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Críticas de Quatermain80
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Críticas 406
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de septiembre de 2010
60 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el cine, al igual que en la literatura, la figura del intruso que irrumpe en una comunidad, familia u hogar, ha tenido muchas versiones y perspectivas, si bien de entre todas ellas pueden destacarse dos, de carácter moral; así, en ocasiones el intruso es vehículo del bien, y su llegada anuncia tiempos mejores, esperanza o salvación (muy habitual en los westerns, como "Raíces profundas"). Sin embargo, en otras tantas, el intruso trae el mal consigo, o bien es el mal encarnado (¿qué otra cosa es Robert Mitchum en "La noche del cazador", por ejemplo?).

En el filme que nos ocupa el intruso es un oficial alemán que se aloja como huésped indeseado en una casa habitada por un tío y su sobrina, situada en una zona rural francesa durante la ocupación nazi en la segunda guerra mundial. La película explora los sentimientos de los dos pobladores de la casa hacia el oficial, en el que concentran el odio y el desprecio que en ellos, y por extensión en gran parte de la sociedad francesa, genera la ocupación. Lo llamativo es que ese desprecio se materializa en incomunicación; el intruso es concebido como una bestia, como un ser inhumano, natural prolongación de la barbarie nazi, y por tanto no merece que se le dirija la palabra. Pero aún más importante que esto es la reacción del oficial, un hombre sensible, culto y educado, que en los "solitarios" discursos que pronuncia en presencia de sus mudos "anfitriones", expresa su esperanza en un futuro de paz y de entendimiento entre franceses y alemanes, al tiempo que deja ver la atracción amorosa que en él provoca la sobrina.

La película carece prácticamente de diálogos, estructurándose en torno a la voz en off del tío, que recuerda la estancia del oficial, y en los ya mencionados discursos que este último realiza en el acogedor salón de la casa, en los que la única respuesta que recibe es la del tiempo que pasa, materializado en el constante y omnipresente tic tac de un reloj. El escenario sólo cambia con el eventual viaje del oficial a París, viaje que constituye una fatal toma de conciencia para este personaje, que constata entonces su soledad, tanto física como espiritual.

Pese a tratarse de una opera prima, el talento de Melville, tantas veces glosado en otras obras suyas, está ya presente; es impresionante su facilidad para transmitir emociones y estados de ánimo con primeros planos y planos de detalle (las manos), y lo natural que en su forma de filmar resulta esto, cuando en otros realizadores parece forzado. Si a ello unimos buenas interpretaciones, una magnífica fotografía y el interés de lo narrado, sólo queda disfrutar de esta estupenda película.
Continúa en spoiler.
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Quatermain80
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9
9 de octubre de 2011
55 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta hace unos pocos años la obra de Mario Monicelli me era completamente desconocida, y hoy puedo decir que descubrirla (aunque sólo parcialmente, de momento) ha sido una de las mejores experiencias cinematográficas que he podido disfrutar. Principalmente conocido por sus numerosas comedias, muchas de ellas brillantes, con la soberbia "I Soliti Ignoti" a la cabeza, este realizador se embarcó también en proyectos de distinta índole, como la tragicomedia bélica "La Gran Guerra", y este drama social y proletario que aquí se comenta, que no desmerece en calidad a los títulos anteriormente referidos.

Esta magnífica inmersión en el mundo obrero italiano del cambio de siglo es uno de los mejores retratos jamás realizados sobre el mismo, superior a muchas otras películas que hoy son más conocidas, pero que carecen de la naturalidad y veracidad que desprende "I compagni". Ya desde la primera secuencia, en la que se muestra el comienzo de la jornada laboral desde dentro de un hogar característico, seguidas de otras que ilustran las rutinas propias del trabajo en una gran fábrica textil turinesa, nos percatamos de la riqueza descriptiva que caracteriza al filme. Del mismo modo, la magnífica ambientación y la variedad de personajes (tanto por su carácter como por su procedencia o formas de actuar), contribuyen a lograr que la película resulte creíble y natural, aspecto éste último, el de la naturalidad, que se ve reforzado por las adecuadas pinceladas de humor que sabiamente introduce Monicelli. Del guión, que estuvo nominado para el Oscar, se puede confirmar su excelencia en la combinación de diálogos ágiles no exentos de humor, con cierto afán didáctico, por otra parte necesario, y que siempre está bien resuelto, sin resultar pesado ni excesivamente discursivo. Además, la soberbia labor de todo el reparto, desde un extraordinario Mastroianni (que ya es decir) hasta el último de los secundarios, redondea la película, que coherentemente privilegia el retrato de un colectivo frente al protagonismo de unos pocos personajes.

