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Críticas de El Despotricador Cinéfilo
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Críticas 95
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
23 de agosto de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi admiración, fascinación, valoración y aprecio por Meryl Streep no ha dejado de crecer a lo largo de los últimos años (o más bien dicho: a lo largo de las últimas décadas) pues estamos ante una de las actrices más brillantes, dotadas, sublimes, talentosas y soberbias que ha dado el cine en toda su historia, hasta el punto que muchos la consideran la mejor actriz de todos los tiempos, y no seré yo quien lo ponga en duda, pues el abanico de personajes dispares, difíciles, memorables y fascinantes que nos ha brindado Meryl Streep desde siempre se cuentan por docenas.

Aclarado este punto no hay que ni decir que en "La dama de hierro" está tan magnífica e impecable como siempre y ese tercer Oscar que ha ganado era más que merecido. Aquí se acaba todo lo bueno que se puede decir de la película.

Ya en su momento cuando me enteré que Phyllida Lloyd iba a ser la directora (una persona cuyo único supuesto logro fue convertir el divertidísimo, alegre y colorido musical de "Mamma mía" en una película sosa a rabiar a pesar del gran esfuerzo de sus intérpretes) me eché a temblar. El resultado no puede ser más patético. Cierto que cae en los errores de todos los biopic de intentar condesar y abarcar toda una biografía en una sola película, lo cual casi siempre es imposible ("J. Edgar", "El aviador", etcétera) , pero si solo fuese eso su mayor defecto sería perdonable. Lamentablemente éste es solo uno de ellos.

"La dama de hierro" es aburrida (y mira que es difícil hacer aburrida la vida de la carismática Margaret Thatcher, una de las políticas más influyentes e importantes de toda la historia), es insulsa, es ridícula, es sumamente trivial (con lo interesante que hubiese sido un análisis riguroso, detallado y repleto de matices de la figura política y personal de la Thatcher). Pero, sobre todo, es cansina, sumamente cansina.

Cansina es lo que mejor describe esta "Dama de hierro" porque no hace más que regodearse, una y otra vez de forma agotadora, en su relación con el fantasma de su marido fallecido, así como en la debilidad física y mental que sufre el personaje en su vejez. Lo que cualquier buen director hubiera, con solo dos secuencias, mostrado y aclarado, Lloyd machaca de forma constante una y otra vez, sin cesar, abarcando todo el metraje de la película. Qué desperdicio de historia. Qué desperdicio de posible gran película. Qué gran pena de lo que podría haber sido. En fin, nos consolaremos pensando que por lo menos tenemos a Meryl Streep, que sino...

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6
17 de agosto de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo siempre ha caracterizado a los grandes directores es la sutileza. Ese don tan maravilloso de la sutileza que utilizada correctamente y dosificándola en pequeñas dosis puede producir efectos maravillosos y aportar infinitos y relevantes matices a una película en cada una de sus escenas. Un Maestro del arte de la sutileza, entre otras muchísimas virtudes, fue mi siempre admiradísimo Billy Wilder que en "El gran carnaval" filmó una de sus Obras Maestras más memorables, con una vigencia hoy en día incuestionable pues se adelantó décadas a lo que acabaría convirtiéndose el periodismo sensacionalista y la televisión basura.

Pues bien, Alex de la Iglesia (el cual tiene en su haber, al menos, una Obra Maestra: "El día de la bestia") de "El gran carnaval" ha copiado solo el argumento, pues del buen hacer y la sutileza wilderiana no ha querido (o no ha podido) aportar nada en esta "La chispa de la vida".

En "La chispa de la vida" todo está rodado digamos a martillazos, con vehemencia, con ferocidad y de una forma descarnadamente directa y vulgar, muy vulgar. Como si se hubiese rodado con muchas prisas y por puro encargo (y no es de extrañar, pues el guión extrañamente no es suyo sino del estadounidense Randy Feldman). Todo está filmado como muy pasado de rosca y de una forma tan exagerada que sinceramente no acabo de comprender el porqué.

