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Críticas de Tony Montana
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Críticas 179
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
3 de octubre de 2009
36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo perfectamente una tarde de sábado, en la que el Leeds United de Anthony Yeboah goleó en casa al siempre humilde Wimbledon, y luego fui a la librería que estaba al lado de mi casa. Allí vi un librito de bolsillo titulado Los 20 clubes más grandes de Europa, y me lo compré. Ojeándolo de camino a casa, veía cómo hablaban de todos los monstruos del deporte: Real Madrid, Bayern Munich, Barcelona, Milán, Inter, Juventus, Liverpool... hasta que me paré en uno que ni me sonaba: Nottingham Forest. Empiezo a leer su ficha y lo primero que me llama la atención es lo que dice en sus títulos: dos Copas de Europa ganadas en dos años consecutivos en manos de su entrenador más legendario, Brian Clough, a pesar de ser un equipo sin tradición alguna de grande, y que desde ese momento se convirtió en una de las grandes escuadras del fútbol inglés. Icono del fútbol británico durante dos décadas, era conocida su relación de odio absoluto con Don Revie, maestro de la vieja escuela del fútbol británico. Este es el punto de partida de The Damned United, en la que Peter Morgan vuelve a diseccionar algo que parece obsesionarle de forma enfermiza: el poder y la ambición desmedida, tomando un patrón parecido a su magnífico trabajo en Frost/Nixon, la confrontación entre dos personalidades de fuerte carácter unidas contra su voluntad por un destino juguetón (las bolas del sorteo de la FA Cup).

Y es que, si nos detenemos a analizar las figuras construidas por este solvente guionista en sus anteriores films, podemos formar una trilogía sobre protagonistas a la sombra del poder. Tanto en The Queen como en la citada revisión de la entrevista al más polémico presidente americano hasta Bush comparten con The Damned United el protagonismo de un personaje sometido a otro: tanto Isabel II a la mayor popularidad de la siempre cargante Lady Di al David Frost incapaz de domar el poderío del flebítico Nixon son primos hermanos de este Brian Clough de ecos shakesperianos, quien siempre intentó superar ese muro que fue el brillante trabajo de Don Revie en el Leeds United por un desprecio que le hizo cuando se enfrentaron y Clough entrenaba al modesto Derby County. Nos enfrentamos a la clásica historia de ascenso y caída de un personaje al que podríamos calificar de magnicida (por su intento de destronar a Revie): egocéntrico, maniático, obsesivo, y prepotente. Brian Clough es más parecido a un gangster coppoliano o walshiano extraídos a su vez de los modelos shakespirianos de la épica y la traición y posterior caída que el clásico entrenador de fútbol de un equipito inglés: gran cerebro, manipulador, frío, y con un gran consejero. Descrito con precisión milimétrica, Morgan opta por desarrollar esto a través de su relación con su mejor amigo y casi hermano, Peter Taylor, aquel que le aconsejaba en los fichajes y del que muchos sospechan que fue quien realmente construyó la grandeza de los equipos entrenados por Clough.
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Tony Montana
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5
5 de agosto de 2009
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de John Dillinger, así como la de otros tantos compañeros generacionales del ambiente criminal, ha sido tan trastornada y edulcorada con el paso de los años que cuesta por tanto diferenciar leyenda de realidad, a modo de western. Así comienza la desmitificadora cinta de Max Nosseck, cargada de tantas virtudes como errores, sobre todo la ausencia de un personaje con un drama que le motive y la plana puesta en escena del cineasta. Mientras se proyectan unas imágenes en un cine narrando las fechorías del romántico ladrón, el público contempla estas con expectación, puesto que el plato estrella de la noche está por aparecer: el propio padre de la estrella, quien comienza a narrar ante la atónita platea cómo fue la vida de su hijo. Se puede apreciar una clara intención del realizador y del guionista en esta ubicación espacial: enlazar un documental con la palabra de alguien que, en condiciones normales, no podría mentir sobre la vida de Dillinger, es decir, la pretensión de la cinta es la de trazar un retrato lo más verista (casi objetivo, a la manera de Zodiac) sobre una figura que arroja tantas luces como sombras a los historiadores y mitómanos. Pero del mismo modo tenemos que volver a fijarnos en la ubicación del personaje, el centro de atención de una sala de cine: la pantalla. Contradiciendo a Godard, el cine son 24 mentiras por segundo, y si no mentiras, si engaños o medias verdades, y esta película no es otra cosa que una gran media verdad a la que se le cae su pretensión de realidad al terminar siendo una mediocre cinta de acción que olvida pronto a sus personajes.

