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Críticas de lavidadelreves
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Críticas 104
Críticas ordenadas por utilidad
5
27 de junio de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo aquello que nazca para ser comercial terminará siéndolo. Por ejemplo, en un guión se pueden incorporar buenas ideas, seriedad narrativa, una estructura coherente. Lo que sea. Pero el afán comercial, ese querer vender a toda costa, lo estropea todo. Un buen guión como locomotora comercial es carne de marketing.
El hombre de acero tiene cosas muy buenas. Un guión que quiere tratar al personaje como el mito que es, unos medios técnicos deslumbrantes; una banda sonora muy bien diseñada (Hans Zimmer firma una partitura muy personal en la que sobresalen los graves para apabullar, una partitura que sin saber el nombre del autor se le adjudicaría a él; le acompaña Junkie XL); y un reparto que cumple más que bien (la sosería infinita de Henry Cavill habrá que perdonarla). Pero todo esto se lo entregan a un histérico que quiere deslumbrar moviendo la cámara sin parar (este no es otro que el realizador Zack Snyder) y todo se viene abajo. Todo a todo volumen, todo a toda velocidad. Y todo se reduce a un alarde vacío que termina por arruinar lo que podría ser un excelente trabajo.
El estruendo constante hace que lo demás -que es lo importante- pase a segundo plano. El ruido ensordecedor y la cantidad de puñetazos, explosiones, edificios derrumbados y aeronaves derribados. El final de la cinta es delirante en este sentido. Muy bien los efectos especiales, los visuales y los de sonido. Pero El hombre de acero es una película de cine y no un videojuego. Y tanto alboroto no funciona bien.
Si ven la película comprobarán que faltando el ruido, quedando la cámara quieta unos instantes, pasan muchas cosas en la pantalla. Muchas e importantes. Una pena que el guión de David S. Goyer se quede en menos de lo que podría ser. La historia original fue escrita por este guionista y por Christopher Nolan. Como estarán comprobando, hay mucho nombre y mucho ego para un solo trabajo. Este ha podido ser un problema y de los grandes.
La película es irregular. Al querer dejar justificado y explicado casi todo, se pasa de momentos de gran vértigo a la calma absoluta, de una acción frenética a la reflexión profunda, de no decir nada a querer decirlo todo. Una historia que reinventa el mito de Superman aunque incluye todos los elementos que hacen del superhéroe lo que es.
Henry Cavill se podría haber quedado dormido en cualquier toma. Más parado, más inexpresivo y más soso no se puede ser. De hecho, ni se inmuta cuando aparece por allí Amy Adams que no está mal en su papel, pero que no hace pareja con este chico ni a la de tres. Michael Shannon es el villano. Creíble y contenido cuando su papel invita a todo lo contrario. Russell Crowe y Kevin Costner defienden papeles muy cortos aunque están bien plantados frente a la cámara. Hacen lo que les toca.
El hombre de acero es una película excesivamente larga. Lo que cuenta hubiera podido colocarse en una cinta de cien minutos como máximo. Pero como todo se envuelve con grandiosidad técnica y visual, la cosa se va alargando hasta causar pereza. ¿Es una película entretenida? Sí; los golpes, las explosiones y las naves espaciales que explotan, son muy agradecidas. Pero no deja de ser decepcionante. Las expectativas de muchos no han sido cubiertas en absoluto. Demasiados egos en la misma coctelera. Y, sobre todo, demasiado alboroto en la pantalla.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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9
18 de junio de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los norteamericanos tienen una clara tendencia hacia la exaltación de lo propio. De igual potencia que cuando se trata de dibujar a sus enemigos (reales o imaginarios) como monstruos tenebrosos. Y el cine, casi siempre lo han utilizado como vehículo difusor de esas tendencias tan patrióticas. A pesar de todo, alguna vez, y con esta premisa por delante, han logrado películas muy meritorias e inolvidables.
Objetivo: Birmania (Objective, Burma!) es una de esas cintas sobre las que se puede volver sabiendo que el disfrute está asegurado.
