Scotty Bowers, a sus 94 años, sigue siendo un tipo genial. Por las manos y entrepierna de este hombre ha pasado lo mejor de Hollywood, de ambos sexos. Le conocí a raíz de sus escandalosas memorias, Servicio completo, publicadas por Anagrama en castellano, y ahora he visto el documental que nos ocupa. Este hombre proporcionó chicos y chicas, en dúos, tríos y lo que se terciara, a gente de la que nadie sospechaba: la feliz pareja Spencer Tracy/Katharine Hepburn, homosexual y dipsómano él, insaciable lesbiana ella, Randolph Scott y Cary Grant, el director George Cukor, el compositor Cole Porter... Y cuando no había nada a mano, él mismo se ofrecía a satisfacer sus deseos, por arriba y por abajo, por delante y por detrás. Se le ve feliz en su vejez. Tiene una esposa a la que se parece asombrosamente, un cerebro pletórico de recuerdos, diversos pisos y apartamentos en los que amontona memorabilia de todo tipo, y una caradura a prueba de bomba. Tal vez le falte al documental un poco más de desparpajo, de entrar a saco en lo que fue esa época dorada en que era peligrosísimo salir del armario, pero todo el mundo practicaba el sexo a todas horas. ¡Si hasta se tiró a J. Edgar Hoover, por Dios! Echamos de menos más entrevistas relevantes, pero claro, casi todos sus cleintes han fallecido, y ya no pueden decirnos nada. De todos modos, como atisbo de un mundo oculto que sospechábamos pero no adivinábamos su magnitud, Scotty y los secretos de Hollywood es un film sorprendente y vivaz. ¡A la vejez viruelas!

Campanella se lo toma con calma. Diez años han transcurrido entre la excelente El secreto de sus ojos y El cuento de las comadrejas. Entretanto, alguna serie, un largo de animación, supervisiones... Vuelve con un remake de una para mí desconocida película argentina que, por lo visto, gozó de gran predicamento, Los muchachos de antes no usaban arsénico. Cual Norma Desmond cualquiera, la gran estrella Mara Ordaz vive en una mansión barroca y cargada de recuerdos en la campiña argentina. Le acompañan su marido, también actor, el principal director y el principal guionista de sus grandes éxitos. todos de avanzada edad. Una pareja de depredadores treintañeros, ávidos de dinero y poder, quieren apoderarse de la casa por una cantidad irrisoria y expulsar a sus habitantes a un geriátrico. La juventud posee la fuerza, y la tercera edad la experiencia, y la maldad necesaria para defender su propiedad. Entre este toma y daca se gesta la función, conducida por la interpretación (convenientemente) exagerada de Graciela Borges en plan Gloria Swanson, y que nos irá desvelando poco a poco la historia de los seres que habitan en la casa encantada, los misterios de su pasado, los deseos de su presente. Con un amplio sentido del humor negro, Campanella teje una telaraña de amores, odios y complicidades, con abundantes referencias y homenajes tanto al cine argentino como a sus luminarias (Alfredo Alcón, Mario Soffici, Hugo del Carril), irregular en ocasiones, brillante en otros, sostenida por un trío actoral de enjundia. Sería injusto no destacar la formidable labor de Clara Lago, espléndida desde su primera aparición en pantalla. A ver si ahora que se ha sacado de encima (nunca mejor dicho) a ese comicastro barato enfila una carrera más exigente. En suma, un buen divertimento para este verano insufrible. No esperéis más de esta comedia que a algunos quizá podrá estomagar.