Aunque el filme no rehúye recurrir al dramatismo ni tomar partido, ello no le resta ni un ápice de veracidad; las demandas de los obreros, entre los que no faltan las mujeres ni los inmigrantes (aunque aquí sean sicilianos), nacen de la propia actividad industrial y de la explotación objetiva de su fuerza de trabajo, y la reacción de los patronos (intentando dividirlos y reprimirlos) está correctamente plasmada, sin llevarla al exceso. La figura del "Profesor" sirve para mostrar el papel de los ideólogos y agitadores, aquí revestida de un romanticismo que se afirma imprescindible en la lucha por los derechos de los trabajadores.
Sigue en spoiler.
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Quatermain80
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9
1 de mayo de 2011
52 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante retrato de un mundo hoy extinguido (al menos en nuestras sociedades occidentales), este insólito filme de Ermanno Olmi penetra, como pocas obras artísticas lo han logrado, en el alma del campesino y la vida del campo.

Sé que puedo parecer exagerado si afirmo que esta película debiera ser vista por los jóvenes de hoy día, más aún si tenemos en cuenta su metraje y esa sensación, legítimamente expresada por otros usuarios, de que no hay un verdadero argumento, de que no pasa nada en el filme. En mi opinión, la cinta tiene un alto valor educativo, pues ilustra con asombroso realismo cómo fue la vida de nuestros antepasados recientes, la mayoría de los cuales procedía del campo, abordando también -con notable delicadeza y respeto- sus sentimientos y forma de ser característicos. Yo no estoy de acuerdo con la afirmación de que en el filme no ocurre nada; al contrario, ante nuestros ojos vemos sucederse las estaciones, las diversas labores del campo, el clasismo, el nacimiento de los hijos, la fe, el cortejo y el matrimonio, la magia, el sacrificio, un milagro, la sabiduría popular, la fiesta y la injusticia. Creo sinceramente que pocas películas pueden presumir de contener tantos aspectos de interés y trascendencia, y que lo que ha chocado a algunos espectadores es que no existen protagonistas únicos o muy definidos.

Empeño personalísimo de su director, el filme respira autenticidad y amor a partes iguales; autenticidad por el verismo con el que se recrean las casas, el vestuario, las labores del campo, por emplear actores no profesionales, escenarios naturales, y también por la acertada fotografía, atenta en la distinción de las estaciones. Amor por el respeto y afecto sinceros con los que el director se acerca a una realidad dura, llena de esfuerzo y privaciones, pero cuyos protagonistas son retratados desde la dignidad y la admiración. Así, en las pequeñas historias que se suceden en la película hay momentos verdaderamente emocionantes, como el nacimiento del niño (las miradas del padre, su timidez, son excepcionales), las enseñanzas del viejo Anselmo, su hábil plantación de semillas de Tomate, o la historia del árbol de los zuecos, hermosa y terrible a un tiempo.

Si a todo ello añadimos una excelente selección musical, un guión consecuente y creíble, y algunos momentos de pausada belleza visual (algunos planos generales de los campos y el cielo, el viaje en barcaza por el río), sólo queda admitir que hemos presenciado una gran obra, como lo son todas aquéllas que sirven como testimonio de un mundo pasado y de la sociedad que lo pobló y lo hizo tal cual fue.
Quatermain80
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6
30 de junio de 2011
56 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha vuelto a ocurrir; ya sabía yo que esto de bucear en el cine de los clásicos tenía este riesgo, pero qué se le va a hacer, resulta tan difícil resistirse... Me llama la atención que ningún usuario lo haya señalado, pues en mi caso, al poco de discernir las líneas argumentales básicas de esta película, me dí cuenta de que esto ya me lo habían contado, pero en una versión algo distinta, más moderna y cercana; aunque al principio no identificaba qué era lo que estaba recordando, de pronto ví la luz, y "abrí los ojos". Y así, como me ha ocurrido en anteriores ocasiones, constaté que una película que en su momento creí bastante original, resultaba serlo bastante menos, y que el bueno de Amenábar, aunque se cuidó mucho de decirlo, había visto este filme, sacando buenas lecciones.

