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España España · mADRID
Críticas de RARRA
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Críticas 151
Críticas ordenadas por utilidad
8
13 de octubre de 2007
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine cuenta siempre una historia. Una película es siempre una narración. Cuando no es así deviene documental o ensayo. El Gran Flamarion cuenta una historia muy simple y muy lineal, con un argumento casi esquemático y escasos personajes.
Es una pelicula de la serie B que revela la dignidad que esta serie puede tener y que obliga a estar por encima de valoraciones basadas en presupuestos y reconocer la importancia que en la calidad de una pelicula puede tener la ambición de quienes la construyen.
Pero aunque sea serie B, El Gran Flamarion cuenta con excelentes actores encabezados por Eric von Stroheim y con una dirección de Anthony Mann. En muchos de sus momentos recuerda lo más clásico del expresionismo alemán, no siendo de extrañar teniendo en cuenta la participación de personas procedentes del área germánica.
Los espejos y las sombras, por ejemplo, tienen una presencia constante en esta película de por sí sombría.
Es de destacar tambien el cuidado de los planos y los enfoques, cada dìa más desatendido. Y el toque de suspense que en muchos momentos se ofrece. Y la música de Alexander Lazlo, nada despreciable. Y la idea original de Vicki Baum, autora hoy tan olvidada, que nos hace volver a la idea de la relacion entre el cine y la narración.
El Gran Flamarion es un drama. El drama, aunque pueda narrarse en la novela, tiene siempre su entorno original en el teatro. Y el cine no es sino teatro liberado de la servidumbre del espacio y el tiempo.
En definitiva, una clase de B con una dignidad que sería deseable encontrar en la clase A con más frecuencia. Recordando siempre que estamos ante una pelicula de 1945.
RARRA
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7
10 de octubre de 2013
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vista ya en el momento de su estreno en España, allá por los comienzos de los cincuenta, mi vuelta a ella ha sido provocada por el recuerdo de la canción con que se inicia la película y que fue popularizada en la voz de Frankie Laine.

La película contó con tres espléndidos actores como fueron Gary Cooper, Barbara Stanwyck y Anthony Queen. De Ruth Roman apenas se puede hablar por la brevedad de su papel. Los personajes encarnados por los primeros encajan con la personalidad de los actores.
Sorprende en ocasiones el esquematismo con que se presenta el guion que no trata en ningún momento en profundizar en ninguno de los problemas presentados. Hay, en general, una clara tendencia a la desdramatización de las situaciones que resuelven con extraña rapidez. Todo ello da a la película un cierto de aire de frialdad y lejanía. Pero con ello es indudable que logra un cierto atractivo.

En ese esquematismo, Gary Cooper adopta esa actitud de nobleza y rectitud que en tantas ocasiones ha representado. Junto a él, el “bueno”, aparecen los restantes personajes igualmente estereotipados: la mala, el desnortado, la buena y hasta una especie de Dr. Watson. El petróleo, los policías y los bandidos son simples elementos del decorado.

Por encima de todo, la música de Dimitri Tiomkin. La que recordaba.
RARRA
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9
7 de agosto de 2013
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Margaret Kennedy publicó en 1924 “La ninfa constante”, la novela que la iba a dar fama. A los dos años la obra saltaría al teatro y en 1928 tuvo su primera adaptación al cine con Adrian Brunel y Basil Dean como directores. Tras esa primera versión muda llegó en 1943 esta versión dirigida por Edmund Goulding. El sonido permite ya incorporar no sólo los siempre interesantes diálogos entre los personajes, sino que suma la música confiada en este caso al compositor clásico Erich Korngold que durante algunos años se dedicó a trabajar en Hollywood para, al final, volver a los escenarios clásicos.

Toda la trama de la novela, y por tanto de la película que la sigue con fidelidad, se entra en un triángulo constituido por el compositor clásico Lewis Dodd (Charles Boyer) casado con Florence Creighton (Alexis Smith) y Tessa Sanger (Joan Fontaine), prima de la anterior y que siendo apenas una adolescente se enamora de Lewis Dodd y perturba inocentemente la relación del matrimonio. Al desarrollo inteligente de ese planteamiento se superpone la espléndida actuación de esos tres actores, destacando especialmente la de Joan Fontaine que alcanzó su tercera y última nominación al Oscar, pese a la dificultad que presentaba para ella tener que interpretar el papel de una adolescente cuando su edad real era muy superior. Ello se nota en algunos momentos especialmente, pero en otros la asimilación del espíritu juvenil es casi perfecta. Los restantes actores cumplen su papel. Quizá deba destacarse a Charles Coburn, en el papel de padre y tío de Florence y Tessa. Un Peter Lorre interviene representando un personaje un tanto absurdo y fantasmal; él se limita a poner la cara y la sonrisa.

