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España España · badajoz
Críticas de deivi
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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de septiembre de 2008
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso y a ratos hermosísima traslación de la obra maestra de Miguel de Cervantes al terreno del musical, Man of La Mancha es ante todo una propuesta arriesgada, pero una vez que uno entra en lo rocambolesco del asunto es fácil dejarse llevar por lo que sin duda representa una de las partituras musicales más radiantes y hermosas de la historia del cine, todo un homenaje al ilustre escritor y por ende a esos tiernos locos que todos llevamos dentro.

Es cierto que la película, dirigida con eficacia por Arthur Hiller, posee ciertos lastres, uno y quizás el más evidente, su excesiva duración, las tijeras hubieran hecho maravillas en manos adecuadas, y dos, los continuos altibajos de una cinta que le cuesta encontrar un ritmo narrativo adecuado y la cual se resiente en todos aquellos momentos en donde no hay canciones, pero su resultado final es sin duda notorio y entrañable.

Entre sus aciertos un casting adecuadísimo, donde Peter O´Toole borda el papel del caballero de la triste figura y Sophia Loren el de la bellísima Dulcinea, es en los dos astros y en todos sus momentos en pantalla donde el film juega y gana todas sus bazas.

Una película como esta merecía mejor suerte y reconocimiento, yo apuesto por ella y me entrego casi por entero a todos sus encantos, todo un digno musical no tan equilibrado como desearíamos pero bello y emocionante.

LO MEJOR: Su austera pero eficiente puesta en escena, todos los números musicales con su bello tema central “The imposible dream” a la cabeza, la labor fotográfica de un grande como Giuseppe Rotunno, la Loren en todo su esplendor y un final apoteósico y enormemente conmovedor.

LO PEOR: Sus primeros minutos, le cuesta arrancar demasiado, su desmedido metraje, aunque en el musical eso no debe ser problema, y quizás las muchas libertades que se toman en algunos pasajes lo cual solo debería de molestar a los más puristas entre los que, afortunadamente, no me encuentro.

A veces en la triste locura de los sueños se vive mejor que en la cruda realidad, soñemos con las notas musicales de este recomendable evento.
deivi
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7
9 de septiembre de 2008
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El excelente director y coreógrafo Bob Fosse debutó en el cine con esta libre adaptación de Las noches de Cabiria de Fellini, creando un vehículo perfecto para una espectacular, bellísima Shirley MacLaine, la estrella es sin duda el alma de una película imperfecta pero arrebatadora, con momentos de gran belleza y poder de fascinación. Es sin duda un musical digno, carente de la garra de otros trabajos de Fosse pero que atesora un gran sentido del ritmo, en una dirección férrea, perfectamente equilibrada y que denota el buen gusto por el género de su director.

Sweet Charity, su mucho más acertado título original, es una emotiva historia acerca de una pobre e ingenua bailarina de music hall, animadora según ella misma, que busca desesperadamente el amor sin encontrarlo, es en la mirada y alegría de esta dulce Chariti donde el espectador siente, se emociona y anhela una vida mejor para ella y su patético mundo.

Además la película posee uno de esos finales, que de por sí solos justifican sus excesivas dos horas y media de metraje, perfecto, desalentador, cruel y enormemente realista que deja bien claras las intenciones de un cineasta total, que posee una de esas carreras plagadas de aciertos y que aquí nos brindó una más que correcta opera prima.

LO MEJOR: La grandiosa Shirley MacLaine en uno de esos trabajos que solo pueden ser aplaudidos y casi todas las coreografías que denotan el oficio de Fosse, así como algunas secuencias, como la ocurrida dentro del ascensor, de una comicidad excelentes.

