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Críticas de Macarrones
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Críticas 229
Críticas ordenadas por utilidad
1
2 de abril de 2010
157 de 225 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine empezó siendo un espectáculo de barraca de feria que competía con la mujer barbuda, los enanos, los seres deformes y otros fenómenos. Pronto se convirtió en un arte. Ahora está a punto de volver a sus orígenes y de no ser más que un extravagante entretenimiento para cándidos o para macarras. A esto se reduce «Furia de titanes», cuya calidad artística es más o menos la misma que la del bombero torero o un tragafuegos. ¡Acudid en masa, devorad palomitas, hartaros de cocacola, eructad, aplaudid, llevad a vuestros hijos y a vuestros hermanos pequeños a la barraca! Pero luego no os quejéis de vivir en un mundo feo y degradado o no os asombréis si vuestros hijos se atocinan y embrutecen. Esta película contamina el alma.

Lo siento.
Macarrones
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8
4 de octubre de 2007
103 de 128 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta, preciosas imágenes, potentísima historia, derroche de talento. "La Jetée" es una sucesión de fotos estáticas que acompañan a la preciosa voz de un narrador que (de forma desapasionada pero muy persuasiva) va contando en primera persona su historia: en vísperas de la III Guerra Mundial, segundos antes de una catástrofe, un niño que pasea con su mamá ve en el aeropuerto de Orly a una mujer muy hermosa. Su recuerdo -el último de la infancia- le acompañará ya por siempre, como una obsesión (él, muchos años después, no ha vuelto a ver a esta mujer ni sabe su destino: tras combatir en la guerra, permanece preso en los subterráneos de un París devastado).
A pesar de que semejante arranque ya la coloca en una cumbre muy alta, la historia no hace sino volar.
Muy buena y muy desazonante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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5
2 de julio de 2009
105 de 134 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wong Kar-Wai viene ilustrando en sus preciosas (o, mejor, preciosistas) películas una única idea: el amor es la peor de las adicciones. Sus personajes (siempre muy estilosos) circulan por los fotogramas con una elegancia muy medida, pero todos son yonkis del amor con síndrome de abstinencia. La euforia (fugaz) y las larguísimas resacas y desintoxicaciones de los amantes/enamorados con sus correspondientes recaídas es el tema que Wong Kar-Wai explota siempre y que ahora, en «My Blueberry Nights» (junto al alcoholismo y la ludopatía), nos presenta como si fuera una mona de Pascua cinematográfica: figuritas de chocolate, frutas escarchadas de colorines y mucho celofán y lacito. Todo muy aparente para verlo en el escaparate de una pastelería: luego nos damos cuenta de que abusa de los aditivos artificiales y que su postre es pura bollería industrial.

En otras palabras: Wong Kar-Wai cuida lo visual, pero desprecia lo narrativo: su especie de road movie de crecimiento espiritual es muy endeble, recurre a todos los tópicos y emplea personajes inverosímiles. Todo lo que aquí pasa o se dice se justifica únicamente porque está escrito en el guión, no porque en la vida real las cosas sucedan o se sientan así. Sospecho que Wong Kar-Wai habla de lo que no conoce: sus personajes no son personas, son figurines, entelequias, pura sublimación; y sus sentimientos, puro papel (además, papel couché). En esta película se han gastado más en laca que en el guión y eso se nota. Todo es peliculero, blandito, estiloso y está falto de vida.

Jude Law sale muy mono, eso sí.
Macarrones
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4
19 de diciembre de 2009
192 de 318 usuarios han encontrado esta crítica útil
La parafernalia tecnológica y la escenografía suntuosa de esta película (realmente apabullante, en la que no faltan unos toques kitsch dignos de una antología del ridículo cinematográfico)* nos puede hacer olvidar la torpeza y el convencionalismo narrativos de este videojuego engordado que es «Avatar». Cameron se dirige al gran público y jalea sus gustos. Reproduce las convenciones narrativas más trilladas del (mal) cine norteamericano. Presenta un mundo burdo dividido entre buenos y malos, todos de una pieza. Recrea una idealización del buen salvaje sin asomo de ironía y condena el capitalismo militarista del presente y del futuro. Resulta interesante (una vez más) comprobar cómo Estados Unidos se refleja en el espejo del cine: algo sucede allí para que los militares sean ahora unos villanos carentes de honor,** se hayan olvidado de Dios*** y se complazcan en escenas de destrucción y aniquilamiento en las que ellos (no nos engañemos) son las víctimas. Nos están preparando para la gran debacle mundial. Esto sólo es un aviso.
Ah, y en absoluto es una película infantil, salvo que tus hermanos pequeños o tus hijos sean unos sádicos.****
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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2
6 de marzo de 2007
164 de 265 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película norteamericana para jóvenes, o sea, para echarse a temblar. Tiene todos los tópicos del género elevados al cubo: el instituto con el chico más popular, las novias que andan al retortero de su bragueta, los amigotes, la chica marginada supuestamente fea y con buenos sentimientos (digo "supuestamente" porque se nota desde el primer fotograma que es una jamona, por mucho que se esfuerce en mirar al suelo y poner cara de fea: es una de estas chicas que los guionistas de Hollywood luego les quitan las gafas o las desanudan la coleta y ya, inmediatamente, se convierten en una tía cañón para asombro de todos menos del espectador, que tiene más horas de toreo encima que Manolete con esta clase de bodrios).

Aparte de la estética de telefilme y de los consabidos mocetones comportándose como alumnos de secundaria, están presentes todas las obsesiones norteamericanas: la familia, la religión, el miedo al fracaso, de nuevo todo ello elevado a la enésima potencia. Lo único sobresaliente es que aquí el teatro se demuestra más eficaz para la conversión de los chulos descarriados que el propio Dios.

Y luego, la melaza. Esta es la película más dulce, más pegajosa, pringosa, untuosa y ñoña que he visto en los últimos años. El personaje protagonista se llama Landon: debe de ser un homenaje a Michael Landon, que se murió sin lograr hacer una película tan llorona como esta (y mira que lo intentó). Un mar de mermelada se extiende por todas las páginas del guión. Los actores están maquillados con membrillo, chorretes de algodón dulce caen de la grúa y de la cámara, los decorados son los de la casita de chocolate, las actrices se dan baños de merengue... Todas las azucareras de Estados Unidos a pleno rendimiento volcaron su producción en esta película para, después, restregarte en los ojos toneladas de cebollas crudas. Hasta yo, que seguía abochornado la deriva del guión, solté un par de lagrimitas.

Vomitiva, infame, como para vomitar y tragarte tus propios vómitos y seguir vomitando para que no se te olvide lo mala que es.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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