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Críticas de GonzaloyGracias
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Críticas 208
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de octubre de 2021
49 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había visto con anterioridad “El día más feliz de Olli Mâki”, película de Kuosmanen que me había encantado. En este film hay un empeño personal y un viaje (breve).

En "El compartimento nº 6" hay también un viaje en un doble sentido: geográfico, digamos, pues la protagonista viaja de Moscú a Múrmansk para ver unos petroglifos; y es un viaje (como casi todos) de iniciación y conocimiento (sobre todo si se viaja solo).

Estamos en Rusia, en los años noventa del siglo XX, y la protagonista (finlandesa) coincide en su compartimento de número seis con un hombre, ruso y de modales bruscos. Y quizá hasta peligroso.

En ese pasillo móvil que es un largo tren en marcha, se desarrolla una de las historias más bella (y reales) que haya visto. Ese viaje, es un viaje también de reconocimiento mutuo. Ella está decepcionada por no haber podido hacer el viaje con una amiga y amante; él es un perro apaleado por las circunstancias (intuimos) de una sociedad dura, de malos modos, que recurre al vodka no tanto para olvidar como para ponerse a tono.

(Una sociedad a la que respeto mucho, pues si bien es cierto que hay gente brusca -sobre todo entre ellos- son también capaces de hacerte favores generosamente y donde los gatos no tienen miedo en la calle. Disculpad la digresión).
El mérito de este fin es narrarnos cinematográficamente este viaje físico y este viaje de conocimiento mutuo, manteniéndonos pendientes sobre lo que va a ocurrir, y emocionando sin descender nunca al melodrama. Se vive el momento porque no hay un futuro de vino y rosas ni tiene porqué haberlo. Tengamos los pies en la tierra.
Y con dos actores protagonistas en estado de gracia. Hasta la revisora del coche cama está retratada con maestría. Una obra mayor.
GonzaloyGracias
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8
31 de octubre de 2021
52 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
La circunstancias son conocidas: un chica que se queda embarazada sin quererlo, que estudia y necesita obtener un buena nota para continuar esos estudios, que se aloja en una colegio mayor (que diríamos en España), que es hija de un familia de trabajadores, y que tiene una idea muy clara de cuál quiere que sea su futuro.
Estamos en Francia, al final de los años cincuenta (siglo XX), y Anne, la protagonista del film, vive la experiencia más cruel posible (aparte de su embarazo no querido), como es la soledad absoluta: no tiene a nadie que pueda resolver su problema, ni apoyos morales o prácticos para acompañarla en su situación. No puede contar con médicos o ginecólogos (uno la engaña), ni con sus compañeras de alojamiento, ni con sus amigos o ligues, y mucho menos con su familia a la que no se pueden contar estas cosas. Lo que sí sabe, ve y siente el espectador, es la voluntad férrea de Anne para no seguir con su embarazo que supondría el fin de sus ilusiones de estudiar y dedicarse en el futuro a la literatura. La película es una adaptación de la novela o autoficción (con el mismo título de la película), de Annie Ernaux, que en el resto de sus obras ha escrito sobre su adolescencia, su cáncer de mama o la enfermedad de Alzheimer de su madre. Para Annie Ernaux lo personal y lo político no son campos diferenciados. Todo es personal y político. Y viceversa.
La directora, Audrey Diwan, nos cuenta esta experiencia desde Anne, con la puesta en escena poniendo el foco en su angustia, en su soledad, pero también en su convicción de que está haciendo lo correcto, en su fortaleza (admirable), para no dejarse amilanar por la indiferencia o los consejos acomodaticios de las personas de su entorno. Sin Anamaria Vartolomei me resultaría difícil concebir esta película: su rostro bello y duro, su mirada obstinada y llena, a la vez, de terror íntimo, o sus movimientos ágiles y nerviosos. ¿Quién hubiera aguantado las presiones que recibe en los años que la tocó vivir? El film es un recordatorio de que cómo hemos llegado a conseguir (con considerable lucha política) las leyes que tenemos sobre interrupción del embarazo en el mundo occidental y sobre las amenazas para regresar a otros escenarios de represión de la libertad de las mujeres.
Excelente película. Con el ritmo de un thriller (puede resultar manido decirlo, pero no he podido apartar mi mirada y mi entendimiento de que lo me estaba viendo).
GonzaloyGracias
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7
15 de enero de 2020
39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
1917. Sam Mendes


Para empezar -bien- confieso que mi película imprescindible sobre la I Guerra Mundial sigue siendo "Senderos de gloria" de Stanley Kubrick, sobre un guion escrito por él mismo, Calder Williangham y el gran Jim Thomson. Una obra maestra.

1917 es una buena película de acción. Me mantuvo en tensión en sus más de dos horas de duración, con el estómago hecho un nudo. Probablemente que sea un prodigio técnico ese plano-secuencia único que sigue a los dos soldados durante su misión casi suicida entre las trincheras y a campo abierto para llevar un mensaje.