LO PEOR: Ciertas bajadas de ritmo a lo largo del metraje, un quizás poco inspirado plantel de secundarios y una, a todas luces, excesiva duración.
deivi
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6
16 de abril de 2009
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Alemán Tom Tykwer disimula sus excesos videocliperos en esta disciplinada película no muy lejana en intenciones al desarrollo clásico de las cintas de James Bond, un viaje geográfico por las ciudades de Berlín, Lyon, Luxemburgo, Milán, Nueva York y Estambul, que se avitualla de los trucos de otros, el cine conspiratorio de Sidney Pollack, las tramas paranoicas de John Grisham o los tiroteos de John Frankenheimer, para solamente sacar el conejo de la chistera en la potente escena en el interior del museo Guggenheim de Nueva York, el fibroso epicentro de la elegante, pero exigua cinta de Tykwer, una orgía de ralea filmada como una de las mejores escenas de acción pura vistas últimamente en el cine de espías sin domesticar, por ello Clive Owen mira de reojo a su colega Daniel Craig en la representación de un agente de la Interpol duro, intrépido y salvaje, un hombre de nuestros tiempos atrozmente interpretado por el excelente actor de Plan Oculto.

The International graba un inspirado mensaje en su discurso endiablado sobre el poder corrupto de instituciones financieras que respaldan y apoyan económicamente a terroristas en países del Tercer Mundo, se atreve, siendo consecuente con nuestra era, a presentar a una entidad bancaria como siniestro villano de la cinta, un presagio o simplemente un análisis de la crisis que percute al mundo, y vuelca toda su encíclica en diálogos heredados de su camarada Los tres días del Cóndor, lo peor es que no mantienen el tipo en un metraje fatigoso que pedía a gritos mayor dosis de acción y violencia, menesteres en donde el autor de Corre, Lola, corre se uniforma con especial prestancia.

La corta capacidad de sorpresa de un género que nos mantuvo alerta en los dorados años 70 y que actualmente vive demasiado pegado a la saga Bourne no puede levantar a The international mas que como una sofisticada película de conjuras y maquinaciones, con un empleo exquisito del formato panorámico y con glamour en sus localizaciones, pero con la inscripción de aparentar más de lo que finalmente atrapa.

LO MEJOR: Clive Owen, un héroe físico, real y carismático. La crujiente y sabrosamente condimentada ensalada de tiros en el museo, es ahí donde Tykwer dispara todo su polvorín fílmico en una secuencia sin anestesiar. Los paseos por un Berlín moderno, corporativista y extremadamente limpio, así como el clímax final acontecido en Estambul, digno de la mejor de las citas a Ian Fleming.

LO PEOR: Unos diálogos abultadamente pretenciosos y aburridos en perjuicio de un texto con demasiadas reminiscencias al cine político setentero. Naomi Watts, un personaje florero que la actriz australiana riega con escaso entusiasmo, haciendo de una tediosa y, poco creíble, fiscal del distrito.
deivi
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4
11 de octubre de 2009
41 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un enorme despliegue promocional, y una mastodóntica campaña publicitaria, poco o nada usual para un producto español, llega la nueva cinta de Alejandro Amenábar, un acontecimiento con ambición desmesurada que sin duda eclosionará el box office proporcionando cifras millonarias en su primer fin de semana en cartel. La primera y sana de las intenciones por parte de su creador serán cumplidas con creces, en favor de una desorbitada y estudiada cinta histórica con la que el director de Los otros vuelve a poner en entredicho sus carencias e inclinaciones hacia un envoltorio de oropel y brillo en absoluto acorde con las debilidades reales de su cine. Amenábar controla lo espectacular, lo grandioso, y se olvida de lo pequeño, el detalle que da emoción y cohesión al conjunto, realiza un peplum para intelectuales donde abarca demasiadas temáticas, demasiados hechos, demasiados objetivos, los cuales nunca dan entidad a este aburrido, apasional, fresco romano.

