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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
7
4 de noviembre de 2017
31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pareja de directores formada por Jonathan Dayton y Valerie Faris saltó a la fama en el año 2006 gracias a su debut cinematográfico con “Pequeña Miss Sunshine”, tras varias décadas dedicados profesionalmente a rodar videoclips musicales. La cinta ganó dos Oscars y optó al premio a la mejor película, lo que, unido a su innegable éxito de taquilla, les supuso el estreno soñado por cualquier cineasta. Ahora, después de rodar en 2012 la más desapercibida “Ruby Sparks”, presentan su tercer proyecto, “La batalla de los sexos”. En sus tres películas otorgan un tratamiento a la comedia muy diferente al de la mayoría de producciones norteamericanas. Guiones más elaborados y cuidados, personajes tratados con mimo de verdaderos protagonistas y combinaciones extrañamente agridulces de humor, drama y reflexión que terminan elevando todos sus títulos a un nivel que supera la mera diversión.
En esta ocasión trasladan a imágenes la recreación de unos hechos reales ocurridos en la década de los setenta, con ocasión de la organización de un partido de tenis entre dos aclamadas figuras de dicho deporte. Ella, Billie Jean King (Emma Stone), a sus 29 años, era la número uno del ranking femenino. Él, Bobby Riggs (Steve Carell), de 55, uno de los mejores jugadores de la Historia. Ambos se enfrentaron en un acontecimiento deportivo y televisivo de enorme magnitud que desencadenó numerosos debates sobre la igualdad de género y el movimiento feminista.
Lo más curioso de “La batalla de los sexos” es su presentación, acompañada de una aureola de entretenimiento insulso y facilón, con apariencia de producción comercial, pero que, enseguida, da paso a mostrar la envergadura del reto que se han marcado sus creadores. Asentada sobre la base de unas interpretaciones notables, una acertada ambientación y una construcción eficaz de los tipos, acaba transitando con sorprendente habilidad a través de la melancolía, el análisis sociológico y el ingenio. Es cierto que a ratos cae en trucos algo manidos y en clichés un tanto forzados, y que también parece haber perdido por el camino la etiqueta de “cine independiente” que hasta ahora había acompañado a Dayton y Faris. Pero, aun así, no cabe duda de que el resultado final es satisfactorio.
Como si fueran capas de una cebolla, va desprendiendo secuencias livianas e intrascendentes junto a otras de elevados quilates emocionales. En ese sentido, sí existe una manifiesta descompensación entre el tratamiento otorgado al varón (que se hace cargo de la mayor parte de escenas jocosas) y a la mujer (que cuenta con un amplio espectro de opciones para el lucimiento en varios registros y diversidad de niveles). Ella no sólo gana el partido sino que, además, se lleva el triunfo del film.
Emma Stone, después de ganar el Oscar a la mejor actriz por su papel en la maravillosa “La, La, Land”, luce sus capacidades y nos regala esta interpretación de un perfil bastante más complejo de lo que parece a simple vista. Resulta creíble y eficaz, y aprovecha todas las oportunidades que le brinda el guion para encandilar a los espectadores. Sin duda nos deleitará en el futuro con más actuaciones merecedoras de ser aplaudidas con entusiasmo. Destaca asimismo Andrea Riseborough, que ha pasado de contar con pequeños papeles en “Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)” y “Animales nocturnos” a engrandecer aquí una participación, en principio, secundaria. El dueto femenino es claramente lo mejor de la cinta. En cuanto a Carell, relegado a su misión de cómico, aporta la dosis necesaria de gracia. Correcto, pero sin apenas posibilidad de exhibir su potencial. Les acompañan Alan Cummings (doblemente nominado al Globo de Oro por la serie “The Good Wife”), Bill Pullman (al que se recurre tanto para la comedia -“Algo para recordar”- como para la acción -“Independence Day”- y Elisabeth Shue (estatuilla dorada de Hollywood por “Leaving Las Vegas”).

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gerardops
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3
9 de marzo de 2018
30 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
La factoría “Disney” está perdiendo esas señas de identidad que durante décadas le hicieron mundialmente popular. Al haber ampliado desde hace años su oferta a otros géneros más diversos, ha sobrepasado su vinculación al cine infantil y de animación. En la actualidad abarca estrenos de ciencia ficción, aventuras y acción, y los pequeños de la casa han dejado de ser su público principal. Ha adquirido la saga de “Star Wars”, ha entrado de lleno en el mundo del cómic y se ha asociado con productores como Jerry Bruckheimer, un peso pesado en la puesta en marcha de megaproyectos trepidantes y superproducciones desnortadas en lo que al ritmo narrativo se refiere. Todo parece indicar que el periodo de la infancia es cada vez más breve y que los niños dan el paso a la adolescencia prematuramente.