Dillinger es presentado como un sanguinolento psicópata de gatillo fácil pero no se justifica, únicamente porque sí. No es por tanto una versión mitificadora y dulcificada de la leyenda, todo lo contrario, algo sorprendente en la época, puesto que no nos propone la clásica visión de un moderno Robin Hood carismático, si no la de un enfermo vengativo que es capaz de matar a sangre fría después de jugar con la víctima, e incluso como un cobarde que le tiene miedo a la silla del dentista. Pero todo ello son meros esbozos que se intuyen y que nunca se llegan a mostrar. La interpretación de Tierney se reduce a poner cara de enfado, aunque salva el papel logrando que, durante algunos momentos muy contados, pasemos por la mente del ladrón, especialmente en los minutos anteriores a su muerte, agazapado como un animal herido en su madriguera. Por tanto, tenemos muchos secundarios que únicamente actúan como peleles de Dillinger pero que no tienen vocación de personaje, únicamente quedan convertidos en actantes cuya función es morir o traicionar al protagonista.
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Tony Montana
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7
27 de julio de 2009
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El principal problema que puede presentar al espectador Red de mentiras es esperar de ella algo más de lo que verdaderamente es y puede llegar a dar bajo cualquier interpretación posible. Por su confuso tráiler podíamos esperar un intrincado thriller psicológico y político con el actual conflicto palestino de fondo. Funciona del modo que hace un par de años cuando algunos se llevaron un chasco tremendo al ver Diamantes de sangre, del siempre pirotécnico Edward Zwick, y comprobar que únicamente se trataba de una película de acción bien realizada a la manera del modelo del sistema de estudios: historia de amor y secuencias de acción para un thriller camuflado de pretendida denuncia social servido con una gran realización a manos de un artesano bastante más que competente. Y es que no hay más, ni trucos de magia ni dobles lecturas, ni la complejidad intelectualoide y el sabelotodismo naif de Syriana ni la vacuidad de La sombra del reino ni el virulento dramatismo de Jarhead, una trama sencilla que el guión pretende llevar al límite mediante un juego de espejos literario y un subtexto tan evidente que es la perfecta muestra de cómo funciona el sistema actual: Hollywood da la oportunidad al espectador de pensar que hay una posible crítica a Occidente desde dentro del propio enjambre con una superproducción con un ex ídolo teen y uno de los mejores actores del mundo cuyo pasatiempo es armar gresca allá por donde pasa y que termina siendo una versión muy light de Lawrence de Arabia, y que si funciona, más allá de por la idealizada presencia del personaje de Di Caprio, atrapado entre dos mundos, es por la cruda imagen que se muestra de la mayor potencia de este mundo convertida aquí en una especie de Partido orwelliano que todo lo ve y controla.

No deja de ser una versión cibernética y modernizada del clásico de aventuras de los años 60: un tipo que trabaja para una potencia de occidente trabaja en mitad de un conflicto en Oriente Medio y comienza a sentirse incómodo con su país por sus mentiras al tiempo que se hace a la cultura autóctona y decide ser un musulmán más. Le incluimos un romance con calzador y ahí tenemos Red de mentiras. Los personajes son planos a la vez que la trama lo es, aunque busque engañar al espectador, y el protagonista, interpretado por Di Caprio, llega a cansar de lo romántico de su construcción. Es un T.E. Lawrence de diseño cuyos remordimientos están sujetos a la subtrama romántica que afea el conjunto y a un compañero muerto al principio, un lugareño utilizado por los Estados Unidos y desechado cuando llega el momento.
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Tony Montana
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7
18 de julio de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al inicio de la saga, Columbus lograba moverse con comodidad y con aparente interés en este género tan complicado, en el que constantemente se trata al público al que va dirigido como pequeños becerros a los que hay que indicarle cada pequeño paso para que sus tranquilas cabecitas no se pierdan. Era entretenida, aunque poco más se le podía pedir, más allá de unos sentimientos de diseño, buenas intenciones y moralina, personajes acartonados y puesta en escena algo almidonada y una estructura supeditada a algo que Hitchcock odiaba: la sorpresa final injustificada. Es uno de los grandes lastres, el punto final sobre el que se asienta el guión, siempre el mismo, jugando a indicar al espectador quién es el malo para, ¡sorpresa!, al final ser otro y dejar a más de uno con un pasmo de narices. El funcional trabajo se repitió en la segunda entrega, para mi subvalorada no sé por qué, pero la que, para mi gusto, tiene más interés en su tratamiento y un final más interesante y menos previsible que el de la primera entrega, y un ennegrecimiento de la trama que le venía bastante bien al alelado y repelente Harry, además de la divertida aparición del siempre bien recibido Kenneth Brannagh. La tercera parte viene a confirmar que las debilidades de la saga potteriana vienen por los libretos más que por el trabajo de los directores y los actores, puesto que se repiten los mismos tics de todas las entregas anteriores, desde un comienzo calcado con su familia adoptiva, que de tan pretendidamente malvados que son tan kitsch que hasta se agradece su presencia, personajes importantísimos de los que realmente no sabemos nada, y un giro final de guión precedido por un epílogo explicativo que echa por lastre todo lo montado anteriormente.

