Muchas veces te gusta una película; o más que eso, te gusta bastante una película, y realmente no sabes muy bien por qué razón. Por ejemplo, un film que narra una historia como otra cualquiera. Con unas interpretaciones que convencen. Dirigida con pulcritud. Que se aleja, o trata de alejarse del topicazo hollywoodiense. Aunque, en confianza, no deja de ser otra sencilla película norteamericana. Que me ha gustado.

Una pequeña joya del cine oriental. Simpática, sugerente, mágica, edificante. La luz no puede ser más clara y hermosa, al igual que la riqueza de colores y la variedad de cuadros. Porque los planos enganchan por su creatividad, por una composición muy aprovechada, y por la belleza de un lugar y de unos personajes que, por exóticos y desconocidos, siguen transmitiendo a occidente una atracción casi poética. 'Phorpa' es un trabajo minimalista y sencillo, pausado y singular. Su historia es tan simple como el conjunto. Una obra propia de Shangri-La, el paraíso perdido de la mitología budista que algunos sitúan en las laderas del Himalaya en las que se desarrolla esta atractiva película.

Una historia de instintos y mentiras. De lo justo y lo injusto, de lo verdadero y de lo falso, de lo aparente. La película propone un crucigrama sobre las dualidades del hombre: al estilo de 'La chaqueta metálica', pero en plan metafísico. Con menos sangre y más dulzura. El círculo se cierra, y la vida continúa. Y mañana seguiremos siendo falsamente sinceros. Malos y buenos. Según se mire. Personas que interpretan su papel con entereza y hasta sus últimas consecuencias. Porque somos seres humanos. Como el general de la Rovere. Quien dijo: "Mi último pensamiento es para ti,

Viva Italia".

1933. Estados Unidos. Ambiente puritano. La autocensura de los grandes estudios está en plena vigencia apenas un año antes de que entre en vigor el famoso Código Hays. Y Ernst Lubitsch literalmente se lo pasa por el arco del triunfo a costa de transmitir una tensión sexual vaporosa de forma sutil y elegante, a la par que aguda, atrevida y mordaz. Con un trío protagonista radiante de simpatía convierte una historia sencilla en un 'ménage à trois' exquisito. Con todo, 'Una mujer para dos' es un ejemplo clarividente del porqué se añora tanto el irrepetible 'toque Lubitsch'.

La película más triste que he visto. Desprende esa tristeza que se acerca a la sonrisa, esa lágrima que te invita a ser feliz. Una historia hermosa y dramática. Un alegato en favor de la vida, y a pesar de la muerte. ¡Qué bonita es 'Mi vida sin mí'! Qué bonita...