Big Eyes se asemeja más a un drama mal contado que a la entrañable historia real de una artista de renombre. Un guión desequilibrado y mal estructurado hecha por tierra los esfuerzos (escasos) del director por mantener a flote una película cuyo único apoyo se encuentra en la pareja protagonista. Amy Adams en su línea mantiene el nivel a pesar de sus vacíos diálogos. Luego, luego está Christoph... Waltz se come la pantalla en cada escena, algo a lo que nos tiene acostumbrados y que yo agradezco como fan incondicional suyo.
Se deja ver a pesar de estar completamente vacía de emoción.

En definitiva, Tim Burton debería dedicarse a su estilo estrafalario por el cual se le quiere tanto y evitar estas historias convencionales que tal vez hubieran tenido un mayor potencial en manos de otro director.

Hora y media de puro sufrimiento durante la que Eastwood alcanza cotas sumamente altas de vergüenza ajena. Su retrato de los hechos pretende desprender un aire de épica realista, pero ésta pronto se ve truncada por las juergas de interrail que se corren nuestros héroes. Todo envuelto en un halo de competencia tanto más dolorosa cuanto más competente se muestra. No se la puede culpar de no conseguir sus objetivos o no colmar expectativas: es exactamente la película que querían hacer y exactamente la que tú esperas. Es, a su modo, perfecta. Por una inexplicable confianza, tal vez, se permite que por encima de la narración sobrevuelen vagos conceptos como los de destino o Dios que, en este caso, y para la madre de uno de nuestros protagonistas, “no entiende de estadísticas”. Claro que no, entiende de personas corrientes con historias extraordinarias, como Clint desde hace ya algunos años. Podría hablar largo y tendido sobre lo nocivo de su mensaje y lo peligroso de su retrato del terrorista en cuestión pero, en términos generales, y por mucho que la película esté continuamente al borde de caer en el adoctrinamiento barato, nunca es explícitamente racista o machista más allá de una visión de viejo chocho fácilmente identificable. Eso sí, promueve la paranoia, aunque eso es harina de otro costal.

Existen americanadas que, con buen quehacer cinematográfico, se mean sobre cualquier estadística encasquillando armas en el momento preciso tan solo con ayuda del destino, Dios o el espíritu de la navidad. Esta no es una de ellas. Es, para decepción de muchos, la peor película de Clint Eastwood. O mejor dicho: se puede hacer peor pero nunca tan inane. Aunque quién sabe... puede que, a falta de intervención divina, todavía exista una posibilidad entre un millón.


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Me siento confuso y perdido entre los saltos temporales arbitrarios y las, también impredecibles, caricaturescas apariciones del trabajo de Callahan: me gustaría saber dónde estoy y quién es esta gente antes de ver su impotencia materializada en lágrimas. En su monótono desarrollo la cinta, ella solita, sabotea descaradamente sus picos de emotividad; curioso que una película tan fragmentada se rinda a un ritmo tan continuo. De sus carencias hay que hacer responsable a Van Sant, que no sé dónde ha dejado olvidada su peculiar voz ni desde cuándo ha abrazado el piloto automático. Es el confuso y repetitivo montaje del que él mismo se hace cargo lo que acaba lastrando la película. No se trata de explicar Gus, sino al menos de sugerir para evitar que me siga preguntando de dónde cojones ha salido Rooney Mara y cuándo narices, entre sus intermitentes apariciones, se ha enamorado. Y ojo, te digo que me he reído, y no pocas veces: de lo banal, lo trágico, lo cotidiano y lo ofensivo. Solo busco culpar a cualquiera (al modo Liam Neeson) por ciega impotencia y, en este caso, también por la imposibilidad de dirigir mi agria decepción hacia un discretamente acertado Jonah Hill o un totalmente desaparecido Phoenix. Y conste que desaparecido por mimetizado; Invisible también (como debe ser) por inmenso.


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Acostumbrados a la visión americana de la II G.M. nos desconcierta presenciar los últimos días de Berlín desde la perspectiva nazi.

El hundimiento consigue mostrar una sociedad alemana destrozada a la par que humana, dejan de ser nazis para convertirse en personas normales con miedos y defectos, cosa que se pasa muy por alto en todas las producciones americanas. Incluso Hitler muestra su lado humano (dentro de lo que cabe). Aquí encontramos un arma de doble filo, la película explica la posición política y militar dentro del búnker y la situación civil en la superficie, donde la ciudad está siendo bombardeada indiscriminadamente.
A pesar de la genial interpretación de Bruno Granz la película no comete el error de apoyarse solo en el controvertido personaje del dictador, su objetivo tiene que ver más con la situación histórica que con los últimos días de una de las figuras más importantes de la historia.

En fín, un enorme, grandilocuente y tedioso ejercicio de historia. Original por su visión y pesado (como debieron de ser las horas por aquel entonces en Berlín) al mismo tiempo que fiel a los libros de historia. Recomendable por su buena ejecución e interpretaciones.

Llevo esperando el estreno de esta película desde antes de que tuviera cartel.

Scorsese no decepciona, es más, sorprende. Nunca me lo imaginé haciendo una comedia como esta. Soy un fan incondicional de ese estilo narrativo que ya utilizó Martin en "Uno de los nuestros" y "Casino".
Bueno pues El lobo de Wall Street es una versión moderna de Casino pero eliminando la violencia e intercambiándola por humor, sexo y drogas.
Humor, sexo y drogas pero x100, me pareció una sobrada, realmente en un principio pensé que era un despropósito de film pero conforme la película va avanzando y te vas metiendo poco a poco en el mundo de Jordan Belfort acabas absorto y riendo a carcajada limpia sin saber muy bien porqué. Tiene escenas legendarias que van a pasar a la posteridad.

Magistral DiCaprio y Jonah Hill y sobretodo uno de los actores que más me está gustando últimamente y que lleva unas cuantas películas bastante buenas Matthew McConaughey.

Scorsese ha firmado una obra maestra que levanta ampollas, parece incorrecta, (y lo es) parece excesiva, (y lo es) parece provocadora, guarra, eterna, y de muy mal gusto (y lo es, ciertamente lo es) Pero... ¿Eso a quién le importa? A mi me encanta.