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España España · Barcelona
Críticas de manulynk
Críticas 1.155
Críticas ordenadas por utilidad
7
26 de marzo de 2015
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Pese a que en su momento fue un film que causó un cierto impacto, lo cierto es que hoy en día, este film suele ser citado más por el papel de Alfredo Landa de detective duro en el momento en que era uno de los principales respresentantes del humor español. Tampoco ayuda que su realizador, José Luis Garci, tampoco es que sea precisamente uno de los referentes del cine actual. Incluso, vista la (tibia) acogida de sus últimas películas se ha planteado abandonar definitivamente su carrera como director.

Centrándonos exclusivamente en el film, su dedicatoria inicial a Dashiel Hammet es toda una declaración de intenciones. Y ver en la secuencia inicial a Alfredo Landa en plan tipo duro resulta todo un impacto. A partir del prólogo, Garci entra en materia, presentándonos a Landa en el papel de Germán Areta, un ex policía, que ejerce de detective privado en el Madrid de principios de los 80. Areta recibe el encargo de un empresario de encontrar a su hija desaparecida hace años. Su búsqueda genera cierta incomodidad entre "altas esferas", lo que no desanimará en absoluto a alguien tan perseverante como Areta.

El mejor elogio que se le puede hacer al film es que ha sido realizado por un gran amante de la novela y el cine negro, y esto se hace patente en cada uno de los fotogramas del metraje. Su guión encajaría perfectamente en cualquier novela novela negra y buena parte de la puesta en escena, con una fotografía de colores muy apagados, acercándose en algunas fases casi al blanco y negro. En especial los escenarios habituales por los que se mueve Areta, son claramente una traslación de algunos films memorables. Y eso sin contar las contínuas referencias a Norteamérica, en concreto New York, el boxeo (un lugar propicio a los trapicheos y trampas), y menciones directas a autores y personajes de la novela negra. Incluso se permite ambientar una parte del film en el mismo New York (aunque sólo las partes exteriores son filmadas allí).

A pesar de lo cual, Garci intenta en todo momento adecuarlo a la realidad española de finales de los 70 y principios de los 80, tratando de encontrar alguna conexión entre el período de postguerra en el que floreció el género negro, y el postfranquismo español del momento. Pese a la buena voluntad del realizador, y el hecho que asume las circunstancias en las que vive la sociedad española, no acaba de dar con la tecla exacta. No se puede considerar un plagio, pero ciertas particularidades españolas no acaban de encajar del todo bien (el mus no es el poker, ni los combates de boxeo tienen mucho que ver).

Pero hay dos aspectos que lastran el film. Por un lado, el empeño en mostrar un lado humano/sentimental en Areta, al aparecer en diversos momentos en compañía de Carmen (María Casanova) y su hija, lo que rompe totalmente con la imagen del detective "tipo" norteamericano, tipo Marlowe, que son personas solitarias, cínicas y poco dadas a las relaciones sociales. Es cierto que estos pasajes le sirven a Garci para mostrar la implicación personal de Areta en resolver el caso, pero también lo es que los directores que admira fueron mucho más sutiles y menos explícitos. Otro elemento es la excesiva recreación en los paisajes urbanos madrileños, y sobre todo en los norteamericanos, difícilmente justificables, y que provocan que el metraje se alargue hasta las casi dos horas de duración de forma algo innecesaria.

Pese a estos defectos, Garci, de la mano de un Landa totalmente entregado, consigue hacer un film diferente para lo que era habitual en el cine español de la época, por lo que no hay que restarle mérito, y visto con perspectiva tal vez no llegue a ser uno de las mejores películas de la historia de nuestra cinematografía, pero también es un film que merece la pena ser repescado.
manulynk
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6
20 de marzo de 2015
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Conocido por su participación en la serie televisiva "Cómo conocí a vuestra madre", Josh Radnor nos presenta el que es su segundo largometraje, del que además también firma el guión y lo protagoniza. Aquí interpreta a Jesse Fisher un treintañero, amante de la literatura, que trabaja de orientador universitario que es invitado por su antiguo profesor (interpretado por Richard Jenkins), al homenaje por su jubilación. Allí conocerá a Elizabeth (Elizabeth Olsen), una joven estudiante por quien se sentirá atraído por su madurez, aunque sin dejar de sentirse culpable por este sentimiento.

