Akerman sabe rodar, de eso no hay duda. Cada plano está estudiado hasta el límite de lo enfermizo. Cada objeto, cada persona, cada sonido, la luz, la simetría, la profundidad, el color, la temperatura... Todos los elementos funcionan exactamente como deben.
El componente autobiográfico de la cinta es total, tanto que resulta doloroso conociendo la historia personal de esta directora.
Aurore Clément fue la encargada de interpretar a Anna, el principal y casi único personaje de la película, y lo hace con extraordinario talento. El resto de personajes forman deliberadamente parte del decorado, cumpliendo el cometido de ayudarnos a entender un poco mejor las soledades de Anna. Son mero contexto.
Es evidente que Akerman no tenía la menor intención de entretener, sorprender o divertir al espectador. Tampoco hace un esfuerzo para que empaticemos con Anna, más bien parece que lo único que quiere es que sepamos de su existencia, tal cual y sin adornos. Lo que es, es.
Seamos sinceros, la película, en un sentido convencional, es tremendamente aburrida. Monótona. Tediosa. No va a ninguna parte. No concluye. Me ha tenido dos horas esperando a que ocurriera algo que sabía de antemano que no iba a suceder, y me ha dejado finalmente con una cierta tristeza. Ok, Chantal, supongo que es lo que querías. Buen trabajo.

Es que no se salva nadie. Ni la maquilladora. Ni el catering. Ni el sonidista. Nada de lo que tenga que ver con este bodrio merece respeto profesional. Dan ganas de abandonar en el minuto uno. Deberían inhabilitar a los responsables. Deberían volver los tiempos de la censura y prohibir la exhibición, pública o privada, de semejante tomadura de pelo. No se gasten ni medio céntimo en ella. Huyan. Sin mirar atrás. Es una experiencia desagradable que puede llevarle a odiar sin motivos al mismísimo Karra Elejalde por prestarse. No es cine.

Gamberrada nórdica bien realizada, recomendable para los que gustan de Tarantino y derivados. Las interpretaciones son correctas, especialmente Matti Onnismaa y la casi desconocida y muy solvente Hannamaija Nikander.
La trama gira alrededor de Veijo, un enigmático personaje que recuerda un poco a Lorne Malvo de Fargo o al Anton Chigurh de los Coen (Fargo T1 y No es País Para Viejos, respectivamente). Al margen de la ley pero siguiendo un código ético propio, desarraigado en su propia casa y siempre con ese halo de incertidumbre que hace que no sepas si va a salvar a unos gatitos huérfanos o a descuartizar a medio pueblo.
Aunque el argumento no parece gran cosa, por el camino va tocando temas que preocupan en la sociedad europea actual como la eutanasia, la incomunicación, la paulatina putrefacción moral de la clase media, la privatización, el repunte de la ultraderecha etc.
A mí me ha gustado, me alegro de haberla visto y espero futuras obras del señor Teemu Nikki.

Divertidísima comedia surrealista; a ojos occidentales puede parecer absurda, pero lleva una carga de dinamita social nada despreciable. La acción se desarrolla entre Uzbekistán y Tayikistán, lugar de nacimiento del prematuramente fallecido director Bakhtyar Khudojnazarov. Es inevitable reconocer la influencia de Kusturica (o viceversa), Jakubisko (viceversa también) o del Daneliya de Kin-Dza-Dza.
Técnicamente es una pasada de peli, nada que criticar especialmente. La parte artística está muy bien también, decorados buenísimos, exteriores de diez, actuaciones más que aceptables, en especial Ato Mukhamedzhanov, que hace de padre de la prota, estuvo inspiradísimo.
Divertida, mágica, diferente, interesante, genial en toda su magnitud. Búsquela en versión original subtitulada y disfrute del cine como debe ser.

Película muy disfrutable la del señor Rúnarsson, tocada por una magia especial que pocas películas tienen, y es la de hacer cine con elementos humanos cercanos. No veremos tiros, persecuciones, desastres naturales; tampoco drogas, infidelidades, equívocos cómicos, comportamientos psicopáticos, tetas o culos, futuros posapocalípticos, guerras, etnias masacradas, viajes en el tiempo, espionajes... En resumen: nada de lo que lleva al cine a hordas de comedores de aperitivos (¿Tanto cuesta estar dos horas sin masticar?).
Tres hurras por Volcano, con su ritmo exacto, dejando a los actores intactos y no a expensas de la posproducción abusiva, tan de moda en estos tiempos. No hay muchas pelis como Volcano; si se la encuentra y le gusta el cine, concédale un visionado.