A veces, cuando voy a ver una película de superhéroes y reconozco no ser particularmente un fan de éste género, me sueltan que no tengo derecho entonces a criticar un producto porque no me gusta… pero ésto es como todo: que algo no me agrade o no me capte tanto como lo haría una cinta de Christopher Nolan no significa que no sepa ver qué tiene de bueno y qué tiene de malo.

Marvel no me gusta y he visto la mayor parte de sus películas. Me es fácil decir que películas como la primera de “Thor”, la segunda de “Iron Man” o algunas de las películas de los “X-Men” son meh o reguleras, pero tampoco tengo ningún problema para reconocer que “Iron Man” y “Iron Man 3”, que “Thor 2” o que “Spiderman 2” son películas muy buenas que aportan algo nuevo al género, cada una por su lado. Como éstas, también os puedo poner el ejemplo de “X-Men”, “X-Men 2”, “Logan” o “The Amazing Spiderman 2”. En fin, ya entendéis por dónde va la cosa.

Ayer 28 de julio de 2017 fui a ver la nueva cinta de “Spiderman”, una reimaginación de lo que era la trilogía original, de lo que fue el díptico con Emma Stone y Andrew Garfield que siguió y directamente de lo que lo eran los cómics. La más fiel en cuanto a caracterización, por lo menos de Peter Parker (y apuntando que he leído muy pocos cómics de Spiderman), me parece ésta “Spiderman: Homecoming”.

Se trata de una cinta positiva, un poco por encima de la media, que resulta entretenida y que intenta hacer algo nuevo con el superhéroe que todos conocemos: la interpretación currada de Tom Holland lo deja meridianamente claro, guste más o guste menos. Otros factores demuestran que el señor Jon Watts trata de mostrarnos algo que no habíamos visto y, por desgracia, se estanca en un guión no muy bien escrito, con varias lagunas y trampas argumentales, en lugar de conseguir su verdadero objetivo.

No voy a spoilearos nada, pero por dar algunos ejemplos, diría que el cambio de actitud de Peter Parker en comparación con la trilogía original es muy evidente. De por sí, es un personaje de quince años interpretado por uno de, ¿cuántos? ¿Diecinueve? Peter es gracioso e ingenioso, y hay escenas en las que te puede hacer reír (hay una en particular, en el coche, donde está con su cita y ésta le enseña una foto cuqui en el móvil; Peter la mira y se ríe de forma muy forzada, y algo tan natural como ésto a mí me hace reír), pero otras en las que el guión intenta ser demasiado original con sus chistes y en lugar de utilizar bien el humor, lo desaprovechan, hasta el punto de ser un constante intercambio de chistes (muchos forzados) al nivel de “Código Lyoko”.

La tía de Peter es otro ejemplo: la actriz que la interpreta y el carácter que nos exponen intentan darle un poco la vuelta a esa anciana y frágil mujer que todos conocíamos en la trilogía original, pero al final, se queda en un personaje meramente secundario que sale menos que Iron Man… y me parece bastante vergonzoso. Entiendo que Marvel tiene por costumbre cruzar a sus superhéroes, pero una cosa es darles un papel para enriquecer la historia y otra es robarle el protagonismo a la mismísima tía May.

“Spiderman: Homecoming” también se estanca en clichés del género que todos hemos visto y llega a un punto que recuerda fácilmente a cualquier capítulo de Naruto. [Spoilers]

*después del spoiler* Como éste, hay otros fallos en la película, y luego están esos agujeros argumentales de los que os he hablado: personajes que hacen las cosas porque sí, situaciones forzadas, y clichés tan conocidos como un día sin pan en la Francia del siglo XVIII.

Tampoco voy a ponerme a atacar la película, porque de nuevo, me ha gustado bastante y me ha parecido muy entretenida y digna, pero para nada llega a ser buena… bajo mi percepción en todo caso. Os recomiendo verla si sois fans del superhéroe o de Marvel en general y bueno, tampoco tenéis por qué gastaros los 10 euros en el cine: no creo que verla en Blu-Ray en vuestra casa os cambie mucho la experiencia.

