Una de las comedias más desternillantes del cine contemporáneo. Mel Brooks parodia el mito de Frankenstein con moraleja incluida y se sustenta en unos grandes cómicos de la talla de Gene Wilder y, sobre todo, Marty Feldman, que no necesita palabras para hacerte desencajar la mandíbula de risa. Todos los personajes aportan su vis cómica para la causa y el resultado es hilarante.
Aparecen muchas referencias al cine clásico de terror de Boris Karloff tanto por el blanco y negro como por toda su escenografía y montaje y Peter Boyle se presta magníficamente a crear tanto pavor como humor.
En fin, una de las mejores parodias del cine convertida en cinta de culto con un personaje (Igor) que ha pasado a la historia del cine de comedia.

Ya intuyes antes de empezar la película El gran hotel Budapest el tipo de historia que te van a contar y el gran contraste de matices interpretativos inimaginables solo con ver el fastuoso y deslumbrante poster de la pelicula que hay fuera de la sala.
No soy un incondicional de Wes Anderson ya que solamente he visto sus obras más recientes como son Moonrise Kingdom o Fantastic Mr. Fox, pero está claro que todas ellas incluyendo este edulcorado hotel poseen multitud de similitudes y paralelismos diversos.

Esa música a ritmo de ukelele que enfatiza sus planos más característicos dotan de vida cada imagen y ese cromatismo con que se viste cada decorado crean un estilo visual propio de su autor. Y luego está su gran amor por las maquetas como si de una película de animación se tratara y buscando la belleza del efecto retro o vintage combinado con los detalles más minimalistas. Uno está viendo una película de niños para adultos.

Luego están las tremendas caracterizaciones de todos los personajes a cada cual más esperpéntica. Nadie hubiera reconocido a Tilda Swinton sin ver su nombre en el cartel. Las personajes principales cumplen su cometido correctamente y los secundarios le dan carisma y calidad al conjunto de la obra en beneficio de un autor por el que muchos de ellos sienten una gran admiración.

Asi pues, es ésta una pieza más de un autor que, aún pudiendo volverse un tanto repetitivo en su estilo, nos sigue atrayendo más todavía por todo lo que dicho estilo conlleva.

Gran fiesta antes y después del baño de sangre nos ofrece el director, aquí en solitario, Paco Plaza. En esta ocasión se busca menos el susto efectista y se decanta más por la dosis de acción y terror palomitero con buenas dosis de efectos gore, lo cual agradecerán los amantes del género.
Una original propuesta partida en dos donde primeramente se nos muestra cámara en mano como es una auténtica boda española y posteriormente pasamos al gran divertimento sangriento donde los novios también quieren ser igual de protagonistas. Es en esta segunda parte donde el director apaga su pequeña cámara digital y se pone en plan cinéfilo consiguiendo las secuencias más impactantes y desmesuradas.
Los personajes están bien definidos y el papel de la novia, el más relevante, cumple con las expectativas pese a nutrirse bastante de Uma “black mamba” Thurman o, en menor medida, la inalcanzable Ripley.
Aún así, la película solamente falla con la intromisión del tema religioso el cual no hay por donde cogerlo. Ese lapsus de guión hubiera podido ser un lastre mayor para el film, pero el espectador lo salva porque está más centrado en la pura y grotesca diversión de ver a los protagonistas machacando zombis y abriéndose paso que de la historia en sí misma. Y es que no hay nada tan magnético como montarte una carnicería al ritmo de Eloise.

Un Kubrick inspiradísimo filma una película de culto y una de las más terroríficas de todos los tiempos. Con la ayuda de un Jack (Nicholson) que se transmuta en otro Jack (Torrance) en uno de los papeles más terroríficos donde la demencia del personaje se palpa en cada fotograma. Kubrick juega con la luz y el silencio como principales motores de la angustia y el delirio que se vive en el hotel Overlook.
Basada en un best-seller del genio de la literatura contemporánea de terror, Stephen King, esta película sobrepasa dicho texto y va más allá estableciendo unas pautas en el género que, aún a día de hoy, un servidor no ha podido disfrutar en otra película.
Cada secuencia del film es una clase de filmografía de altísimo nivel destacando, por ejemplo, esos míticos travellings del niño con el triciclo por los pasillos del hotel.
Así pues, el tiempo no pasa para este film que sigue tan vivo, delirante y placenteramente angustioso como el primer día que lo vi.

En esta fábula gélida y magnética se disfruta hasta el más mínimo detalle. Desde una fotografía fascinante de la Suecia más profunda hasta el gran talento de unos pequeños personajes totalmente desconocidos que plasman una oscura historia de vampiros fascinantemente inusual. Todas las escenas están impregnadas de una belleza formal que aleja el film de cualquier asociación con un film de género. Hasta las escenas más terroríficas están cuidadas al máximo. Incluso la escena final, la cual es uno de los clímax más salvajes y bellos jamás filmados.