El contraste entre este corto tan incisivo como conciso y la plomiza previsibilidad de la película "Diplomacia", a la que sirve de aperitivo, no puede ser mayor. No encuentro ahora palabras adecuadas para trasmitir el buen sabor de boca que me ha dejado. De hecho me pilló tan de sorpresa, que a ratos creí estar viendo realmente un documental. Alguien se ha extrañado de que Fernando Trías de Bes no haya sacado más partido de su genial opera prima haciendo de ella un largometraje, una especie de "la guerra de los mundos" en versión UE. Pero la brevedad es parte de su explosivo encanto, y pienso que ya está bien como está.

Con todos mis respetos hacia los que opinen otra cosa, esta película me pareció realmente muy floja. En mi opinión el director ha tratado de imitar el gancho de "Tomates verdes fritos", una de mis películas favoritas y también una pequeña joya. Se nota hasta en el escabroso detalle de la tarta. Sin embargo donde esta última cinta conseguía emocionar con unos personajes tan vivos que se salían de la pantalla, una interpretación perfecta sin excepciones y una historia excelente y muy bien hilada, "Criadas y señoras" sólo tiene que ofrecer un guión manido basado en contraponer unas señoras blancas malísimas y medio tontas a unas criadas negras dotadas todas ellas de la sabiduría de Salomón. Se salvan los actores, pero a pesar de todos sus esfuerzos nada consigue rescatar del naufragio una película tan poco honesta como esta, donde hasta el vestuario parece fingido.

... si incluímos al director. Me salí de esta película insoportable hacia la mitad y no tengo gran cosa que decir sobre ella... salvo que no salgo de mi asombro cuando leo las críticas de los profesionales y los que no lo son. Tal vez me equivoqué de sala y vi otra cosa, pero si no, seguro que se tomaron algo.
Y, bueno, ya que me exigen decir algo más vamos a ser positivos: la interpretación es buena. ¿Algo más? Pues sí, que incluso para dedicarse al esperpento o al disparate hace falta un poco de talento, o mejor dicho, es donde más falta hace (seguramente). Sinceramente me dejan estupefacto las críticas superlativas sobre esta película, ya que yo casi desde el minuto uno sólo conseguí sentir desinterés y fastidio. Y como suele ocurrir con todas las cosas que te aburren, me resultaría aún más fastidioso hacer un análisis de los `por qués´y mucho menos intentar una disección. La cosa no lo merece.
No puedo evitar pensar que muchos de los que aplauden esta cinta tenían una imagen previa de lo que iban a ver. Un caso de `vaca sagrada´similar al de Almodóvar. Yo tengo la suerte de que desconozco la trayectoria previa del director y a lo mejor eso me hace un poco más objetivo. Es la única explicación que se me ocurre.
En mi modesta opinión no se merece ni la molestia de escribir estas líneas y si lo hago es sólo por advertir a los incautos del peligro que les acecha.
Y por ver si ahora cuela, esta crítica, añado que la factura es correcta y las mansiones de Los Ángeles o de donde sea todo un puntazo.

Ir a ver una película francesa ya supone hoy en día correr un gran riesgo, que se agrava si además el director resulta ser vikingo. Si encima le dan un Oso de Oro en Berlin ya es directamente para salir corriendo. En realidad ir al cine en estos tiempos ya es de por sí un deporte de alto riesgo. Así y todo, hacía tiempo que no daba con una obra tan vacía, tan pretenciosa ni tan aburrida. De hecho me tuve que salir del cine al cabo de más o menos una hora de revolverme en el asiento.

No tengo ni idea de qué es lo que ha querido contarnos el director, ni tampoco me importa lo más mínimo.

Esta película tiene todos los defectos del peor cine francés, con el agravante de que encima no es realmente francesa: escenas supuestamente transgresoras, contemplación embelesada del propio ombligo, trascendentalismo de pacotilla y una verborrea incontenible. Un tarado aterriza en París y se encuentra con otros dos tarados, macho y hembra (aunque sobre esto último tengo mis dudas). Él, un escritor en ciernes; ella toca el óboe y, al parecer, algún otro instrumento. En el curso de la historia sigue apareciendo algún que otro tarado más, como por ejemplo un gorila del Dassom de Vikingland, amén de un comando igualmente vikingo decidido a enfrentarse a los neonazis franceses. Me fui antes de que llegara la sangre al río, de modo que no sé cómo terminaría este importante episodio.

Lo demás es una sucesión de escenas de saloncitos, vistas del Sena y cafés de la Rive Gauche. Mientras tanto, al primer tarado le da por recitar a ratos perdidos palabras en serie, supongo que fascinado por la incomparable belleza del lengua francesa. También, en un momento dado, masculla entre dientes que quiere descubrir no sé qué cosa misteriosa que París oculta en su seno.

Si al final la encontró, espero que nos deje tranquilos una temporada.

Decididamente salvo que exista otro cine que no llega a las salas habituales y yo no me haya enterado, tal vez sea este el momento de emprender la retirada. O de recurrir a los clásicos de Hollywood. Esta película es la confirmación, premio incluido, de que, con alguna excepción puntual, el cine de nuestros días es pura basura. Por suerte para la humanidad, de todo esto no va a quedar absolutamente nada.

Vaya por delante que, a pesar de su ideología, soy un admirador de la obra de Clint Eastwood. Ahora bien, con esta película se ha pasado tres pueblos.

Pero vayamos por partes. Como tal película, con todos los respetos hacia otros puntos de vista, "El francotirador" no se aguanta por ningún lado. O dicho de otra manera, a mí me aburrió muchísimo, tanto las escenas de acción como las familiares. Las primeras una sucesión de diálogos cuarteleros a la testosterona trufados con reiterativas escenas de acción. Las segundas más planas que una tabla de planchar, repletas de toques almibarados e indigestos.

En cuanto al trasfondo político, eso es lo peor de todo. La nota de fondo que se percibe a lo largo de toda esta cosa es que una vida americana es preciosa y la de los demás vale lo que la de un mosquito. No me quiero extender demasiado sobre el tema, sólo decir que ésta película consigue la difícil proeza de que, por contraste, me lleguen a resultar simpáticos los islamistas. Y también que cuando uno contempla el entrenamiento de los marines o de los "Seals" (primera noticia) llega a la conclusión de que los Waffen SS eran perfectos caballeros, también por contraste.

Es una lástima que esta película, totalmente carente de humanidad y de autenticidad, tal vez se convierta en el testamento cinematográfico de Clint Eastwood, a quien sin duda empieza a patinarle el embrague.