Titanes, serie recién salida del horno (y cuyos creadores no pienso nombrar por ser ciento y la madre, 2018), pintaba mal. Bastante mal. Yo he sido de los primeros que se mofaron de las apariencias de los personajes principales: Beast Boy, Raven y, sobretodo, de Starfire (el nombre que le he dado en el título es invención de mi novia). No obstante, no podría estar más contento con el auténtico resultado que hoy podemos disfrutar en Netflix.

No voy a decir que esta obra sea una brillantez, y tampoco creo que sea lo mejor que ha salido este año en lo que se refiere a series. De hecho, creo que tiene muchas cosas de las que nosotros, como consumadores o críticos de cine, podemos quejarnos. Quiero ahondar en las que yo considero importantes o reales. Sabéis que podéis estar de acuerdo o en desacuerdo conmigo.

Lo primero es la adaptación de Starfire o la adaptación de la serie en sí. No soy un auténtico fan de Titanes (de todo lo que ha llegado antes que eso) porque he visto poco, pero creo que puedo afirmar haber captado la esencia. Creo que la serie no logra alcanzar esta esencia: quién es realmente Starfire, o Raven, o Gar. Creo que eso que mucha gente criticaba antes de que la serie viera la luz del día se ha cumplido y, desde un punto de vista que defienda únicamente la adaptación, puedo comprender la frustración de los fans.

Agujeros, errores o trampas de guión aparte (que, por fortuna, opino que no son muchos), el final de Titans me deja un tanto frío. El episodio en sí (como casi todo lo que ocurre a partir del episodio número siete) es brillante, pero se nota que han dejado de lado el doceavo episodio y el final no está bien cerrado: quedan cabos sueltos, la estructura se desforma bastante y hace que, al menos para mí, la serie pierda bastante.

Estos son los errores más importantes en los que puedo pensar ahora mismo. Titanes hace cosas mucho mejor, y de eso quiero hablar brevemente a continuación.

El ritmo es brutal. He leído críticas que dicen que la serie es aburrida, y no lo creo para nada. De hecho, pocas series hoy día me tienen tan al loro. Suelo ver series poco a poco, sin prisa, y a veces tardo una eternidad, pero Titanes ha hecho que me trague los once episodios en poco tiempo. Además, el ritmo en cada episodio, sin contar una o dos excepciones, hace que los 40-50 minutos que duran se pasen rápidamente.

La ambientación me encanta, y no hablemos ya de las escenas de acción. Creo que han sabido captar a las mil maravillas cómo combate un justiciero, qué clase de planos emplear, e incluso la música da cierto juego (salvo en contadas ocasiones). Se nota el trabajo que hay detrás del apartado técnico y es de agradecer que, visualmente, la serie sea una gozada absoluta. Resumiendo este parágrafo: la acción es brutal, está muy bien filmada y suma muchos puntos al producto.

Sin embargo, lo mejor, para mí, son los personajes. Antes decía que la serie no adaptaba bien a los originales, pero eso no significa que sean malos personajes. De hecho, creo que todos ellos, incluída Starfire, están muy bien escritos: todos tienen sus imperfecciones, sus dudas y temores, y todos tienen un arco de desarrollo a lo largo de la serie. Incluso los personajes secundarios, como Dove o Hank, tienen algo que decir. No todos, pero la gran mayoría sí. El episodio 9 es la prueba viva de cuánto se preocupa la serie por otorgar capas de profundidad a sus personajes: quiere ahondar, llegar más lejos, narrar. De hecho, hay una mejora narrativa que se deja ver conforme avanzan los episodios: la mayoría de errores perezosos de guión desaparecen y la serie permite al espectador entrelazar conceptos, pensar por sí mismo. No necesita escupirte todo a la cara para que captes qué ha pasado en determinado momento, y eso me gusta.