Segunda elección de Nacho Vigalondo para los últimos viernes de mes de TCM. De nuevo, las ansias de épater al pobre fan del fantastique y darle la noche. Un deficiente mental estadounidense viaja a Italia porque su vida es muy complicada en los Estados, y la gente de la que se rodea es tan imbécil como él. De repente, conoce a una mujer hermosa y rodeada de una bruma de misterio, de modo que se inicia una relación plagada de interrogantes... No puedo contar mucho más por aquello del spoiler, pero sí afirmar que es una de las películas del género más idiotas que he visto en mucho tiempo. Creo que un crítico osó compararla con La mujer pantera, del gran Jacques Tourneur, y me entraron vahídos. El relato en sí de la hermosa mujer daba para mucho más, pero el guión se queda a medio camino, cuando apenas consigue despegar. Bellas postales italianas, efectos especiales justitos (tampoco hacía falta mucho más), diálogos para besugos, la pareja protagonista se esfuerza. No estrenada en España, apareció directamente en DVD. Para amantes de rarezas inclasificables.

Esta película se basa en una deliciosa novela epistolar, escrita a cuatro manos entre Mary Ann Shaffer y Annie Barrows. Una joven escritora, con problemas de inspiración, recibe una misteriosa misiva de un desconocido, residente en la isla de Guernsey, en la cual le explica que pertenece a una sociedad literaria, y está leyendo un libro de Charles Lamb que había pertenecido a Juliet, la escritora. Ésta acepta la invitación a visitar la isla y ponerse en contacto con el excéntrico club (estamos en 1946), y descubrirá todo un mundo y una historia sucedida durante la recién finalizada Segunda Guerra Mundial que cambiará su vida. Mike Newell, veterano creador de éxitos cinematográficos (bastará recordar Cuatro bodas y un funeral, o La sonrisa de Mona Lisa), se mueve como pez en el agua en este drama con toques humorísticos en la mejor tradición del cine oh-so-British. Soslayando con habilidad el problema de la trama epistolar que vertebra la novela original, nos traslada a los tiempos trágicos y difíciles de la ocupación alemana de la isla, que dio pie a actos de heroísmo y sacrificio, así como a infames episodios de traición y delación. Con la figura omnipresente de Elizabeth McKenna (magnífica y carnal Lily James) como hilo conductor, nos introduciremos en la pintoresca sociedad literaria, conoceremos a sus miembros y circunstancias personales, y comprenderemos el por qué de unos hechos y unas reacciones. Con el fondo del magnífico paisaje isleño (excelente fotografía de Zac Nicholson), y la espléndida partitura de Alexandra Harwood, La sociedad literaria... es algo más que un bonito cuento de hadas; se trata de un canto a la lectura, un homenaje al libro y a sus creadores, y a la benéfica influencia que ejerce sobre los seres humanos letraheridos. Una gran adaptación de un libro pequeño pero inspirado. Los aficionados a las series descubrirán a diversos actores de Downton Abbey, y a un Tom Courtenay que en su vejez da lo mejor de sí mismo.

Darklands es una oscura cinta de terror, si me permitís la broma, que se paseó en su momento por San Sebastián y Sitges con más pena que gloria. Que yo sepa, no llegó a estrenarse comercialmente. Un compañero de sufrimientos me pasó el DVD, y debo decir que, sin ser nada del otro mundo, tampoco se merece el suspenso que le otorga FA. Sobre ella pende el fantasma de The Wicker Man, la casi obra maestra de Robin Hardy, con guión de Anthony Shaffer (olvidemos piadosamente el espantoso remake estadounidense protagonizado por Nicolas Cage). Si cambiamos Escocia por Gales, con algunas diferencias en los ritos, ya está armada la comparación. En el apartado actoral, Edward Woodward y Christopher Lee se comen con patatas al soso Craig Fairbrass y al pobre Jon Finch, a pesar de que se esfuerza. Y en Wicker Man las chicas eran Ingrid Pitt, Diane Cilento y Britt Ekland, así que ya está todo dicho. Darklands tiene un metraje humano y es lo bastante entretenida para refrescarte en estos tiempos de horrenda canícula. No hay nada destacable en ella, y las escenas de rituales dan cierta risa, pero Richards mantiene la tensión hasta el final. Un producto de segunda división para públicos no demasiado exigentes. (FILMAFFINITY)