No iba a escribir mi crítica pero lo haré. "Grupo salvaje", esa oda lírica y metáfora visual que tantos alaban me ha parecido una peli de lo más normalita, por no decir decepcionante. Sí, ya sé que hay muchos muertos y mucha violencia y todo eso que tanto le gustaba a Peckinpah, pero de ahí a ser el mejor western y una de las mejores películas de la historia va un trecho, señores.

Hay que reconocer que William Holden está sobrado, más que nada porque prácticamente es él el que lleva el peso de una película excesivamente larga y a ratos, tediosa. ¿De verdad eran necesarios casi 150 minutos para contar esta historia? Para nada. Se podría haber contado en 90 ó 100 perfectamente. Pero no, aquí parece que es necesario el excesivo metraje para poder ser considerada... ¿cómo era? Ah, sí: oda lírica y metáfora visual (cómo les gustan estas palabritas a algunos críticos. Deben ser muy sonoras).

La música es mediocre. No hay nada más que escuchar "Adelita" en medio de una secuencia en donde esa canción, sinceramente, no pintaba nada.

Y el montaje. Joder, he leído barrabasadas por ahí. ¿De verdad hemos visto la misma película? ¿Es uno de los mejores montajes de la historia? Que no, que no, que no confundan a los que vayan a verla luego.

Y llegamos al tema de la violencia. Una violencia del todo injustificada y en la secuencia final, un completo absurdo. Nadie con sano juicio tomaría esa escena como algo creíble. Los espartanos de "300" quedan como un ejército al lado de los cuatro borrachines que se enfrentan a medio México. Y William Holden a lo Rambo desde las alturas. Por haber, hay hasta niños disparando.

Yo no compré la supuesta magnificiencia de "Grupo salvaje". Yo me quedé simplemente en un grupo de viles ladrones y borrachos sucios que estaban encantados de haberse conocido y sin ánimos de redención. Encontré atisbos de amistad, quizá una amistad nublada por los vapores del whisky o por los vahos de las saunas en donde llevaban a cabo sus borracheras. Y me decepcionó enormemente saber que el considerado "fin del western" era ésto.

El Diablo. Pff, el pobre aquí queda reducido a un semi-dios de una pequeña población de la que tampoco nos cuentan mucho, unos pobladores que van vestidos con túnicas negras (ésa va a ser la única relación con la denominación "secta") y que viven más o menos siguiendo unas directrices "amish", por decirlo de alguna manera. En los 8 capítulos de la serie cualquier referencia al temido Diablo serán algún altar cutrefacto y una pareja de cuervos que no se sabe muy bien qué nos quieren decir.

Ohio. Supongo que fue el estado elegido por la sonoridad del nombre. De resto, poco importa si todo transcurre en Ohio, Iowa, California o Lugo.

Actores. Emily Deschanel es un despropósito en esta serie. No aguanta en ningún momento el peso que recae en ella teniendo en cuenta que es la actriz principal. La rescatada Mae se limita a poner caras de circunstancia con la intención, supongo, de darle un gramo de intriga a una serie de por sí muy sosa. Las hijas pues componen el cocktail de topicazos que ya son la firma de Netflix (junto a algún personaje más del instituto). Y el marido, madre mía, anodido, prescindible, un estorbo. Su historia paralela es lo que menos interés me produjo en todo el transcurso de este historia.

En resumen. Una serie canadiense mala con ínfulas de ser algo superior pero que ni los propios actores llegan a creerse, un no parar de ruidos extraños en la habitación de al lado con la intención de asustar y la aparición de sopetón de uno de esos componentes de esa familia andida y aburrida. Serie no recomendable.

Netflix ataca con un nuevo thriller. De paso, la primera producción de la compañía con firma hispanobrasileña. A priori, un gran bocado de la plataforma para situar la producción en el ansiado "top 10". Aquí, la premisa es un narcotraficante sin rostro y cuyo apodo da nombre a la serie en cuestión. A partir de ahí, viene la traca.

Dos ciudades: Madrid y Salvador de Bahía. Hay un narcotraficante misterioso al que nadie ha visto jamás que se traslada a la capital de España y ahí se entrecruzan los caminos de los dos policías del cartel. El guion hace aguas se mire por donde se mire. La historia narrada es un compendio de naderías, de chuflas, de sinsentidos. Los saltos temporales, los flashbacks, los presentes, se difuminan en la narración haciendo prácticamente imposible de seguir. Me da que han querido tocar tantos géneros que seis capítulos se les han quedado cortos y el resultado, en vez de paella, un arroz con cosas. Y gracias a Dios. Porque se me han hecho insufribles.

El elenco fracasa en todos los ámbitos. Y me da que es más un problema de raíz que de los propios actores. Dan la sensación de no llegarse a creer en ningún momento el papel que están representando, y eso no es cosa baladí. La arbitrariedad de géneros los hace saltar del thriller al suspense, del drama al pseudo-terror.

Completamente prescindible y olvidable.

Con una temática tremendamente actual (desahucios), esta película de José María Forqué nos cuenta dos días en la vida de Pepe, un barrendero de la periferia de Madrid, cuyos problemas económicos van a hacer que pierda su casa: debe 3000 pesetas. Con un ambiente navideño que le otorga un carácter más dramático a la historia, Pepe encuentra en una noche de trabajo un millón de pesetas dentro de una cartera en un cubo de basura. El dilema de qué hacer con el dinero le irá carcomiendo los dos días siguientes.

Con bastantes puntos en común con el neorrealismo italiano, Forqué plasma una historia enternecedora en el plano de la familia protagonista, sin recursos, en medio de una España oscura en donde la diferenciación social estaba muy marcada. Las carencias de la familia no hacen más que acentuarse, tanto en la ropa como en la comida o los juguetes de los niños (es Navidad). A pesar de todo eso, la honradez va a marcar el camino y el objetivo, bien representada por la mujer de Pepe, Consuelo (Julia Gutiérrez Caba), auténtica matriarca y que representa el sentido común y la reflexión. El papel de la mujer dominante es común durante toda la película, ya que la suegra de Pepe actúa como referente con su marido y hasta la mujer del comisario cuando le llama por teléfono.

El final va cargado con una moralina propia tal vez de la época, con un mensaje medianamente cristianizado envuelto en el sentido de la honradez. Bastante recomendable.

Gran fábula moral escrita por H. G. Wells y llevada a la pantalla con guion del propio escritor. En ella se trata acerca de los milagros y/o del poder ilimitado en el ser humano y del tratamiento que el propio ser humano haría con ese poder. La avaricia, la ambición, la lujuria, todo se adueñaría del poseedor de semejante poderío.

Unas deidades deciden, como experimento, que a un ser humano se le sea entregado un poder ilimitado. Así se lo transfieren al señor Fotheringay, un hombre normal trabajador de unas oficinas. Pero lo que al principio resulta simpático se convierte en un caos, con un desenlace terrible.

Divertida película, con buenos efectos especiales (no olvidemos que se trata de 1936), con gran guion, alta carga filosófica y un buen final. Una pena que sea tan desconocida.

"Definamos, sin ambigüedades, qué es un milagro. Es algo que se opone al curso de la naturaleza, y es el resultado del poder de la voluntad; es algo que…"