Eso sí: si tengo que alabar un personaje, su nombre empieza por R. Lo que hacen con Robin, Dick Grayson, es de lo mejor que he visto en la televisión. Sí, es la mejor interpretación / representación que he visto de este personaje, y os voy a decir por qué (sin necesidad de entrar en spoilers, basándome en lo que todos deberíamos saber antes de empezar la serie): encontramos un Robin despiadado, frustrado, enfadado y, joder, desquiciado. La sociedad lo ve como un peligro, e incluso se usa en numerosas ocasiones la palabra "sociópata": la relación que tiene con Batman / Bruce Wayne que, a pesar de parecer que está en segundo plano por no estar Batman de forma directa, está presente en todo momento, atormentándolo, haciendo que no sepa quién es realmente o qué quiere. Robin es un justiciero en decadencia que, si bien intenta mejorar, no tiene por qué lograrlo. La serie hace lo que le da la gana con él, sin miedo de probar, de aventurarse a explorar y desarrollar el personaje.

En general, aplaudo el trabajo que hay detrás de Titanes. Creo que el resultado podría haber sido mucho más óptimo si se hubiesen respetado ciertos patrones pero, a pesar de los errores que he visto, he disfrutado mucho el global y creo que merece dar de qué hablar durante un tiempo, aunque sólo sea por Robin.

Anda que menudo título.

Perdonad, a veces me gusta empezar mis reviews de forma detestable para descargar un poco la tensión al empezar a escribir. Cuando me intereso por una obra y la veo, suelo hacer lo posible por meterme de lleno, y no siempre funciona. Mirad el ejemplo de “Angel Beats!”: hice lo posible porque me apasionara y, a pesar de que me ha gustado mucho, no me ha transmitido lo suficiente como para sentir vacío al final, cuando una semana más tarde sigo sin recomponerme de “Toradora!”.

Eso, claro está, ya son gustos y preferencias. Pueden ser mejores o peores productos, pero lo que en el fondo cuenta es que a uno le gusten. Y hoy vengo a hablaros de “Anohana: The Flower…” Bueno, de “Anohana”: una obra que tenía ganas de ver desde que terminé de ver “Toradora!”. ¿Y por qué, os preguntaréis? Pues porque me dijo un pajarito que el mismo señor que había hecho éste mi tercer anime preferido también había dirigido “Anohana”, y enseguida me interesé por el proyecto.

Si tengo que definir “Anohana” en pocas palabras para ahorraros el aburrimiento de leer mis pedantes líneas, diré que me parece un anime bastante sólido, bueno y con un buen fondo que, a pesar de que está desaprovechado como muchos otros, para mí ha tenido ciertos puntos de brillantez que le han subido la nota que normalmente le habría dado de no haberme calado.

No hablo de la obra en general: “Anohana” me ha gustado bastante, pero no me ha emocionado, o no me ha hecho derramar lágrimas. Me ha sorprendido en ciertos puntos y me he dejado llevar por lo bueno que le he visto, pero no entremos todavía en esos detalles puesto que primero quiero contaros lo malo que le veo.

Empecemos.

“Anohana” es un anime previsible desde el primer momento: una historia de un grupo de jóvenes que pierden a una amiga y cuyo espíritu se le aparece a uno de ellos, nuestro protagonista Jintan, puesto que no ha conseguido reposar. (Ver zona spoilers la continuación)

Los personajes son arquetípicos todos… O casi todos, pero de esto hablaré cuando me meta con lo que me gusta, si es que dejo de quejarme. En ningún momento me he sentido identificado con Jintan, con Menma o casi todos sus amigos por el mero hecho de que sus personalidades no se desarrollan en ningún momento. Es cierto que es un anime de once episodios y que tampoco da para mucho, pero con la trama que me cuentan, debería ser suficiente para que sus formas de ser, frente a un hecho paranormal como lo es la aparición del fantasma de Menma, cambien por lo menos una pizca.

Así como los personajes, la trama en sí misma es toda una línea recta y de principio a fin sólo hay un final posible, una moral posible. Hay incoherencias en algunas partes y escenas forzadas para ser simplemente emocionales y ponerte esa pedazo de música de la que por cierto presume el anime con todo derecho, pero no me extenderé demasiado en daros muchos ejemplos: creo que si lo veis, entenderéis de qué os hablo. Además, “Anohana” cuenta con varios recursos muy pobres de la animación que he visto en otros animes, como pueden serlo los veinte litros de lágrimas que cubren toda la cara del personaje o las mismas que se derraman en el suelo para señalar que están jodidos y que las cosas no están para nada bien.

