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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
8
14 de julio de 2013
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano es injusto. No voy a citar todas las barbaridades que hemos realizado como civilización (no tendríamos espacio), pero me voy a centrar en una que tiene que ver con una pequeña película relegada al olvido: El reportero de la calle 42.

Las películas suelen también entenderse en su contexto temporal, pero también en el contexto del espectador cuando la ve. Para entendernos, hace un año, un servidor comenzó un trabajo de fin de grado sobre la visión del periodista en el cine estadounidense a partir del Watergate. Una de las cintas cinematográficas escogidas para el análisis fue la película que ahora comento.

Street Smart (su nombre original) no me sonaba de nada, pese a tener a un actor de la talla de Christopher Reeve y un Morgan Freeman haciendo de villano por el que recibió su primera nominación al Oscar gracias a su papel. Hurm… Era raro, más que aún hoy ninguna de mis almas gemelas de Filmaffinity la haya votado.

Luego, leí la sinopsis. Me quedé con eso de un periodista, Jonathan Fisher (Christopher Reeve), que se inventa un reportaje con un chulo como protagonista y cómo un fiscal identifica a un auténtico proxeneta Fast (Morgan Freeman) como posible fuente, cosa que sirve al tal Fast para librarse de la acusación de un crimen que ha cometido.

En resumen, ficción contra realidad más un thriller que toca también el tema del estado de la prensa y el sensacionalismo. Vaya, era una película que apuntaba a maneras.
Luego, la vi.

El reportero de la calle 42 puede que no sea una película perfecta (pocas lo son), pero sí merece cierto reconocimiento. Más allá de una premisa atractiva, las interpretaciones que no están mal y la estética de la ciudad como personaje amenazador nos recuerda a Taxi driver, por poner un ejemplo.

El reportero de la calle 42 contiene varias virtudes a tener en cuenta: no aburre, la degeneración del personaje de Fisher (como contraposición al ingenuo periodista Clark Kent, al que interpretaba Reeve en la saga Superman), la estupenda interpretación de Morgan Freeman que oscila desde la simpatía hasta la villanía, algún simbolismo muy bueno (esa paloma que escapa, como el alma de un personaje que muere), una trama que acaba convirtiéndose en una pesadilla para Fisher y un final que, aunque rocambolesco, deja claro que la prensa debería examinar más a sus “estrellas”.

Ahora bien, ¿por qué la gente ha olvidado El reportero de la calle 42?

Para completar el trabajo de fin de grado, no se me ocurrió otra cosa que contactar con un par de directores y guionistas de estas películas con periodistas como protagonistas. Por probar…
El realizador que respondió fue Jerry Schatzberg, un hombre pesimista sobre el periodismo y que me dio un par de interesantes respuestas, entre ellas por qué nadie recordaba el film.
Cannon Group, la compañía de los films típicos de Charles Bronson o Chuck Norris, quiso a Christopher Reeve para Superman IV. Reeve aceptó a cambio de que le dejasen hacer una película que quisiera; la que eligió fue El reportero de la calle 42. Cannon decidió entonces gastar toda la publicidad en Superman IV y olvidarse de El reportero de la calle 42. Todos sabemos lo que resultó ser Superman IV, nadie se acuerda de El reportero de la calle 42.

Este tipo de sucesos nos hace plantearnos el estado de un cine que desde los ´80 ha tendido más aún a la mercadotecnia que al arte.

Un motivo más para destacar la muy actual El reportero de la calle 42, para que alguien más se fije en ella y redescubra los abismos del ser humano, retransmitidos en directo y a todo color por Jonathan Fisher.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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5
11 de julio de 2013
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Evil dead (Posesión infernal, según los traductores españoles) es una de esas películas que te demuestran que el cine puede educar. ¿Quién no ha tenido un amigo que se dedica a hacer el imbécil? Bien, esta película te enseña que tienes derecho a decapitarle para que se deje de tocar las narices. Aclarado esto, continuemos.

Posesión infernal, esa oda a la amistad solo superada por películas como Tumba Abierta del amigo Danny Boyle, es por derecho propio una de esas películas que ver con los colegas: algunos se llevarán algún susto (hay de todo), con los demás te partirás la caja con sus momentos hilarantes, su derroche de stop motion en la “batalla final” y ese gore de baratillo que te hace pensar que el ser humano tiene como veinte litros de pintura roja en vena.