Y lo cierto es que los responsables de Disney parecen querer adaptarse a estos nuevos tiempos en los que la inocencia y la ingenuidad de la niñez ya no son lo que eran. Tal vez por ello, cuando la célebre productora ha vuelto a apostar de repente por una película netamente infantil, con su magia y su fantasía, con sus brujas y sus hadas, y con una notable carga de buenas intenciones, transmite la sensación de sentirse desubicada y deja al descubierto una de serie carencias a la hora de regresar a su especialidad de antaño. Resulta difícil saber qué fue primero, si el huevo o la gallina. Quizá sean los propios espectadores quienes hayan cambiado de mentalidad. O, por el contrario, sean los directores y productores los que ya no sean capaces de captar la esencia de esa cinematografía creada para las edades más tempranas. O, simplemente, sea que yo esté envejeciendo y no tolere como antaño decorados prefabricados ni hechiceras voladoras dentro de universos imaginarios. Sea como fuere, la visión de “Un pliegue en el tiempo” me parece desafortunada, artificial, carente de gracia y ausente de sentido.
Prefiero pensar que no soy yo, ya que me siguen fascinando algunas recreaciones pertenecientes al mundo infantil, como Peter Pan, conservo cierta propensión a la fantasía y reviso periódicamente algunos títulos como “La princesa prometida” o “Pesadilla antes de Navidad”. Por lo tanto, el problema de “Un pliegue en el tiempo” debe radicar en que sus artífices no han sabido contar una historia apta para todos, aunque con un marcado acento infantil.
Cuenta la historia de un científico que desaparece de forma misteriosa mientras trabaja en un enigmático experimento. Su hija decide ir en su busca y para ello viaja con su hermano pequeño y un amigo a través del tiempo y del espacio. En su aventura, los jóvenes contarán con la ayuda de tres damas mágicas: la filosófica “Señora Quién”, la inquisitiva “Señora Qué” y la líder de todas ellas, la “Señora Cuál”.
Con una estética mejorable, un ritmo cuestionable y una inadecuada dirección de actores, el visionado chirría casi en cada escena. Se trata de un producto alejado de este tiempo, con unas interpretaciones excesivamente teatrales y una narración forzada. La permanente sensación de que todo es postizo y fingido lastra irremediablemente un proyecto que, probablemente, gozó de muy buenas intenciones cuando comenzó a elaborarse.
La protagonista es la niña Storm Reid, vista en “12 años de esclavitud”, a quien acompañan dando vida al trío de señoras Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling. También forman parte del elenco Chris Pine (“Star Treck”) y Michael Peña (“Crash”). Unas y otros se ven afectados negativamente por la falta de acierto al plasmar las imágenes y al contar cinematográficamente la trama.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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3
24 de enero de 2014
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay directores de cine que, tras un prometedor e ilusionante comienzo profesional, terminan por vagar desorientados en mundo artístico demasiado condicionado por los resultados de taquilla. Sin ir más lejos, la próxima semana se estrena la última aventura del agente de la CIA Jack Ryan a cargo del otrora cineasta shakesperiano por excelencia Kenneth Branagh quien, tras varios fracasos y algunos años en el dique seco, decidió reconvertirse en realizador de cintas de acción, probando fortuna con la primera entrega de la saga “Thor”. Y si lo que buscaba era reivindicarse a través del éxito en la recaudación, ciertamente lo logró, aunque a cambio decidió olvidarse de sus verdaderas esencias artísticas para limitarse a ser otra pieza más en el entramado de rodar largometrajes como churros, cual operario en una cadena de montaje. Se perdió un realizador.
Esta semana es Spike Lee el que, habiendo también atravesado durante años el desierto del olvido, ha tratado de recuperar su lugar rodando “remakes” de algunas famosas cintas orientales. Su nombre, por lo tanto, pasa también a engrosar la lista de artistas aquejados por la falta de creatividad y engullidos por la salvaje industria cinematográfica. Ya no es ni sombra de lo que fue. Lee ha estado nominado al Oscar en dos ocasiones. La primera fue gracias a “Haz lo que debas”, film de finales de los ochenta, al que le sucedieron un puñado de trabajos interesantes como “Fiebre salvaje”, “Malcolm X”, “La marcha del millón de hombre”, “La última noche” e incluso “Plan oculto” que, si bien se desmarcaba notablemente de sus producciones anteriores, era digna de ver. Se trataba de un cine reivindicativo, original, con un toque muy personal, que funcionaba en los festivales especializados y que contaba con un público fiel. Sin embargo, cuando su trayectoria parecía consolidarse, se embarcó en documentales para la televisión y su estrella comenzó a apagarse inexplicablemente.