Es importante echar un vistazo a la película en versión original. La traducción que se realizó en España es espantosa. No sólo los diálogos se modificaron de forma absurda; la banda sonora perdió calidad en cada nota de la partitura y los efectos de sonido se diluyeron e incluso desaparecieron sin dejar rastro. Habrá que pensar que la censura fue radical y torpe, que el traductor era experto en latín y griego o algo así.
Objetivo: Birmania es una película bélica. Pero fue rodada en 1945. Eso significa que es más inocente que maliciosa o dura o violenta. Inocente en todos su ángulos, casi infantil en algunos aspectos. Ni gota de sangre, ni una sola escena en la que podamos ver algo horrible. Muchos muertos, eso sí. Matanzas en toda regla que, entre otras cosas, comienzan con una realizada por el ejército de EEUU. Lo que ocurre es que se ve compensada con otra mucho más brutal y sangrienta por parte del ejército japonés. En esta película se enfrenta la bondad, heroicidad y glamour de los soldados norteamericanos con la cara de mal genio, los gritos terribles (hasta para dar las gracias) y la maldad de los japoneses. La lealtad ciega, el patriotismo o la valentía de unos queda bien clara. El salvajismo, fealdad y traición de otros es patente.
Norteamérica se dibuja como la gran nación que salva al mundo. Tanto es así que la película se prohibió en el Reino Unido tras el estreno. Los británicos se sintieron insultados al comprobar que, según este guión, sólo el ejército de EEUU recuperó Birmania o eso podía parecer.
La película se presenta sobre la base de un espléndido montaje en el que se elimina lo superfluo y convierte la trama (lineal de principio a fin) en algo perfectamente comprensible y atractivo.
El guión busca desarrollar las psicologías de los personajes aunque no deja cabos sueltos al centrarse en la misión militar. En conjunto es un trabajo minucioso, ofrece una gran cantidad de información y deja sugerido todo lo que puede herir sensibilidades.
Objetivo: Birmania se rodó en las marismas de Orange County (California) y, algunas cosas, en el Jardín Botánico de Los Ángeles. Los escenarios están muy bien conseguidos y el tratamiento del fotógrafo James Wong Howe es extraordinario. Wong saca todo el jugo posible a un blanco y negro que resalta lo frondoso de esa vegetación haciendo creer al espectador que se trata de una jungla verdadera. Se intercalan secuencias aéreas reales que refuerzan la idea de credibilidad escénica. Son muy destacables los efectos sonoros que incluyen cantos de aves, movimientos de agua o ruidos procedentes de la jungla mezclados inteligentemente.
Entre unas cosas y otras, la sensación de verdad es total. Se suma una partitura extraordinaria firmada por Franz Waxman que incide con ímpetu en los picos de tensión o aporta continuidad a las secuencias que muestran el penoso movimiento de los militares.
Pues, con todo esto, el realizador Raoul Walsh, logró una cinta que podría ser una de las tres mejores rodadas inmediatamente después de finalizar la Segunda Guerra Mundial.
La película está bien narrada y muy bien dirigida; astutamente dosificado el material. El trabajo con los actores es espléndido. George Tobias, William Prince o Henry Hull, por ejemplo, defienden sus papeles con solvencia. Pero, claro, es Errol Flynn, con su papel de Capitán Nelson, el que acapara toda la atención. Su personaje condensa el grueso de los valores que se defienden en la película. Es buen jefe, es bondadoso, no duda en llorar si es necesario, es buen estratega, duro en el combate. Todo lo que representa el ejército de los EEUU para los norteamericános. Flynn hace un buen trabajo. Además, cuentan las crónicas que era estupendo trabajar a su lado. Sólo si estaba de buen humor.
La película contiene buenas dosis de moralina. El mal menor antes que un desastre; el fin justificando los medios; pero tratado desde el patriotismo más radical, desde los buenos muy buenos y los malos perversos hasta más no poder. Y eso convierte cualquier idea moral en moralina pura.
El que escribe pudo ver esta película hace muchísimos años, siendo un crío. Resultó inolvidable. A pesar de las pegas descubiertas más tarde, de algún cambio en el punto de vista imposible; a pesar de todo, sigue siendo una película difícil de aparcar para siempre. Debe ser que la atracción de la violencia disfrazada de inocencia funciona.