Lo que me gusta del film: que sean dos soldados anónimos los protagonistas en medio del espanto, la confusión y el miedo atroz que genera una batalla o la guerra en sí. Esa lucha por la supervivencia segundo a segundo, sin acabar de entender nunca en lo que a "uno le han metido" por muy "nobles" que sean las causas. Y sin ser héroes ni pretenderlo, aunque muchas de las decisiones o acciones tomadas en el momento lo sean.

(Me gusta la conversación entre los dos soldados sobre una medalla y una botella de vino)

Esta "idea" viene directamente de "La cartuja de Parma" de Stendhal, donde su héroe Fabrizio del Dongo participa, casi sin ser consciente, en la batalla de Waterloo debido al caos y la confusión. Y que recogería Tolstoi en "Guerra y paz".

La ambientación, la localización de la película me parecen extraordinarias, con ayuda de los efectos digitales. El miedo, el sueño, el barro, la miseria, están muy bien reflejadas a través de las imágenes. Es ese tipo de cine que intenta hacerte "sentir" que estas en la batalla, digamos. Aunque estas sentado, afortunadamente, en tu butaca de cine.

Gustarme, gustarme, hasta la admiración, está ese corte a negro que se produce hacia la mitad de la película, y que es como el nexo entre el plano secuencia y las tomas que vienen a continuación. Se produce en el momento narrativo justo y me produjo angustia, vacío...

Lo que me gusta menos, poco o nada del film:

1/ La reflexión política o moral sobre la guerra está casi ausente. No le interesa al director. Basta comparar esta actitud con "Senderos de gloria", que aparte de ser una película antibelicista (chapeau) es una reflexión sobre la conducta humana puesta al límite por la ambición sin escrúpulos durante una guerra.
2/ Se apropia innecesariamente de un anécdota de "Salvar al soldado Ryan" de Steven Spielberg (Una gran película, por cierto).
3/ En dos ocasiones pone a los soldados británicos como "santos" en comparación a la cabronería de los alemanes. Conviene recordar que no eran nazis... Es ese Automegabuenismo de los ingleses en general, y que hacía especialmente repelente "Dunkerque" de Nolan.
4/Sobra la banda sonora grandilocuente. Esas partituras para las adaptaciones de las batallas de "El señor de los anillos".

Es una película cara, muy cara, y se nota la influencia de lo que antes se llamaba superproducción y ahora taquillazo o blockbuster (bomba revientamanzanas in Inglish). Y de su posterior pase por las plataformas y cadenas de televisión.

Aparte de ver "Senderos de gloria" (aunque no creo que nadie no la haya visto), recomiendo la lectura de "En las trincheras", crónicas sobre la Gran Guerra del periodista español (catalán para más señas) "Gaziel". Y la novela gráfica "La Gran Guerra" de Joe Sacco: un desplegable sobre la batalla del Somme en la que en la primera hora de la batalla murieron diez mil soldados británicos... Y otros tantos más.
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7
26 de noviembre de 2020
37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando salimos del cine, cuatro espectadores coincidimos en las sensaciones que nos ha sugerido la película: nos ha gustado, nos ha producido cierto encantamiento, nos ha arrullado con sus imágenes, sus diálogos, su monótona música y su actriz… A partir de este momento, nos toca, en todo caso, “entenderla”, es decir, interiorizarla, hacerla nuestra. No somos carne de “cine de festival”, sino espectadores de gustos variados. En mi caso dos tercios del cine que veo es cine clásico, y cuando digo clásico estoy refiriéndome al cine clásico de Hollywood en una abrumadora mayoría.

Esto no es una justificación (aunque suene a eso), sino la comprobación de algo que dice el director: “no somos capaces de soportar la complejidad de la Historia”. Lo dice en una entrevista en "Babelia" (21/11/2020). Donde yo he escrito “Historia” con mayúscula (para referirme a una disciplina humanística), podemos entender también “historia” con minúsculas, o la capacidad, cada vez menor, para soportar historias complejas en el cine o en la literatura.

(Ver Zona Spoiler 1, quien quiera, para leer algún detalle de la película)

Al llegar a la plaza de Zorrilla, en la caminata hacia casa y contra reloj por el toque de queda, empiezo a pensar en Jennie (Portraite of Jennie), 1948, de William Dieterle. Como saben, en esta encantadora y triste película, consiguen que dudemos si Jennie es realidad o imaginación. La historia (el guion), la puesta en escena, la soberbias interpretaciones (Jennifer Jones, Joseph Cotten) nos envuelven en ese mundo entre lo real y la ensoñación. Aquí Petzold nos lleva también a un mundo donde acabamos dudando sobre si Undine es realidad o fruto de la imaginación. En un mundo que es Berlín (el actual) y su historia torturada, pero también la de esos pantanos originarios y su mitología de ondinas y caballeros.