Quizás el director ha pensado que debe ser duro, directo, visceral, impactante, asequible y obvio para que todo el mundo capte el mensaje de humanidad que pretende arrojar el film, y vaya que sí lo consigue, pero de una forma tan chabacana que parece urdida por esos miserables programas televisivos a los cuales quiere criticar. Es imperdonable que todo esté tan esquematizado y, algunos personajes, como el de Juanjo Puigcorbe o Fernando Tejero sean tan caricaturescos y paródicos que sea imposible creérselos. En la vida real nunca los buenos son tan buenos y los malos son tan malos, sin fisuras, sin matices, sin sutileza al fin y al cabo. Los trazos del guión están escritos con brochazos y eso resta credibilidad al conjunto final. Ay, es exasperante como se malgasta su talento en un guión que le resulta tan ajeno.

De todos modos, "La chispa de la vida" aunque esté vulgarmente contada debe visionarse para recapacitar acerca de su terrible mensaje sobre la crisis, el paro, las injusticias, la dignidad y, sobre todo, el afán de sensacionalismo desalmado que nos rodea.

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7
7 de agosto de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las grandes expectativas conllevan grandes decepciones la mayoría de las veces. Un ejemplo muy significativo para mí siempre fue "El aviador" (Martin Scorsese, 2004) que me generó muchas expectativas por: un gran director (uno de los más grandes, sin duda), narrar la vida de uno de los personajes absolutamente más fascinantes, interesantes y complejos del siglo XX (Howard Hughes) e interpretada por uno de los mejores actores de su generación (pues Leonardo Dicaprio, ya incluso en la época de "Titanic", tenía un talento desbordante e incuestionable). Sin embargo, El aviador resultó una película simplona, lineal, aburrida, pesada y, sobre todo, insustancial (no profundizando nada en el jugoso personaje de Hugues y en todas las famosas y peculiares excentricidades que hizo).

Por eso al enfrentarme a "J. Edgar" me temí una nueva decepción pues lo que se nos ofrecía era de unas expectativas excepcionales: magistral director (Clint Eastwood hoy en día es posiblemente uno de los más grandes de toda la historia), talentoso actor protagonista (de nuevo Dicaprio) e historia sobre uno de los personajes más ambiguos, complejos e interesantes del siglo XX, casi tanto como Howard Hugues, el polémico y poderoso Edgar J. Hoover que durante 48 años gobernó el FBI con mano de hierro y métodos más que discutibles.

El resultado final es una sensación agridulce, pues aunque es muchísimo mejor y más entretenida que "El aviador" pero, aun así, "J. Edgar" no llega al nivel de calidad de otras obras de Eastwood.

Soy consciente de que es muy difícil, dificilísimo, condensar la asombrosa vida de Hoover en una película de dos horas y pico. Qué daría para una película de 10 horas por lo menos y que es imposible abarcar todo lo que hizo y lo mucho que influyó en la sociedad estadounidense a lo largo de casi 50 años en los que fue incluso más poderoso que todos los Presidentes de ese periodo. Lo que me irrita es como el guión se ha volcado prácticamente en un tema: la homosexualidad de Hoover y lo débil que era emocionalmente por culpa de dicha homosexualidad, dando a entender que era la causa de muchas de sus polémicas acciones. Eso para mí es un error, con solo haberlo esbozado ya sería suficiente, pero la película se recrea en ello, así como en la relación enfermiza con su madre, no dejando tiempo a desarrollar aspectos mucho más interesantes e impactantes en la vida de este personaje singular y seminal de la historia estadounidense.

Una pena sin duda no haber retocado y ampliado más ese guión, porque por lo demás es una película magnífica con un Dicaprio extraordinario y una sutil dirección de Eastwood repleta de matices. Pero claro, sin un buen guión...

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7
10 de julio de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que este "Caballo de batalla" me ha quedado desconcertado y que Steven Spielberg (perdón, el Gran Maestro Steven Spielberg, quería decir) ha dirigido una película espléndida que decepcionará mucho a todos aquellos que no sepan (o no puedan) cogerle el tono adecuado.

Aquellos (como yo a priori) esperen al Spielberg más dramático, serio, maduro y hasta cruel de "La lista de Schindler" o "Salvar al soldado Ryan" quedarán muy contrariados, no porque no abunden las escenas terribles de guerra (que las hay y todas, absolutamente todas, están espléndidamente rodadas como no podía ser menos) sino por el tono infantil, inocente, fantasioso y sumamente irreal de cómo está contado. Todo en la película es una fábula. Es un cuento infantil. Es una película para todos los públicos rodada con una ingenuidad e inocencia aplastante que desconcierta. Eso sí, una vez que consigues cogerle el tono a este extraordinario "Caballo de batalla" estamos indiscutiblemente ante una de las más obras más singulares del genio norteamericano.