Ahora presenta “Oldboy”, revisión del largometraje del mismo nombre dirigido por el coreano Park Chan-wook en 2003 que forma parte de una denominada “trilogía de la venganza”. Considerada una pequeña joya de culto para los aficionados a la cinematografía oriental violenta, obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, además de otros galardones en certámenes más minoritarios.
¿Mejora en algo Spike Lee el film de Park Chan-wook? No. ¿Aporta algo novedoso o interesante? No. ¿Era necesaria esta nueva versión? No. ¿Ha funcionado en taquilla? No. De hecho, ha sido su mayor fracaso, habiendo recaudado en todo el mundo cuatro millones de dólares después de una inversión superior a treinta. En definitiva, si pretendía retornar a su época de esplendor por esta vía, se ha equivocado. Más le vale centrarse en lo que quiere y sabe contar que en bucear en obras ajenas. El psicoanalista Carl Jung decía que todos nacemos originales y morimos siendo copias, una afirmación triste pero muy acertada por lo que se refiere al máximo responsable de “Oldboy”.
La historia es, obviamente, muy similar al original: un ejecutivo en crisis que es secuestrado y retenido durante veinte años sin llegar a conocer la identidad ni los motivos de su secuestrador. Cuando es liberado, su única obsesión se centra en descubrir a ese individuo que le ha sometido a un castigo tan cruel y saber su porqué. Pero, pese a estar nuevamente en libertad, descubre que sigue siendo víctima de una conspiración.
Forman parte del equipo artístico algunos actores conocidos, como Josh Brolin o Samuel L. Jackson, que cumplen con su labor pero son incapaces de sacar a flote este proyecto por sí solos.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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2
22 de marzo de 2013
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los numerosos sectores que están padeciendo la archimencionada crisis (desde la política a las finanzas, desde la ética al trabajo) hay que añadir también el de la cultura y el arte. En mi opinión, por lo que se refiere al cine, el género que atraviesa peor momento es la comedia americana y no porque la industria cinematográfica atraviese dificultades económicas. Antes al contrario, las cifras que recaudan las productoras norteamericanas aumentan año tras año y en los últimos cuatro han batido todos los records de ingresos, habiendo alcanzado su cota más alta en 2012. Se trata, pues, de una crisis de creatividad. El estreno en España de “Por la cara” ha venido precedido por la publicidad de haber logrado el número uno de la taquilla norteamericana durante dos semanas no consecutivas y de haber ingresado en dicho mercado más de ciento veinticinco millones de dólares, cuando su coste apenas ha superad. Se la ha calificado como “la comedia del año”, afirmación claramente discutible aunque solo sea por expresarla sin esperar siquiera a que concluya el mes de marzo.
Pero su innegable éxito económico no puede esconder su condición de producto mediocre que naufraga como película en general y como comedia en particular. Ni entretiene, ni interesa ni divierte. Bien es cierto que existen diversos tipos de humor y que lo que provoca la risa en algunas personas no lo hace en otras. Pero me cuesta creer que las escenas que he tenido que soportar arranquen la más mínima sonrisa espontánea y sincera. Esa comicidad sustentada sobre un personaje obeso y caricaturizado hasta el extremo para provocar la repulsión o sobre dos personajes antagónicos que se pelean tirándose de los pelos conduce a un resultado final demasiado vulgar.
En realidad, se basa en el error de que la mera concatenación de secuencias humorísticas da lugar a un buen largometraje pero, obviamente, no es lo mismo presenciar un “gag” o un “sketch” durante un par de minutos que alargar su duración casi dos horas o que construir sobre él una historia digna de ser contada. Pero es que esta cinta tampoco funcionaría viendo sus secuencias por separado por la sencilla razón de que no tiene gracia. Y eso es lo peor que se puede decir de una comedia.