Prueben. Merece la pena.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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9
9 de junio de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Almodóvar es tan querido como odiado; resulta extraño a unos y cercano a otros; unos le toman por una especie de idiota que dedica todos sus esfuerzos a forzar la máquina de la transgresión y otros como una mirada fresca y necesaria ante tanto puritanismo. Esto es lo que siempre ha pasado y seguirá ocurriendo con los genios. El que escribe, sin dudarlo un momento, se apunta a la cercanía, a la mirada extraordinaria y a una enorme admiración por la obra del director manchego. La peor de sus películas supera en mucho a gran parte del cine que nos ofrecen las distribuidoras.
Almodóvar sabe dirigir a sus actores magistralmente; siempre consigue guiones deslumbrantes, llenos de inteligencia y de zonas oscuras que sólo él es capaz de enfrentar con acierto y con un humor descarado y certero. Es verdad que alguno de esos guiones son como una montaña rusa y pierden algo en las bajadas, pero en general, el nivel es magnífico. La cámara, en sus películas, parece no existir porque la elegancia de las tomas nos hace olvidar que lo vemos es una película de cine. La puesta en escena es siempre elegante. No hay una sola secuencia que no forme parte de una planificación exacta del trabajo. Sabe rodearse de buenos fotógrafos, de buenos directores artísticos, peluqueros y modistos. Es un genio por todo esto que le lleva a manejar un concepto de cine que siempre va un poco más allá de lo que otros son capaces.
Hable con ella es una magnífica película estrenada el año 2002. Con un reparto de primera; un guión profundo, astuto y bien armado; la fotografía de Javier Aguirresabore que rebosa perfeccionismo; la dirección artística de Rafael Palmero; la música de Alberto Iglesias (algo monocorde, eso es verdad); con todo esto, Almodóvar nos sumerge en el territorio de la soledad sin empujones ni aspavientos dramáticos de tres al cuarto. La soledad y un relatarse la vida desde el monólogo como única forma de comunicación. Y el arte como compañero de viaje. Danza y cine y literatura como equipaje único y salvavidas imprescindible.
Lo que cuenta Almodóvar puede resultar extravagante, pero, escena a escena, nos logra convertir en cómplices de lo que sucede. Tal vez por eso el cine de este hombre es tan molesto para algunos; para los que no se quieren echar un vistazo cuando las cosas se plantan enfrente. Sabemos que en la habitación de Alicia (en coma tras sufrir un accidente) algo no va bien (al menos algo pasa que no está aceptado como normal para muchos) aunque vemos a Benigno (el enfermero que cuida de ella) manejar las piernas de la enferma y masajearlas, lavar el cuerpo desnudo, cuidar de ella deliciosamente. El espectador termina embelesado. Unos terminan comprendiendo, otros escandalizados. Todo esto puede parecer extravagante y rebuscado; es verdad. Lo que cuenta de forma explícita suele serlo. Pero lo esencial es lo que narra de forma implícita. Sugiere, enseña alternativas en la comprensión. En Hable con ella inserta una falsa película sobre un amante que va menguando. Eso explica lo que sucede, lo que vemos con claridad en la pantalla, pero que no toma sentido sin entender lo oculto. Explica lo que sucede o es lo que Benigno usa para tapar lo que hace ante sí mismo. Si el espectador toma esto como un desvarío del autor con afan de escandalizar, es imposible entender ninguna de sus intenciones. Ante el cine de Almodóvar estamos solos y nos corresponde una tarea difícil: entendernos y preguntarnos.
Javier Cámara está maravilloso. Soporta el peso de la película en gran medida. Creíble hasta más no poder. Defiende el personaje principal (el enfermero Benigno, un pasado triste, un presente absurdo y un futuro incierto). Dario Grandinetti hace un papel sobrio y muy regular. Paz Vega aparece guapísima; Leonor Watling cumple con un papel muy poco exigente; Geraldine Chaplin defiende un papel menor aunque llena la pantalla cada vez que asoma la cabeza. Rosario Flores es la que más flojita está. Hace de sí misma y eso no puede ser.