Quizás el problema de "Caballo de batalla" es que se ha rodado en el siglo XXI y desgraciadamente nuestros ojos adultos están ya muy contaminados por la miseria, maldad y crueldad que hemos visto. Pero si se hubiese estrenado por ejemplo el mismo año que la célebre "Fuego de juventud" (1945, Clarence Brown) -–Una película con la que tiene muchísimos puntos en común y que curiosamente no he visto ninguna crítica que las relacione- estaríamos hablando de un film con el aroma del añorado cine de antaño. Y es que esta obra de Spielberg destila cine clásico (rancio lo llamarían algunos) por los cuatro costados. Es puro cine. Es puro John Ford. Es un clásico desde ya (y el tiempo me acabará dando la razón).

Por supuestos que a todos, y a mí el primero, nos chirría ese tono de fábula inocente y todos esos personajes intencionadamente simples y unidimensionales repletos de bondad, nobleza, entrega, ideales, humanidad, compasión y buenos sentimientos. O incluso nos irrite hasta ese recurso cinematográfico tan arcaico hoy en día como que todos los personajes por toda la Europa de 1914 hablen el mismo idioma y solo se diferencien por el acento de su correspondiente país. Pero, si hacemos el esfuerzo (y mira que cuesta), de ver la película con ojos de un niño complaciente estaremos contemplando una verdadera ración de cine clásico con imágenes indelebles y un espectáculo maravilloso (con, por si fuera poco, una música radiante y bellísima del Maestro Williams) que, quizás, nos hace sentirnos mejores personas, tal y como conseguían muchos de esos otros clásicos de la historia del cine del siglo XX.

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8
10 de julio de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue Godard el que dijo: "Bresson es al cine francés lo que Mozart a la música alemana o Dostoievski a la literatura rusa". Yo, gran desconocedor de la obra de Bresson, no soy quien para corroborarlo pero después de visionar "Las damas del bosque de Bolonia" sí que puedo afirmar que estamos ante un director muy peculiar con una sensibilidad tan marcada que se deja filtrar en su obra, o por lo menos en el caso de esta película.

Lo primero que llama poderosamente la atención en "La damas del bosque de Bolonia" es lo rabiosamente moderna que es, lo arrebatadoramente perturbadora que es y, sobre todo, lo despiadamente cruel que es prácticamente desde su primer minuto. Se suele decir que Cukor es el gran director de mujeres pero en ese caso creo que pocas veces las mujeres han estado mejor dirigidas, con una interpretaciones tan fascinantes, asombrosas y sobrecogedoras, sobre todo en el impagable personaje de María Casares (excelente actriz coruñesa que gracias a esta película merece estar en los altares de las mejores actrices francesas de todos los tiempos).

La interpretación de Casares como la adinerada, inteligente, sensual y alevosa Hélène es de pura antología, demostrando con mucha sutileza todas las caras que puede tener un personaje tan inolvidable. Su convincente retrato de mujer mala, pérfida, retorcida, vengativa y maquiavélica por motivos triviales y pueriles son de los que ponen los pelos de punta. Es la pura maldad personificada y la crueldad absoluta en la mujer. Todo acompañado con esa inmensa inteligencia y talento para manipular a los personajes que la rodean, sobre todo al pelele de Jean (Paul Bernard) y a la sensible y desgraciada Agnès (Elina Labourdette) para así estallar en ese final arrebatador donde la palabras de “usted, usted, usted” hace que se nos congele el corazón.

Y todo ello me lleva a pensar cuantísimos puntos en común tienen la muy aplaudida interpretación de Glenn Close en la afamada "Las amistades peligrosas" (realizada más de 40 años después de "Las damas del boque de Bolonia") con este personaje de Hélène, pues ambas se mueven por las mismas motivaciones pérfidas, objetivos maquiavélicos, sentido irresponsable, egoísmo y conducta pueril con tal de satisfacer sus infantiles deseos, aunque con ello lastren, dañen y maten sentimentalmente a personas inocentes. Ay, y todavía habrá quien piense que las mujeres por naturaleza no son malas e infames :)

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