Su realizador, Seth Gordon, ya había estrenado con anterioridad “Como en casa en ningún sitio” otra fallida muestra del género, esta vez de temática navideña y protagonizada por Reese Witherspoon y Vince Vaughn y “Cómo acabar con tu jefe”, algo más acertada y con Jason Bateman, Kevin Spacey y Jennifer Aniston al frente del reparto. Sin embargo, con “Por la cara” se da la cada vez más habitual paradoja de que la peor obra logra el mejor resultado en taquilla, circunstancia perfectamente explicable si la asimilamos a las mayores audiencias de los realities televisivos más casposos o de determinados programas cuya calidad artística es más que discutible. Semejante pandemia se está adueñando del Séptimo Arte, pintando de negro su futuro.
Poco se puede decir de los actores que integran el elenco. Las mejores interpretaciones de Jason Bateman siempre han derivado de papeles secundarios con los que ha pasado desapercibido (“Up in the Air” -esa sí que es una genial y brillante comedia-, “Juno”, “La sombra del reino”), lo que ya de por sí resulta bastante significativo. En cuanto a Melissa McCarthy, ni siquiera eso.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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6
12 de julio de 2013
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil hacer un análisis de “La noche de las bestias”. Por una parte, se trata de una cinta de terror destinada a entretener a los aficionados del género. Pero también pretende abordar determinados temas éticos y jurídicos, así como presentar la condición humana en su doble vertiente racional e irracional, como seres virtuosos y como meros animales. La acción se desarrolla en un futuro no demasiado lejano en el que la sociedad ha progresado económicamente de forma muy relevante. Los niveles de desempleo son ínfimos y la tasa de criminalidad notablemente baja. En esta situación aparentemente idílica se lleva a cabo “la purga”, una iniciativa que consiste en permitir a los ciudadanos que una vez al año (en concreto, de las siete de la tarde del veintiuno a las siete de la mañana del veintidós de marzo) cometan cualquier tipo de delito – ya sean asesinatos, violaciones o robos- sin ser castigados por ello. Esta posibilidad de “purgar” durante doce horas es la terapia perfecta para que el resto del año el engranaje social funcione de maravilla.
En dicho contexto se plantean cuestiones tales como la finalidad de la violencia como catarsis colectiva, la verdadera esencia del hombre cuando se equipara a las bestias o la evidente desigualdad entre ricos -que disponen de mecanismos de seguridad para permanecer esa noche a salvo- y pobres -que quedan a merced de la barbarie por falta de recursos-. El film refleja la circunstancia de una acomodada familia que habita en un hogar lujoso y seguro y que termina por sufrir una auténtica pesadilla a causa de los dilemas morales de cada uno de sus miembros. Mientras que el padre acepta y defiende la idea de la “purga” por los supuestos beneficios que genera durante el resto del año y porque, en el fondo, se siente protegido gracias a sus férreas medidas de seguridad, el hijo menor se siente incómodo ante una situación tan anómala. Tan es así que desactiva las compuertas de protección de la vivienda para dar cobijo a un vagabundo negro y emigrante que va a ser ejecutado por un grupo de jóvenes amparados por “la ley de la purga”. A partir de ese hecho, se desata la locura dentro de la casa. El líder de la banda amenaza con matar a todos si no entregan al refugiado. El progenitor se inclina por ceder a las presiones con el fin de mantener la seguridad de los suyos pero éstos se resisten a comportarse de semejante manera, generándose una lucha violenta y sin piedad.
En la parte estrictamente cinematográfica relativa al terror, la cinta cumple con las expectativas. La historia es original, el clima de tensión permanece constante y los rasgos esenciales del género -como la cruel recreación de la inmediatez de la muerte- no faltan. Su duración, inferior a una hora y media, supone un acierto, toda vez que la película tampoco dispone de elementos suficientes para mantener la intriga y la intensidad narrativa durante más tiempo. En este sentido, la propuesta merece un aprobado que, aunque no es una calificación brillante, supera sin duda a otros títulos similares que llegan a nuestras pantallas.
En cuanto a las cuestiones éticas que se plantean, quedan en el aire para que sea el propio espectador quien saque sus propias conclusiones. Quizás el escenario que propone pueda considerarse una exageración que jamás sucederá o, por el contrario, tal vez no estemos tan lejos de ese futuro en el que, a lo largo de una noche al año, la brutal “ley del más fuerte” y el “sálvese quien pueda” reinen sin oposición. Ya en el largometraje alemán “La ola” se decía que “la gran amenaza es el terror que nosotros mismos hemos creado mediante la injusticia que permitimos en el mundo". Pues eso.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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