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España España · Somewhere Far Beyond
Críticas de Richy
Críticas 1.320
Críticas ordenadas por utilidad
6
25 de agosto de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En plena prehistoria de la era digital, cuando compañías como ATARI entretenían al mundo con videojuegos en 3D vectorizados, apareció en las pantallas esta ambiciosa producción de la factoría Disney que pretendía ser un punto de inflexión en la ciencia-ficción. En ese mismo año, películas como "Blade Runner" ya lo estaban consiguiendo, y "Tron" pecó de estar demasiado adelantada a la conciencia colectiva. Su fracaso en taquilla se debió a que apareció antes de tiempo.

El mundo visionario de "Tron" está muy presente en el cine de hoy en día, repleto de producciones cyberpunk como "Matrix" y sus derivadas, pero en 1982 el concepto de realidad virtual no estaba tan presente en la mente de la gente común como lo puede estar hoy, donde hasta un niño de teta nace sabiendo lo que es un bit. Por ello, el exuberante mundo digital en el que se desarrolla la acción pudo haber pillado por sorpresa a más de un espectador incauto que se acercara al cine esperando ver una especie de híbrido entre "Battlestar Galactica" y "Star Wars", y encontrándose con un universo hiperextraño de construcciones matemáticas binarias en BASIC.

Pero "Tron", en su gran simplicidad de guión y en su aparente simplicidad estructural, encierra algo más que una película de entretenimiento juvenil. Ese mundo virtual ha sido ideado nada menos que por el visionario futurista de "Blade Runner" Syd Mead, en conjunción con el artista conceptual Moebius que también trabajó para esa película, por lo que el aspecto visual está mas que cubierto. Quizás los trajes luminosos que visten los personajes tengan ya un cierto olor a rancio, pero encajan perfectamente en ese ambiente futurista que es tan encantadoramente arcaico en nuestros días.

A destacar las interpretaciones de David Warner, un espléndido villano como casi siempre, y Jeff Bridges, que repetirá en su papel de Flynn en el remake que ya ha filmado en flamante 3D Joseph Kosinski. No tendrá la misma magia que la original, pero le daremos el beneficio de la duda de momento.

Y me iré, recorriendo las autopistas de datos, a lomos de la interface...
Richy
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7
21 de junio de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acertada y laureada ópera prima del realizador mexicano Guillermo del Toro, híbrido entre Álex de la Iglesia y David Cronenberg aunque físicamente se le parezca más al primero. Del Toro vino al mundo cinematográfico con un ejercicio de terror estilizado y muy clásico, casi gótico, que fue muy galardonado en su país de origen y aplaudido fuera de sus fronteras.

"Cronos" es una innovadora visión del mito vampírico en la que intervienen conceptos oscurantistas y herméticos. El interesantísimo comienzo, a modo de prólogo, es ya una pequeña obra maestra dentro de la misma película, y nos enseña el origen alquímico del objeto llamado "la invención de Cronos" por el que lucharán todos los protagonistas.

La narración de Del Toro tiene su toque siempre elegante en la figura de Federico Luppi, actor fetiche del realizador mexicano, en un acertado papel. Es un anticuario llamado Jesús Gris (curioso apellido que identifica notablemente su personalidad), que encontrará el extraño artefacto y se dará cuenta de su poder y, a la misma vez, de su maldición. Su historia se va haciendo tan oscura como la misma ambientación del filme, repleta de filtros azulados que acompañan a la figura atormentada de Gris en un periplo que, si bien es de corte vampírico, recuerda a a "La Mosca" de Cronenberg en algunos aspectos y, al igual que el director canadiense, Del Toro incide más en el terror interior que en el exterior, más en la enfermedad que en las amenazas externas.

Aparte de Luppi destaca dentro del reparto la némesis del protagonista encarnada en Ron Perlman, cuyo papel es fácil de identificar en la filmografía posterior de Del Toro: el villano cruel, sin sentimientos y colérico, al que el espectador está deseando ver convertido en papilla.

En definitiva, una original muestra de cine fantástico con sabor a cine artesano y que pocos aficionados al género olvidarán.
Richy
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4
6 de noviembre de 2012
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es raro ver una película de Wes Anderson en la que el guion no haga fintas argumentales y suponga una especie de caldero donde se han añadido varios ingredientes sin mucha ciencia y se ha mezclado todo sin saber si saldrá un plato jugoso o una bazofia incomible. Pues bien, “Life Aquatic” no es la excepción.

Después de haber visto (y suspendido) su siguiente filme, “Viaje a Darjeeling” (2007), al bueno de Wes le di otra oportunidad con la presente cinta porque vi en aquella película algo que me llamó la atención: a pesar de ser un bodrio importante, tenía un trasfondo curioso por no decir original, una forma de narrar muy especial y extravagante que nunca antes había visto en una comedia, salvo quizás en alguna que otra película de Jared Hess. Además, en “Life Aquatic” sale Bill Murray, un actor de irónico humor que me encanta y que le viene al pelo al tipo de cine del realizador.

Lástima que las expectativas que puse en esta segunda oportunidad que le dí a Wes Anderson no se cumplieron. Conforme avanzaba la película, me daba cuenta de que había dos posibles razones por las que el filme no llegaba a entusiasmarme:
1) El humor de Wes Anderson es demasiado complejo para que mi sentido del humor lo capte, o
2) El humor de Wes Anderson no tiene ni puta gracia.

Me decanté por la segunda posibilidad al recordar que, después de todo, sí me había reído con “Gentlemen Broncos” (2009) de Jared Hess, película tan estúpida y extravagante como la presente, pero divertidísima.

Bill Murray no lo llega a hacer mal del todo, pues su estilo no desaparece, pero él sólo no consigue llenar el vacío que respira un filme tedioso, una historia aburrida y una pedantería muy poco sutil.

Dos de dos, amigo Wes, y pocas veces suelo suspender alguna película. Por algo será.
Richy
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8
17 de junio de 2019
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí señor, así es como se finiquita una saga, de forma épica y no como un sueño de Resines (los “millennials” no tendrán ni idea de lo que estoy hablando).

Los Russo nos dejaron temblando de emoción y a la expectativa en la magnífica “Vengadores: Infinity War” (2018), para mí el verdadero canto de cisne de toda la saga, pero a su larga conclusión (3 horas de película) no hay que quitarle tampoco ningún mérito, a pesar de sus numerosas incoherencias y su atrevimiento con algunos personajes. Puede que todo eso sea lo que le ha llevado a muchos marvelianos a suspenderla, pero considero que es una decisión demasiado radical.

En primer lugar, tenemos que acercarnos a la película como lo que es: un espectáculo palomitero carísimo, destinado única y exclusivamente a entretener con unos efectos visuales portentosos, unos personajes carismáticos y un villano de lo mejorcito que ha dado el blockbuster reciente. Además, el hecho de haber logrado plasmar en la gran pantalla el espíritu de los millones de cómics que se han vendido a lo largo de la historia es ya de aplaudir, y además no sólo el espíritu sino el desarrollo de las historias, haciendo similitudes entre las colecciones propias de cada personaje y las películas propias, o los crossovers en papel y los crossovers cinematográficos. Hemos visto una clara evolución de los filmes que componen toda la franquicia (los, digamos, “oficiales”), con tramas aparentemente separadas, y que alcanzan verdadero sentido en este “Endgame”. Desde aquella ya lejana “Iron Man” (2008) hasta la más reciente “Capitana Marvel” (2019), Disney lo ha dejado reposar todo para que fuera calando en el espectador a lo largo de los años, con la paciencia del que sabe que no tiene nada que perder, y unir todas las tramas en un popurrí final.

Si bien es cierto que la solución que los Russo le dan al problemón que plantearon al final de “Infinity War” está muy cogida por los pelos, y además es una solución muy manida y poco original, por otra parte, es una herramienta muy útil si se pretende construir una película-homenaje de toda la saga. “Endgame” parece así un gigantesco tráiler de las 21 películas anteriores, que obliga al espectador a verlas si quiere darle algún sentido a todo el caos aparente que se desarrolla ante sus ojos, pues el toque nostálgico es el ingrediente especial con el que se enriquece todo el caldo. En cierta forma, es el mismo mecanismo con el que funcionan las secuelas: repetir el éxito de la película original, sólo que aquí se lleva al extremo y se calcan escenarios y hechos de forma descarada.

Sin duda, el plato fuerte son los personajes. Los espectadores los conocen desde hace años, los han visto evolucionar (y también involucionar en algunos casos), han vivido con ellos muchos momentos emocionantes, han elegido a sus favoritos y los han seguido hasta el final. Por eso ahora están ávidos de saber si su héroe estará entre los más valientes, los más heroicos, los que marcarán la diferencia o los cruciales para el desenlace definitivo. Aquí los Russo se han columpiado demasiado y han arriesgado innecesariamente, aunque sospecho que buena parte de culpa la tiene la Disney y su política de “humor blanco” en todas sus producciones. El resultado ha sido cargarse, o más bien ridiculizar, a dos personajes concretos de los que se esperaba justo lo contrario, lo que ha llevado a más de uno a poner el grito en el cielo.

¿Y por qué ponerle un 8 después de todo? Porque a todos nos parece fácil hacer una película. Cada uno de nosotros tiene su propia opinión sobre lo “lo fácil que sería haber cambiado esto o lo otro”, y seguro que hay infinitos “Endgame” en infinitos mundos paralelos donde, en uno de ellos, los Russo han hecho la película perfecta de cada uno de nosotros, pero esto sólo lo sabe el Dr. Strange. En el mundo que nos ha tocado vivir, el filme tiene sus más y sus menos, pero no deja de ser una obra extraordinaria en su concepción, y hay que valorarla como lo que es: una magnífica labor de síntesis al servicio del espectáculo y de la épica.

Fin del juego… ¿o no?
Richy
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6
5 de enero de 2015
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los británicos son genios indiscutibles en la realización de series cortas, de apenas una o dos temporadas, con historias bien contadas y estilo muy personal. El caso de esta serie entra dentro de esos cánones, pero no consigue elevarse más allá de la estética.

Quien se acerque a “Utopia” se encontrará con un espectáculo visual sin parangón, en el que la fotografía exageradamente cromática de Bratt Birkeland y la extravagante banda sonora de Cristóbal Tapia de Veer acapara todos los sentidos del espectador. Colores chillones, panorámicas casi irreales e interiores art-decó, se compaginan con unas melodías casi extraterrestres. La intención de Dennis Kelly ha sido la de crear una especie de cómic en simbiosis con el “leit motiv” de la serie: la búsqueda de la segunda parte de una novela gráfica de culto, “The Utopia Experiments”, en la que un científico vende su alma al diablo a cambio de conocimientos. El diablo se representa en una figura llamada “Sr. Conejo”, al que buscan los protagonistas de la serie: unos fanáticos del cómic que buscan desesperadamente ese segundo manuscrito, y se ven envueltos en una trama conspiranoica a gran escala.

Cada capítulo es un cuidado ejercicio estético y formal, con un desarrollo algo profuso e incómodo y con aires de grandeza que no llega nunca a alcanzar. Si bien la serie es muy digna de ver, falla en el aspecto más fundamental: no logra enganchar lo suficiente. Y no es porque no tenga los elementos necesarios para ello, sino más bien porque hay pocas sorpresas y, las que hay, pierden su efecto en la telaraña de personajes y nombres de los que se habla mucho y aparecen poco.

Los personajes, caricaturescos como el diseño de toda la serie, consiguen atraer la curiosidad tan sólo en los primeros capítulos, pero pierden fuelle conforme avanzan los capítulos, especialmente en su segunda temporada, en la que su final deja demasiadas puertas abiertas.

“Utopia” no deja de ser recomendable como muestra de hasta dónde puede llegar la creatividad en las series con pretensiones rompedoras e innovadoras, pero lo que al final le da el éxito es lo de siempre: ese humor tan inglés, tan sutil y ácido, que resulta muy oportuno cuando la trama se diluye.

Recomendable.
Richy
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