La resolución del último capítulo, sacando de la chistera a uno de los personajes más estereotipado de la serie que es la dueña de la cantina, con escopeta en mano con su hijo en pleno monte para rescatar a la protagonista que se acaba de tirar de un coche en marcha deja a las claras que respeto por la inteligencia del espectador no existe mucho.
Otro punto bastante pueril es hacer que el marido de la protagonista sea precisamente el que rescate después de una paliza a uno de los alumnos de su esposa.
Vamos que el cuidado por el detalle baja a niveles básicos.
Una pena.

Una fotógrafa en Madrid busca a una asociación que se haga cargo de la búsqueda de los restos de su abuelo víctima de los nacionales en la guerra civil, encuentra a un científico casado del cual se queda embarazada, exime al padre de toda responsabilidad, tiene el niño y su compañera de habitación en el hospital es una menor de edad que ha quedado embarazada producto de una violación tipo manada, esa menor es hija de una actriz que se desentendió de ella durante estos años pero ahora han recuperado relación. La fotógrafa vive en un piso de un millón de euros, decorado "artdecó" con piezas increíbles, tiene "chacha" que le plancha y una chica "au pair" que le cuida a su bebe, todo dentro de un contexto muy feminista, que eso siempre da audiencia. Sin embargo empieza a dudar de que la niña es suya porque tiene rasgos étnicos iberoamericanos. Llegado a ese punto se hace prueba de maternidad: no es la madre. El bebe de la adolescente muere de muerte súbita. Se reencuentran y se acuestan. Nueva prueba de maternidad, esta vez a la adolescente: es la madre del bebe, se los han cambiado en "observación" en el hospital, las madres se acuestan y forman pareja. La fosa común se pude abrir, charla ideológica totalmente fuera de situación, para saber en el país donde vivimos donde en una guerra civil unos disparaban con balas y otros con rosas rojas. La adolescente se lleva a su niña de ya casi dos años a su casa, y la otra madre lo soluciona con una noche de lloros y quedándose embarazada de nuevo del científico que ya a estas alturas ha dejado a su mujer enferma de cáncer y es el momento de ir por el pueblo preguntando para saber que un sonajero está en la fosa común de apenas 40 centímetros de profundidad. La escena final es una alegoría al mal gusto y a la superioridad ideológica de alguien que ya lleva muchos años alejado de la realidad mundana, endiosado en su productora multimillonaria y rodeado de palmeros.