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Wakaotoko --> Joven adolescente y guapo
Fukeoyama --> Madrastra
Okusan --> Esposa, hermanas y ancianas


1) Tres historias inspiradas en las muñecas de teatro Bunraku

Figuras humanas danzantes. Se tambalean a lo largo de la sinuosa senda que mantiene viva la llama. Después de la tragedia viene la pesadumbre, el aturdimiento y la desazón. Comienza la búsqueda del perdón, una persecución hacia la nada. Nunca acabará, es un camino en círculos. Amor infinito.

2) Tres historias interrelacionadas por la tristeza

El espacio permanece y el tiempo se recupera. La rutina nunca fue tan añorada. Hubo un tiempo en el que trascendía la riqueza, el poder y el respeto, pero no la memoria. No la soledad. Ahora la nostalgia recuerda viejos tiempos, quiere revivirlos. Y los revive. Amor esperanzador.

3) Tres historias de amor inmortal

El conocimiento se sirve a través del sufrimiento. La autodestrucción hace aflorar instintos y sensaciones hasta ahora desconocidos. No es necesario refugiarse, el amparo siempre estuvo presente. Sólo hacía falta verle, pero siempre fue una relación mutua en lo invidente. Amor ciego.

En la sencillez está el gusto. Eso debió pensar Robert Bresson cuando se deicidió a filmar esta modesta historia. Una historia directa, honesta, natural. De trazo minimalista. La composición de un poema crudo, oscuro, gélido. En el cual no quiere que interiorices, sólo quiere que observes. Sólo dispone. Tampoco busca que sientas, y para evitarlo crea un ambiente denso, sombrío y, sobre todo, distante. Extremadamente distante.

Siempre boyante de entidad cinematográfica, Bresson es un maestro de la optimización; y este filme es un ilustrativo ejemplo de ello. Cine netamente puro.

Siente el halo de misterio que rodea a la isla.
Siente el desgarrador tono, percíbelo.
Siente el juego de colores adaptándose a la situación, sea relajo, gelidez o fogosidad.
Siente una atmósfera densa, espesa y pesada, terriblemente pesada.
Siente cada primer plano, cada monólogo.
Siente el aislamiento.
Siente los silencios, gestos y miradas.
Siente las profundas heridas de cada personaje.
Siente el perpetuo simbolismo, adéntrate en él.
Siente la inefable voz de Max von Sydow leyendo las notas.
Siente la ambivalencia de una enternecedora Bibi Anderson.
Siente el tormento de Liv Ullmann.
Siente su memorable sueño.
Siente una dirección sobria, serena, áspera, abstracta.
Siente la lacerante tensión de la escena final.
Siente la PASIÓN.

Lluvia y monólogo. La cosa echa a rodar, y la impresión inicial es un tanto reservada, induciendo a un tono que por suerte a la postre no será predominante. Las dudas se disipan rápidamente. Planos cortos y súbitos se entrelazan ágilmente unos tras de otros, primeras imágenes de Ann. Viéndola limpiar ya se atisba su candor y humildad. Ya enamora.

Se presenta su entorno. Una amiga y compañera obsesionada con su peso; tan vulgar como extravagante. Una madre antitética a ella, seca y áspera. Un marido fracasado, pero entregado y optimista. Unas hijas dulces y cariñosas, a su imagen y semejanza. Se repite una y otra vez la misma secuencia, con una fuerte carga simbólica:

Charla <--> Amiga
Viaje <--> Madre
Llegada <--> Marido
Despedida <--> Hijas

Lo hermoso de la rutina.

Llega el cáncer. La noticia es encajada con una calma y naturalidad peregrina. No hay tiempo para el derrumbamiento, empieza una nueva vida. Viejas deudas que ahora deben ser saldadas. "Lo merezco", se dice a sí misma. Una manera de escudarse de alguno de los más que reprobables propósitos que figuran en su mente.

Se abre un nuevo mundo de sensaciones. No quiere interiorizar en él, simplemente deja que le absorba. Sus nuevas miras no se persiguen, sencillamente surgen. Es una búsqueda pasiva. Mientras, aprenderá a saborear al máximo los pequeños detalles. Caramelos, abrazos, miradas, comidas. Todo ello mientras su tiempo y su salud se debilitan.

Hasta que finalmente se apagan.

Todos sabemos que Cronenberg es un director muy singular, pero este invento resulta atípico hasta para él. Bajo una premisa terriblemente retorcida y turbadora, 'Stereo' mantiene cierto interés principalmente por su nada convencional narrativa y por la hábil dirección del canadiense; deambulando la cámara con mucha profundidad e inquietud, mediante un encuadre incisivo y multitud de primeros planos -algunos demasiado prolongados-. La fotografía también ha sido una grata sorpresa; cálida y limpia, en contra de lo que se podría esperar.

Pero precisamente es su -por el otro lado atractiva- rareza la que provoca que la película resulte increíblemente plomiza pese a su escasa duración. Amén de otros defectos, como la recreación en alguna de sus propias virtudes o una pretenciosidad conceptual importante. No pasará a la historia evidentemente, pero tampoco deja de ser una carta de presentación curiosa y a tener en cuenta en su filmografía.