoría de gente, en el fondo, se la sudan los demás y no se ensuciarían las manos si lo pueden evitar.

Algo muy parecido sucede siendo público de esta película, habiendo llegado tan lejos, y comprobando que pasados los minutos te conviertes en una especie de voyeur glorificado, progresivamente más desconectado de las atrocidades para soportar verlas, aunque con el suficiente interés en seguir viendo cuál será la siguiente.
Aquel policía incrédulo, aquel mecánico ausente, no hacen nada a la más leve sospecha porque gustan de ver como nosotros, no de meterse en problemas al ayudar: eso sería casi aceptar que visiones del mundo como la de Jack existen, y queremos blindarnos de ellas todo lo posible.
Y cuanto más miramos, más comprendemos su preocupación por dejar sin limpiar la más pequeñita manchita de sangre, o le compadecemos por las chapuzas amontonando cuerpos en su cámara frigorífica, esperando que supere cualquier obstáculo en su camino. Será proscrito, será brutal, será perverso... pero a su retorcida manera es un artista, que no puede dejar de crear a su paso, construyendo una casa cárnica en hueso que le representa mucho más que cualquier conjunto normalizado de madera y teja.

Habrá gente horrorizada al observar semejante cuerpo de trabajo, y está bien. Pero también habrá otra gente que sienta lo repulsivo, lo sobrecogedor y el sufrimiento, y sea capaz de ver cómo forma parte definitoria de este mundo.
Como Jack, Lars Von Trier también trabaja para que no nos olvidemos de que el infierno está presente, entretejido en las vísceras de todo lo que es bueno y divino.

El descenso a los infiernos que se muestra parecería entonces una redundancia, pero es necesario como reflexión silenciosa sobre lo que dejamos atrás, sobre lo que nos espera y sobre lo que nos hemos negado al avanzar, recordando lo humilde que es el recorrido de Jack, y por extensión el del adorado, multipremiado director Lars Von Trier.
Hay un ingeniero en cada uno de nosotros, asumiendo las órdenes de nuestro propio arquitecto. Siempre nos saldrá una casa distinta, pero casa a fin de cuentas: puerta de nuestro infierno particular, y maltrecho legado a todo lo que quisimos lograr.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 3 4 5 10 213 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow