Uno de los mayores éxitos de la carrera cinematográfica de Eddy Murphy es, sin ningún género de dudas, "El príncipe de Zaimunda". No la había visionado hasta hoy y puedo asegurar que, junto a "Superdetective en Hollywood", se trata de una de las películas más interesantes en su, denostada por muchos, amplia trayectoria.

Esta estupenda comedia consigue uno de los logros que se le presuponen a una comedia de este estilo, hacer reír en numerosas ocasiones, principalmente durante el ecuador de la cinta las carcajadas están garantizadas. Pero que es entretenida, no es gracias, exclusivamente, a su acierto como comedia. Hay muchos más ingredientes para que la receta resulte un manjar, a saber:
- Espectacular vestuario que aporta un condimento visual atrayente
- Guion manejado para resaltar que el dinero no da la felicidad y que no hay que clasificar a las personas en buenas o malas por su clase social.
- Personajes interesantes, gracias como no a que, Murphy, en su estilo habitual, interpreta a varios a la vez.
- Estética ochentera curiosa
- Promoción a una conocida marca de hamburguesas que hace que te entre hambre mientras la visionas
- Ambientación correcta, a caballo entre un palacio donde el protagonista vive con todo el dinero del mundo y un barrio pobre de Estados Unidos donde transitan unos cuantos mendigos al acecho de una limosna que sacie su apetito.
Todo este coctel explosivo es resultado de un gran ingenio desplegado, que sin ser la repera, deja atento a todo aquel que no esté dispuesto a machacar sin piedad los errores perdonables en una cinta sin más pretensiones que hacer entretener a base de romanticismo, humor y toques sensibleros.
En definitiva, una peli entretenida de las de antes, sin que tengamos que despreciar al buen cine actual claro.
PD: 32 años después se espera una secuela, próximamente. Pulgar arriba quien espere un menor éxito respecto a su predecesora.

Entre los numerosos fallos de la última versión llevada a la gran pantalla de "Godzilla", se encuentra nada más ni nada menos que su mal guion. La historia de esta película, además de contar con bastantes incongruencias traducidas en una serie de infortunios y casualidades que escapan de toda lógica, cae en el más absoluto vacío presentándonos unos personajes que no despiertan ningún tipo de simpatía, especialmente porque son meros estereotipos que pierden su eficacia al no introducirnos correctamente en el drama, ya sea como consecuencia de que los registros de los actores que representan dichos personajes son de perfil bajo, o bien consecuencia de no haberse explotado dicho drama lo suficiente.
De esta forma, los seguidores -o por lo menos yo me considero seguidor a medias- de la versión original, al no poder congeniar con la vertiente dramática que, definitivamente, resulta nula, esperamos que las gotas de humor o el tono light presente en aquel Godzilla de los 90 resulte igual de efectiva. En ésto que, también estas aspiraciones resulta mitigadas ante la parsimonia con que se toma su trabajo el guionista de la película y el director Gareth Edwards cuyo mayor exponencial para que el producto salga a flote son los apabullantes efectos (impresionante el diseño de Godzilla) ensombrecidos ante una fotografía bastante oscura que hace que no se vea nada y realmente no podamos disfrutar del todo con los mismos.
Total que llegados a un punto, sin gotas de humor ni profundizarse en el drama, uno espera encontrar algo llevadero gracias al tono romántico con la previsibilidad del resultado de fondo, pero resulta que tampoco esta faceta es manejada de forma admirable. La historia de amor tampoco despierta suficiente interés.
Por ello, creo que a la hora de crear este producto, lo mejor es que se hubieran esforzado más en esos aspectos y haber escatimado en tantos gastos, ya que, con tanta operación militar, bombardeos y tiroteos dirigidos a los monstruos, la película se resiente, llega a cansar que veamos explosiones y no nos den explicaciones de lo que verdaderamente está sucediendo.
En definitiva, es un homenaje a la versión original que tienes sus aciertos, baste con citar los estupendos efectos especiales y la primera media hora entretenida. Pero, cuando no das muchos más que eso o al menos no me das nada en lo personal, no emocionas, al final te encuentras con que pasas la prueba con un aprobadito raspado.