Ágora, encierra un discurso obvio, el alegato demagógico sobre los fundamentalismos religiosos y el fanatismo desbocado de una época marcada por el imparable ascenso del cristianismo. En medio de todo ese entorno hostil aparece Hipatia, una mujer única atrapada en un tiempo dominado por hombres. Filósofa, astrónoma, matemática, la bella pensadora es, por meritos propios, un verdadero icono feminista, una mártir pagana que tuvo que convivir en los albores del coronamiento al catolicismo teodosiano, luchando por mantener invictas sus convicciones, alejándose de la fe para solo abrazar la razón y entender el caprichoso funcionamiento del cosmos. La interpretación de Rachel Weisz es de lo poco que se salva de un error de cast imperdonable, con una mala dirección de actores, otra de las lagunas de Amenábar, un tempo circular que no avanza dotando de cierta pesadez a la película, un recorrido árido y espeso que desorienta al espectador, adormecido por un texto sin entusiasmo, expoliado de expresividad narrativa, una carga de la que raramente puede sobreponerse.

Aún con esto, es sorprendente la libertad creativa de la que dispone Amenábar, es un hecho irrefutable que este juega en otra liga distinta al resto de los directores nacionales (aunque habría que ver que son capaces otros muchos con los medios de los que dispone Amenabar), sus ganas de internacionalizar el producto y dar empaque de superproducción, intimista, a un inusual drama épico científico no deben de restar puntos, pero desgraciadamente se necesitan bastante más que pretensiones para ganarse el título de autor, hasta el momento Amenábar es solo un dignísimo artesano, pero sin la autoría de un nombre con estilo propio designado, quizás funcionase mejor al servicio de las historias de otro (uno de sus peores lastres es el guión de Mateo Gil y él mismo), dentro de la industria hollywoodiense de la que tanto parece (copiar) admirar y a la que no tardará demasiado en ajustarse definitivamente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
deivi
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6
19 de diciembre de 2008
23 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Hyams, director irregular y con ciertas tendencias suicidas en su cine, como las ridículas El fin de los días o El sonido del trueno, pero con algún que otro escollo salvable en su repertorio, la excelente Atmosfera cero (remake futurista de Solo ante el peligro), y las eficaces Testigo accidental o Timecop (uno de las faenas más decentes del malogrado Van Damme), se encarga en La calle del adiós de escribir y realizar una convencional pero ágil historia de amor entre un piloto americano (Harrison Ford) y una atractiva enfermera británica (Lesley- Anne Down) casada con un oficial de la inteligencia inglesa (Christopher Plummer), marido y amante por caprichos del destino deberán unirse en una peligrosa misión secreta.

Hyams logra un producto sencillo, sin excesivas pretensiones, quizás algo edulcorado en las escenas románticas, unos momentos en donde Hyams parece no sentirse cómodo precipitando los acontecimientos y dejando de lado una implicación más pasional, un refuerzo que logra en gran parte gracias al fabuloso score del maestro John Barry, una bellísima música que emociona sin necesidad de ir unida a la película, uno de los muchos e inmortales temas de amor compuestos por el compositor inglés en su ejemplar carrera, sin duda uno de los plenos aciertos de este Hanover Street que gana cierto peso en su segundo tercio, cuando el relato se centra en la acción acontecida en la Francia ocupada, es ahí donde Hyams se mueve con mejor fortuna y va desengranando una historia que alcanza su cenit en su desenlace, un final clásico e incluso nostálgico que cierra con éxito este, parcialmente, disfrutable film.

La calle del adiós puede verse con el agrado sincero de un titulo que lejos de ser brillante planea con vuelo raso gracias a su acaramelado e ingenuo batido de emociones, romance triangular de una película bien empaquetada y fácilmente consumible.

LO MEJOR: Los bellos ojos de Lesley- Anne Down, una mujer que no gozó de la popularidad merecida, los encuentros en la calle Hanover, en especial el segundo donde un nervioso Harrison Ford espera y espera. Christopher Plummer, genial como ese hombre agradable que ansia ser más valiente, y sin dudarlo la música de Barry, faltan adjetivos para describir su majestuosa belleza.

LO PEOR: Lo previsible del guión y que no profundice más allá de su cuidado envoltorio, quedándose solamente en la superficie de un romanticismo suave, ligero e inocente.
deivi
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