Colabora en Hable con ella la artista Pina Bausch junto a Malou Airando. Con ellas, el arranque de la película es excepcional. Las dos mujeres definen con su danza lo que va a ser la película, lo que se va a ventilar a partir de ese momento. Soledad, falta de diálogo, palabras vacías. Y el arte en sus diferentes formas. Otro colaborador de lujo es Caetano Veloso que canta emocionando.
Esta vez, el director, que tiene fama de contar las cosas desde el punto de vista femenino, carga todo el peso en Benigno y Marco (Cámara y Grandinetti). Y logra un resultado excelente desmontando esa idea tan asentada entre el público y la crítica.
Hasta el cartel es una lección de diseño. Lo firma Juan Gatti.
Fantástica e inolvidable.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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4
17 de julio de 2013
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El que quiere contar algo tiene la obligación, al menos, de hacerlo bien. Una mala historia bien contada podría llegar a colar. Una magnífica historia mal narrada se convierte en una lacra que te acompaña para siempre.
Martin Scorsese hace un cine de alto nivel en muchos aspectos. La puesta en escena de sus películas es notable, suele trabajar con una iluminación perfecta, la dirección de actores es siempre sobresaliente y se rodea de profesionales que hacen su trabajo con solvencia. Pero debe ser que cuando le entregan el guión para leer no se entera de algunas cosas, o se deja aconsejar mal, o no le importa gran cosa el asunto. Y le ha pasado, en más de una ocasión que su película se ha quedado a medio camino por esta razón.
Imagine que le encargan (sí a usted, a usted) narrar la historia de un loco y que ese loco está loco de remate. Ha de tomar la decisión de elegir la voz narrativa, el punto de vista (es la misma cosa). Decide que un compañero de hospital (otro loco de remate) será el encargado de soportar la exposición narrativa desde su punto de vista. Su novela o película se acaba de convertir en un disparate. Locos hablando de locos no parece la fórmula narrativa más creíble salvo que quieras juntar cosas graciosas o algo así. La credibilidad de la narración se evaporaría si esta fuese la decisión final. Pero, tranquilo, usted es persona de recursos. Se da cuenta del error. Da marcha atrás. Ahora elige a un psiquiatra para hacer de narrador. Voilà. Ahora sí. El espectador o el lector dará una credibilidad muy elevada. Y usted comprobará que con este narrador se pueden hacer muchas más cosas. Incluso ser gracioso y divertido.
Sin voz no hay nada. Con una voz equivocada tenemos un producto final que se aleja de lo buscado. Eso siempre es así. Un desastre absoluto, vaya.
En Casino de Martin Scorsese asistimos a un milagro inquietante. ¡Un muerto es capaz de hablar! Pero, además, lo hace como si no pasara nada, como si tal cosa. Uno de los narradores está enterrado en el desierto (sin móvil ni nada, no crean), pero él va contando lo que hace falta para que el relato parezca más coherente. Milagroso. Esto que les digo se descubre al final de la película. Y el que se fija en estas cosas (deberíamos ser todos) se siente estafado. Como, además, el guión está lleno de frases vacías que no llevan a ninguna parte y todo se intenta arreglar a base de tacos, de fuegos de artificio llegados desde lo espectacular de algunas imágenes, de escenas violentísimas y poco más; el cabreo del espectador es absolutamente monumental. Pero lo peor de todo es que el asunto es gratuito. Desde la subjetividad hubiera sido posible contar lo mismo y el resultado de la película mucho mejor (sin modificar la esencia de lo que se quería decir). Seguro. Martin Scorsese utiliza hasta cuatro puntos de vista diferentes de forma explícita. Mezclados como le da la gana e imponiendo la subjetividad de la cámara cuando la cosa comienza a tambalearse peligrosamente. No falla: guión flojito + batiburrillo de voces = desastre narrativo que se lleva por delante lo bueno que tenga el conjunto. Pero (aunque a usted le parezca mentira aún quedan peores noticias) con todo esto lo personajes no avanzan ni un milímetro. Lo hacen por otras razones. Igual que la acción se mueve de forma histérica entre tiros y cabezas rotas. En definitiva, lo que podría haber sido una buena película aparece convertida en casi tres horas de cierto sopor, salpicado de cosas horribles que te hacen remover en el sillón y poco más.