A diferencia de su primera película, Radnor abandona el reparto coral, centralizando en su personaje toda la trama. El tono es prácticamente el mismo, y de hecho su personaje no tiene grandes diferencias con respecto al Ted Mosby que interpreta: una persona insatisfecha en relación al amor, al trabajo, que se aferra a sus amigos de toda la vida casi como una tabla de salvación ante un futuro incierto. Aunque le añade alguna que otra pincelada de humor tirando a extravagante (sobre todo en relación al personaje de Zac Efron), el tono del film es algo más serio, y sin prentender llegar a una trascendecia extrema, se plantean cuestiones como el amor, correspondido o no, el paso del tiempo, la madurez, la pérdida de la inocencia. Cuestiones que podrían alinearle con el clan Apatow, ya que en ambos casos se trata del mismo tipo de personajes cercanos a la madurez pero que se resisten a asumir las responsabilidades que en principio le deberían tocar por edad, pero Radnor lo aborda desde una perspectiva bien diferente. No hay tanto una resistencia como una resignación ante algo que se antoja inevitable pero no por ello tiene que resultar placentero.

Además, Radnor acierta retratando por un lado a la generación que está por encima de él con dos actores como Richard Jenkins y Allison Janney que saben exprimir el poco tiempo en el que aparecen en pantalla y por el otro a la generación que está por debajo de él (también excelente la composición de Elizabeth Olsen). De esta forma, el realizador consigue componer un retrato bastante completo en el que la insastisfacción no es un dominio absoluto de los que están entre los 30 y los 40 años. A su manera, cada generación tiene aspectos por los que lamentarse. Los mayores por las elecciones tomadas, los menores por la incertidumbre de lo que les deparará el futuro. Por el camino, se permite hablar de autores de la literatura romántica anglosajona y música clásica, lo que le da un toque intelectual al conjunto, sin llegar a ser pretencioso.

Radnor le está cogiendo el ritmo a la dirección con un film mucho más redondo que el anterior que se beneficia de un buen guión con diálogos que saben equilibrar la ligereza con algunas inquietudes intelectuales y sobre todo se beneficia de un reparto más reducido que en su anterior film pero de mucha mayor calidad. También le beneficia el hecho de ser un film pequeño, sin un ánimo marcadamente pretencioso, aunque también se nota un excesivo afán de hacerse notar por parte de su realizador.
manulynk
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6
19 de marzo de 2015
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Película de ciencia ficción escrita y dirigida por Gavin Hood, según la novela de Orson Scott Card, en la que nos presenta un mundo futuro, que ha sufrido el ataque de unos seres alienígenas (parecidos a una especie saltamontes gigantes), y aunque fueron rechazados, ha significado un profundo cambio. Uno de lo más trascendentales es el aprovechamiento de las particulares habilidades creativas de los niños para diseñar tácticas contra los enemigos extraterrestres. El protagonista, Ender (Asa Butterfield) es uno de esos niños que va demostrando paso a paso que tiene un particular don que es potenciado y desarrollado por el coronel Graff (Harrison Ford) hacia la dirección que más le conviene.

Una película de ciencia-ficción suele destacar por los efectos especiales, pero no es el caso de la que nos ocupa. Aunque no se le puede negar que hay un esfuerzo en mostrar una estética futurista, no se trata de un film en el que haya mucha acción, las acciones bélicas son vistas a través de una pantalla y los enfrentamientos básicamente consisten en un intercambio de rayos siderales. Sí que hay cierto cuidado en mostrarnos el día a día de un puñado de niños del siglo futuro entrenándose para hacer la guerra, pero no hay un despliegue al estilo de "Star Trek" por poner un ejemplo.

El punto fuerte del film es sin lugar a dudas las lecciones que contiene la trama en la que el joven Ender es el protagonista. Es cierto que esto es más mérito del escritor del libro, aunque no se le deben restar méritos a Hood, con la traslación de un discurso escrito en 1985 pero cuyas implicaciones siguen vigentes hoy en día. No hay que hacer grandes esfuerzos para ver paralelismos entre el ataque extraterrestre y los diversos ataques lanzados por terroristas islámicos y la posterior respuesta de los Estados Unidos. No hay mucha diferencia entre invadir un país o atacar un planeta, sin tratar de resolver el conflicto por otras vías. Tal es así que en determinado momento, el espectador no tiene muy claro quienes son los buenos y quienes son los malos. A esta ambiguedad contribuye el hecho que en todo momento se adopta el punto de vista de los humanos, siendo los bichos extraterrestres (llamados insectores en la película) una especie de presencia que prácticamente nunca llegamos a atisbar más que de forma indirecta. Al margen de presentarnos a una humanidad como un peligro para la vida en el universo, llama la atención la forma natural en la que para conseguir sus propósitos (es decir, la aniquilación de la especie amenazadora), no dudan en utilizar a infantes, los cuales son manipulados sin ningún tipo de miramiento.