Berlín, como ciudad y su historia, tiene un papel en la película. Undine es historiadora y guía, y cuenta a los visitantes del museo la evolución urbanística de la ciudad a través de sus cicatrices y de las decisiones de sus políticos. De esa intención de reescribir la Historia (que decía el director en la entrevista), y simplificarla para un entendimiento más cómodo de la ciudadanía: para quien haya visitado la ciudad (tan ejemplar en tantas cosas, como el cultivo de la memoria), recordará como se está reconstruyendo el palacio real en el lugar donde estuvo el parlamento de la RDA. Una forma, para el director, de borrar el pasado incómodo.

No conviene ir más allá para no desvelar al lector el argumento de este melodrama formalmente clásico con final de tragedia, que pretende crear en el espectador incertidumbre y, a la vez, estremecimiento. Una película de amor hiperromántico, en sus inicios, que nos llevará a otros caminos de emancipación. Y de la que, confieso, no he encajado todavía todas las pieza, ni creo que sea necesario. Undine cree que solo tiene sentido su vida si es amada. De ahí su amenaza de muerte al inicio de la película, y de ahí también su dolor cuando Christoph lo que aplica a Undine es su teoría y praxis sobre los celos o la exclusividad retrospectiva.

Todo lo contado puede resultar (así, contado), un tanto extravagante, pero el arte no es solo el argumento, mejor o peor narrado. El arte cinematográfico es también poesía. Y estamos ante un poema lírico, una elegía, sobre un amor que discurre entre la tierra y el agua, entre el mito y la historia, entre la magia y la razón, contado en un tono realista, sencillo, casi didáctico en ocasiones. La fuerza proviene de una actriz en estado de gracia, Paula Beer, y de un actor convincente como Franz Rogowski, con un tono de voz tan particular. Y de su puesta de escena, de su fotografía acuática, y de su “música” de profundidades fluviales. Petzold parte de referencias clásicas (el melodrama y el cine negro de Holywood) para subvertirlo. Bajo una narrativa formalmente canónica, se deslizan en profundidad corrientes que quieren ocasionar estados emocionales, belleza, encantamiento…, que van más allá de la realidad visible y enlazan con el pasado mitológico, el pasado más cercano y, quizá, el futuro.

(Ver Zona Spolier 2).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GonzaloyGracias
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7
27 de octubre de 2021
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza con una imagen de una vaca blanca en el centro de un enorme patio: en las orillas de este patio dos filas de personas, en posturas hieráticas, esperan algo, quizá el sacrificio de un inocente. Este sueño o pesadilla volverá a repetirse.
Estamos en Irán, en la actualidad: el marido de una mujer, madre de una niña sordomuda, ha sido ahorcado recientemente. Acusado de un homicidio por unos testigos, él mismo convencido de que ha podido ser el homicida, la sentencia es ejecuta con celeridad. Poco después (y no desvelo nada importante), el aparato de justicia comunica a la viuda que su marido era inocente, pues uno de esos testigo, arrepentido, ha confesado que el homicida era otra persona.
La mujer se rebela contra el absurdo de ese error terrible (ocasionado por la palabra de un testigo), contra la celeridad de una ejecución, pues basta pensar que un retraso en la misma (de haber posibilidades de recurso) lo hubiera salvado o, implícitamente, que si no hubiera habido pena de muerte, es evidente que no habría habido caso (ni existía esta película). Para las autoridades judiciales iraníes la pena de muerte es un “derecho humano”.
Si el título del film en España es “El perdón”, lo es porque unos de los jueces que han participado en la redacción de la sentencia, siente la necesidad de reparar ese error. Es un deseo sincero, que ejercerá a su modo paternalista, ayudando a la viuda y a su hija. Solo que lo hará desde la ocultación de su verdadera personalidad, y desde la aceptación del sistema judicial y régimen político que domina su país.
Porque la cuestión (y vuelve a ser un contenido implícito), no es el arrepentimiento ni siquiera el perdón individual, sino la ausencia de un sistema de libertades y la necesidad romper con un corsé ideológico y religioso que produce monstruos. No valen, o pueden valer, las palabras exculpatorias de las autoridades, una vez comedido el error judicial que ha llevado a una persona inocente a la horca: "ha sido la voluntad de Dios". La divinidad no puede ser una coartada para los errores y horrores humanos.
La valentía de esta película es grande: no solo se cuestiona la justicia iraní, sino que vemos algo que yo no recuerdo haber visto nunca en el cine iraní: la protagonista de esta película se quita ante la cámara el pañuelo de la cabeza y entra la habitación de un hombre que no forma parte de su familia (el juez arrepentido del que desconoce su identidad)…
Pero esto es cine y debo alabar el guion tan exacto escrito por los directores, la realización contenida (muy alejada del ritmo frenético de Ashar Farhadi, por ejemplo), y el acierto en situar los giros de la trama en el momento adecuado. Como destacar el papel fundamental, contenido, intenso, emotivo de la actriz (y codirectora, Maryam Moghadam).
Una película muy valiente y de gran calidad.
GonzaloyGracias
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