Espera, ¿he dicho que están jodidos?

Sí, lo están, y si algo me gustaba en “Toradora!”, aquí lo he vuelto a encontrar. Creo que es por esto que me he dado cuenta de que ha sido el mismo hombre quien ha hecho ambas obras. Más allá de los recursos de dibujo y animación pobres para expresar una emoción en la pantalla, “Anohana” sabe crear escenas y contextos en los que fastidia a su personaje y lo pone al borde de su paciencia. Puede tener mayor o menor sentido, pero con o sin él, esa sensación de dolor y de estar jodido se transmite correctamente y se consigue cierta identificación del espectador con estos personajes. Resumiendo, no se trata del carácter de éstos a la hora de ser ellos mismos, sino a la hora de darse cuenta de que tienen problemas que todos podríamos tener.

El único personaje que realmente me ha parecido natural en todo momento es el de Naruko, una chica que me gustó desde el primer momento en que la vi. No por su estética cuqui que a mí particularmente me gusta, sino por su trasfondo, por su forma de ser y su forma de lidiar con la situación. Se te da un carácter y ella lo lleva a buen raudo en casi todo momento. Hay algún que otro punto de la historia forzado, pero ella respira como una persona normal (siguiendo, de nuevo, el protocolo de su carácter) y es de hecho la que más jodida se muestra, por lo menos bajo mi percepción.

En paralelo, el tema de la madre de Jintan también me ha parecido un gran acierto: no por el hecho en sí, sino por la conexión que tiene con Menma. Puede ser más o menos meloso, pero es algo a lo que realmente no te esperas. No lo definiría como un “plot twist” para nada; de hecho, puede llegar a pasar sin pena ni gloria si no estás llorando en ese punto del anime, pero la forma en que utilizan a la madre para recordarte que el pobre Jintan no sólo ha perdido a su amiga de la infancia, sino también a su madre, es espectacular: introducen flashbacks de vez en cuando e incluso un pequeño altar dedicado a la pobre mujer en la casa a través del cual varios personajes hablan.

En cualquier caso, si os gusta el anime, os aconsejaría “Anohana” para que os alegre (o deprima) un poco el día. No tiene pérdida ninguna, es un anime cuanto menos digno y entretenido, y para mí ha sido uno directamente bueno. Un bonito recuerdo que me llevaré será Naruko y todo lo que ha sido capaz de transmitirme a lo largo de estos once episodios… aunque, repito, jamás al nivel de “Toradora!”.

Definir "Cisne Negro" como una película que representa lo duro que puede llegar a ser el mundo del "show business" o de la interpretación en general sería muy vulgar y conciso. Es cierto que Darren Aronofsky, un hombre cuya mano para hacer cine es impresionante, se centra mucho en éste problema social o profesional y nos lo muestra de maneras muy turbias y directas.

No obstante, Darren sabe muy bien cómo equilibrar lo brutal que nos está contando con una estética impresionante y un juego de cámaras digno de mención. "Black Swan" nos presenta a una Natalie Portman en su mejor momento y a un elenco bastante bueno. No es sólo la cámara la que consigue captar toda nuestra atención en estos ciento y pico de minutos de film, sino también éste impresionante reparto que no le tiene mucho que desear a, no sé, "Inception" de Christopher Nolan.

Tal vez exagero, pero es que éste me parece uno de los mejores films de su estilo que se ha hecho en los últimos años. En todo momento, seguimos el punto de vista de Nina (Natalie Portman), y Darren sabe al pie de la letra cómo tiene que acompañar sus estados de ánimo y su desarrollo psicológico con el instrumento que lleva en mano: sacudidas bruscas, movimientos confusos, ... Todo está medido de manera exquisita, tanto en cada interacción verbal entre los personajes y Nina, como en cada escena de danza, la cual vemos completarse con sudor y esfuerzo a lo largo del film.

