La verdad que los españoles nunca apreciamos ni apreciaremos las joyas que se hacen en nuestro país, Bigas Luna fue un gran director y pero el pobre hombre hacía películas en un momento en donde el desnudo era visto como algo pecaminoso.

Huevos de oro, es el retrato del machismo español y de cómo viven y desean estos hombres machistas.
Muchas mujeres, de dos en dos si es posible, muchos dinero, eso si, engañando a los demás, putas y más putas, marisco, muchos rolex, muchos cojones y al final queda una escoria humana, pero si hay algo que me gusta de esta historia es como la vida te acaba dando aquello que tanto te merecías.

El retrato del macho por excelencia está muy bien retratado y muy bien interpretado y a pesar de la juventud de Javier, ya era todo un maestro para aquellos años.

Una película muy bien dirigida, con esa peculiar puesta en escena de Bigas Luna, unas historias un tanto extrañas pero al mismo tiempo…muy reales.

En mi opinión es una buena película pero en España no hemos sabido apreciar nuestras producciones.

Como se nota que Svankmajer ya había asentado su lenguaje a la vez que sigue buscando la manera de hacer de todo esto un largometraje.
Svankmajer ha creado su lenguaje, la movilización de objetos con personalidad propia y al mismo tiempo intenta unir a este mundo a los seres humanos.

El surrealismo se siente en cada escena, el terror de ver a las personas comiendo carbón y durmiendo cubiertas por él, todo da miedo, todo parece real, las patatas se escapan continuamente de la cesta, los zapatos se comen nuestra comida...todo es extrañísimo pero a la vez todo es maravilloso, Svankmajer tiene ese talento único de crear un terror surrealista.

Sus obsesiones están totalmente integradas en sus historias, sus cortos ya no solamente tratan de ver como se mueven las cosas o de como los humanos se sorprenden de verlas, las historias son geniales, el surrealismo está perfectamente logrado.

Todo en Svankmajer tiene una lógica, podremos analizarlo todo desde un aspecto surrealista pero el surrealismo sirve para representar la decadencia del país en el que el director vivía por aquel entonces, sin duda, es un director que sabe ir más allá.

Nuestro gran director francés demuestra con esta película que quiere llevar el cine a otra dimensión, es decir, como un buen creador, busca y experimenta.
Georges Méliès es el caso de un hombre que buscaba y buscaba dentro del séptimo arte, el cine le servía para poder crear y experimentar todas las cosas que se le pasaban por la cabeza.
Su cine se caracteriza por tener ese toque de fantasía, surrealismo, comedia pero en este caso se simpatiza con su época y lleva a la pantalla un hecho que marcó a su generación.
Es la primera vez que deja atrás sus apariciones y desapariciones para centrarse en el realismo y escribir un guión a partir de lo sucedido.
No es la adaptación de un guión sino lo que hoy diríamos...”basado en hechos reales”, aquí es la primera vez en la historia del cine que podríamos aplicar esta frase.
Es normal que la cosa no saliese todavía muy bien porque no se estaba acostumbrado a escribir grandes guiones llevados al cine así que vamos a disculpar a nuestro director francés ya que su guión resulta un poco pobre y cuestra seguir el hilo narrador.

La verdad que era chistoso este hombre, desde la fantasía y el surrealismo hasta la comedia, sabe como utilizar el invento para hacer pasar el rato aunque la verdad que creo que él se lo pasaba mejor que nosotros.
No es de sus mejores cortos pero la idea cambia, utiliza técnicas diferentes a las apariciones y desapariciones, el hacer crecer la cabeza será algo nuevo y original, el maestro francés seguía estudiando.

Mi pregunta es si está escena fue ya planeada o fue grabada de imprevisto...solamente Louis lo sabía.
Así como Goya grababa con sus pinceles escenas coloquiales de la aristocracia española, Lumière lo hacía con su cámara, aquí graba una graciosa pelea con bolas de nieve, sin duda una escena muy graciosa.
A diferencia de otros cortos, la pelea de las bolas de nieve resulta un corto fresco y gracioso con un pequeño toque violento que para los ojos de finales de siglo no sería tan grave.