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Críticas de Lafuente Estefanía
Críticas 1.715
Críticas ordenadas por utilidad
7
4 de enero de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"J'accuse ..." es el titular a toda plana de "L'Aurore" del 13 de enero de 1898. Émile Zola hace allí un completo alegato en defensa de Alfred Dreyfus (Garrell), capitán de Artillería de etnia judía injustamente acusado de alta traición y castigado de por vida a la isla del Diablo en la Guayana Francesa.
La historia, de sobra conocida por todos, se cuenta aquí desde una perspectiva puramente castrense, la parte étnica, política y social queda bastante al margen. Los protagonistas tienen todos altas graduaciones militares, especialmente el promotor de la investigación el coronel Georges Picquart (Dujardin), un auténtico "Oficial y caballero".
La cinta comienza con la impresionante escena de la degradación y expulsión del Ejército de Dreysus, en el centro de un cuadro enorme de soldados a la sombra de la Torre Eiffel. El resto son las pesquisas de la inteligencia militar para descubrir unos y para ocultar otros los verdaderos hechos.
Sobra en nuestra opinión el flirteo amoroso con Pauline Monnier (Seigner).
El guion resulta un poco complicado pues no se siguen con facilidad tantos generales y altas graduaciones militares. Eso sí, todos muy bien uniformados, pues el vestuario y la ambientación son impecables.
Bien la dirección y las interpretaciones, la acción no decae, los hechos se ciñen bastante a la realidad y los personajes resultan siempre convincentes.
Para los malpensados que quieren establecer un paralelismo entre Dreyfus y Polansky, "J'accuse", tendremos que retorcer la sentencia aplicándoles aquello de "accusatio non petita ... excusatio manifiesta".
Una buena película muy recomendable.
Lafuente Estefanía
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10
20 de diciembre de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine Oeste de Valencia, un 19 de marzo a comienzos de los 60. Hemos bajado desde el pueblo a las fallas en el autobús en el que retornaremos después de la cremá. Cansados y aburridos mi padre nos mete a todos en la primera sesión de la tarde para ver "Testigo de cargo".
Después de todos los años pasados, hemos vuelto a verla y a experimentar la emoción de la intriga y la sorpresa por el desenlace. Exactamente igual que la primera vez que la vimos.
Ocurre con las grandes obras, con maestros como Wilder o Hitchcock capaces de atrapar la atención del espectador y de preparar siempre finales sorprendentes. Lo mismo se trate de dramas judiciales y policiacos como "Testigo de cargo" que de comedias ambientadas en el medio periodístico como "Primera plana", cinta con la que comparte un reparto de lujo, una dirección magistral de los actores y esos toques de ternura que tanto echamos de menos en el cine de hoy.
Una película sobresaliente ya harto comentada, de la que destacaremos los aspectos patológicos de la figura genial de Wilfrid Roberts (Laugthon). Un abogado criminalista, obeso, solterón, fumador y bebedor que ha debido sufrir algún problema coronario y que después de la convalecencia regresa a su casa, "Los médicos no me han dado la absolución, solo la condicional".
Y la condición de dejar el trabajo intenso llevando casos como el del farmacéutico acusado de poner cianuro en el desayuno, así como cumplir a rajatabla las instrucciones de su enfermera particular, la señorita Plimsoll (Lanchester), soltera por sufrir su novio dos ataques sucesivos de apendicitis y de peritonitis que le costaron la vida.
Todo inútil, pues Wilfrid se mete en la defensa con toda intensidad padeciendo crisis de hipertensión arterial hasta llegar a 24 de tensión sistólica, que exige la aplicación inmediata de inyecciones hipotensoras, tabletas de nitroglicerina sublingual y píldoras administradas de hora en hora.
Inolvidable la imagen del genial abogado jugando con las pastillas en la mesa de la defensa y ordenándolas en diversas formas geométricas.
Como inolvidable es la película que sigue hoy ocupando uno de los lugares de privilegio en la historia del cine.
Lafuente Estefanía
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4
1 de octubre de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
O Trinidad. Y siguieron llamándolo hasta que la cosa ya no dio para más.
Son los inicios de los años 70, ha muerto el western clásico y surge en el Mediterráneo una nueva modalidad que tuvo su éxito. Y, claro, se trataba de estirarlo al máximo con series dedicadas a Sartanas y a Trinidades que tuvieron sus seguidores.
En esta ocasión se toma un camino intermedio entre ambos.
De Boston llegan en la diligencia los McIntire, "Dos pipiolos desarmados", rubicundos y bobos, la versión vaquera de Pili y Mili. Los esperan dos criados del rancho paterno, Chico y Sancho, otros dos atontados sobre los que descansa la presunta parte cómica de la cinta.
Y por fin aparecen en escena los dos temibles pistoleros, Cemetery (Garko) y Duke (Berger), responsables de los tiroteos y de la parte dramática, "Nunca dos en el mismo comedero". Ya saben, "Velocidad cuando desenfundas y precisión en el disparo".
O sea, tenemos en escena a triples parejas.
Lo demás es la historia de siempre, el cacique que quiere imponer su ley y contrata a los matones correspondientes. Mal guion que se complica la vida retorciendo el argumento al final. Realización que no termina de decidirse entre la comedia y el drama. Abundantes tiroteos, ritmo vivo y original desenlace.
