Este original personaje de Truffaut impresiona por su carácter afable, que le permite conquistar a toda mujer que se le presente. Pero lo hace de tal forma, que no queda como un machista, simplemente le gusta estar con mujeres y se le da bien tratar con ellas. Se le da tan bien que da lugar a situaciones disparatadas que convierten automáticamente a este argumento en una magnífica comedia.

La aparición de “Paranormal Activity” ha venido rodeada de una increíble campaña publicitaria debido a su progresivo éxito en Estados Unidos con un irrisorio presupuesto de producción de algo más de 10.000 dólares.
La verdad es que esperaba ver una cutrada y al menos he visto una simpleza mal grabada pero que, en más de una ocasión llegaba a inquietar, que no es poco.
Bien es cierto que el éxito de la película ha sido profundamente desmedido, aunque demuestra el gancho que sigue teniendo el género de terror, sobre todo entre los jóvenes.
Y entiendo que más de uno se pueda sentir estafado al ver una película como esta en el cine. Yo la he visto desde casa, en buena calidad y sin gastar un duro, por lo que la percepción puede llegar a ser diferente en un caso tan singular como el de esta cinta. Pero es que, al fin y al cabo, uno no puede plantearse esta película muy en serio. Se trata de un golpe de suerte, o más bien de astucia por parte de los propulsores de esta iniciativa, volviendo a dejar claro que para tener éxito en el cine, no hay que ser el mejor, ni siquiera bueno. Hay que saber atraer a las masas.

Aunque se agradecen las comedias españolas con un aire de frescura gracias a personajes caricaturescos y detalles extravagantes, no deja de ser un vicio o un complejo para el cine español que los nuevos creadores se atrevan a iniciarse en esto del séptimo arte con historias auténticas, sí, pero nada rompedoras.
Y si considero que esta historia es trivial, es porque podría haber llevado a mucho más, y no solamente al juego de contradicciones de adolescentes que se nos plantea, en el que todo resulta verídico y nada basto, pero que carece del necesario impulso narrativo que hay que poseer para estar presente en las cabezas de cartel y en el palmarés de los grandes festivales.
Parece que nuestro cine ha de estar alejado de todo eso, y conformarse con un hueco en las calles de Malasaña y en las canchas de los patios de colegio, mientras que nuestros vecinos europeos se codean con los más grandes presentando historias que ofrecen un poquito más de seriedad, que es lo que le falta a esta cinta y a buena parte de lo que se filma en España.
No pretendo ofender a nadie, pero cuando me enfrento a creadores como los de esta película, contemplo más oficio que vocación: los tipos que hacen estas películas me dejan la sensación de que podrían ser panaderos, cristaleros o bomberos si sus padres así lo hubieran sido. Al igual que no dudo de las cualidades del hijo del panadero de toda la vida a la hora de hornear el pan, creo que estos tipos que han mamado el cine desde la infancia saben todo lo que hay que saber sobre el oficio de filmar películas (que no deja de ser tal cosa), lo cual no quiere decir que tengan mucho que decir ni que ofrecer. Y si lo tienen, espero a que algún día lo demuestren.

Viene siendo ya habitual en la ficción el disponer de una trama que se desarrolla en torno a la próxima jubilación del protagonista. El caso de ‘Stone’ es el de un funcionario de prisiones, encargado de realizar informes para otorgar la libertad condicional a los presos. Este no es otro que un Robert de Niro entrado en años, más bien cascado. El reparto se completa principalmente con Edward Norton, Mila Jovovich y Francis Conroy. Así pues, estamos ante todo, frente a una película de actores: buena parte del presupuesto ha ido a parar a las nóminas de este codiciado elenco. Puesto que la película se desenvuelve en escasos espacios y situándose en todo momento más en el drama psicológico que en el thriller que podría aparentar. Por eso, además de los continuos cara a cara y duelos interpretativos que se muestran en cada escena, el resto se queda un tanto vacío. Sobre todo, a causa de una historia más proclive al formato televisivo por su escasa capacidad para conmover y por la convencionalidad narrativa con la que se aborda este drama carcelario.

Seguramente, una dirección de lo más ramplona no acompaña. Pinchen en el nombre de John Curran en la ficha de la película y verán que su escasa filmografía como director no es para tirar cohetes. Bien es cierto que el guión, aunque pretenda ir de profundo desde el comienzo, no consigue cumplir con su propósito, el de cerrar nítidamente un círculo que comienza a raíz de un pasado de lo más turbio que se esclarece al ralentí y muy superficialmente. Pues lo que realmente cobra protagonismo es ese complot un tanto previsible, que no llega a conectar porque son algo forzadas y, por lo tanto, no del todo creíbles, todas esas maniobras que realiza el personaje de Mila Jovovich (en uno de los papeles más extrovertidos que se le hayan visto) para persuadir al responsable de la libertad de su marido. Un vínculo que se establece a través de una explícita sexualidad desde el primer instante, que solo nos ofrece sexo del barato. Y es que, amigo Robert, en papeles como estos, empiezas a demostrar que no estás para esos trotes.

“La petit voleuse” es la adaptación de un guión de Claude de Givray y François Truffaut, que este último no pudo rodar debido a su repentina muerte, y el resultado de la película de Claude Miller es algo decepcionante.
Cuesta creer que el genial director de “Los 400 golpes” y “Jules et Jim” rodara algo semejante a esta película protagonizada por una Charlotte Gainsbourg de 16 años.
En las películas de Truffaut no aparecen desnudos gratuitos (por muy naturales que parezcan) ni tantas situaciones irrelevantes. Más bien, lo que conseguía era representar, con cualquier tipo de circunstancia, una escena ingeniosa y siempre con toques cinéfilos o al menos simpáticos. Pero aquí no vemos más allá de algún que otro plano detallista que intenta sugerirnos algo y a una chavala un tanto perdida, a la que hace falta sacar la lupa para encontrar analogías con Antoine Doinel (que puede haberlas).
Por lo que no estaría mal echarle un ojo al guión original para saber si realmente Claude Miller es realmente el único culpable de que la última película que Truffaut planeaba rodar sea de una absoluta mediocridad.