Claro que al ser un film con niños de por medio y con ciertas aspiraciones comerciales, Hood no carga las tintas en exceso suavizando debidamente las aristas y aligerando de contenido la historia, realizando diversos insertos que sólo sirven de relleno y para dar un punto afectivo a la historia con el personaje de Petra (Hailee Steinfield) una joven que se convierte en compañera de "juego" de Ender. Tampoco quiere ir mucho más allá el realizador en la transformación de Ender, por lo que se nos antoja un tanto forzada.

En todo caso, se trata de un buen film de ciencia ficción, de esos además de los que al salir de la sala, consigue sembrar de preguntas la mente del espectador. Quizás su vocación comercial y su voluntad de ser una saga, haga dulcificar un tanto su discurso, pero no lo suficiente como para no completar lo que insinúa su mensaje.
manulynk
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6
6 de enero de 2015
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Cuarta película del realizador Daniel Sánchez Arévalo en la que como su nombre indica gira alrededor de una familia de cuatro hermanos, el más pequeño de los cuales no se le ocurre otra fecha para casarse que el día que España juega la final del mundial.

Aparentemente se trata de una comedia. Aunque si obviamos la campaña de marketing, en realidad comprobaremos que el film sigue da un paso más en la línea marcada por el realizador en sus films anteriores, en los que gira alrededor de las relaciones personales. Después de retratar las visicitudes de unos "primos" en una boda frustrada, ahora nos habla de hermanos, padres e hijos preparando una boda en una historia de aire coral en la que no hay un protagonista claro. No es cierto, sí lo hay pero no se ve.

En esta ocasión el punto de partida no puede ser más cinematográfico: Al igual que el musical "7 novias para 7 hermanos", el patrica de la familia, admirador declarado del film, empezó su propio abecedario bíblico, aunque se frenó en el quinto (Efraín interpretado por Patrick Criado). Sin embargo el primogénito Adan (Antonio De la Torre) continuó la tradición con su hija. El resto de hermanos lo componen el bonachón Benjamín (Roberto Álamo) y Caleb (Quim Gutierrez) una especie de hijo pródigo ausente durante dos años. De hecho, la saludable y activa familia de montañeses del siglo XIX que retrató en su día el realizador Stanley Donen nada tiene que ver con la que nos presenta Sánchez Arévalo. Por un lado un padre con el corazón roto, un hijo con ansiedad permanente, otro que vive en un particular mundo, aunque paradójicamente es el que sabe más cosas, dos hermanos que parecen enfrentados por la misma mujer y el último que se declaró a la que será su futura mujer con 10 años. Y alrededor de todos ellos la sombra de la madre, que les abandonó hace años y a quien no vemos en ningún momento pero a quien el desenlace de la historia le depara un protagonismo mucho mayor pese a su ausencia.

El realizador vuelve a mostrarnos su buen hacer cuando se trata de retratar a personajes atrapados, ya sea por obligaciones más o menos autoimpuestas, ya sea por sus propios miedos e inseguridades. Como siempre, este es uno de los puntos fuertes de un film de aire más bien dramático pero que no olvida dar algunas pinceladas de humor, ayudado por la presencia de un testimonial (y desprovechado) Raúl Arévalo. Mientras la selección Española lucha por conseguir la copa del mundo, la peculiar familia retratada por Daniel Sánchez Arévalo se reúne alrededor de su patriarca enfermo, momento en que iremos conociendo las circunstancias particulares de cada uno.

En las distancias cortas, mirando a sus personajes cara a cara, como ya lo demostrara con la que a mi parecer sigue siendo su mejor film, "Azuloscurocasinegro", el realizador se mueve como pez en el agua. Cuenta además con un buen reparto de caras conocidas en su filmografía en el que por encima de Quim Gutiérrez terminan destacando mucho más Alberto de la Torre y Roberto Álamo. Su metáfora de familía incompleta (no han llegado a 7 hermanos) sirviéndose de la anécdota cinematográfica está bien lograda, y posiblemente mal resuelta. Su talón de Aquiles siguen siendo los personajes femeninos. Y eso que sólo se limita a Cris (Verónica Echegui) aparentemente atrapada entre dos hermanos, y dos hermanas en otro triángulo con el más pequeño de la familia. Cuando el foco se centra en sus personajes, a las adolescentes hermanas no consigue superar el cliché (una rubia tonta y otra morena rebelde), mientras que el personaje de Verónica Echegui, deambula por el escenario sin un rol fuerte al que agarrarse. Por otro lado, la relación entre Caleb y Daniel tampoco está conseguida del todo, ni hay una tensión entre ellos ni cuando estallan nos lo terminamos de creer. Quizás Quim Gutierrez interioriza demasiado su personaje, dándelo un aura de misterio místico que le perjudica. Pero tampoco Miquel Fernández, en su composición de Daniel sabe dar el tono a un personaje más fuerte de lo que aparenta. Finalmente la historia de la madre, la gran ausente y (casi) siempre presente es la que termina por darle sentido a todo. Lo que podría ser más discutible es si mantener su ausencia y su secreto beneficia o perjudica al film.

