Este documental es furioso, implacable, indignado, acusador. Molesta e incomoda como una partícula extraña en el ojo. Pero cualquiera que niegue la realidad de sus reivindicaciones está inmerso en la post verdad.

Un recorrido en entrevistas a expertos, políticos, activistas, con imágenes históricas y otras que han pasado a la historia reciente. Una reflexión necesaria de la demagogia de los políticos, del uso del miedo y del estereotipo para dominar a las masas. Disección cronológica de la crisis social en Estados Unidos y puñetazo en la boca del estómago.

Hay por ahí un compañero (al que no le ha gustado nada) al que creo no le parece bien el enfoque del documental y dice que no aporta soluciones. Pero el problema no está en el movimiento Black Lives Matter. El problema está en la legitimación del racismo, su democratización y se monetización. Que a la aristócrata sociedad del dólar no le benefician las soluciones: acceso a la justicia, decriminalización, educación social, trato igualitario, no impunidad de los auténticos crímenes. Que no hay una laguna legal, hay una fosa cavada en la 13 enmienda.

Desde luego, no es una película que enganche al espectador si de entrada no le interesa su temática. Apenas comienza la película todo gira en torno a la crítica (superficialmente argumentada, en mi opinión) sobre el mundo del cine y el espectáculo en general, utilizando para ello su faceta más técnica: lo que ocurre detrás de las bambalinas antes de una función de teatro.

Críticos, actores, directores, agentes, la publicidad, el talento, la fama, el arte, el negocio. Ese es el contenido básico de principio a fin. Casi de refilón, las relaciones interpersonales. La puesta en escena puede llegar a ser claustrofóbica, y hasta abusivo el uso de los planos secuencia. La música, una promesa incumplida de emociones que no se llegan a ver.

Me gustó porque, en cierto modo, las miserias se plasman con verdadero patetismo, y ese humor hiperrealista no siempre consigue hacerme sonreír en el cine. No esperaba nada y recibí esta película de buen grado.

Una observación parecida hacía Nelson Muntz sobre el título del film 'El almuerzo desnudo'. Pues así de ja-ja me sentí yo. El gran hotel es una excusa para contar una historia ambientada en un mundo preciosista y de colores cálidos. Los personajes son ligeros y afectados, y la historia va desde la nada hacia la nada nadando en un océano de grandes nombres.

No me malinterpretéis. Es una película que deja un agradable sabor de boca, un ligero despegue emocional y un absoluto sentimiento de disfrute caleidoscópico como el que se siente al montar en un tiovivo antiguo. Es sólo que también hace aflorar al macarrilla que llevo dentro.

Si de algo soy fan incondicional es del absurdo, en cualquiera de los géneros. Y precisamente porque es un concepto delicado de llevar a cabo con satisfacción, y que aburre si no se consigue hilar fino. En mi opinión, Taika Waititi lo hace francamente bien: es un vampiro pardillo, fracasado y encantador en todo su declive entre romántico señor de las sombras y amo de una casa de estudiantes.

Los personajes son un despropósito, una pandilla de idiotas. Y porque viven su vida sin hacer daño (salvo a los que acaban devorando) y buscan su lugar como cualquier otro, son una compañía de esas que te recuerda a tu grupo de amigos del instituto, cada uno de su padre y de su madre, pero con los que tienes los recuerdos más auténticos.

Es esa mezcla de nostalgia, costumbrismo extremo, y continuo fracaso naif de estos inadaptados lo que hace que su estupidez te de una risilla floja y sus penas te acaben doliendo como la de tus colegas.

La fotografía es muy buena, pero ¿tiene eso mérito en la era del Photoshop y los filtros de Instagram? La actuación está hecha con muchas ganas, ahí no pongo pegas. Pero la cinta es un sostenido inaguantable de primeros planos y obviedades moralistas de principio a fin. Que si en el mundillo de la televisión las noticias son números, la despersonalización en la búsqueda del éxito empresarial, y el 'ya te insinué que no me llevaras la contraria, que tengo un pronto muy malo'. A todo lo llaman crítica mordaz hoy en día.

No me llamó la atención, ni me sorprendió. Me pareció aburrida, insulsa, llena de tópicos y personajes típicos.

Bueno, el coche molaba.