En general, en la película es destacable por el cuidado de los detalles. La fotografía merece un aplauso. Así como la iluminación, tendente en general a destacar contrastes, sin caer en los simples claroscuros.

En definitiva es una buena película que aprovecha un buen guion, como es el elaborado a partir de la novela de Margaret Kennedy y está a la altura del mismo. Siendo una película que se califica de romántica, a la vez que de drama, lo cierto es que tiene mucho de psicológica ya que ofrece la visión de una evolución en los personajes centrales. Una exhibición de la calidad del cine de los años cuarenta.
RARRA
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2
7 de mayo de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta crítica adolece de alguna imparcialidad. No subjetiva, sino objetiva: la crítica se hace después de visionar la película, pero habiéndolo hecho antes con la versión de Diez Negritos que René Clair realizó en Estados Unidos en 1945. Y por descontado después de haber leído o repasado más de una vez y hace mucho tiempo la obra original de Agatha Christie.
La obra de la novelista inglesa, una de las más leídas en el mundo –la segunda después de la Biblia, al parecer- crea un clima muy concreto que hace verosímil y maestra la novela. Una isla aislada, la tempestad, una casona grande y sin lujos.
En esta película la isla aislada es sustituida por el desierto: la tempestad, por 300 kilómetros sin carretera; la casona por un monstruo de Frankenstein arquitectónico que por fuera es un conocido monumento urbano ahora sitúa en el desierto; y por dentro muestra un hotel de lujo reciente carente de la intimidad o proximidad exigida por la novela. Incluso si se sale fuera a dar un paseo, se puede hacer éste por el templo de Debod de Madrid o por un conjunto arqueológico del Oriente Medio.
La película pretende transmitir la sensación de que se está confinado en un espacio reducido, sin posibilidad de escape. Digamos que lo intenta porque luego exhibe unas imágenes exteriores o interiores de dimensiones extraordinarias. N o existe un sótano, sino unas impresionantes construcciones subterráneas abovedadas; no es un alojamiento para 10 personas, sino que tiene las dimensiones de un gran edificio inexplicablemente situado en el desierto; no es una vivienda privada a la que se invita a un numero reducido de personas sino que muestra un alojamiento, locales comunes y habitaciones, desbordantes de lujo.
A partir de ahí, ¿qué pueden hacer unos actores que tampoco destacan en nada? El guión el bastante ridículo: intercala una historia que nada tiene que ver, ni con la novela, ni con la propia película. Incurre en contradicciones y en vacíos.
Busquen otra versión, por su interés. Ésta realmente no vale la pena. La historia se sigue pero para traicionarla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RARRA
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7
3 de mayo de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas compuesta de varias historias, unidas por algo que les es común, ha llegado a constituir un auténtico género en el cine. Dentro de ellas, se distinguen perfectamente aquéllas en las que las distintas historias están dirigidas por una misma persona de aquellas otras que vienen a ser una especie de concurso de directores, lo que, sin quererlo, suele conducir a excesos o a amaneramientos.

En esta ocasión las cuatro historias están dirigidas por un solo director, Kevin Connor. Con ello se logra una cierta homogeneidad de estilo entre las cuatro historias que, sin embargo, se plantean como plenamente diferenciadas. La película se sitúa muy al principio de la carrera del director y, de alguna manera, parece un ejercicio de estilo. Es un acierto ligar las cuatro historias con la figura de un peculiar anticuario y con unos deslices morales de sus clientes, así como mantener un cierto tono siniestro que no parece precisar ni oscuridades ni sonidos tenebrosos. Que, incluso, no duda en intercalar aspectos de comicidad real.

La película entretiene, es amable y mantiene la atención. Y lo hace a pesar del peso de los años.
RARRA
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