El director Sam Raimi era por entonces un realizador que empezaba a jugar y se nota. Al principio, parece que se toma bastante en serio la película: esos jóvenes que acaban en una casa rural (cabaña abandonada en la vida real; aprovechando recursos), que posee una copia del libro de los muertos (lo bueno es que con la educación actual, la gente pasaría de leerlo porque los libros son aburridos para ellos). Esa es la premisa y parece que Raimi se la cree y todo.

Entonces, los colegas la lían parda cuando por a o por, sobre todo, b (ya se sabe porque se usan los CD hoy) se conjura un hechizo que hace que el bosque demoníaco ataque, viole (¡!) y vaya poseyendo (gracias al plano subjetivo heredado de Tiburón) uno por uno al grupo de colegas que peor ha acabado de la historia. Todo gracias al maquillaje y las lentillas blancas que ciegan (en serio, los actores no veían cuando se las ponían y eran extremadamente dolorosas).

Por suerte, ahí está el hombre a una motosierra pegado: Bruce Campbell, colega desde la infancia de Sam y su hermano Ted. Es en ese instante cuando se demuestra que Raimi se enamora del despiporre, que tiene ganas de sacar el film adelante (varios de los actores dejaron el film antes de terminar salvo Campbell) y nos entrega momentos graciosos, gores y miedo de baratillo que te lo hace pasar bien con una peli de serie B y orgullosa de serlo.

Tal vez la seriedad del principio y la falta de gancho hace que la película se quede en un "bien y ya está", pero al menos sirve para empezar a dibujar esa figura que es Sam Raimi: el dios de las pelis que ver con colegas.

En esta reseña se notará cierto amor y odio a la figura de Raimi, pero es lo que este loco de la plastilina (a la escena final me remito de nuevo), la sangre y las historias de terror merece. No hay que tomárselo en serio, ni Raimi lo hace y uno lo agradece.

En fin, Evil dead es una película para ver con tus colegas, echarte unas risas y brindar por Sam Raimi, Bruce Campbell y el libro de los muertos. ¡A tu salud!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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8
15 de enero de 2018
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adolescencia es una época fundamental en cada uno de nosotros. Más o menos. A ver, es un infierno. Es la época de odiar a todo el mundo. Es la época de hacer el idiota. Es la época de cometer los primeros errores. Es la época de querer ser todo y ser nada. Es la época.

Pocas series han reflejado ese paso de la niñez a la etapa adulta como lo ha hecho The End of the F***cking World, una de las grandes sorpresas del comienzo de este 2018. Uno de los mejores aspectos de las colaboraciones entre cadenas y Netflix es que suelen salir producciones tan interesantes como esta, una serie sobre gente perdida con dos adolescentes como protagonistas que se escapan del estándar y eso no tiene precio. Un monumento para James y Alyssa, por favor.

Muchos pensaréis: "oh, típica serie indie sobre dos protas rebeldes que se enamoran", pero no, no es eso. Esa premisa bastarda no lo es todo. Los protagonistas no suelen ser los típicos de estas series que caen tan fácilmente en los estereotipos. James no comienza a salir por ahí con Alyssa por amor, empieza a salir con ella por ahí, porque pretende asesinarla. Sí, como suena. James siempre ha querido cometer un asesinato y Alyssa es la elección perfecta. De ahí, cuesta abajo.

Pronto, los dos comenzarán una huida de los adultos, del instituto, de las responsabilidades, de sus familias, de la policía... De lo que tienen que ser y no quieren ser, porque son conscientes de que no son como el resto y, si lo son, habitan en un mundo de gente horrible (el veterano de guerra, el profesor universitario) o personajes rotos (Frodo, las detectives). Porque, por suerte (y frente a otras producciones de adolescentes recientes donde todo iba sobre chantajear a los vivos con tus problemas), The End of the F***cking World es terriblemente humana, pero también bebe de cómics y películas de un corte más particular: Black Hole, el cómic underground, Asesinos natos y otros road cómics o road movies que surgen como paradigma de esta pequeña aventura.

Y el guion brilla por las situaciones del reparto, que parece salido del cómic de Chuck Forsman. No podemos dejar de lado el gran trabajo que hace Alex Lawther (protagonista del perturbador capítulo Shut Up and Dance de Black Mirror) y la fantástica Jessy Barden (a la que muchos conocimos de su papel en Penny Dreadful y en películas como Hanna), pero no son las únicas caras conocidas, porque también tenemos a la estupenda Gemma Whelan (lejos de los Greyjoy) como una detective bastante particular, que parece salida de Fargo.