Personajes estereotipados, rudos, silenciosos pero que de vez en cuando dejan alguna perla en los diálogos, "¡Bastardo pistolero! -Si, pero de nacimiento". Interpretaciones correctas.
Película regular que puede gustar a los aficionados al western europeo que no tengan grandes expectativas.
Lafuente Estefanía
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6
10 de septiembre de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A comienzos de los 70 Torremolinos es una ciudad que empieza a atraer turistas. Al principio proceden del mundo snob, artistas extranjeros sobre todo, aunque ya está en marcha la especulación inmobiliaria como se aprecia en la cinta.
Sobre este fondo se dibuja una trama de intriga cuando un hombre con gabardina asesina a una serie de personas, cuyos cadáveres recoge cuidadosamente.
La intriga se diluye rápidamente cuando vemos que van a parar a la casa de un famoso escultor ciego, Franz Badulescu (Karloff), que está componiendo una obra sobre los esqueletos de las víctimas. Todo con la ayuda de su enigmática esposa, Tania (Lindfors). Excelente las interpretaciones de ambos.
Pese al tema morboso que se aborda y a la presencia de estos actores, la película no tiene nada de terrorífica. Hay que dejar esto bien claro para evitar decepciones. Si el director lo intentó en algún momento, hay que reconocer que fracasa.
Falla también el guion cuando muy pronto empieza a dar pistas de su desarrollo evaporándose la intriga y restando interés sobre el desenlace.
Después de un inicio muy esperanzador la acción decae enseguida. Los personajes, hay bastantes, se describen con cierta superficialidad, sin profundizar gran cosa.
Tiene asimismo la cinta cosas interesantes, como por ejemplo conocer la fauna de "artistas" que llegan del norte de Europa para instalarse y parasitar en la costa malagueña, un poco al hilo de "El turismo es un gran invento" (1968) o "Torremolinos 73" (2003).
Lo mejor para nosotros es la referencia al mundo de los gitanos que viven en las inmediaciones con sus organillos por las calles y sus críos desarrapados. Impresionante el "entierro" del jorobado que alquila las sombrillas de playa, por la noche con antorchas en medio de una emocionante saeta, o la zambra nocturna donde la Reina de los gitanos predice el desenlace, "Los gitanos sabemos cuando viene el diablo".
Nos gusta este toque tan carpetovetónico y racial en medio del mundo de la farándula snob de la época.
Sin ser de terror, la discreta intriga y las referencias sociológicas a lo que unos años después será la costa de los millonarios convierten a este "Coleccionista" en una película que tiene su interés.
Lafuente Estefanía
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7
26 de julio de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la "Fiebre de indio" que impulsa a muchos blancos a "Odiar, matar, violar" a quienes no tienen el mismo color de piel.
Una cantina, un cantinero sirve bebida a un indio mestizo (Bronson), un sheriff gordo que le increpa, "Piel roja, negro, te está hablando un hombre blanco". Cruce de miradas, desenfundan y cae herido de muerte el sheriff. El mestizo huye a caballo.
De nada le sirve aquí la legítima defensa: "Un indio ha matado al sheriff". Hay que formar una patrulla para salir en su busca y ahorcarlo. Es el momento más interesante de la cinta pues nos permite conocer los motivos que tiene cada uno para perseguirlo.
Lentamente el antiguo capitán Quincey (Palance) se coloca su viejo uniforme confederado. Se sabe el jefe de la partida, es el vanidoso que "No soporta ser un hombre más en una población pequeña". Le siguen por inercia y rutina otros vecinos desocupados, "Estaría bueno que un apache se burlara de nosotros". Entre ellos los hermanos Hooker, tres auténticos salvajes, borrachos y odiadores, "Esta sería una buena tierra si no hubiera indios". Por no quedar mal se incorpora al grupo un emigrante escocés que desoye los prudentes consejos de su esposa. Pero también alguno rechaza marchar, "Seguro que el sheriff ha encontrado por fin lo que merecía". Eso sí, lo argumenta escopeta en mano.
Es decir, hasta cierto punto tenían libertad para ir o no ir tras el indio. Hasta cierto punto.
El resto puede verse en la sinopsis. Una persecución implacable en la que la iniciativa la lleva siempre el Mestizo que, en un momento dado y ante la violencia extrema de sus perseguidores, se despojará del ropaje de los blancos para adoptar definitivamente el apache en el enfrentamiento final. El hábito en este caso hace al monje.
La idea es brillante, un análisis de las distintas gradaciones del racismo en una sociedad cerrada y aislada. El guion tiene lagunas importantes pues nada sabemos de la vida anterior del Mestizo, como de la presencia testimonial de un grupo de cheyennes que pasan por allí.
Rodada enteramente en exteriores secos e inhóspitos, la realización los aprovecha muy bien para proyectar sobre los mismos el cúmulo de pasiones y de violencia que generan los sucesivos fracasos y frustraciones de los perseguidores con sus correspondientes luchas intestinas. "No sé en qué estaría pensando Dios cuando hizo a los apaches", "No son hombres, son animales".
Tras una primera parte fulgurante, luego la acción remite hasta hacerse un poco pesada al final con escenas agónicas que parecen sobrar.
Lo más interesante la diferente forma de enfrentarse a una naturaleza hostil y, sobre todo, el análisis del racismo y sus gradaciones con los correspondientes enfrentamientos dentro del grupo.
Un buen western hecho en unos años difíciles para el género. Infravalorado. Recomendable para los aficionados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lafuente Estefanía
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