Una coproducción multinacional que evita la parcialidad interpretativa. 'Paradise Now' habla como nunca antes del conflicto palestino-israelí (sin sangre, sin vísceras y sin -casi- israelíes). La película comienza con fuerza, abordando con humor -muy negro- lo ridículo del fanatismo, y se desinfla conforme pasan los minutos. Aún así, las interpretaciones sólidas (por momentos enormemente frías) y la crudeza de la historia te alejarán, inevitablemente, de la indiferencia.

Carlos Sorín y multitud de nuevos -y no tan nuevos- directores sudamericanos se han encargado de desdramatizar la realidad cotidiana para elogiar el acto cinematográfico a costa de la carga argumental o el eje conductor de una historia fuertemente construída. Lo que hace admirable a esta película la hace igualmente intrascendente. Porque sus virtudes y sus defectos confluyen en un mar de Historias Mínimas. Game Over. Insert Coin.

¡Por la mitólogía del cine! Porque las expectativas se colmaron sobradamente. Por el valor histórico, técnico y estético. Por la coherencia brutal de la historia, por la narración soberbia y por los diálogos demoledores: "No me digas que eres inocente, es un insulto a mi inteligencia, y eso no me divierte". Por la inquietud, por la capacidad de sorprender, por el reflejo casi documental de la cultura siciliana, de la mafia italo-americana y del Nueva York de los años cuarenta. Porque la vi con Ella. Porque disfruté como un niño y no parpadeé hasta las 4.01. Por un final extraordinariamente inteligente, por los recursos simbólicos que desbordan la película, por la ansiedad que tengo por ver 'El Padrino II' y, por encima de todo, porque cada fotograma en el que coinciden Marlon Brando y Al Pacino merece ser debidamente enmarcado.

Un thriller convencional: asesinos y asesinados potenciales, juntos, en el interior de un tren que viaja hacia el medio oeste americano. De cualquier forma, el guión alberga algún que otro giro -inesperado- que incrementa su capacidad de sorpresa.

Esperando, esperando... y esperando me quedé. La carroza no terminó de llegar. Desproporción del esperpento surrealista. Y realismo social, a pesar de todo. Una sátira grotesca que se hace redundante por momentos. Crítica social que no llega a criticar. Lo mejor: Sólidas interpretaciones y diálogos inteligentes que, sin embargo, rozan la verborrea. Si te ha gustado te gustará 'La cena de los idiotas', de Francis Veber.