Otra película de una familia rica y disfuncional que vive en un barrio cerrado y es atacada por un grupo de maleantes, uno más perturbado e inestable que otro.
Parece un juego irritante en el que el que vocifere más fuerte y alardee más gana. Las disputas constantes entre los protagonistas fastidian prontamente.
Es difícil decidir qué personaje es más artificial y vacío, si el de Cage o el de Kidman.

Ahí va la catarsis:

Paisajísticamente deslumbrante, pero nada más. El vestuario y el decorado del interior de la nave espacial, muy coloridos pero simples, casi de juguete. Una historia simplona de ciencia ficción con más lagunas e improvisaciones que precisiones. No tiene la tensión ni el suspenso suficientes como para atrapar al espectador (al que escribe, por lo menos; ¡qué terrible es aburrirse y suspirar por una película que no levanta!). Sólo la música por momentos parece dar esperanzas, pero no alcanza el objetivo. En fin, grandes expectativas pueden llevar a peores desilusiones.

PD: voy a rever Blade runner para que no se me atrofie el gusto por la buena sci-fi.

Retrato de cómo se estrellan los principios y valores ante las exigencias del juego político, en el que hay que embarrarse, transigir, conceder, resignar. Aquí la pureza original, si la hubo, va en detrimento del poder obtenido. El “animal político” hace lo que tiene que hacer, lo que sea necesario para sobrevivir y trepar. El fin justifica los medios, y esta clase de político vive justificándose, con honestidad o hipocresía. Pero, aún en el más sincero, las mejores intenciones pueden esconder el ansia de poder y dominación (“El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”). Hay una gran verdad, y es que el poder corrompe.

Hay películas que logran transmitir la angustia de una problemática determinada, sin significar necesariamente que sean grandes películas ("Soy leyenda", "Guerra de los mundos"). Esta es una de ellas. La interpretación de Giamatti es fundamental para este logro.
Si no conocen el argumento, les impactará doblemente.

En medio de tanto ruido cinematográfico, esta es una pausa refrescante.
Drive es dura, violenta y realista, pero con un ritmo lento y una música que nos transportan a otro universo fílmico.
El estilo reposado del filme parece ser una proyección del taciturno y lejano protagonista.
Es notable la alternancia entre las escenas de violencia explícita con las sugeridas (una muestra de mesura y de respeto al espectador).
Como hecho curioso y muy significativo, el arroyito en medio del cemento de Los Ángeles.