El problema de las series de televisión hoy en día es que todas intentan parecer una película. Oye, que eso está muy bien y el nivel sube notable, pero lo que me gusta de Dos chicas sin blanca es que no tiene ninguna pretensión: durante sus escasos 20 o 22 minutos de duración puedes sentarte y tragarte la moralina barata que nos venden (el valor de la auténtica amistad, lo bonito de alcanzar tus sueños por ti mismo...) sin tener que concentrarte demasiado. No solo eso, sino que además cuenta con escasa continuidad entre episodios y suficientes elementos surrealistas y personajes estereotipados y monofuncionales como para hacer que sea agradable al espectador. Si además esperas reminiscencias del presente, prepárate para oir un montón de chascarrillos sobre la cultura hipster. Y un último consejo: no se te ocurra verla doblada.

La cinta navega entre la acción y el humor, proporcionado por Will Smith - que parece encarnar una versión futurista de su personaje en el Principe de Bel-Air- y su relación con la científica plasta de turno, encarnada en este caso por Bridget Moynahan.

Alex Proyas la dirige, pero podríamos haberla escrito tú o yo, en el sentido de que no nos presenta un guión demasiado elaborado, totalmente carente de giros inesperados o cualquier cosa parecida ni tampoco profundiza en absoluto en el tema de la robótico, limitándose a lo conocido por todo el mundo. ¿Para qué, si tiene unos efectos especiales muy aceptables?

La última entrega de La matanza de Texas resulta algo menos decepcionante de lo esperado. Si bien la primera parte de la película, donde los guionistas se dedican a (re)situar la historia y masacrar a gran parte del elenco, acaba por hacerse monótona y mediocre; al final la historia consigue enganchar gracias a un giro fresco de guión. No olvidemos que se trata nada más y nada menos que de la séptima película de la franquicia, así que tampoco se puede pedir mucho más.

Los tiempos cambian y con ellos los conceptos. No sólo de 'The Artist' vive el cine y 'La cabaña del bosque' - supongo que la traducirán así si algún día se animan a estrenarla en España- es el vivo ejemplo de una obra maestra lejos del molde habitual. En su campo no se puede negar que es fantástica; con una historia única y ritmo vertiginoso que no deja indiferente a nadie. También se agradece lo ligera que resulta (os lo digo yo, la he visto como cinco veces). Ni por un segundo dudo que se convierta en cinta de culto venerada por frikis y hipsters, ávidos de la leyenda de mala suerte que envuelve a la película (su accidentado no-estreno en España no es un caso aislado, en Australia e incluso en su país de origen -Estados Unidos- ha tenido otros tantos problemas del estilo). Que no os engañe su contemporaneidad ni los críticos que no le darán ninguna oportunidad porque ni está ambientada en la II Guerra Mundial ni la dirige Woody Allen; 'The Cabin in the Woods' no es solamente una película de terror, es LA película de terror.

Me dirijo a mi DVD e introduzco el disco de El crepúsculo de los dioses. No es una experiencia nueva: ya la he visto tres veces anteriormente. Quizás sea una de mis películas favoritas. Es la historia de Norma Desmond, un ángel sin alas empeñado en volar; en mi opinión, un personaje digno de admiración y estudio.
En primer lugar, cabe destacar la original técnica narrativa que emplea la película: es el cadáver del protagonista en la piscina de Norma el que relata los sucesos que le llevaron a terminar así. A partir de ahí nos encontramos con un hábil drama que mezcla a la perfección dos emociones muy humanas: el amor y el odio. Norma es amor y odio; es ángel y demonio. Mis ojos quedan atrapados ante la sucesión de escenas: el tramposo Joe y la inocente Betty no son más que juguetes en las manos de Norma. Norma es la esencia de la película, capaz de mantenerme hipnotizado hasta llegar al clímax final: la decadencia, el descenso, el momento del crepúsculo.
Saco el disco del DVD.