Biografía que late. Ritmo ágil. Personajes creíbles con trayectoria acorde con su perfil personal. Música y fotografía presentan una Italia como la que soñamos. Si la belleza tiene como base la ética, aquí tenéis de lo uno y de lo otro. Más de dos horas en un suspiro.

Quienes otorgan tan altas puntuaciones a esta película, ¿son de fiar? Todo me ha parecido impostado, artificioso, frío, tópico. Gags sin gracia o mil veces vistos. Personajes y relaciones superficiales. No hay por donde meterse en este absurdo. Notas de pedantería cultureta, quizá para "elevar" el nivel de la audiencia. Las situaciones son predecibles, así como el final. Seguir a Woody Allen es ahora como en su día fue seguir a Curro Romero: Tarde tras tarde de tedio y hastío, justificándolo todo porque una vez vimos "Annie Hall".

Interesante del primer al último fotograma. Real. Ritmo pausado y continuo, mantenido. Sin estridencias. Sin aleccionar, sin ideología. Con mensaje. Tiene giros, impredecible.
Deja huella días después de dejar el cine. Es un poema que no aburre lo más mínimo.

París no me emocionó. Prefiero comer en cualquier restaurante de carretera un menú del día consistente que plantearme ir a la "alta cocina". Odio a los roedores.
Pues bien, he pasado casi dos horas rodeado de ratas en un pijísimo restaurante de París. Estoy deslumbrado, animado y me gustaría seguir allí otro rato, a ser posible largo.
Esta película de animación lo tiene todo: Ritmo, personajes creíbles y profundos con los que se empatiza, bellísima música, dosis de moralina muy bajas, buen tono de los chistes y unas imágenes que son un espectáculo continuo en sí mismas. Quizá por esto último mis hijas de 3 y 5 años aguantaron perfectamente las dos horas, cuando la mayor parte de la película no es para su edad.

Almagro es un escenario que transporta. El ritmo es mantenido, continuo, parece evocar la vida monástica. Los intérpretes mantienen el tipo ante la representación de hechos tan extremos. Se aportan, en el guión, todos los posicionamientos que en la época debieron tener lugar. El espectador se sumerge en el relato desde el minuto uno. Hay cierta ironía (más bien socarronería) que descarga en algo la tensión continua de los hechos. Y...¡hay que ver cómo duele todo!