Supongo que uno de los grandes problemas con los que se encuentran los autores de documentales es la falta de material original, sin embargo parece obvio que a la hora de elaborar "El juramento" se encontraron en una situación diametralmente opuesta que, paradójicamente, se ha vuelto en su contra.

Parece claro que contaban con cientos y cientos de horas de grabación de lo que ocurría en Nxivm, desde vídeos promocionales a grabaciones supuestamente informales de sus fiestas, conversaciones de pasillo, partidos de voley...

Además de muchas, muchísimas imágenes de la vida post-Nxivm de varios ex-miembros (como Mark vicente y Sarah Edmondson) y de Catherine Oxenberg, la madre de una de las implicadas/víctimas.

Pero en vez de preguntarse qué podía ser interesante para incluir en la serie, se preguntaron qué debían quitar.

Esto se traduce en una serie larga, larguísima, en la que la acción avanza muy poco y nos perdemos en detalles que no aportan nada al caso y ponen a prueba la paciencia del espectador que se pregunta cuánto tiempo más va a poder soportar ver a algún ex-miembro del grupo hablando por el móvil, o yendo en el coche o, qué sorpresa, hablando por el móvil mientras van en coche.

Sin embargo hay algo mucho más peligroso que haber creado un producto tedioso y alargado hasta el extremo, y es que - supongo que de forma inocente - "El juramento" difunde - mejor de lo que él mismo hubiera hecho jamás - los mensajes del gurú de turno, un estafador llamado Keith Rainere, del que sólo diré que no merece la pena ni buscar cómo se escribe correctamente su nombre.

Y eso es el riesgo de mirar al abismo, sin darse cuenta de que el abismo te mira también a ti, que hay tanto o más tiempo dedicado a ofrecernos una visión idílica de lo que Nexivm fue y a las opiniones - convertidas en dogmas de fé - del tal Raniere que a contrarrestarlas.

Así el espectador despistado tendrá que oír perlas como "os voy a explicar por qué los hombres odiamos a las mujeres" y soportar capítulos enteros donde únicamente hay imágenes de gente feliz que declara las bondades de la empresa/secta.

Quizá los autores de esta serie no pensaron que semejantes declaraciones necesitaran una explicación de por qué este tipo de ideas son perniciosas o cuál es el peligro de dejarse arrastrar ciegamente por un tipo que afirma saber todo sobre cualquier cosa porque hizo un test de la revista del Libro Guinness (sí, es en serio); pero sí, sí que hace falta.

A primera vista, puede parecer que no es más que un telefilm más, realizado además con poco dinero y sin grandes estrellas.

Pero si se le da una oportunidad, te encuentras una película con uno de los argumentos con más mala baba que me he encontrado en mucho tiempo y un finísimo humor negro (véanse los títulos de crédito finales).

Mucha atención al trío protagonista, a los personajes y a los actores que los encarnan que hacen un maravilloso trabajo.

Dadle una oportunidad, aunque el principio no parezca muy alentador, merece la pena ir descubriendo qué papel desempeñan los gatos, los peces, la rampa....

Eso sí, advierto que hay varias escenas que no son para estómagos sensibles, en concreto hay una que creo que puede alimentar muchas pesadillas y que me ha resultado más pavorosa que todo el gore que haya podido ver.

Por cierto, John Wick, eres un flojo.

Si se intenta ver "Oscura verdad" como una thriller realista, puede resultar muy decepcionante, pero creo que más bien que se trata de llevar la natural antipatía de una mujer hacia el potro del ginecólogo y de exacerbar esa sensación que tantas madres comentan de que se las trata durante el parto como ganado.

Y es que al parecer es una experiencia, además de dolorosa, sumamente humillante, ya que recibes órdenes y contra órdenes, sin que nadie escuche tus peticiones o quejas, pierdes cualquier resto de intimidad y te sientes en manos de gente que se supone que lo hace todo ti y por tu hijo pero, por así decirlo, en un plan "todo por el pueblo pero sin el pueblo".

Ampliando más el círculo de experiencias negativas asociadas a la gestación, encontramos también esa suposición de que si estás embarazada dejas de ser una adulta responsable y no hay que hacerte mucho caso, porque las hormonas bla, bla, bla o porque tienes eso que se llama "cerebro de mamá".

Frase esta que se pronuncia entre sonrisas condescendientes para desacreditar tus opiniones.

Llevar todo esto al terreno de la pesadilla y el terror debe ser la finalidad de este título, o eso me ha parecido, y como tal se puede apreciar mejor.

Basta con ver los títulos de crédito para darse cuenta de que se pretendía hacer una película simpática, de humor negro, realizada casi en familia y que los hermanos Ozores estaban aún muy lejos del "copia + pega" al que llegarían en el infame cine del destape.

Sin embargo, se hace muy cuesta arriba intentar finalizar la farsa: el guión es flojo, muy flojo (una especie de Alfonso Paso en horas bajas, que nadie piense en sus mejores obras), las actuaciones muy desiguales: Elisa Montés, parece casi una actriz aficionada y Antonio Ozores se limita a hacer de Antonio Ozores (que tenía su público, no te digo yo que no).

Mucho mejores son las actuaciones de José Luis Ozores, Fernando Rey y un joven Fernando Delgado (¡Fernando Delgado fue joven!), pero todo es demasiado absurdo y los chistes demasiado básicos.

Por algún motivo que no alcanzo a comprender, la comedia juvenil está empeñada en seguir dos caminos, o bien el humor escatológico de caca-culo-pedo-pis o, cuando existe un componente romántico, las romantización de relaciones tóxicas (qué hartura de chicos malos y chicas buenas, por favor).

Moonshot es un producto de vocación comercial que en principio podría hacer esperar que se cumplieran los peores presagios, por ejemplo si nos fijamos en su elenco, bien conocido por el sector más joven del público.

Él, sin ir más lejos, interpretó (junto a su gemelo) al hijo de Ross en Friends y a uno de los muchos preadolescentes de la factoría Disney ("Zach y Cody"), y ella es la protagonista de una de esas películas juveniles románticas que brotan en Netflix por doquier.

Sin embargo, depara una agradable sorpresa y es de agradecer que no siga ninguno de los caminos arriba descritos.

En definitiva, Moonshot pretende ser - nada más y nada menos - que un producto agradable, ligero, digno y con un humor suave (aunque certero), sin insultar la inteligencia del espectador.

Sus bazas son un guión amable, unos actores correctos (en concreto la citada pareja protagonista, Cole Sprouse y Lana Condor) y unos personajes que resultan simpáticos.

Especialmente él, un chico tan poco brillante como encantador, que tiene entre sus aspiraciones tanto ir a Marte como sacar de paseo a su compañero de trabajo (aunque se trate de un compañero de trabajo robótico) y que cree (como tantos) que lejos, incluso en otro planeta, encontrará la solución a los problemas que no encontró cerca.

Y entre pinceladas románticas y sonrisas (más que risas), se cuelan algunos acertados mensajes sobre la ecología, las colonias espaciales y los popes (millonarios tecnológicos) de hoy en día, del estilo Elon Musk, entre los que reparte cera.

Que no es poco.