En cualquier caso, pese a ser un film no conseguido del todo, no hay que desmerecer los esfuerzos de un realizador por seguir ahondando en el camino que empezó a marcar hace más de una década que sin llegar al nivel de su primera obra, por lo menos ha conseguido enderezar el camino con respecto sus películas anteriores.
manulynk
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8
6 de enero de 2015
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La figura de Ip Man es poco conocida fuera del mundo oriental. Sólo los más fanáticos fans de Bruce Lee le reconocerán como el que fuera su maestro de Kung Fu en Hong Kong. Sin embargo, sería injusto recordarle sólo por este hecho, que en el fondo es prácticamente una anécdota, ya tuvo una vida bastante intensa sobre todo durante los años 30 con la ocupación japones y el posterior advenimiento del comunismo en China que lo acabaron llevando a Hong Kong. Aunque los distribuidores del film, no han querido arriesgarse y han preferido que la sombra de Bruce Lee planee sobre la promoción del film.

Esto puede perjudicar al film, ya que, desde mi punto de vista se han dirigido al “target” equivocado puesto que aunque ciertamente el film habla de kung fu, para el realizador Wong Kar-Wai, no exactamente lo que más le interesa retratar. El film se ambienta sobre todo en China en los años previos a la invasión japonesa, en un momento en que están los diversos estilos de Kung Fu están en pleno esplendor. En ese ambiente, destaca Ip Man (Tony Leung), quien es reconocido por un viejo maestro kung fu de una fría provincia del norte de China, antes de retirarse a una vida más tranquila. Sin embargo, Ip Man quedará prendado por la hija del viejo maestro, Gong Er (Zizy Zhang). En realidad, el realizador se lleva la historia a su terreno particular puesto que tiene mucho más interés en explicarnos la historia de amor entre estos dos personajes que la de hacer un film de artes marciales al uso. De hecho, sobre la figura de Ip Man se han hecho varias aportaciones en clave de acción en los últimos años, aunque no han llegado a nuestro país.Por lo que, Wong Kar-Wai se aleja claramente del camino marcado por films anteriores (recomiendo buscar los films de Wilson Yip o Herman Yau).

Y no es que el film no hable de artes marciales, ni haya escenas de lucha. Ni mucho menos. Pero pasado por el tamiz y la sensibilidad de Wong Kar-Wai, estas cuestiones van quedando paulatinamente relegadas a un segundo plano. La excelente ambientación de los escenarios donde se reunen los maestros de Kung Fu (curiosamente elegantes burdeles) y los diversos estilos de lucha que componen este arte marcial, es el marco donde se conocen Ip Man y Gong Er. Un flechazo, que como suele pasar en las historias que retrata el realizador, es muy difícil de consumar, puesto que a ambos les obligan rígidas normas escritas y no escritas, las cuales no pueden impedir que se amen.

Pero, a pesar de estar más interesado en la historia de amor que hablar de las artes marciales Wong Kar-Wai no descuida de ofrecernos algunas escenas de lucha que más que espectaculares son bellísimas piezas estéticas en las que los contendientes prácticamente parecen bailar elegantemente. La mejor de todas (sin desmerecer ninguna de las que aparece en el film) es la que enfrenta a ambos personajes, en la que el realizador vuelca toda su sensibilidad y su buen hacer tras las cámaras, dejándonos que mientras pelean en realidad hay una fuerte atracción entre ellos.

No cabe duda que el film está mucho más cerca de “Deseando amar” que no de “Furia oriental” aunque no por ello se trate de una película que deba pasar desapercibida ya que hay pocos cineastas que sepan tratar de forma tan lírica y con tanta sensibilidad el desamor, la distancia, a lo que hay que añadir el retrato de un mundo que se ve obligado a cambiar, a su pesar, debido a los acontecimientos que no entienden de sensibilidades, tradiciones y otras ñoñerías.

Unos de los aspectos que más perjudican al film son ajenos al realizador. Aquí nos ha llegado una versión recortada de 130 minutos (la original está por encima de los 160 minutos), y los tijeretazos se notan ya que a menudo tenemos la sensación que el film va dando saltos en el tiempo para detenerse en momentos significativos, que sólo nos sitúa los fundidos en negro con la voz en “off”. Esta da una impresión de inconsistencia que nos impide valorar el film en su justa medida. En cualquier caso, aviso los amantes del cine de artes marciales no quedaran muy satisfechos, mientras que los que acabaron cautivados por “Deseando amar” o “2046” saldrán encantados.
manulynk
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