"Cisne Negro" es una película que sabe ser muy dura y brutal: es una reimaginación un poco más... digerible de la aclamadísima (por mí, claro está) "Perfect Blue" (animación japonesa). No obstante, quitarle méritos a Aronofsky y a "Black Swan" por ésto sería un completo insulto al toque tan personal y a la originalidad de éste señor y de su cine. Un aplauso para Darren, que a pesar de haber hecho "Noah", tiene una filmografía no tan sólida y contundente como la de Nolan, pero sí una muy visionaria y que pasará a la historia como verdadera joya.

Perdonad la ironía, pero es que estoy hasta las pelotillas de oír por doquier que el cine es muy subjetivo y que todo depende de qué le guste a uno y de qué no, cuando para mí, antes de ser un arte, el cine es un medio de comunicación, tanto como un teléfono o una radio. Entonces, si yo estoy hablando por teléfono con alguien y ésta persona no está pronunciando, o si el mismo teléfono está averiado, hay un cierto... grado de objetividad en todo ello, ¿no es así? Si no furula el móvil, pues no furula. ¿Quién me va a decir que sí cuando es que no?

Con Death Note me ha pasado algo similar. Me da mucha rabia haber leído mucho sobre animación, apasionarme tanto el cine como me apasiona y que luego me vengan a decir que Attack on Titan es mejor. No voy a hacer una crítica comparativa porque no es mi intención, así que lo resumiré: ¿de verdad un shonen torpe (a pesar de espectacular) es mejor que un thriller que respira mejor que muchas obras de carne y hueso?

Porque eso es DN para mí: un shonen maduro. Es una serie para adolescentes espabilados, que no quieren solamente pasar un rato comiendo palomitas; porque esa es la función de AOT, la de entretener. Death Note nos habla de un millón de cosas más interesantes y lo hace con muy buena letra y muy buen ritmo: a veces es directo y gráfico, otras es más reflexivo, e incluso puede llegar a ser emocional.

Death Note nos presenta una serie de personajes con quien podemos entablar nexos, porque son tan naturales y nos recuerdan tanto a lo conocido que es fácil coger cariño por ellos. Estoy hablando por supuesto de todo el arco de desarrollo de Light Yagami, de todos los principios de los polis y L, de las motivaciones de Misha y de su fondo trágico, y en general, de cómo respira la serie como una obra cotidiana más que un drama americano.

¿Hay fantasía? Sí que la hay, pero no destiñe la credibilidad de los hechos, porque cada ápice de surrealismo es explicado y tiene su contexto. Si hemos sido capaces de conectar con Ryuk, ¡un maldito shinigami!, ¿qué más pruebas queréis? Hasta un personaje que parece tan tocapelotas como Matsuda tiene su razón de ser y crece como persona; maldita sea, ¡si es el amo al final de la serie y al principio pocos lo soportan!

Eso es porque Death Note te expone las cosas como son, más allá de la fantasía. Light tiene los mismos problemas que tendría una persona normal; Soichiro, su padre, y casi todos los personajes del elenco siguen estas pautas y se comportan como lo haríamos todos nosotros. Lo único que tengo que decir es que es cierto que a partir del episodio veinticinco, la serie se destiñe un poquitín (he oído exageraciones) por un personaje en concreto que me parece sacado de contexto: Near. Más allá de ese fallo argumental, que es lo que me lleva a no darle un 10 a la serie, diría que Death Note no podría ser mejor.

Por supuesto, sentarse a analizar una obra, reconocer sus fallos más allá de sus virtudes y ver el blanco y el negro en la vida hace mucho daño. Todos tenemos un punto de vista: por eso, en la democracia, personas ajenas a la economía pueden votar sobre temas económicos; por eso, un escritor que no ha leído sobre astronomía en su vida tiene una opinión firme y recta sobre cómo funciona el sol. Creo que hoy día, la libertad de expresión es utilizada para la prepotencia justificada y para decir y hacer básicamente lo que nos de la gana, y es por eso que más tarde, obras como AOT tienen mil veces más éxito que maravillas como Serial Experiments Lain, Paranoia Agent, Madoka Magica o, por qué no, Death Note.