Desde el principio asistimos a una obra alucinada e irreal, ya sugerida en los títulos de crédito, que encuentran una magnífica continuación en la larga secuencia inicial, profundamente perturbadora, que nos muestra la travesía del protagonista por la Grand Central de New York. La deliberada y fantástica elección de los puntos de vista, que muestran la misma acción de tres formas distintas (un primer plano desencuadrado de un rostro, una cámara a ras de suelo y otra que "flota" tras la espalda del protagonista), nos sumerge en un universo distorsionado en el que predomina una sensación pesadillesca y surrealista. Toda la primera parte del filme conserva este estilo y potencia esta sensación, aún más incrementada conforme vamos averiguando las claves argumentales de la película.

En realidad, y a pesar de todo el envoltorio de ciencia ficción y misterio que rodea la historia (en absoluto policiaca), la idea fundamental que se nos transmite es la dificultad con la que los seres humanos tratamos de encajar en el mundo, problema desasosegante y de difícil solución (a pesar de los esfuerzos de la "Compañía") que aliena a los individuos. A pesar de que la propuesta es, como siempre en Frankenheimer, valiente y muy atractiva, y que formalmente está bien llevada (con una estupenda fotografía, del prestigioso Wong Howe), la segunda parte de la película decae bastante en interés narrativo y en audacia formal, a pesar de la llamativa y muy hippie secuencia de la bacanal báquica. La conclusión es bastante desoladora, pues apunta a la imposibilidad de huir de esa inadaptación al mundo, incluso cuando para lograrlo hemos tratado de manipular la realidad a nuestro antojo.

Soberbiamente interpretada por un Rock Hudson fuera de sus registros habituales, con un guión desigual, con altibajos, pero interesante, la película deja la sensación de que podría haber sido mejor de haber mantenido el tono de los primeros cuarenta minutos, realmente absorbentes e inquietantes.
Quatermain80
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8
6 de marzo de 2010
44 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera película como director de Henri Georges Clouzot, un director al que debemos varios de los mejores títulos de suspense del cine francés, "Quai des Orfevres" es un ejemplo temprano de sus virtudes realizadoras y de su capacidad a la hora de abordar historias policiacas.

Un matrimonio que trabaja en los teatros de variedades y una vecina fotógrafa se ven implicados en un asesinato, el cual será investigado minuciosamente por un policía, que volcará sus sospechas sobre cada uno de ellos, hasta dar con la solución final.

El filme se beneficia sobremanera de una óptima y acertada ambientación, que oscila entre el mundillo de los teatros de variedades y el de la comisaría, circunstancia que puebla la pantalla de un buen número de secundarios bien concebidos e interpretados, factor muy destacable del cine francés de todos los tiempos. Las secuencias que transcurren entre bambalinas y en las diversas dependencias de la comisaría cobran así una riqueza especial, al tiempo que proporcionan giros humorísticos y críticos (especialmente en relación con la actividad policial, hacia la que se muestra gran desconfianza). Clouzot, que antes de dirigir escribía guiones, es coautor de éste, que adapta una novela de S.A. Steeman, logrando un muy buen resultado, especialmente en los diálogos más irónicos y cáusticos, normalmente aquellos en los que interviene el policía, soberbiamente encarnado por Louis Jouvet, un magnífico actor. Buena es también la labor de los otros tres protagonistas, destacando la coqueta y ambiciosa cantante que interpreta Suzy Delair.

Mención aparte merece la música, que cobra especial importancia al desarrollarse el filme en los teatros de variedades, destacando varias canciones, especialmente "Dance avec moi", cuya melodía preside parte de la película. La realización de Clouzot es elegante y clásica, al igual que la fotografía, destacando especialmente las secuencias finales, con montaje paralelo, que transcurren durante la nochebuena. Le conviene al espectador permanecer atento, pues tras las doce campanadas hay regalo, y como los buenos, es una sorpresa.
Quatermain80
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