Además, la serie nos muestra el Reino Unido que no solemos ver tanto en la pequeña pantalla, acompañado de una música country, folk y rasgueos de guitarra que nos transportan más al desierto de Arizona que a la campiña inglesa. Y pega perfectamente como paisaje dependiente de los sentimientos de los personajes y de los sucesos que viven, donde sexo, drogas, muerte, escapadas, violencia y miedos del pasado se mezclan a lo largo del metraje. Sus ocho capítulos de veinte minutos hacen que la serie se convierta en el material perfecto para un binge-watch y que sea una película de dos horas sobre las andanzas de dos adolescentes que no suelen ser la voz cantante de este tipo de obras. Es más, frente a series interminables como Por trece razones (un ejemplo "cercano"), los veinte minutos le sientan perfectamente, como ocurría con GLOW.

En definitiva, The End of the F***cking World es una serie que invita a ser vista y huir con ellas lejos de este mundo horripilante, si es que acaso Alyssa y James, esos dos fugitivos ingleses, nos aceptan.
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Ozymandias_Iskander
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6
12 de julio de 2013
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres relatos de ciencia ficción es el intento (¡ojo al término!) del realizador Nacho Vigalondo de contar tres historias cortas de este género en tres minutos. Una tarea ardua, pero que al menos deja unos relatos, cuanto menos, curiosos de los cuales uno es bueno o muy bueno.

Sin apenas recursos, más allá de las imágenes adecuadas de lo que hay y la voz en off, Vigalando demuestra que se puede hacer un buen corto con pocos medios y sin gastarse seguramente ni un duro.

Como su propio nombre indica, este cortometraje se divide en tres:

-Donde nosotros tenemos París nos presenta una historia con un buen punto de partida, pero que se acaba deshinchando un poco en el último tercio, con un remate que no es del todo bueno, pero que da un giro interesante.

-Mi cantante favorito es, sin duda, la mejor historia de la propuesta, la más reflexiva e incluso poderosa de las ideas que nos presenta el director de Los Cronocrímenes. ¿Qué pasaría si pudiéramos crear nuestra propia realidad? ¿No es lo que hacemos acaso?

-La pregunta correcta toca el tema de las redes sociales y nuestro papel en un mundo cada vez más conectado donde nunca sabremos cuál es el límite. Se antoja quizás como el microrrelato menos inspirado, aunque el más certero ya que lo que ocurre en él, está pasando ya.

Pese a ellos, es apreciable el intento de Nacho Vigalondo de defender el género con estas pequeñas ideas. Tal vez, después de Extraterrestre y Open Windows, Vigalondo se proponga un Black Mirror o algo estilo La dimensión desconocida.

La pregunta más acertada es: ¿quién sabe qué realidad creará y por qué tienen una antena tan grande como esa?
Ozymandias_Iskander
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8
17 de febrero de 2018
34 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cierto momento de la película, el personaje de la hermana pequeña del rey T’Challa, Shuri, le dice a su hermano que porque algo funcione, no quiere decir que no se pueda mejorar. Y esta frase bien podría ser el paradigma que resuma los diez años que Marvel Studios nos lleva entregando su universo cinematográfico. Desde Iron Man hasta Los Vengadores y llegando hasta los Guardianes de la Galaxia y más allá, Marvel ha redefinido constantemente el “género” de superhéroes y, permíteme las comillas, pero es que la hibridación entre géneros es una de las claves. Black Panther lo consigue de nuevo con una película sobre dramas monárquicos, África, el racismo, la colonización, la esclavitud, James Bond y los superhéroes. Y lo logra fantásticamente bien.

Alejándose del constante humor de otras propuestas de Marvel (que a algunos les enerva y a mí me encanta), el director Ryan Coogler (responsable de Creed) lleva a la gran pantalla al personaje creado por Stan Lee y Jack Kirby, dos genios que lograron hablar sobre problemas reales a través de mundos ficticios y, con Black Panther, crearon una mitología propia con la que acercar África a los chavales que leían cómics. Este mismo hallazgo lo consigue Coogler con un casting, una historia y un guion que nos presentan a Wakanda como una clave más del Universo Marvel y lo hace en una época donde resulta más que necesario.