Se trata de una película bastante llevadera, que no ofrece más de lo que se le puede exigir a un film de este estilo.
Empezaré destacando los interesantes efectos especiales, los cuáles comienzan escaseando en la primera mitad de la película, para erigirse en los auténticos protagonistas en el último tercio, en unas brillantes escenas en donde Halloween es revivido. En efecto, cualquier osito, calabaza, monstruo que podría pasar como persona disfrazada en un Halloween normal y corriente aquí está al acecho y preparado para atacar.
Como no, hay que mencionar al artífice de todo este tinglado: el muñeco, un icono de este tipo de películas cual Chucky versión infantil.
En general, al no haber visto la primera película, no puedo compararla con su predecesora, pero puedo decir que L. Stine debe mostrar respeto sin admiración por el tributo que le rinde Ari Sandel. Y digo que no debe mostrar admiración porque este divertimento está un peldaño por debajo de los admirables clásicos de los 80 para niños, por citar un ejemplo, o cualquier prodigiosa aventura en la que se vean envueltos unos niños, el bullyng, una madre secuestrada y un largo etc, que hacen que encaje todo bien en el relato, pero sin conseguir nada del otro mundo.

Con un elenco tan interesante, "El color del crimen" a priori, debía presentarse como una apuesta segura. Sin embargo, hay veces que, juntar a buenos actores no lo es todo. No es que Julianne Moore y Samuel L. Jackson salga mal parados con esta película, al contrario, realizan unas más que buenas actuaciones. Tampoco es que la película esté mal, como para decir que un visionado no sea recomendable. Pero desde el principio, la trama se dispersa, liga todo el tema del racismo con la investigación policial resultando narrativamente farragosa. Por otro lado, el barrio donde transcurre la acción es un despiporre con tantas trifulcas que a veces, quizás por esa narración, quizás por el ruido, dan ganas de poner otra cosa, a pesar de las buenas intenciones de mostrar el problema racial existente. Además, no te llega. Al menos eso sí, mantiene el tipo con algún giro inesperado, a pesar de que el camino que coge toda la historia es lineal, sin apenas sobresaltos.
Estas películas suelen ser interesantes, muestran una realidad donde la ley está por encima de toda justicia moral, aunque ya se sabe que, esta frase, nunca mejor dicho, se emplea o no, según el color desde donde se mire, o algo así. En definitiva, como se puede ver, le doy un 5,5.

Es un film que, sin ser nada del otro mundo, engancha como pocos, gracias a que abre el debate y la reflexión. Dirigida por Adrian Lyne, un director que únicamente cuenta con 9 películas en su filmografía, la película plantea de manera novedosa el tópico de "no es más feliz quien más tiene sino quién mejor sabe vivir".
Está claro que con un millón de dolares en la cuenta uno vive mejor, pero ¿y si ésto conlleva la ruptura con la persona que más amo en este planeta? Pues bajo este concepto, la película apuesta por el desenlace previsible, es decir, tiende a decirnos que el dinero no da la felicidad.
Para llegar a dar en la tecla, el director cuenta con nada más y nada menos que la estimable presencia de un trío de buenos actores, destacando un gran Robert Redford, quién hará de multimillonario, saliendo se su boca los mejores diálogos.
Su contrapartida será, Woody Harrelson, hombre preocupado por la mala situación económica hasta que todo da un giro tras ofrecersele una propuesta que en principio no ha de dejar pasar.
Una película polémica, atrevida, donde el ingenio está servido aunque con momentos de gran lentitud y en la que en algunas ocasiones parece como si presentara a la mujer como mera mercancía que puede ser vendida al mejor postor.
Me ha gustado bastante. Los aciertos son entre otros: la excelente partitura, que deja transmitiendo desasosiego y paz, el desenlace aunque previsible muy bonito, las actuaciones, el atrevimiento de la propuesta en su forma, no porque sea muy original el fondo y algunas escenas como ver a Demi Moore rodeada de billetes en la cama, la del final contemplando el mar o los toques cómicos que aporta el abogado del marido de la protagonista.