Con esto debería ser suficiente. Pero creo que es justo señalar los aspectos positivos de la cinta que la convierten en una cosa pasable. Robert De Niro está bien. Sharon Stone está bien. Joe Pesci está más que bien (sin llegar al nivel que alcanzó en Uno de los nuestros). El vestuario es impecable. El montaje es, francamente, bueno. El casting espléndido (parece que todos los que podrían haber sido mafiosos se hicieron actores). La banda sonora es una maravilla (si algo destaca en la película es eso, cómo se colocan los temas elegidos para acompañar la acción).
En fin, una película sobre la mafia italiana en Estados Unidos, sobre los problemas del mestizaje dentro de esa organización; sobre el poder, el dinero, la traición y la lealtad; vehículos que nos llevan al asunto central que Scorsese nos quiere mostrar: la ambición. Una película violenta hasta el exceso y que no deja opciones a que la imaginación del espectador trabaje y se involucre. Es lo malo de lo explícito. Una película que se queda por el camino por la ambición de la propuesta en su conjunto sin considerar lo fundamental como eje motor (qué paradoja hablar de la ambición y que sea tu propia lacra).
¿Le gusta el cine de Scorsese? Pues le echa un vistazo y asunto arreglado. ¿Le interesa saber cosas sobre los bajos fondos? Pues se mete tres horas de mafia y listo. ¿Tiene poco tiempo para ver cine? Pues ya tendrá tiempo de ver Casino.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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5
16 de junio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivir con honestidad, sin arrimarse a cualquier tipo de mentira o truco que convierta el mundo en algo aparentemente fácil; es muy difícil y causa gran fatiga. Las drogas, incluido el alcohol, son atajos que sirven para que algunos crean durante un tiempo que el mundo se rinde a sus pies o que el entorno es muy distinto a lo que es. La vida es dura y aburrida cuando se inunda de rutinas molestas o de problemas que nos impiden ser felices. No parece todo esto que digo un gran descubrimiento ni nada que no se haya dicho un millón y medio de veces.
El realizador James Ponsoldt elige un alcoholismo descontrolado y lesivo para contar una historia que sabemos cómo comienza y cómo acaba desde las dos primeras escenas. Un matrimonio formado por una pareja de jóvenes, grandes cantidades de alcohol, el peligro de nuevas drogas y un entorno hostil que evita la recuperación, son los ingredientes fundamentales de un flojo guión que se centra más en lo que rodea el problema que en el propio problema. Ponsoldt mira más la historia de amor entre los jóvenes que la botella vacía. Y eso hace que todo quede en tierra de nadie. No quiere profundidades porque no sabe si quiere indagar o no, si quiere arriesgar o no. Ante esas dudas, el resultado final es soso y prescindible. En cualquier caso, decepcionante. Lo único que se establece desde el primer minuto es un estado de desasosiego e imposibilidad de regreso a la normalidad. Lo que ya sabíamos.
Leaving Las Vegas o Días de vino y rosas ya contaron estas cosas. Bastante mejor, por cierto. Smashed no aporta nada nuevo.
Lo único que se puede rescatar es un excelente trabajo de Mary Elizabeth Winstead interpretando a Kate. Natural, creíble y bella. Muy convencida de lo que hace. Aaron Paul cumple bien encarnado su personaje.
Parece imperdonable pisar territorios tan delicados con la sosería con la que lo hace James Ponsoldt. Si lo intentas debes arriesgar. Como siempre ocurre, es el guión lo que hace aguas por los cuatro costado y por donde la película se convierte en un recipiente vacío. Sin guión no hay personajes; y sin personajes no hay nada que pueda interesar de un relato. Pero, claro, no hay nada más cómodo que un guión facilón.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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