Como bien dice T’Challa ante la ONU, en estos tiempos, los sabios construyen puentes y los necios barreras. Dicho comentario, tan extrapolable a nuestra actualidad (con charlatanes convertidos en presidentes y un mundo que los sufre) se percibe en Black Panther ya sea hablando del secuestro de mujeres en África, el contrabando de recursos del Tercer Mundo, el racismo en Estados Unidos, la crisis de los refugiados, la dificultad de cambiar el mundo… Temas que no parecen propios del género de superhéroes, pero que Coogler y Joe Robert Cole tocan en su guion con una facilidad inusitada, en medio de sus dramas dinásticos y sus aventuras cómiqueras.

Por mucho que la “crítica especializada” española hable de una película sobre orígenes, en realidad, Black Panther es una pieza que continúa y desarrolla el Universo Marvel. Ya conocimos a T’Challa en Capitán América: Civil War, en la cual ya tenía un arco de evolución sobre la venganza y lo que supone ser un nuevo héroe. Aquí se habla de cómo T’Challa debe asumir ser un héroe, pero también un rey y saber que ya no tendrá a su padre a su lado. Y Chadwick Boseman consigue, en todo momento, que empaticemos con su personaje, desde los descubrimientos personales que hace hasta en su rol como esperanza de su pueblo y sus debates sobre qué es y qué no es lícito a la hora de ayudar al mundo.

En medio de tanto “drama”, también hay lugar para la aventura al estilo James Bond, con la fantástica Shuri (Letitia Wright, a la que hemos visto recientemente en Black Mirror) encarnando a una especie de Q o de Lucius Fox, y un Black Panther que se transforma en todo un agente secreto, que cuenta siempre con su guardaespaldas Okoye (una Danai Gurira heredera de la gran Grace Jones) y la espía Nakia (Lupita Nyong’o).

Como veis, el pulp de los cómics funciona, pero también los roles de la mujer. A diferencia de otras películas de superhéroes, aquí hay numerosas mujeres y todas hacen algo, siendo roles importantes dentro de la función, como el de la propia madre de T’Challa: Ramonda (una Angela Bassett que ojalá hubiera sido Tormenta en los X-Men). Y es que, en general, todo el reparto está lleno de estrellas (muchísimas como para ser citadas todas aquí) y es fantástico, desde los breves papeles de Forest Whitaker como Zuri, Andy Serkis como el vicioso Klaue (que ya conocimos en La Era de Ultrón), Martin Freeman como un estupendo Everett Ross, Winston Duke como el rey M'Baku o Daniel Kaluuya como W’Kabi, hasta llegar a un villano bastante interesante como es: Erik Killmonger, un Michael B. Jordan que se libra de la condena de haber sido la Antorcha Humana en cierto reboot olvidado e interpreta a un “villano” orgulloso, muy interesante. A menudo, el público se queja de los villanos de Marvel y aquí se nota que hay cierto deseo de romper lo habitual: la película comienza con el padre del villano narrándole a su hijo qué es Wakanda, el villano está devorado por la venganza y por todo lo que ha perdido y su deseo de ver arder el mundo y tomar lo que es suyo puede ser creíble; empatizamos con él, con ese chaval que no puede llorar porque sabe que el destino de todos es morir. Además, posee una de las mejores escenas finales del Universo Marvel.

Puede que las dos horas de acción y aventuras resulten aburridas para algunos espectadores, pero, para mí, cumple gratamente, porque desarrolla a sus personajes. Sí, todos esperamos cómo retorna cierto personaje y nos imaginamos el final desde que la película nos da algunos indicios, pero si nos alejamos de la parte más fría del proceso analítico del guion y los arcos argumentales, es entretenida, es divertida y nos cuenta algo muy importante: cómo debemos decidir trascender el legado para convertirnos en lo que debemos ser, cómo debemos convertirnos en ejemplo en tiempos oscuros y cómo debemos tender puentes cuando otros quieren quemarlos.

Considero que es loable que Black Panther, en dos horas, nos presente tantísima mitología sobre el personaje y lo haga de un modo natural, poco forzado. Nada se siente excesivamente esquemático, recargado y es un placer que T’Challa no se convierta en el típico superhéroe que vemos surgir de un modo que va de A a B sin más. Hay muchos personajes a su alrededor, hay mucho del misticismo de los suyos, hay muchas claves y potenciales hechos a desarrollar en futuras películas. Sin duda (y como se confirma en las dos escenas tras los créditos), Wakanda jugará un papel muy importante en Los Vengadores: Infinity War (cuyo tráiler ya impacta con solo verlo en la gran pantalla, imaginemos la película...).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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