Pero para compensar ese miedo spielbergiano a que el espectador se vaya insatisfecho a casa por no haber entendido la trama y tener que explicárselo todo, se pone la historia en manos de alguien con el suficiente conocimiento de la técnica y de los sentimientos como Cuarón, y aquí es donde El prisionero de Azkaban barre a sus precedesoras: La dirección. El poderío visual que el mexicano es capaz de alcanzar eleva el apartado de realización de la saga a cotas no vistas hasta ahora, y la cámara se mueve con una soltura y un barroquismo impropios de una cinta comercial y pretendidamente infantil como ésta. El director de Y tu mamá también hace creíble y tangible ese mundo inalcanzable en las dos primeras entregas, y por primera vez consigue que sus personajes respiren de verdad y actúen según sus consecuencias, y aleje un poquito más del tono detectivesco-sabelotodo que tenían, derivando hacia caminos más sutiles y evocadores como el thriller psicológico. Llena los paisajes de un ambiente malsano, propio del cine de terror de la Universal, con niebla por doquier y espacios claustrofóbicos, aunque estos sean abiertos como un bosque o el patio del instituto. A modo de versión teen y edulcorada de Seven, casi siempre llueve o está nublado.
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Tony Montana
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6
6 de junio de 2009
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando terminas de ver Dead Set tienes una impresión bien clara: se les ocurrió mezclar GH con zombies y se quedaron en eso, no escarbaron más allá de quedarse con lo evidente, que los fans de Gran Hermano son unos carroñeros que únicamente buscan carnaza, y el productor, de forma evidente en la serie, se la da. Una decisión valiente, pero la falta de ingenio hace que, en definitiva, no vaya más allá de mezclar el reality, la forma en que los fans de la telebasura devoran la vida de sus fans, y la estética de 28 días después, con homenajes al cine de Romero (crítica a los medios, a los policías, la forma en que la estructura de la sociedad destruye las relaciones entre personas) y a Amanecer de los muertos . Respeta el entramado zombie de pe a pa, podemos hablar casi de un decálogo que resume todo lo que nos ha dado el género desde La noche de los muertos vivientes, pasado por el tamiz del toque documental-realista-verista que pretende tener aquí, algo que ya vimos en la muy mediocre El diario de los muertos. Es interesante la exploración que hace de la relación entre la sociedad actual y el poder de los medios de comunicación, y el modo en que los grandes hermanos son el centro totémico de nuestro mundo actual, generando el culto absurdo y simiesco de todo ello, pero no tiene profundidad suficiente para considerarla una obra de más enjundia, pues se queda en medio de dos aguas, provocando un relativo desinterés mientras se va viendo.

Se presentan personajes cuyas historias no se llegan a desarrollar, y justo cuando parece que van a hacer algo se los cargan; estereotipos planísimos, como el de Pippa, el productor o el gay; trampas de guión de principiante, como parar a los personajes a la mínima excusa para que se los carguen o encontrarles un refugio en mitad de la nada; los personajes están realmente mal conectados, con lagunas emocionales enormes provocadas por todos estos errores que da como resultado que no consigamos entender qué les pasa por la cabeza a los personajes. Se repiten siempre los mismos patrones en cada capítulo, cayendo en la monotonía, que únicamente se rompe cuando los personajes tienen que salir de la casa a buscar medicinas a un hospital, casualmente el capítulo más ameno, puesto que hay más variedad en el planteamiento. Al final se nos transmite la sensación de aceleración, de prisa por acabar, de quitarse de en medio la serie para no rematar la faena con unos guiones más cuidados y una duración mayor. Y hay también cierto aire rimbombante, de importancia y gravedad mesiánica, que impide tomarse en serio la serie. Da la sensación de pretender ser la obra definitiva sobre zombies, atacando a la banalidad de la tv, y se echa en falta algunos toques ligeros. Siendo británica, el humor debería haber sido una parte importante, para relajar una tensión que es imposible mantener constantemente, lo que hace que haya muchos bajones de ritmos por los ya comentados fallos de guión que provocan un estancamiento en la historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tony Montana
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